martes

Lema Orante Semanal

RESIDUOS
15 de junio de 2009


Parece que son inevitables. Residuos.
En el siglo XXI de la era cristiana, los residuos que genera la especie son enormemente tóxicos, perjudiciales, dañinos, si bien constituyen una industria floreciente de reciclaje. A pesar de ello, los residuos de las diferentes actividades humanas se vuelven un peligro constante para la vida general del planeta.
Si nos fijamos en esos comentarios iniciales, en los que nos estamos refiriendo a los residuos materiales, podemos deducir también que se producen residuos mentales, afectivos, emocionales, sentimentales, y un largo proceso residual que, probablemente, colabore en el progresivo, amenazante y desquiciante crecimiento de los estados de salud adaptativos… degenerativos… deteriorantes… Hasta el punto de que llegan a inutilizar, en gran medida, al que lo vive y a todo su entorno.
¿Será –será, aunque no sean, “ahora y aún”, medibles- que todos esos residuos de frustraciones, de odios, rencores, rabias –y un larguísimo etcétera-, están ahí? Bien sea que se interpreten como sustancias etéreas, sutiles, pero operativas –en cuanto a espesura, bloqueos, estancamientos-, o bien sea bajo la óptica de que, todos esos fracasos, rabias, situaciones imperdonables, despechos, celos, etc… ideas y pensamientos, están vinculados a neurotransmisores –sustancias neuroquímicas que son detectables, y que sabemos que algunas de ellas, en exceso o en defecto, producen alteraciones severas del comportamiento-.
¿Será, entonces, que ese estilo de vivir, “residual”, puede llegar a ser medible, evaluable, y –en consecuencia- responsable de un sinfín de incapacidades que se van a gestar en la especie, y un innumerable motivo de incapacidades, trastornos, comportamientos…?
Mantener una mentira, por ejemplo… –“una”; ya sea por ocultamiento, ya sea por omisión, ya sea por pensamiento, ya sea por palabra, ya sea por obra-constituye una carga muy pesada. ¡Una mentira!; que expande su bloqueo a todas direcciones; es densa y espesa; no deja fluir el ánima; no deja expresarse al espíritu.
¿Qué decir de la rabia, del rencor, de la envidia…? Acontecimientos cotidianos que surgen, que aparecen, que se medio solucionan, pero que van dejando su poso.
¿Será, por ejemplo, que los residuos sean inductores de mayores porcentajes de radicales libres, que terminan por oxidar, por dañar… por bloquear las funciones normales?
¿Será –también- que esos residuos del comportamiento, de la forma de pensar, constituyen los acontecimientos epigenomáticos que inciden sobre el genoma, para que éste sufra importantes variables… que no sean viables?
Y, bajo estos criterios, surge una significativa esperanza. Es decir, puedo ejercer una cierta influencia –“una cierta influencia”- sobre esos acontecimientos residuales. Y decimos “cierta influencia”, porque son parte de una cultura, de una evolución, de una forma de concebir la realidad, que se incorporan lentamente y que se hacen “naturales”.
¡Ay!... ¡Ay!
Pero aún –aún- se puede percibir el aroma de una “cierta” influencia, sobre la generación de residuos de una manera continua y permanente; y que éstos se vean aminorados, se vean descendidos en sus niveles, en su producción y en su contaminación . Porque, evidentemente, los residuos pensantes de unos y otros, contaminan . ¡Y no sólo lo hacen a nuestra propia especie!, sino que también se traslada a la domesticación… se traslada al cultivo… se traslada al terreno… se traslada a las armas… se traslada…
Curiosamente –curiosamente- en ese nivel de pensar, todo ha quedado reducido a la contaminación ambiental. Todo ha quedado reducido a la contaminación capaz de producir un cambio climático severo. Todo ha quedado reducido a una mala gestión de la materialidad. Pero la verdad incómoda que tanto se propagó –y se sigue aún propagando, aunque ya en menor intensidad-, del norteamericano Al Gore, a propósito del cambio climático, no tuvo en cuenta… –¡qué pena!; pero bajo el sentido orante, sí- la contaminación pensante ; ésa que, en definitiva, es la responsable del efecto invernadero, de la emisión de anhídrido carbónico, etc.
Pero el sistema de pensar no alcanza a darse cuenta de la magnitud de esa visión de vivir y… y se queda en la representación externa, cuando resulta que la ¡única!... posibilidad de variar esos niveles de contaminación provocada por residuos irreciclables, es modificando el nivel de comportamiento, de pensamiento, de sentimiento, ¡de emoción! Y en esa medida, el ser se dará cuenta de cómo manejar los elementos materiales de su industria… de sus recursos… de sus necesidades...
No necesitará multar a esta empresa o aquella otra.
Aún existe el aroma de ir ¡a la raíz!... del árbol que se seca, para ver cómo podemos abonarlo… incentivarlo… ¡regarlo!... No tratemos de mejorar el árbol podándolo… cuando sus raíces son incompetentes; no tratemos de limpiar sus hojas… cuando sus raíces son incapaces de beber. No digamos luego que “hacemos todo lo posible”, cuando, realmente, podemos saber que lo que hay que hacer está en otro lugar. No en el exterior. ¡No en la manifestación!
Hoy, siglo XXI de nuestra era cristiana, cada ser humano –salvo excepciones- es un elemento residual contaminante, con escasas posibilidades de rectificación. Escasas.
¡Pero al decir “escasas”!, se implica que aún quedan posibilidades. Y ese “aún” es ¡el que reclama el sentido orante!; ¡el que reclama!... el replanteamiento constante; ¡el que reclama!... la vida del ánima ; el que reclama… el hacer impecable; ¡el que reclama!... la obediencia; el que reclama… ¡el rigor!; el que reclama la alegría; ¡el que reclama la sinceridad!
En su escasez… ¡bullen!... como pompas de jabón.
Desde nuestra naturaleza, se grita… ¡con pasión! ¡Con “pasión”!... de tono, y “com-pasión” de compadecerse a sí mismo, para modificar, ¡para variar un ápice! Y todo volverá a ser primavera. ¡Un ápice!
El sentirse un residuo con escasas posibilidades de dejar de serlo, sentirse contaminador, contaminante, implica… –con esos recursos que hemos enumerado; y hay más, pero aunque sean escasos son… exigentes- implica… –el darse cuenta de todo ello- el ponerse, el disponerse… –gracias a la perspectiva orante…- el ponerse, el disponerse –insisto- a realizar un… un ¡“es-fuerzo”!; ¡volver a ser la fuerza capaz de generar un ciclo vital sin residuos! ¡En consecuencia, sin desgaste! ¡En consecuencia, sin deterioro! ¡En consecuencia, sin degeneración! En consecuencia… ¡con ánimos de eternidad!, con visos de Infinito.
Y es apelando a nuestra propia naturaleza que podemos gestarnos en esas dimensiones.
Es la misión imposible que estimula a que sea posible.
¡Es abandonar el criterio y el principio de desgaste, de deterioro!...
Es dejar fuera el cansancio, la torpeza, el desánimo...
Residuos… que van a bloquear articulaciones, actitudes, gestos; ¡que van a contaminar!... a otros que, ya teniendo sus propios residuos, se ven inundados por otros.
Esto no es labor de un día, ¡ni de una semana! Es una labor de conversión, una labor de cotidianidad, ¡una labor purificante con lenguaje actual!, con un lenguaje operativo sobre el que se puede, el ser, ejercitar. ¡Y que, a la hora de hablar de una purificación anímica o espiritual, estemos hablando de un hecho evidente!, ¡de un comportamiento… concreto!, ¡de una actitud clara!… que luego pueda conducir a la palabra “purificación” como un sonido central.
En esas perspectivas, no sirve el “yo soy así”… “éste es mi carácter”… No sirve una actitud residual.
Se precisa una actitud de revisión y de cambio constante, ¡hacia un sentido purificante! Eso conlleva un ejercicio de alegría, de atención, de cuidado… ¡no solamente propio sino también ajeno! ¡Somos un cuerpo de vida, toda la humanidad!, y todo sistema viviente.
Las algas también sufren las consecuencias de nuestra contaminación residual. Y se deterioran. Y se mueren. O se hipertrofian… y crecen desmesuradamente –por poner un ejemplo… real-.
Y es esa forma de pensar… “supervalorante”, la que deforesta, la que se come el mar, la que destruye montañas, la que es capaz de dañar a otros… para sentirse mejor.
Y esa posición aún dispone de escasos pero intensos recursos para… ¡cambiar su spin!, es decir, su giro, ¡su sentir!, ¡su sentido! ¡Y cambiar la perspectiva de que todo ciclo y todo ritmo precisa la generación de un residuo!... que, finalmente, por mucho que se recicle, siempre algo va a quedar ¡¡O no!!
Hace apenas cien años, la vida media del hombre alcanzaba los treinta y cinco, treinta y seis... Cien años después, sin grandes acontecimientos, ha triplicado su… o casi ha triplicado sus expectativas vitales.
Sirva ese ejemplo para darnos cuenta de que, con muy pequeños cambios, la perspectiva de cambios ya generalizados se hace enorme; de la misma forma que, el ser, gestador de residuos por sus criterios y conceptos, puede modificarlos y, a partir de ese instante, entrar en otras dimensiones de convivencia, de compartir, de convivir, de “so-li-da-ri-zarse”, para… entrar –¡quizás!, también- a otro periodo de permanencia muchísimo más largo…, gracias a la pérdida de roces… a la disolución… de gasto, en definitiva, a la corrección de residuos.
E inevitablemente viene la pregunta: ¿Pero… el uso de cualquier energía ya implica… ya implica un gasto, un metabolismo, un residuo, un reciclaje, un…?
¡No!
¡El uso de la Fuerza Divina no conlleva residuos!
¡Y ése es el auténtico alimento! Ése es el sustento que nos mantiene… a toda la especie viva. ¡La toma de consciencia de ese alimento, de esa Fuerza, de esa energía, como elemento operativo en nuestra… vida, nos da… esa activación de las escasas posibilidades! “Escasas”, que, bajo el influjo Divino, se convierten en ¡”grandiosas”!
¡Hay que aprender de nuevo!
¡Hay que reinterpretar otra vez!
Hay que precipitarse al futuro… hacia donde Dios corre.
¡La comunión-comunicación en lo Divino!... como la auténtica fuerza que no produce residuos. Sin duda, también aclarar que “utilizada adecuadamente” –lo cual tampoco es fácil-. ¡Pero al menos el guión está ahí! Debe llevarnos a una redistribución de nuestras disposiciones al hacer, al estar, al sentir.
Y si… ¡en el Nombre de… lo Eterno! se ejercitan las acciones –en materia, en funcionamiento… en producción, en…-, ¿no cambiarían multitud de acciones y la forma y manera de realizarlas y producirlas?
Tenemos y disponemos, además, de ese intento que hicieron las religiones –¡fallido!, ¡egoísta!, ¡soberbio!-, ¡y que siguen haciéndolo!, para saber lo que no hay que hacer.
Probablemente estemos en la vibración… sí, en la vibración… de que se pueda –como posibilidad- ejercitarse en otra forma de concebir, pensar, idear.
¡Quizás sea el momento propicio... hacia la conceptualización de residuales contaminantes y la posterior decisión de ejercitarse, desde las escasas opciones, bajo el ánimo de lo Divino!
No hay tiempo que perder… Se lo lleva Dios.

Ámen.


*****

Lema Orante Semanal

EL RESCATE
8 de junio de 2009


Probablemente, para la gran mayoría de los observadores de nuestra propia especie, se tenga la idea de que se está viviendo en unas condiciones difíciles. Otros dirían “t errible s”, otros dirían… “bueno, ya veremos”, pero, probablemente, salvo los más optimistas que consideren que la vida es así y ahora está mal y luego estará bien, luego regular, y ya seguirá así indefinidamente hasta la consumación de los tiempos… -esos serían los más optimistas-, pero, en un término medio se podría decir que hay preocupación, hay inquietud, hay miedo, hay preocupación, hay indecisión… por el desarrollo que lleva la humanidad. Y cada uno con sus buenas razones, con buenos, por una parte, malos por otra… pero que a su vez los malos son buenos en otras partes, y buenos y malos y malos y buenos… y depende de dónde estés o cómo te levantes, uno es bueno o el otro es malo. La dualidad está servida y, en consecuencia, el combate, el enfrentamiento, la violencia, el deterioro, la corrupción, está presente.
Ante esa situación, la oración dice: RESCATE.
Se puede rescatar aquello que aún está, que aún existe. Lo que no, no se puede rescatar.
Luego el hecho de anunciar como oración, como propósito de la semana, el rescate, indica que, a pesar de las oscuridades de la vida de la humanidad, hay, hay, hay recursos, probabilidades y posibilidades que puedan permitir otras perspectivas, otros desarrollos, otras opciones.
Que puedan ser pronto, más tarde, muy tarde… pero, hablando de rescate, nunca demasiado tarde.
¿Y qué es lo que hay que rescatar? Porque la lista podría ser interminable. Dependiendo de los intereses, de la moral, de la ética, de la estética, del criterio de cada uno, cada cual haría énfasis en rescatar… sabiendo que todo se puede reducir a la relatividad, a que sea relativo. El rescate del respeto, por ejemplo, que es relativo. El rescate de la justicia, que es relativa, claro. El rescate de… paz, relativo. El rescate de la belleza -lo que es bello en un sitio, a lo mejor no lo es en otro-.
¿Y qué se trata de rescatar? -Y este detalle es muy importante bajo la óptica orante- ¿Lo que antes considerábamos que era bueno? ¿O rescatar una nueva perspectiva, una nueva imaginación? ÉSA ES LA PROPUESTA ORANTE. No se trata de rescatar lo que antes se consideraba como bueno. En la medida en que se rescata lo que “antes” era bueno, terminaremos haciendo lo mismo que ahora. Y creo que no es muy difícil darse cuenta. Si vuelvo a empezar otra vez como antes, el “ antes ” seguirá el camino hasta donde hemos llegado ahora.
En consecuencia, desde el sentido orante, si queremos rescatar el respeto -por ejemplo- no puede ser el mismo respeto que se hacía hace 50 años o 70. No. Ese nos conduciría a la falta de respeto en la que estamos ahora, porque sería repetir otra vez lo mismo.
El sentido orante nos proyecta –nos debe proyectar- hacia un rescate ORIGINAL, hacia un rescate DIFERENTE, hacia un rescate DIVINO.
De esta manera, además, se puede ir gestando una diversidad de NUEVAS, ORIGINALES, propuestas, que no se conocían, que son partes de la Creación , que son la esencia de LA CREATIVIDAD.
Volver a cualquier modelo que nos ha traído hasta aquí, volver a cualquier modelo que se ha desarrollado hasta llegar a lo que somos, es reincidir en los mismos errores. Y, sobre todo, cerrar definitivamente las puertas a la Creación , a lo nuevo, a lo original, a lo inesperado, a lo imprevisto, a lo improbable, a lo increíble. Son muchas puertas.

Es como pretender rescatar en una pareja de años de relación, el mismo amor que se tenían cuando tenían 15 años, y ahora están que si se divorcian o que si no. Pues se van a divorciar enseguida en cuanto recuperen lo de los 15 años. No. Es el momento de rescatar, dentro de lo que hay –dentro de lo que hay-, una nueva perspectiva, una nueva forma de relación, una nueva manera de convivencia, una nueva actitud de espera.
Todo comportamiento que conlleve un estatus conocido, establecido, ordenado, conocido y que sabemos cuál es su desarrollo, no puede ser un rescate.
La naturaleza humana ha demostrado que tiende a repetir y a repetir hasta un número determinado de veces, determinados procesos. Hoy nos lo enseña la genética. Y cuando se repite hasta un determinado número, las posibilidades y probabilidades pueden ser variables. Pero, a partir de un determinado número, ya la cadencia va a ser la misma.
Dualismo, confrontación, enfrentamiento, violencia, destrucción, reconstrucción, pacificación, enfrentamiento… de nuevo a empezar… una guerra, dos guerras, tres guerras, cuatro guerras, cinco guerras, seis guerras, siete guerras, ocho guerras, nueve guerras… parece que no son suficientes, porque ya se ha repetido más de lo habitual, y conviene –y se convierte- en un hábito, en una imposibilidad.
Además, hay que tener otro detalle importante en este RESCATE orante. Y es: qué parte, qué cantidad, que sustancia, qué elemento hay a rescatar… No vaya a ser que se pretenda rescatar algo que no tiene por dónde rescatarse.
O no vaya a ser que, con una obstinada inclinación en rescatar, el elemento a rescatar NO QUIERA, NO QUIERA ningún rescate.
En el rescate del AMAR, por ejemplo, no se puede ir con los mismos presupuestos con los que viví o a los que accedí en otro tiempo… la resultante será la misma. Tengo que recabar de la imaginación, de la fantasía, de la ilusión, de la fe, elementos nuevos, diferentes, que posibiliten –habiendo un sustrato mínimo de amor- la apariencia y la aparición de otra característica amorosa que, en su inagotable posibilidad, se ofrece. Se ofrece por la Creación.
El rescate de LA BELLEZA Y EL ARTE, quizás como una sola unidad, en el hacer cotidiano, en este hacer que, cada vez, es más práctico, concreto, cómodo… a sabiendas que en el ser, de cada cual, hay un quantum de belleza, hay un quantum de arte. Si lo dejamos, el deterioro será completo, no habrá nada que rescatar.
Y OTRO detalle importante en esta palabra de “rescate” desde la óptica orante: CADA RESCATE, planteado bajo estas perspectivas, es… es recuperar algo de lo que ¡no! sabíamos, de Dios. Y como no sabemos nada, el rescate que se propone nos puede permitir saber algo. Un saber, obviamente, de corazón. Que luego se puede convertir en sabiduría… quizá. Cualquier cosa pasa con Dios. Pero fíjense la sugerencia orante: Nada sabemos de Dios: Lo intuimos, lo percibimos, lo sentimos… a veces más, a veces menos, a veces nada. Y a la hora de hablar de rescate, se propone que no se rescate, en ningún caso, cosas antiguas que nos han llevado al presente actual. Que se cerciore de la existencia de suficiente virtud para poder rescatar… Se mencionan algunos ejemplos, como el respeto, la belleza, el arte. Pero todo ello nuevo. Y lo que rescatamos de todo eso, ¿qué es? Esencia Divina.
Una propuesta orante para concebir, con certeza, la presencia activa de lo Divino en permanencia. LA CERTEZA ACTIVA DE LO DIVINO EN PERMANENCIA.
Y así, en la medida en que esa actitud de rescate se vuelve inquieta y hambrienta de Dios, estamos ante cualquier opción: respeto, belleza, arte… Rescate del buen gusto, rescate del sabor, rescate de la cultura, rescate… Miles de rescates. CUALQUIERA DE ELLOS, realizado bajo las condiciones que estamos sugiriendo, PUEDE DARNOS ESA LUZ DE ETERNIDAD.
Y con ella, una luz que se expande, que crece, que tiene aromas de eternidad, certeros para nosotros.
Pareciera como si la Creación nos dijera: “Rescatadme… estoy dispuesta…”.
Es como una oferta imprevista, una oferta sorprendente, que se revela así, de repente, en una oración.
Tan solo, desde el nivel de cada cual, DISPONERSE. Disponerse en esas coordenadas de rescate de lo nuevo, de lo original. El rescate de lo que hay, a partir de lo que hay. El rescate de esos insondables e inagotables amores que, con ellos, se llevan los respetos, las bellezas, los amores, los humores… ¡Ay!, los sabores, los buenos gustos, los aromas de eternidades.
Parece que es una propuesta de ahora, de ¡ya!, como intuimos que nos acostumbra Dios.
Así que, el “ya y ahora”, de disposición tiene que ser inmediato, sin retraso.
El extraño bamboleo de Dios, para nuestra corta capacidad, parece como un péndulo que a veces se acerca, muy cerca, y es cuando podemos cogernos a él y seguir hacia ese infinito. O bien se nos antoja el péndulo muy lejos, muy de referencias, pero insostenibles… pero de repente puede cambiar todo.
Hoy podría ser ese día.
El rescate.


Ámen.

*****

Lema Orante semanal

PROTAGONISMO, COMPLACENCIA, ESCUCHA

1 de junio de 2009

Habitualmente, en la historia de cada ser, el protagonismo lo ocupa el que cuenta la historia. Habitualmente, cada cual trata de tener un papel protagonista, bien sea por evidencias, bien sea por arrogancia, bien sea por… silencio. Hay muchas formas de ser protagonista.
Sin duda, en la medida en que un ser adopta protagonismo, mmm… los demás sobran. Creo que eso es evidente, ¿no? Quizás esto es muy drástico, pero habitualmente esto es así: el dueño de la ventanilla, es el dueño de la ventanilla, y no tiene que rendir ningún otro cuento o historia a nadie. Igual que el dueño del quiosco, igual que el dueño de la cafetería, igual que el dueño… El “dueñismo” tiene mucho que ver con el protagonismo. En la medida en que uno es dueño, propietario, señor… Bueno, señor, no: dueño, propietario, jefe… protagonista.
Claro, al no contar -ni siquiera como número- los demás, la historia queda muy, muy, muy… pero que muy reducida. Con lo cual, la realidad –en el amplio sentido de la palabra- queda estrangulada, porque sólo se conoce la historia del prota-gonista.
La sugerencia orante es que: ¿Y si, y si uno se da cuenta -por milagro, por ejemplo- y si uno se da cuenta de que uno no es el protagonista? ¿Se imaginan? Que uno se da cuenta que el protagonista es la Nada , la Creación , ppfffff… la suerte, el azar… bueno, hay muchos niveles… Darwin… Pueden haber muchos protagonistas... ¿Qué pasaría? ¿Se caería el mundo? ¿Se romperían las relaciones entre los seres? O… o ¿a ver si no necesitamos protagonistas, al estilo que conocemos?, sino que cada uno se interacciona con otros sin buscar, sin exigir, sin imponer, sin obligar a tener un protagonismo.
Sin duda, a nivel orante, sólo hay Un protagonista, y no somos nosotros; eso está claro. Eso podía quedarse así de claro, ya está. Con lo cual, con lo cual, no tengo nada que decir en torno a lo que voy a hacer mañana, pasado o al otro, con quién voy a jugarme los cuartos, de qué forma… no, porque yo no soy el protagonista. El protagonista dirá qué papel secundario voy a hacer…
-¡Ah!, y yo que me había comprado el “flus”, la chaqueta, la pelota, la portería… uahhh… agujas, hasta agujas nuevas me había comprado… Moxa indonesia dorada con jazmines y alhelíes, que es muy eficaz para la impotencia precoz… Yo, yo que tenía ya el remedio de los remedios, con un remedio homeopático con una micro-aguja del “sudoku” incrustada con maravillas de oro… ¡No me diga que no voy a ser yo el protagonista! Y tenía un anticuerpo monoclonal en la uña del dedo meñique que, al tocar al sujeto, se introducía por vía intradérmica e iba ¡directamente al tumor…!
-¡Jo… qué nivel, che!
-No me diga que no es… no voy a ser protagonista…
-Si usted se empeña… Pero, ahora, usted sabe que no lo es.
-Bueno, pero…
-No, no, no hay pero, no hay pero. Todos esos artilugios que usted ha mencionado, sin entrar en el super-reiky, en el superagente 86, y en la super-aromaterapia, la super-troncoterapia, rama-terapia… no sé cuántas cosas de la terapia hay… De verdad, lo que sabe la gente a mí me asombra… Lo que se sabe, ¡es asombroso! Y se maneja y todo. ¿Será eso protagonismo…?
El caso es que, podría ser, podría ser… que, al darse cuenta que no es protagonista, pues, pues uno hace lo que tiene que hacer, ¿verdad? Así: con gusto, con agrado.
Esto posibilita escuchar lo que otros digan: Esos que eran actores secundarios ¿sabes? Somo pueden ser amigos, enemigos, novias, novios, parejas de hecho, de cohecho, de sinhecho, con techo, sin techo, en el mismo sitio, fuera del sitio, con papeles, sin papeles… Bueno, de todas las variedades, ¿verdad?
Oye, escuchar al otro.
-Pero, ¿Yo qué necesidad tengo de escuchar a otro si yo tengo la cosa muy clara?
-No, porque es que como esta semana se propone que no seas protagonista, a lo mejor, a lo mejor, a lo mejor, tu padre, tu madre, tu amigo, tu pareja de hecho, de cohecho, con techo, sin techo, con papeles, sin papeles, en el mismo sitio, sin el mismo sitio, casado, sin casado, con la iglesia, sin la iglesia y toda… porque hay una variedad, de verdad, ahora… ¡guauuuu! ¡Ay, Dios mío! Del sexo, del mismo sexo, de distinto sexo, de parasexo, de, de… bueno, del bibi, del baba…. A mí me siguen resultando sorprendentes las drag queen… me parecen… Son seres originales, por lo menos. Lo demás, me parece un “cachipucheo” asqueroso, bastante vulgar. Pero, las drag queen, oye, curioso, ¿no?, es una cosa insólita, pero insólita, insólita.
Yo voy a intentar, para el año que viene, en todos los seminarios que venga una drag queen, y que esté un ratito y cuente alguna experiencia… Sí, como si fuera un zoológico humano… Luego la devolvemos al tren y eso y ya… ¡De verdad! Cualquiera de ustedes pensará que yo estoy todo el día frecuentando lugares de drag queen… No, yo he visto una vez en mi vida una drag queen: me impresionó tanto que desde entonces soy admirador de las drag queen. No sé muy exactamente qué son, pero… pero así, así viéndolas actuar o viéndoles actuar -porque no lo sé con exactitud qué es- me parece toda una prosopopeya. Proso-po-peya. Por lo menos, cierta originalidad, ¿no?, cierta, no sé... Les he sorprendido, ¡eh!
Un tibetano maestro encauzado, jamás les habría dicho esto. Pero, un Pepe Luis es capaz de decir cualquier cosa. Los veteranos Baihuiianos dirán:
“Está como siempre” “O sea, no nos dá el gusto que nosotros quisiéramos, de un maestro iluminado, sensato, claro, transparente, ehhh… célibe… Esto último cada vez se me hace más difícil… pero…
O sea, que ¿se podría dejar de ser un poquito protagonista?, y decir:
-Oye, y si… y si - por aquello del lema orante - Dios es protagonista?, por ejemplo.
Y cuando nos digan a las 10 de la mañana:
-Oye, estás muy callado, hablas poco…
-He dejado mi palabra a Dios. (con tono solemne)
Eso sí, díganlo con ese tono así… como si fueran del Baihui:
“He dejado mi palabra a Dios” (con tono solemne) .
Van a impresionar, ¡eh!, van a impresionar. A lo mejor eso les convierte en más protagonistas, pero qué le vamos a hacer, qué le vamos a hacer…
No, no va a pasar eso, sabemos que no.
Pero sí puede ocurrir que, pues así, un poquito menos de mando, menos orden, menos imposición, menos dictámenes, menos sentencias, menos exactitudes, ¿eh?… Esas exactitudes terapéuticas que son TERRIBLES, pero terribles.
Cuando Jesucristo instauró el “Padre Nuestro”, cuando dijo: “ Y líbranos de todo mal” , se refería a eso… A esos terapeutas absolutamente seguros, exactos en horas, minutos, segundos, astrólogos hasta las Galias… hasta las Galias exactas… ¡Qué bárbaro! ¡Qué increíble! ¡Qué complejo de inferioridad da cuando… cuando alguien te ¡¡¡ASEGURA!!!... Como “Seguros la Estrella ” o “Seguros Mafre”, o cualquier cosa de esas, ¿verdad?, que esto es así, que tal, que cual… ¡Ohhh… Mon Dieu!
Pero, había otra palabra entre medias de… del protagonismo: COMPLACENCIA. Eso, ¿cómo? (alguien responde de nuevo) COMPLACENCIA. Eso…. Eso sí que es duro, eso es muy duro: ¡complacer a otro, siendo uno el protagonista! Vamos, si uno es el protagonista, a uno es al que le tienen que complacer. Pero, ¿tú ir por el mundo complaciendo a los demás…? Salvaguardando, obviamente, nuestros criterios, nuestras éticas, nuestras morales, etc. Pero, en actitud complaciente hacia los otros… ¡Noooo! Los otros son los que me tienen que complacer.
¡Guauuuu!
Esto es un cambio cualitativo, cuantitativ, de todo tipo, ¿no? O sea, imagínense ustedes llegar, ahora que empieza el buen tiempo, y están pasando consulta, ¿verdad?, y son las 11 de la mañana, y el que es protagonista -o la que es protagonista- dice:
“Un momentito que ahora subo, voy a bajar un momento a la calle…”
Y sale a la calle y se presenta con dos helados…
- Mira, te he comprado un helado para ti y otro para mí, para que nos chupemos los helados.
-¿Y eso por qué?
-Por darte complacencia. Ya sabes que a mí NO ME GUSTA EL HELADO… pero sé que a ti te gusta el helado.
Y quien dice el helado, dice arroz con leche, jamón, queso, chorizo… por empezar por cosas fáciles… fácil.
Complacer. Y después, resulta que es ¡tan fácil complacer a los demás! De verdad que es fácil, ¿eh?. Claro, siempre y cuando, siempre y cuando, no esté uno exigiendo, pidiendo a todos que todos estén pendientes de uno. Claro, entonces es muy difícil complacer a nadie, porque ni siquiera se le ha pasado por la cabeza al jefe, al director, al dueño, al que sea, complacer a los demás. No. Los demás tienen que cumplir, halagarle, pleitesearle… Bueno, todo lo que significa un protagonista. Porque el protagonista busca ser ídolo. Ídolo. Y el ídolo pues, está a un paso, o es congénere con Dios. Ahí tienen un papel importantísimo, ¿no?
Entonces, a ver, ¿quién es el protagonista aquí? Puede ser el niño, puede ser el padre, puede ser la madre… o a lo mejor no hay ninguno. Eso es raro. Raro, ¡eh!, pero, ocurre. ¡Aleluya!, porque todos van a tratar de complacerse de alguna medida, van a escucharse, y… y no va a existir el protagonismo. Va a existir la evidencia de cada uno, y la necesidad de cada uno.
Es obvio que, para que haya un nivel de complacencia a los demás, hay que conocer un poquito, un poquito a los demás. Pero claro, si habitualmente se ejerce el protagonismo y no hay escucha, difícilmente se conoce a los demás. Y, entonces, si quieres ser complaciente, a lo mejor metes la “gamba” -véase pierna- hasta el fondo, y le regalas un dulce de leche a tu amigo diabético… y queda, vamos… estupendamente.
-¡Ay!, perdona, yo no sabía que eras diabético…
-Pero hombre, ese hombre es diabético desde hace 30 años, y no te has ocupado en absoluto de… No, a ese le tienes que comprar una nécora o medio kilo de percebes… Hemos dicho bien, medio quilo, si es posible gallegos.
-Lo que pasa es que ahora no hay “r”, estamos en mayo, llega junio…
-Bueno, pues que sean africanos, venga…
-Ya hasta septiembre, está difícil…
Es como regalarle a tu amigo… dices: “voy a ser complaciente con mi amigo”… un juego de peines, y es calvo… Pero, por favor, ¿ni siquiera sabes que es calvo…?
-No, es para que te des un masaje capilar…
-¿Un masaje capilar? ¿En qué capilar? Te refieres a los vasos sanguíneos, ¿no?, a los capilares…
Suele pasar esto, ¿eh?, suele pasar.
Evidentemente, la complacencia no sólo se… se expresa y se realiza con objetos, por supuesto que no. Ahí está la palabra, ahí está la actitud, ahí está la elegancia, ahí está el respeto, ahí está la amabilidad, ahí está ese silencio cómplice para escuchar… O sea, hay miles de detalles que no tienen por qué concretarse. Pero, si hemos hablado de concretizaciones, es porque a veces resulta como más fácil. Que no lo es, pero… implica estar en el reino de lo material, como lo más evidente y lo más obvio.
Pero también es cierto que muchos protagonistas son ta-caños. Entonces, tienen una artrosis, una espondilitis anquilosante de los codos y de las muñecas, ¿verdad?, de naturaleza idiopática, y no hay manera de que las abran… De verdad... Y como mucho, te invitan a un bocadillo de arroz integral… ¡Joder!, se les ha olvidado que existe el jamón.
-Hombre, hoy te voy a invitar, para complacerte, a un bocadillito…
… de arroz integral… ¡Qué increíble!, de verdad…
Yo sé que esto, en el caso de ustedes, nunca ocurriría, pero por si les ocurre a otros amigos, que ustedes les digan:
-¡Hombre!, mira, hay chorizo “ la Pava ”, que es baratito, no es ni chorizo ni nada, pero es una cosa… no sé, que da el pego. Hombre, más caro que el arroz integral es, pero, ¡pero hombre!, ¿cómo le vas a hacer un bocadillo de arroz integral? ¡hombre, por favor! Se le van a caer todos los granos… más que nada es por eso, ¿eh? Ya sé que es lo más nutritivo y lo más integral, con pan integral… pero es que es incómodo, se le caen todos los granos…
Es que hay ciertas artrosis y ciertas cosas que dificultan el normal comportamiento de los seres vivos.
Lo de la escucha también constituye un pequeño problema, porque cuando se actúa normalmente de protagonista, y de receptor complaciente, se… mmm… nunca se ha dejado que el otro hable, que los otros hablen. Claro, puede llamar mucho la atención, mañana, que en pleno trabajo o en cualquier sitio, le digas a otro:
-¡Cuéntame! ¿Cómo estás? ¿Qué haces?
Le pueden mirar con mala cara…
-No, pues bien…
-No, pero cuéntame, hombre, dime qué es… quiero saber algo de ti…
-O me digas, ¿para qué? ¿Para qué, me vas a atracar de alguna manera?
-No, es que estoy en una penitencia… una penitencia orante y tengo que escuchar a los demás, fíjate ¡qué putada, qué putada!
Fíjense, hasta en este caso hay que hacerlo bien, y decirlo así…
-¡Ah! ¿Sí? Pues te voy a contar unas cuantas cosas, hombre…
Pero sin llegar quizás a situaciones tan dramáticas -pero nunca hay que excluirlas-, eh, pues uno se deja así, caer un poquito, ¿verdad?… Y en vez de poner siempre la última palabra, la última sentencia, la última noche que pasé contigo… Siempre la última, para quedar de último, pero que, en realidad, quedas de primero, porque lo que queda es la última frase… Pues no, deja que la última frase la digan otros. Deja que la primera la digan otros… Y tú, entre medias, dices algo: “¡Ah!... Ya… Vale, bueno…” Así, simple… No hace falta…
-Sí… ¡Ah!, claro, claro, por supuesto… sí, sí, sí, entiendo, entiendo… Hombre, claro, ¡jo!, qué faena, hay que ver, no me digas, ¿te han hecho eso?...
Sí, esto parece como si se le diera la razón como a los locos… Puede ser, puede ser que al principio, por la falta de experiencia de no escuchar, pues parezca eso, ¿verdad? Pero, luego te das cuenta de una cosa increíble:
¡Que los demás también están vivos! ¡Eso es sorprendente!
De verdad, cuando escuchas a los demás, te das cuenta de que ¡están vivos, que tienen vida propia! Que también, incluso, pueden ser protagonistas. Pero que, claro, como tú eras el protagonista, pues aquí no se sabía nada de nada.
Como es lógico, cuando se plantean estas palabras: protagonismo, complacencia y escucha, nadie se da por aludido. Esto es… está comprobado, ¡eh?, nadie se da por aludido…
-Sí, hombre, yo escucho a todo el mundo….
-Sí, sí, claro, por supuesto.
-No, yo complazco… en la medida en que pueda, en la medida en que pueda…
¡No tiene medida!, ¡no tiene ninguna medida! Tiene la artrosis esa de codo o lo que sea, ¿verdad? No tiene ninguna medida.
- ¿Yo protagonista? Nooooo. Lo que pasa es que alguien tiene que mandar, alguien tiene que decir las cosas… Yo soy el que sé, entonces, bueno, no puedes dejar las cosas en manos de cualquiera… hay que tenerlo en cuenta y tal…
Ya, ya… O sea que, en definitiva, como usted es el que sabe, como usted es el que conoce, nunca dejará que otro haga otra cosa, si no es con su estricta supervisión y ¡crítica!, ¿eh? Punto uno.
Punto dos: Por supuesto, bastante hace con… con aceptar a la otrrrra persona a su lado… ya eso es complacencia…
¡Qué fuerte!, ¿verdad?
Y como es obvio: ¿Qué tiene que escuchar? ¿Qué tienes que escuchar de una mujer, por ejemplo? Lo mismo de siempre -que diría un hombre-. A lo mejor, la mujer dice lo mismo…
¡Qué triste!
Resulta un poco triste, a no ser que la soberbia venga en tu ayuda, y diga:
-No, no, no, no es triste, porque… porque no lo quisiera yo decir, pero todo el mundo lo afirma que soy maravillosa…
-¡ Je! ¡Qué bárbaro, che! No me digás de dónde eres… dejáme adivinarlo… Abriremos un concurso para ver si alguien acierta.
Pero, el caso es que esas habas cuecen en todas partes.
“ En todas partes cuecen habas” , un dicho popular español que viene a decir que también, también en Noruega existen protagonistas, absolutistas, independentistas y sordos, ¿verdad? Igual que en Hungría, en el País Vasco francés y en Groenlandia… Por poner sitios así un poco ¿eh?… ¡Ah!, y en Quebec.
En todos sitios cuecen habas. Se ve que las habas, una vez que las tienes, ¿verdad? -primero hay que tener las habas-, las pones a cocer y se dejan… no se rebelan, o sea… Unas habas con jamón, a media mañana, a las 12, con un poquito de cebollita y picantito; con un vinito así, de esos asquerosos, que tenías guardado, ¡desgraciado!, y que nunca habías sacado… Y ¡por fin, por fin se te ha visto un detalle…! Pan del día, nada de pan molde, ¡pan del día…! Y en un intervalo así, entre que quiero y no puedo, pues ¡guauuuu! Ese jamón, pero jamón-jamón. No el del bocadillo de los niños, que se compra aposta malo, para que se intoxiquen de sal… no, jamón, jamón… ¿te imaginas? ¿Te imaginas qué, qué, qué complacencia? ¿Qué complacencia, qué complacencia? ¡Fantástico!
Es posible que alguno de los dos sea vegetariano… ¡y no pueda tomar jamón! Pero, como en todos los sitios cuecen habas, esas habas, con un poquito de pimiento, con un poquito de cebolla, ya hemos la cebolla… con un poquito de ajo… ¡Ah!, no, que el ajo… puede ser, puede ser, puede ser que sea taoísta, ultraortodoxo, y no pueda tomar ajo… pues el ajo fuera.
-Cebolla tampoco.
-Cebolla tampoco.
Pues entonces, unas habitas cocidas, ¿verdad?, con una “miqueta” de curry -creo que nadie le pondrá pegas al curry, le dará un tinte amarillento, ¿verdad?- así, revueltas con… con un poquito de miel, si es posible de la Alcarria, ¿verdad?… Estupendo. Y el otro, que es el protagonista, pues, que ponga el jamón y todas esas cosas… Pero, ¡ya le ha dado un gusto…! Que la otra persona no puede tomar vino, porque es vegetariana y es antialcohólica y tal… ¡joder!, la cantidad de cosas que es la gente…. De verdad, de verdad… Pues, le compras un agua de Solan de Cabras, de esas que vienen en los frascos azules, y quedas como un deportista, ¿no?… De verdad, de verdad que es que… ¡qué difícil se puede a veces hacer una complacencia…! Fíjate, unas habitas con jamón, de nada… pues se han complicado. Pero se puede. Para eso está uno para complacer.
¿Y no es cierto, no es cierto, no es cierto que Dios nos complace continuamente, continuamente? Pero, el hombre tiene una memoria pésima, ¡PÉSIMA! ¡PÉSIMA! O sea, que le pesa tanto la memoria, que las cosas que pasaron hace 10 minutos, ¡están abajo, pesadas, y están a la prensa!, ¿no? Y cuando llegan los momentos difíciles e incómodos…
-¡Ah!, esta vida es un asco, esta vida es insoportable, fíjate lo que me pasa ahora y tal y cual…
-¿Y lo que te ha pasado antes, qué?
-Ahbabababababa, bababababba…
Como si hablara arameo…
-Ahbabababababa…
Y no, qué va, qué va… ¡a duras penas habla español!, pero ladra como si no le hubiera pasado nada bueno, antes. Y resulta, que le han estado cuidando desde que nació hasta los 50 años, ¿verdad?... Mira, mira, mira por aquí… ahora tienes que vivir, ahora esto otro, ahora esta chica, ahora este chico, ahora este no sé qué, ahora este tal, ahora este éxito… Miles de millones de detalles gozosos… ¡olvidados! ¡guauuuu!
Entonces, claro, conviene aligerar la memoria:
-Oye, me han dado 50 años de disfrute. Que ahora hay un problemilla dibidibidibida, dibidibida… Bueno, pues nada vamos a llevarlo con ánimo, con gozo, con disfrute… no, no, no, no, no.
Hay una complacencia de eternidades que nos contempla, y ya no sólo en cantidades sino en cualidades y en precisiones, en momentos puntuales, precisos. Sí.
Y ese es un cuidado, ese es una complacencia que nos permite afrontar luego cualquier cosa, pero tenemos que tener memoria. En el hipocampo -un pequeño campo de golf que hay en el cerebro-, se albergan importantes recursos memorísticos ¡y nuevas…!, ¡el desarrollo de nuevas profesiones y nuevas habilidades! No les voy a explicar a ustedes, precisamente, los del Baihui, cómo se estimula el hipocampo. Dirían:
-Pero, ¡por favor, a estas alturas, por favor…! Si eso lo tenemos superado con los cursos que hemos dado en Vietnam, en China y en Corea, y, y con el doctor no sé qué y el doctor no sé cuántos… ¿El hipocampo? Eso está chupado… vas a la oreja, a la tal… y ya está, bueno, está tirado el hipocampo…
Yo no les voy a hablar de mis vulgaridades hipocámpicas desde el punto de vista, simplemente, acupuntural, porque ustedes van sobrados…
Y antes de que algunos piensen:
-¿Y por qué se mete con nosotros? Si nosotros no hemos hecho nada… Si, es más, ni nos visita ni nos ve…
Pues, muy simple, porque les quiero. Nada más que por eso.
Y, en consecuencia, no me meto con, sino que trato… puesto que ya lo traté de otra forma, pues ahora, seguir aportando algo que sea de utilidad. Ya que en otros tiempos y en otros momentos, se hicieron de otras maneras y cada uno salió de la forma que quiso… pues por eso. Pero no es, ni muchísimo menos, una crítica o una… es simple efecto afectivo.
La escucha obediente es una… una sentencia que aparece en el I Ching y que es digna de mención: LA ESCUCHA OBEDIENTE.
Como que deberíamos ejercitarnos –y es una propuesta orante para esta semana-, ejercitarnos en escuchar cuando alguien nos está hablando. Desde el paciente que nos consulta hasta escuchar ¡el aletear de las moscas!… que ya han llegado y que no creo que se vayan… ¡y que tienen cierta afinidad por algunos seres!
¡Tranquilo!, relajado, respira con el vientre, con el abdomen. No hace falta que sea infraumbilical, no, el abdomen, simple. Abdomen, abdomen. Porque las otras tácticas: infraumbulical, supraumbilical… No, no, nadie las cumple, no pierdan el tiempo en sugerirlas, bah… abdomen, barriga, tripa. Sí, no queda más remedio.
El otro día, una “inspiradora femenina” muy digna decía: “ Respiren con la zona infraumbilical…” Y yo pensaba: ¿dónde estará eso ya? ¿Dónde habrá terminado esa zona? Me hizo recordar viejos tiempos… ¡ah!...
Ahora, con la crisis, hay que conformarse con el abdomen, barriga o tripa. Abdomen, barriga o tripa, tranquilamente. ¿Que queda feo lo de tripa y lo de barriga? Pues, abdomen, respiren con el abdomen. Acuérdense de pronunciar bien la “b”: abdomen, no vayan a decir “adomen”.
Inevitablemente, tenemos que acomodarnos a los tiempos, y eso no significa renunciar… no, no. Algunos rígidos, pero tan rígidos que padecen priapismo mental… Pero, pero tremendo, ¡eh!
-No, yo no voy a renunciar nunca a…
Nada, nada, nada. No saben nada de la vida.
La vida es como un plástico, se pliega, se adapta, se compone, se recompone. Ahora se puede decir esto, ahora no. Ahora… qué, qué, qué empeño en la zona infraumbilical, si todos tienen una barriga que no saben distinguir dónde tienen una cosa y dónde tienen otra… ¿Para qué te vas a esforzar?
Entonces, pues hay que decir: Mira, vamos a hacer esto… y con ello no perdemos… Bueno, y si perdemos, pues perdemos, alguien tiene que perder… Para eso está Dios, para reponer nuestras pérdidas.
Hay que ser humilde, un poquito humilde. Olvídense del priapismo mental, que eso da mucho dolor de cabeza. E incluso te puede salir un… una cosa por la cabeza, de verdad, de esos granos que nadie sabe por qué salen en la cabeza… eso.
Además, es curioso, esas personas que son tan así, tienen una cara… que no es para enamorarse de ellos nunca. Una cara de, de… sin sonrisa, sin efecto, sin afecto… y se suelen, además, teñir el pelo.
Es un dato, es un dato bonito, un dato de clínico viejo. ¡Se suelen teñir el pelo! Los hombres. Y quedan fatal, se les nota… ¡se les nota! Pero vamos, ¡qué horror!, ¡qué feo, qué feo!
Padecen priapismo mental y por eso son tan rígidos, nunca esbozan una suave sonrisa, nunca te darán una caricia normal sin esperar tres a cambio, y se tiñen el pelo. Claro, obviamente, no se lo tiñen bien y se gastan los cuartos y van a la peluquería y tal… ¡No!, lo hacen con pincelillo, ellos en casa. Con lo cual, se nota más, claro. ¡Qué cosa, qué cosa! ¡Qué feo queda que un señor se tiña el pelo! Así, de esa forma, ¿no?
Una mujer puede hacer lo que quiera, para eso es la belleza, puede pintárselo de verde, azul, amarillo, rojo… hay que consentirlas todo lo que quieran.
¡Pero a un hombre! ¡Hombre!, ¡Hombre! ¿A un “dotor”? ¿Que tú estés allí en la camilla y que llegue el “dotor” y que tú le notes que se ha teñido el pelo? ¡Pero por favor! Ese hombre no te puede manipular bien la energía… ¡TE LA VA A TEÑIR! (risas y más risas)

Entonces, las gracias y los dones que la Creación nos da, no son para teñirnos, son para que seamos todo lo auténtico posible, todo lo veraz posible.
No sé, ¿por qué ese afán continuo de querer modificar y cambiar determinadas cosas? Y volverse en esa rigidez espasmódica que da miedo, da miedo, y que es dolorosísima también para el propio protagonista.
Quizás ya… ya sea suficiente. Tener la consciencia de que, por una semana, only one week, por una sola semana, se puede dejar de ser protagonista. Por una sola semana, se puede complacer a los… a los seres que tenemos cercanos y a los que podamos tener ocasionalmente: el señor que viene a arreglarnos una cosa; la persona a la que le compramos el periódico todas las mañanas y nunca le hemos dicho “buenos días”, le hemos dicho: ¡La Vanguardia! ¡El país!, pero no le hemos dicho:
-¡Buenos días! ¿Qué tal está usted? ¿Me da la Vanguardia? Bueno, ¿me la vende?
Claro, a veces se dice “¿Me da?” y no le pagas, claro, como te la ha dado… Un poquito de… ¡eh!, un poquito. Puede ser, puede ser.
Complaciente.
Y esa escucha que… que normalmente está ajena, lejana. Y el ser está lleno de monólogos hacia sí mismo...
Si se fijan un poco -porque cada uno tiene su protagonismo- si se fijan un poco en el alrededor, verán que el que más y el que menos, incluido uno mismo, tiene carita de querer hablar y decir algo… tiene carita de… que se pone así, como los perritos cuando te ven, como diciendo: Nunca me has dado de comer, jamás, jamás… Y a lo mejor le has dado de comer hace una hora, pero él vuelve otra vez… mira, ¡ah, ah, ah!... nunca me has dado de comer… por favor, dame algo…
Pues igual, a veces, uno ve la carita de alguien y dice: Uh, éste daría cualquier cosa por contarme lo que le pasa con su nuera o con su tía… entonces, en ocasiones:
-¿Qué pasa? Que te veo así con una carita de perrito sin comer… ¿qué pasa?
-No, tal… bueno, ahora es que no hay tiempo…
-¿Cómo que no hay tiempo? Ahora mismo. Ven, trae para acá una hoja…
Coges la hoja, apuntas la hora que es: las 10, la recortas, quitas un trozo, y ya hay tiempo… Ya hay tiempo, ya no existen las 10. Fíjense qué fácil, ¡eh! Pero hay que hacerlo: coger la hoja, coger el bolígrafo, apuntar las 10 -porque eran las 10 de la mañana cuando ocurrió esto-, coger las tijeras, recortar, quitar las 10 y pulverizarlas. Entonces, tú ves que ahí hay un hueco, un vacío, un vacío de tiempo. Entonces, en ese momento, ya hay tiempo.
-Ahora, cuéntame, ¿qué pasa?
-No, que tal, que cual…
¡Ah!, qué bien, oye, qué tendeagusto se dendequeda el dendequehahablado… y qué sorprendido se quedará el protagonista -que ahora no lo era- de saber que ese ser tiene vida, tiene acontecimientos e incluso los lleva mejor que uno… ¡guauuuu! Eso ya es… diu, diu, diu.
O sea, ¿la señora de la limpieza se hace mejor psicoterapia que yo? No puede ser, no puede ser. ¿Tiene más recursos que yo? Pero si yo soy “dotor”… pero, pero… Pero, si me ha dicho tres o cuatro cosas que me ha dejado… ¡Y además es rumana! ¿Cómo puede ser? Si ni siquiera conoce nuestro idioma y me ha dicho tres o cuatro cosas que me ha dejado….
Pues ya, las ventajas que tiene el dejar de ser, por un ratito, por un ratito nada más, ¡eh!, dejar de ser protagonista.
Dejemos que el protagonismo lo ocupe la Creación.
Dejemos que Lo Eterno, Lo Infinito, lo que siempre nos ha acompañado, nos complazca. ¡Vaya si sabe de nuestros gustos!
Hagámonos permeables a los sonidos, las voces, a las palabras, a la desesperada necesidad de otros por contarnos lo que sienten, lo que piensan, lo que opinan.
Dejemos por un momento que, nuestro silencio, dé paso al sentir de otros.
De seguro que por ahí, entre todas esas cosas, Dios se infiltra, Dios se asoma, Dios nos sonríe.


Ámen

***

Lema orante semanal

PROTESTAS. CULPAS Y DESESPERACIONES.
24 de mayo de 2009


Son palabras muy significativas del siglo pasado y de éste: La protesta como sistema, el sistema como protesta. La culpa… de los culpables, todos. Y la desesperación, preámbulo de fobias, obsesiones, neurosis, depresión y otras lápidas.
Casi se convierte en un hábito, casi se convierte en un hábito.
-¿Por qué protestas?
-Pues porque sí, hay que protestar.
-Ya, pero ¿qué motivo, qué causa hay?
-Ah, pues eso…
-Eso… bien.
-¿De quién es la culpa?
¡Hombre! La culpa la tiene, o bien el jefe, o el jefe dice que la culpa la tienen los que no son jefes. Tampoco hay así… un discernimiento especial. En caso de apuros, la culpa, por supuesto, la tiene Dios. O bien si la personas es muy de religión, la culpa la tienen los seres humanos, por no haber hecho caso a los mandatos Divinos.
Ante tanta protesta -sin éxito, por cierto-, y tanta culpa, el desespero no puede tardar. Y de inmediato surge, en el momento orante, preguntarse si desde las estancias de Lo Divino, desde la oración, desde lo espiritual, hay protestas. ¿Puede haber otra manera de relacionarse que no sea la violencia?
Por otra parte, salvo interpretaciones -muy importantes, por cierto y muy influyentes y muy actuales-, no se ha demostrado de momento que la Creación culpe específicamente a los seres humanos de algo. No se tiene constancia, pero, pero, pero, cada cual es muy libre, claro está, de crear su propio Dios.
¿Y si cambiáramos lo de culpable por responsable, y así no tenemos que hacer juicios, ni prejuicios, ni condenas, ni sentencias?
En el año del desespero, obviamente el desespero es mayor que en condiciones habituales. África se desespera, Asia se desespera, América Latina se desespera, Europa se desespera, Oceanía se desespera, como continentes. Como grupos humanos pues… siempre hay suficientes motivos para desesperarse.
Y la Creación, ¿se desespera?
No. Hasta donde sabemos, se producen y se han producido cada vez mejores condiciones para el tener recursos, el mantener constantes, el asegurar posibilidades…
Nuestro medio se deja descubrir los secretos, y así los recursos y los medios son mayores. No hay motivos para el desespero, desde esa óptica, porque la abundancia, la sobreabundancia, es el signo, aunque el reparto sea terrible.
Es así, eso sí, cada, cada… cada ser espera determinadas, de-terminadas opciones y en la media en que estas no ocurren, además de culpar y protestar porque no ocurren, culpará a alguien de ello y protestará porque no consigue lo que quería. Se desesperará, porque ha puesto sus ojos en la productividad, en el éxito, en la seguridad o en cualquier elemento de poder, de domino, de control; y salvo excepciones, esto no va a ocurrir así, con lo cual protestará, su protesta apenas si llegará al cuello de su camisa. No más. Es probable que aparte de a él, no le interese a nadie más y, claro, la culpa la tendrán los más poderosos, entre ellos, lo Divino, la suerte, el destino, el karma; cada cultura tendrá una palabra. Y claro, el desespero está asegurado.
¿Se imaginan por un momento…? -Punto y seguido ¡eh!- ¿Se imagina por un momento que se pasará unos días uno sin protestar? O sea, no protesta. No, no protestar. Ni por el tráfico, no por el amigo, ni por la amiga, ni por el niño, ni por el dinero, ni por la inseguridad, ni por el gobierno… no protesta. No.
¿Qué pasaría? Es difícil imaginárselo, pero imagínenselo. En la oración es posible… ¡todo!
Imagínense también por un momento –punto y seguido- que no hay culpables, todos, todos -como el dinero en la crisis-, ha desaparecido. Han desaparecido diez mil millones, han desaparecido quince mil, ha desparecido la General Motors, ha desaparecido… o sea estamos en la época de los desaparecidos.
Imagínense por un momento que no hay culpables. Y los que tenían ustedes ya echado el ojo, “ éste es culpable…” le dan ustedes una tregua. De momento, libertad incondicional. Como hace Garzón cuando coge a unos –hoy- les acusa de suministrar dinero al terrorismo internacional de Al Qaeda y mañana los suelta porque descubre que no. No es el caso de ustedes porque no tienen aspecto de musulmanes, ¿verdad? Pero, pero, mañana puede cambiar la cosa y los culpables son… los blanquitos.
Pero ¿se imaginan… que no hay ningún culpable? La culpa de todo esto la tiene mi madre porque de pequeño no me dio teta y no me cantaron nanas y tal… Pero imagínense que a partir de ahora dice:
-No, la culpa no la tiene mi madre.
-Bueno ¿y quién la tiene?
-Nadie.
-¿La tendrás tú entonces?
-No, tampoco. No existen los culpables. No existen.
-Pero, alguien tiene que tener la culpa de lo que pasa.
-No. Pasa lo que tiene que pasar. Punto seguido.
Y se imaginan… que, que, que, entonces ¿por qué me voy a desesperar? Si no hay nada de qué protestar y no hay ningún culpable…
-¡Ah! ¿No? Entonces no me desespero.
-¿Y qué me puede ocurrir?
-Que hasta me ponga alegre.
Lo cual es francamente difícil, ¡eh! Muy difícil. Tan difícil como que algunas personas en meditación u oración se reían o sonrían. ¡Dificilísimo! Algunas, ¡eh! ¡Dificilísimo! Porque se han imaginado un Dios serio, barbudo, corajudo, con muy mala leche y claro, tienen miedo. Entonces, cuando se ponen a orar o a meditar, tienen el rictus del “moflete apagao”. Entonces no se pueden permitir ninguna licencia.
De verdad, ¡qué pena, eh! ¡Qué pena! Si uno no se puede permitir una licencia con Dios, de verdad, lo mejor es hacerse “Super-ateo 86”. En serio, ¡eh!, pero super, super, super, ateo 86. Pero vamos, ¡ya! ¡Ya!
¿Nuestro auxilio no es el Nombre del Señor? Pues si es nuestro auxilio -como dicen las escrituras-, pues es nuestro auxilio, pero, pero, para lo bueno ¿no? Para que podamos retozar, reír, llorar, doler, sí, pero no excluir. Esa cara de siniestros personajes venidos del más allá, que nos presentan abades, obispos, cardenales, monjes, remonjes, de culturas lejanas, cercanas, budistas, mahometanos, sintoístas, sinfonistas, no sé de qué más… Es, de verdad, una visión tétrica de Dios. Tétrica ¡eh!
Pero claro, como Dios era culpable, como Dios protestaba por nuestras conductas, como Dios se desesperaba ante nuestro escaso avance, pues teníamos que estar -cada vez que orábamos o meditábamos o respirábamos- con una actitud y una postura realmente preocupante, realmente tétrica.
Pero ¡fíjense! Todo puede cambiar de repente, todo. Todo es todo. ¿Se imaginan –segunda imaginación- que después de esta semana ustedes le cogen el gusto y a la segunda semana siguen sin protestar, siguen sin culpabilizar y cada vez se desesperan menos?
Y tercera imaginación: Imagínense que culminan el mes sin desesperanza, sin culpables y sin protestas.
Claro está, el auxilio de la razón, de la lógica y la sociología nos dice: Si no protestas… el que no llora no mama. Entonces, hay que protestar.
Si no descubres a los culpables, seguirán cometiendo atrocidades… pues hay que culpara a alguien. Si no te desesperas no te hacen ni caso, tienes que estar neurótico, histérico, deprimido sobre todo: triste, dejar de comer, tirarte en la cama, no lavarte… y todo el mundo empieza a prestarte atención.
O maníaco, maníaco, maníaco, con muchas manías; entonces, todo el mundo no sabe que hacer contigo, pero estás ahí, estás ahí en el candelero; todo menos pasar desapercibido.
Ese es el slogan que hoy funciona.
Pero desde el sentido orante que hoy se nos sugiere, buscamos, no otro slogan, sino otro estilo: NO VOY A PROTESTAR.
-¿Y si te sirven la sopa fría?
Diré simplemente:
-Esta sopa está fría.
Y a lo mejor me dicen:
-Señor es que la sopa ésta es fría, porque hace mucho calor.
-¡Ah! Bien. Me la tomaré o no me la tomaré.
-Este filete está crudo.
-¡Ah! ¿Lo quiere estilo “suela de zapato”?
-Sí. Pero que conste que, si no puede ser, me lo como crudo, porque estoy en una semana de no protesta. No antiprotesta, no protesta.
A todo esto, el camarero pone cara rara y dirá…
-¡Este hombre…!
-¡Tranquilo! –ustedes añaden- No le culpo de nada. Y no se preocupe, no me voy a desesperar… esperaré lo que haga falta.
Es posible que el psiquiatra del restaurante –que ahora tienen psiquiatras- salga para hacerle alguna entrevista o el test de Rorschach. Pero bien, qué bonito, imagínense ustedes de camareros y que un cliente les diga:
-No, no, no vengo a protestar, vengo a tomarme una cerveza, si es usted tan amable de servirla…
Y te sirve una cerveza sin espuma, por ejemplo. Y cuando le vas a culpar, dices:
-No le culpo de nada, pero esta cerveza no tiene espuma.
- Perdón, señor…
-No, no, tranquilo, no le culpo de nada. Es más, estoy dispuesto a esperar lo que haga falta hasta que usted me traiga una cerveza ¡en condiciones!
Es un desespero así… un poco con personalidad, ¿no?
Probablemente ya habrán visto que el panorama puede cambiar radicalmente, pero radicalmente.
Cierto es que hemos vivido en una cultura que necesitaba culpables, siempre. Hemos vivido en una cultura en la que si no se protestaba, nada se resolvía. Y hemos vivido en una cultura –y vivimos en una cultura- que, aunque tiene más posibilidades y probabilidades que en otros tiempos, no es menos cierto que son más estrechas esas opciones, son más difíciles, y las exigencias son mayores.
El querer, el proponer, el sugerir modificar esas actitudes, no es fácil. Pero si se opta por no enfrentarse a ellas, anular, disolver el lenguaje de la violencia, de la oposición, probablemente tengan cabida otras opciones, aunque puedan resultar de entrada poco rentables, inútiles o inservibles, como es el caso que nos ocupa de la protesta, la culpa y el desespero.
El sentido orante de la protesta se convierte en descubrir las verdaderas vocaciones de cada uno. Cambio protesta por vocación.
La culpa, como ya hemos dicho, se convierte en responsabilidad.
El desespero se convierte en espera, en pausa. El arte de la espera.
El dar cauce a la vocación, en pequeños quantums, en pequeños gestos, movimientos, actitudes, dedicación.
El asumir las responsabilidades justas y propias en las que uno se siente verdaderamente capacitado.
Y la espera, sabiendo que Lo Eterno se confabula, conspira, para inspirarse en buscar nuestras mejores ocasiones.
No dejen pasar esta ocasión de soltarse de las culpas, propias y ajenas. De soltarse de las protestas que violentan, que exasperan. De soltarse de la dramática guerra del ánimo por los suelos. Desesperados. Y cambiarlo por esa espera que sabe sonreír, que sabe animar y que incluso sabe alegrarse.
¡Es también una propuesta sanadora! ¿Cuántos, cuántos y cuántos -como por ejemplo en las enfermedades autoinmunes- sufren una traslocación del sistema inmunológico por sus protestas insatisfechas, sus culpas reconocidas, ratificadas y asumidas como castigo… y su desespero como expresión de su enfermedad? Muchos, muchos.
Pero muchas veces eso no se pone de manifiesto porque no se pregunta, porque no se indaga. Pregúntenlo. Pregunten el grado de protesta, para ver cómo está esa vocación. Pregunten por el grado de culpa, para ver cómo se sienten de responsables. Pregunten, bajo este lema orante, cómo están de espera, e indaguen cómo viven su desespero.
Es posible que las tres palabras: vocación, responsabilidad y espera, puedan ser esos pequeños coenzimas, esas pequeñas enzimas, esos pequeños principios activos que pongan en marcha otros mecanismos, muy diferentes a los que están instaurados, y comience una verdadera revolución del espíritu, una verdadera regeneración del concepto que cada uno tenía de sí.
Sanando con la palabra, haciendo de ella una oración sin más pretensión que ser un vehículo que utiliza lo Eterno para señalarnos el verdadero sentido de la liberación.

Que vivan una novedosa semana.



***

lunes

Conoce la Escuela de España










Lema orante semanal

AYUDA, COOPERACIÓN, AUXILIO…

18 de mayo de 2009


“Ayuda” equivaldría a los diferentes instantes cotidianos en que, a nivel consciente, el ser se corrige, se empeña, se decide, se esfuerza.
Es el protagonista de su historia.
Es el YO brillante, activo… ¡poderoso o desastroso!
Él se premia. Él se castiga. Él se lo guisa y él se lo come.
Él se quiere. Él es el más guapo. Él es el más inteligente. Él es el que tiene la razón…
¡¡Viva yo!!
Así el ser diariamente se ayuda… ¡y enviuda de todo el entorno!
Es viudo… Los demás… han muerto.
Es persona; es individuo…, y él tiene que ayudarse en todo… porque está solo.
Él, también, es templo, dios y feligrés.
Esta posición, un tanto –quizás- exagerada, convive en el ser… del Homo sapiens-sapiens.
La solidaridad es… una consecuencia de… la enviudez. Es decir, que un viudo se encuentra con otro viudo o con otra viuda, y, entonces, para continuar siendo protagonista de la historia, ayuda –no solamente a su individualidad sino que también es capaz de ayudar a otro- siempre y cuando se le aplauda.
Los aplausos pueden estar concretados en la palabra “gracias”, en la medalla, en el diploma, en el premio, en el reconocimiento, en el homenaje…
En este momento, en esta posición, lo que vemos es una convivencia entre viudos y viudas.
No solamente se ayuda el sujeto a sí mismo sino que inventa… –por necesidad- una forma de… de acrecentar su ayuda que se expresa al exterior.

Como fácilmente podemos comprobar, la “so-li-da-ri-dad” en la especie no es, precisamente, un punto brillante… Puesto que, hoy, la especie está en condiciones de solucionar el cien por cien los problemas de los viudos y viudas.

Cuando el protagonista de la historia… de ayuda y el protagonista de la historia de cooperar, se da cuenta de que la historia puede empezar a terminar, pide ¡AUXILIO!
¡Auxilio!… ¡Auxilio! ¡S.O.S!... ¡Salvad nuestras almas!
No es suficiente con la ayuda y la cooperación.
Y es cuando el ser descubre que… ¡nuestro auxilio es el Nombre de lo Eterno!
La exclamación o el sonido o… la plegaria… o la oración, es el recurso para… realizar el auxilio.
Así, el ser de humanidad convive en tres vibraciones o resonancias: la ayuda humana, la cooperación terrestre, el auxilio celeste.
En la medida en que el auxilio se acrecienta, se cultiva, se vive, en esa medida la ayuda se… disminuye; la ayuda, como mecanismo autogestor, se descubre insuficiente, y, a la vez, lo solidario se hace más fuerte, más generoso, más entregado.
Incluso se puede llegar a… a la convicción de que es el único y verdadero apoyo del ser, el Auxilio.
Pero ocurre que a la especie le ha costado mucho esfuerzo llegar a lo que es hoy en día, y todo se lo ha atribuido a su ayuda y a su cooperación. No es fácil… aceptar y asumir que el verdadero protagonista de la historia no es uno.
Ciertamente, en la medida en que el ser se va llenando… reconociendo e interpretando el auxilio, en esa medida descubre sus infinitas posibilidades y su presencia eterna en La Creación.

El hombre ha llegado, como especie, en su evolución, a los pies del Auxilio.

El Yo se convierte en Nosotros; y Nosotros, en Contempladores de Dios.


***

Lema Orante

MERITOS, ACLARACIONES, CONFESIONES .
11 de mayo de 2009



Quizás ya pasó la época de hacer méritos. Quizás cada cual está en una situación estable y ya no hay que hacer méritos para “merecer” -que se decía-, no hace mucho.
Quizás los méritos les correspondan hacerlos a los mucho más jóvenes. He dicho “mucho más jóvenes”. O sea, que todos los demás son jóvenes.
Sin duda los méritos están muy referenciados -en cada ser- por la cultura, por la ideología, por las religiones, por las políticas.
Y para unos será un mérito ¡por fin! hacer una tortilla de patatas. Porque a todo esto, no es tan fácil ¿eh?. Pero casi seguro que aquí hay personas que no saben hacer una buena tortilla de patata. Y, sobre todo, al darle la vuelta se les cae. Entonces, si uno consigue algo así, por ejemplo, sabiendo que nunca lo ha podido hacer, pues es un mérito.
-¿Qué mérito tiene hacer una tortilla de patata?
-¡Hombre! Para usted no, pero para mí que no se exactamente lo que es un huevo, hacer una toritilla de patata me parece una cosa, no se… alquímica.
Entonces podría ser, como cada cual tiene sus espinitas o sus lagunas, o sus océanos o sus valles ¿verdad? –depende lo dramático que sea-, podría ser que fuera un buen tiempo para hacer méritos. Aunque ya uno haya terminado la carrera, ya sea licenciado, ya tenga el sueldo seguro, ya sea una persona, un… de esas del estado… ¿ cómo se llaman ? ( alguien responde: funcionario ) ¡Funcionario, eso! No se sabe en qué funcionan pero están ahí. Pero todavía puede hacer méritos para, para no sé… tener las piernas más esbeltas…
-¿Se puede?
-Se puede. Sí.
Tener menos sobrantes.
Entonces hay méritos esculturales, méritos culinarios, méritos sociales, méritos generales… Como el otro día preguntábamos: quién era Nikita Kruschev y hubo un silencio sepulcral en la sala, porque ese nombre sonaba a delantero centro del Chelse.
No, no, no, no era ese, no era ese, no. Entonces también puede ser un mérito importante, eso, saber que Ágata Christie no era prima de Sofía Loren, que no tenía nada que ver con Isabel II de Castilla.
Ya con eso se orienta uno un poco. Porque realmente el conocimiento general y el nivel general de conocimiento y el conocimiento general del nivel de conocimiento general es, de verdad, patético.
Entonces, entonces, para salir del patetismo, pues convendría –que tiene mucho que ver con el catetismo y con el catecismo- patetismo, catetismo, catecismo, todo tiene mucho que ver, ahora que estamos en época de comuniones, de bautizos, de bodas.
Por cierto, si alguien se va a casar pronto que salga de eso… Que esta primavera va a ser muy tormentosa, muy… uf, uf, uf. Con la crisis y todo eso del 2009. ¡Uh! Mejor dejarlo para más adelante. Este siglo es muy malo para casarse. He dicho siglo ¿eh!? Este siglo es muy malo para casarse, muy malo.
Hay siglos propicios y siglos “despropicios”.
Entonces podría ser, podría ser en el nombre orante, en el nombre de la llamada orante, que esta semana cada cual pues se dijera:
Bueno, ¿a ver que mérito me voy hacer yo hoy ? ¿ Qué mérito me voy hacer para mi círculo de amistades, para mis amantes? –porque algunos tienen muchos, otros tienen pocos… O para ver qué mérito puedo hacer para tener alguno o alguna . A ver, a ver, cómo se me da, cómo se me da, cómo se me da… Entonces, claro hay que hacer algún mérito porque si no… Si estás igual que siempre… pues, pues bueno… puedes empezar por gomina en el pelo; por…, ahora que llega el buen tiempo, por enseñar los brazos así de alguna manera… O no sé… Algún escote prêt à porter, en la chica… ¡Yo qué se!
O sea, yo creo que ustedes han captado la idea. Y todo esto si se hace en el nombre de Dios ¡uy, qué bien quedamos! ¡Quedamos de maravilla, de maravilla! Porque no lo hacemos para nosotros, sino para…, lo hacemos para… eso… Porque, oye, la oración me incita a tener un mérito, un mérito.
Hay personas que necesitan méritos para hacerse doctores, para hacerse la carrera de pichifluro, o lo que sea ¿no?
Y lo cierto, lo cierto es que se ha perdido esa… esas ganas de meritar… que no es, no es competir, no, no, es mejorar la propia condición, sin partir de ningún –y esto es importante-, sin partir de ninguna programación específica… fíjense, en algunos casos es un mérito hacer una tortilla de patata, o un huevo frito sin que se rompa, sin que se queme… la cocina, me refiero… ( Carraspeos ).
Es que ese pequeño mérito –ese pequeño mérito-, sin tener un programa oficial de méritos del Estado, o un programa oficial de méritos de la escuela Neijing, no, no existe, no existe…
Ese mérito, uno mismo se lo pone, porque se sabe uno mismo de “sus carencias”. ¿Les suena? carencias –no caderas, carencias-, o sea, de lo que carece. Entonces, sería un mérito –aunque enseguida lo vamos a aclarar-, sería un mérito pues… alguna carencia que deje de ser una carencia. O… o, o, o, no solamente carencias, exageraciones. Porque algunos exageran… ¡uf!, y convendría rebajarle un poco. Eso sería también un mérito, rebajar un poco la…, el don de gentes, el don de poder, de mando; rebajarlo un poco, así con el cepillo, con la garlopa ¡o con el serrucho!... hay casos en que hace falta tomar medidas drásticas.
La segunda referencia orante para esta semana que despedimos, era solucionar, algo así era…
( alguien dice: ACLARACIÓN …)
No, aclarar, muy bien, muy bien, estamos atentos, aclarar, aclarar.
No hay nada más confuso que algo turbio… o sea, cuando uno ve algo turbio, “esto está confuso”… Esto está confuso, o sea, no sé, hay que aclarar las cosas. Es como cuando a uno le toca estar en algún sitio hindú y tú ves que vienen las aguas esas de los ricos fecales… no vas a cogerlas así cuando vienen todas turbulentas, no, sino que las recoges en un cacharrito y esperas a que sedimenten, y cuando ya lo ves claro –que es un decir, verdad, hay diferentes niveles de claridad-, pues lo empleas –depende de lo valiente que seas- para lavarte la piel, lavarte los dientes, o para beber. Depende del tiempo de sedimentación y de las materias que lleve esa agua, para que sea nunca potable, pero sí reutilizable.
Entonces, el aclarar, el aclarar es muy importante. Cuando, cuando ustedes lavan la ropa, ¿verdad?, le echan eso: “Vernel” o “Lagarto”… no sé, no estoy muy puesto al día en… “Vernel” no lo sé si era… bueno, algo tiene que ver con la “lavaduría” el vernel. Entonces, pues normalmente lo aclaran. Ponen, o bien ponen un programa de aclarado en la lava-dora -que ya saben que no lava nunca sino que marea la ropa-, o bien, si no tienen lavadora, pues abren el grifo, aclaran, le quitan el jabón… y queda aclarada, queda limpia.
Y ocurre, y ocurre, que igual que pasa con esos elementos materiales, pues ocurre un poco con las ideas, proyectos, afectos, deseos, guau, guau, guau, guauuuuu… está… así… pero bueno ¡qué pastel de cabeza tienes, muchacha! ¡Aclarate!, porque así no hay quien te coma…. Porque al final todo se reduce a un proceso digestivo, bien sea comer o beber. ¿No?
Cuando se tiene esa reconfusión y re… bueno, no se sabe hasta qué niveles se puede llegar, ¿verdad?, hay que aclararse, hay que aclararse. Pero no hay que obsesionarse con ello. Si no se aclara uno, pues es que no hay que aclararse. ¿Ven, qué fácil? La oración siempre pone fácil las cosas, nunca las dificulta. Si uno las quiere dificultar, allá uno. Pero, pero sí es una semana útil para aclarar cosas, sí. Es ponerse, es decir:
-A ver, sí, en este aspecto, en el aspecto económico ¿estoy aclarado?
-Totalmente aclarado, o sea, no hay. Totalmente claro, no tengo problemas.
-Bueno, pero ¿tú necesitas…?
-Sí, sí, pero ahora mismo está totalmente claro. O sea, no hay y es no hay. Y ya se conseguirá o no se conseguirá y tal. Fin.
-Aspecto idealista, ¿cómo van los ideales?
-¿Los ideales? ¡Hombre!, yo… a mí… Iría... No, pero el caso es que mis padres son mayores y… no sé, si Zapatero me diera algo…
-O sea, estás… estás turbio… ¿verdad? Te sientes turbio… ¡Aleluya, porque hay otros que están peor!
Siempre hay que decir eso, cuando uno se siente turbio, desde el sentido orante, hay que decir: “¡Aleluya, aleluya, aleluya!, otros estarán peor”. Y cierta turbidez, se va.
-Mis ideales, es que los tengo un poco confusos, porque por una parte… por otra parte… por otra parte…
Y son tantas partes que no se dan cuenta de que son fractales. Estudien fractales… jajaja, algunos ya saben lo que son los fractales, y entonces, qué bien, van a solucionar muchas cosas que están opacas.
Es un buen momento, y con el mérito que uno le puede poner, aclarar los o las posiciones afectivas. Eso que salía en los dibujitos con la margarita: “Le quiero, no le quiero; le quiero, no le quiero; le quiero, no le quiero” … Ya saben que hay trampa, ahí... por si no lo sabían, hay trampa, sale lo que tú quieras…vale.
- Le quiero, el caso es que le quiero, el caso es que no le quiero, … se pone a decir pues a mí me gustaría tener varios eunucos en mi cuarto, que me sirvieran…
- Sí, Ya, pero…
-La verdad es que me gustaría dos eunucos, uno con ligadura del cordón espermático y otro libre, pero impotente. Y jugar con ellos un rato todos los días…
Esas cosas se pueden decir en la oración. Si cuando uno está en la oración, está en la frecuencia de Dios y uno puede decir lo que quiera, ¡faltaría más!, faltaría más.
-O sea, ¿Que eso es lo que usted quiere? Pues aclárese, búsquelos… búsquelos. ¿Para qué está Internet si no para esos casos?: “Busco dos eunucos en buenas condiciones. –Ya está- Abstenerse intermediarios”.
Luego otro anuncio: “Necesito hombre de buen ver con ligadura del cordón espermático”. Y luego –eso no hace falta ponerlo-: “Necesito un hombre impotente ”. Entonces, ya, eso rápido aparece. Y además se puede enamorar de todos a la vez, porque cada uno tendrá su aquel, ¿no? Unos miran, otros se acercan, otros tocan… otros…cada uno haría su cosa. Y allí está la abeja reina, pues, dispuesta a disfrutar de los placeres que les han negado los machismos exacerbados.
¿Sabían ustedes que los americanos son muy aficionados a las encuestas, verdad? Pues bien… y suelen ser sinceros. Y esto sólo suele pasar o pasa en Norteamérica, no tiene por qué pasar en otra parte. Pero han hecho una encuesta en Norteamérica y… ( Canta el pavo que hay en el gallinero ) hay que dejar que todo el mundo opine. Han hecho una encuesta en Norteamérica y les han preguntado cuál es, cuál es el sueño erótico más frecuentemente que tienen las mujeres norteamericanas. Y el sueño más erótico que tienen las mujeres norteamericanas, es engañar a su pareja. ( Risas )
No sé cómo interpretar estas risas, ( más risas ) si es que aquí hay muchas personas de Norteamérica, personas simpatizantes norteamericanas o que, efectivamente, la encuesta está bien. Es el sueño erótico MÁS FRECUENTE. Y dices: caray, esto… esto hay que aclararlo… Sí, habrá que aclararlo, pero está un poco turbio, ¿eh?... Pero, como hemos dicho, esto pasa en Norteamérica, en Norteamérica.
Entonces, conviene –sí- aclarar, aclarar.
Igual pasa con los varones, que necesitan tres amantes, una de edad superior, para el confort y el bienestar, una de edad media, para la complacencia, y una de edad juvenil, para los trasiegos. Pues ahí está:
-Necesito mujer de trasiego, jóven. Necesito mujer madura, para confianza. Necesito mujer mayor para… en fin, estar a gusto, que no te molesten mucho…
Entonces, ya se pone uno de acuerdo –es ponerse uno de acuerdo-, y todos contentos. Lo malo es no tener las ideas claras. Claro, cuando no está claro, está turbio, pues ocurre que viene por aquí, ahora viene por allá, ahora viene por aquí, ahora no sé, ahora ya veremos, luego no sé, luego por qué no, luego porque sí… ¡Y hay una mezcolanza!... pues esto no es cristiano, esto no es honorable, esto es…¡Uhhhh!
Cuando hay que aclarar las cosas, verán, como hemos dicho del ejemplo del agua, de las tuberías de India, de los desagües, pues lo primero es dejar que se sedimente lo más espeso, lo que más pesa. Hay factores que flotan: esos simplemente se cogen y se quitan. Sí, porque todavía no están suficientemente empapados y flotan (risas). Cada uno puede imaginarse lo que quiera.
Entonces, igual debe de hacer uno con estos asuntos afectivos y emocionales, de no sé, que tal y cual… dejar que sedimenten, deja… Ya saben que, agua que no has de beber, déjala correr… Pero si tienes mucha sed, tendrás que dar un sorbito…O sea que…eso… Y, sobre todo, no se carguen de prejuicios morales, éticos, convencionales… no, no, CONFIÉSENSE. Eso era nuestra tercera palabra.
No, no estamos sugiriendo, claro está, una confesión religiosa –como alguno de ustedes conocerá, practicará o habrá vivido-, no, sugerimos una confesión, así, personal, a uno mismo: “A ver, confiésate, sinvergüenza” . Hay que empezar por ahí. ¿No? Sí, no vas a empezar: “A ver, confiésate, santo mío”… No, no. Ya vas rebajando, te vas confesando, y dices: “La verdad es que… la verdad es que…” Y vas descubriendo pequeñas verdades. Volvemos a los fractales. Pequeñas verdades que son pequeños fractales, que forman parte de un gran fractal que, en definitiva, son pequeñas fracturas, o pequeños trozos de una entidad, que es mi Yo, mi personalidad o lo que sea.
Esa confesión no tiene por qué ir acompañada ni de látigo ni de cama con clavos. No. Es una confesión; puedes hacerla fumándote un cigarrillo, bebiendo una cerveza... ¡Hombre!, en una sala muy ruidosa, en una discoteca… no, no es muy aconsejable. Pero puedes hacerla caminando, paseando, o… o viendo la televisión. Como ocupa gran parte de la vida cotidiana, ¿verdad?, por si acaso, en cualquier momento no le haces caso a la caja loca y te puedes confesar, y te pueden preguntar:
-¿Qué haces viendo ese programa tan absurdo?
-Me estoy confesando, pero es que sin público, no me atrevo.
En el fondo, cuando una persona ve la televisión, es que necesita público. Necesita público para sus cosas y cree, en el fondo, que le ven.
En consecuencia, sí es importante el confesarse, a sí mismo. Y no se trata de ver los pecados… No, no, sino de verse un poquito:
-A ver, ¿cómo voy? ¿Cómo voy en este trimestre?...
-¿En este trimestre? (carraspeo) Pues… pues la verdad es que lo que tenía pendiente, sigue pendiente. Luego… cuelga más…
-Sí, señor.
Vaya, vaya, vaya. Pues es momento. Es el momento adecuado para que esa confesión dé paso al mérito de solventar eso que estaba turbio y confuso. Y aclarar. Aclarar lo que a lo mejor tanto tiempo lleva, pero no se quiere aceptar, no se quiere asumir.
Y es importantísimo, de verdad –y cualquiera de ustedes lo habrá podido comprobar- que, cuando hay confusión, que cuando no hay una lectura personal, de confesarse (confusión – confesión), pues la posibilidad de los méritos es difícil.
Por eso puede ser un camino que empiece por la confesión, que promueve el aclarar, para no crear confusión. Y si no se puede aclarar, pues se vive la confusión y se sigue uno confesando. Claro, porque a veces tampoco las cosas se solucionan de hoy para hoy. Y eso sí, se van haciendo méritos para no, no complicar, enturbiar más las cosas. Porque cuanto más se enturbien, más difícil es la confesión, más imposible está el mérito.
Tampoco es cuestión de plantearse el mérito como una heroicidad. Pero sí como un cumplir, un realizar, un mostrar un compromiso, un testimonio de lo que uno siente, piensa. Sabiendo –y esto es lo más significativo-, sabiendo que detrás –detrás, por ponerle en la posición de no importancia-, detrás está la Fuerza de la Creación. Está la Creación que busca aclarar, que se dice a sí misma y se confiesa en lo que no está debidamente ordenado; y genera nuevas formas creativas para aclarar. Y ameritar. Y va, y va dando méritos, cada vez más, nuestra… nuestras posibilidades, en base a los recursos y a los descubrimientos que el hombre va haciendo en su entorno y de sí mismo.
Si se sabe que lo Divino –puesto en otro nivel- está detrás de mi confesión, que lo Divino está detrás de mi aclaramiento, sin mentir; sabiendo que lo Divino está detrás del mérito –o sea, que el mérito no va a ser mío sino que va a ser obra “De”-. Y todo esto, todo esto no se hace obligatoriamente sentado en una mesa con un bolígrafo. Podría hacerse, podría hacerse, a lo mejor; todas las posibilidades están. Se hace haciendo, se hace comportándose, se hace realizándose, se hace yendo, viajando, subiendo; se hace sobre la marcha, mientras se va marchando. Que la confesión, que el aclaramiento y el mérito no paren, no paren, no paren la dinámica que llevan. No. Apliquen a esa dinámica que llevan, el aclarar ciertos aspectos.
No hagan del amor algo razonable, porque no lo es.
No hagan del valor algo lógico, porque tampoco lo es.
Como advertencias. Es decir, que en la confesión, en el aclaramiento y en el mérito, la razón, la lógica, procuren aparcarla lo máximo posible. Que realmente aflore lo intuitivo, lo sensitivo, lo sensual, lo sexual, lo sincero, lo clarividente, lo prospectivo. Aquellos valores que se pueden reunir en un momento determinado en la palabra FE, o que pueden culminar en la palabra ESPERANZA. Sin destruir.
Hay que sincerarse sin destruirse.
Hay que hacer méritos sin que sean a costa de otros.
Hay que aclararse y aclarar sin dañarse, sin dañar.
Y todo eso es posible en la medida en que sabemos que, detrás de ello, delante, arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda, bajo el sentido orante que hoy lo promovemos, está esa Fuerza, está ese Divino enlace que conexiona nuestras posibilidades, que realmente es el entretejido que hace posible nuestro transcurrir como vida.
Esa garantía la tienen que esgrimir continuamente en el proceso mental que lleven y en el comportamiento que realicen.
Dios no es ley, no es moral, no es regla. No.
Es algo tan inmenso que SU AMOR nos desborda, nos sepulta.
Y, en base a eso, no podemos caer en nuestras confesiones, en martirizarnos.
No podemos caer, en nuestras aclaraciones, en prejuicios y en selecciones razonables. No.
El reconocerse en lo que se es y cómo se es, ya es un paso importante, ya es un mérito. Sabiendo que detrás de esa labor orante, está la Fuerza de esa Providencia, de esa que nos provee de fondos, de recursos. Está esa Benevolencia. Está ese enamorar-se. Está ese dispendio con el que la Creación nos otorga, nos envuelve día a día.
Y hay que proponerse verlo, para así tener la fuerza suficiente para confesarse a sí mismo, aclararse. Y ese pequeño mérito. De verdad que puede cambiar radicalmente una convivencia, un planteamiento de vida, un ideal, un estar, una decisión… puede cambiar todo.
Todo, y siempre hacia la bondad, hacia lo mejor. Sí, porque está auspiciado por lo Divino. Y ese reclamo hacia lo Divino hay que hacerlo en el momento en que me dispongo a confesarme, me dispongo a aclararme, me dispongo a ameritar en algo. La resultante de todo ello, tiene que ser bondadosa. Aunque a lo mejor me sorprenda, aunque a lo mejor ni me guste, pero lo veo como lo que brota, y es lo que hay. Darle consecuencia a ello, sería lo más adecuado para todos. Porque este proceso que sugerimos, evidentemente que es de realización personal, tiene una repercusión inmediata –inmediata- en todo el entorno.
Porque, a poco que se cambie, confesándose, aclarándose y ameritándose, se hace uno distinto y, en consecuencia, el entorno reacciona. Sea lo que fuere, va a ser bondadoso. A veces en esas extrañas bondades con que nos dispensa Lo Eterno.
Excelente tiempo para que, como en tormenta estamos, se aclare, se identifique y se ameriten todos los recursos que cada ser tiene. Sabiendo, insisto, que nuestro apoyo, que nuestro inductor, vive en el reino de lo infalible. En consecuencia, no hay que temer a esa confesión, a ese aclarar y a ese mérito.

Ten Piedad.
Ámen

Maestro J.L.Padilla











domingo

Lema orante

PARTICIPAR, PAUSAR, SEGUIR
4 de mayo de 2009


Parece ser que en la Creación, TODOS, todos los elementos que la componen, participan… en la medida de su “naturaleza”. Y, probablemente, el ser humano sea la excepción que participa o no participa; nos referimos a… conscientemente. Inevitablemente participa por su mera presencia.
Pero la “participación”, el participar, el sentirse perteneciente a: un Universo Creador, el sentirse que se es una expresión del mismo y, por tanto, un… testimonio de lo que implica el Caos, la Armonía, lo Imprevisible, lo Necesario…, y establecer las diferentes PAUSAS, quizás sea un elemento de lo más difícil de regular. En qué medida, y cuándo, cómo y con qué frecuencia se establece la pausa. Que no es una parada, es una pausa, un silencio… y luego seguir. “Seguir” en esa participación, en ese participar.
Cada observador vital, de vida, contempla en su hacer, en su participar, la participación de los otros. Esa es una faceta, pero no deja de participar.
El arte de participar sin estropear, sin arrasar, sin imponer, con propuestas, con inventos, con sugerencias, con novedades…
Puede ser interesante ensayarlo en el algún momento. Sabiendo que es expresión de vida y sabiendo… que es una muestra creadora.
Evitando ese: “ yo no quiero saber nada de eso”; “No, eso no es asunto mío”; “It's not my problem”; “No, eso no me corresponde”; “No, de eso, yo… nada”; “No, a mí no me gusta”; “No quiero”; “No sé”
¿Qué es eso? Si cada ser, por el hecho de existir, se le concede una posibilidad y es producto de una necesidad, eso implica que participa en…
Pero ocurre, también con frecuencia, que en la participación, el participante exige premios, reconocimientos, medallas, obsequios… Claro, no necesariamente eso tiene que ocurrir.

Las “pausas”, esos silencios solemnes de Dios, que en el equivalente humano, están alejadísimos del silencio de Dios, pero que tienen un momento de utilidad, cuando en la pausa se permite que otros hagan, hablen, actúen. Cuando en la pausa se permite, ese relajamiento de lo que se había contraído, para volver a contraerse de nuevo. Esa pausa compensadora que… que expresa nuestro corazón: “Pom… pom… pom…”
Todo lo que observamos tiene su pausa. Y eso permite que la interacción entre los diferentes componentes sea posible.
Hay que pausarse para escuchar y para dejar que el otro hable.
No es una espera, es una pausa. Es otra forma de continuar participando. Y a la vez es una forma de seguir.
Cada seguir -fijémonos bien- “cada seguir” no es lo mismo que “participar”. Sí, se participa, sí, pero de otra forma; la pausa ha trasformado, ha conmocionado la participación, el participar, y ya se participa de otra forma. Luego, vendrá otra pausa y de nuevo habrá otro… probable, otro posible…
La pausa se convierte así en ese acontecer que, como una enzima, como un coenzima, como un catalizador, dinamiza una participación y… y la convierte en otro hacer, “en seguir”, con la consciencia de la pausa y del hacer anterior.
Es continuo.

Su medida es infinita.
Su presencia es eterna.
Participar, pausar, seguir… es una muestra divina de cómo la Creación se nos presenta desde el amanecer, la luna y el ocaso, pasando por las estaciones, siguiendo por el comportamiento de los reinos, continuando por las interacciones animales…
Toda una DANZA de “participantes”, de “pausas”, de “seguir”.
En el “participar” están las marchas, las llegadas, las estancias.
En la “pausa” está: las largas, las cortas, las medianas… Para cada cual serán diferentes.
En el “seguir” está: el proyecto, el plan, las… ideas de idealismos y de futuros.
“Pausas” que entre inspirar y espirar, permiten intercambios.
“Seguimientos” que, en el continuar expansivo de la vida creadora, se hacen novedades constantes.
“Participaciones” que no son, que no se hacen ajenas a participaciones de otros, sino que se saben conjugar, conjuntar, cooperar.

En el día a día, el hacer de cada cual, de cada uno, se suele escamotear los haceres de otros; se participa lo mínimo. Quizás por miedo al error, quizás por miedo a… entrar en otros terrenos no propios. ¿Cuáles son los terrenos propios? ¿Alguien ha comprado trozos de vida que permiten decir que son suyos?
Por muy diferentes causas, la participación se elude, se evade con justificaciones, con pretextos…
Podría ser diferente. Podría ser que necesitáramos o que necesitara de nosotros.
Si abrimos la ventana, a lo mejor entra el aire; si la tenemos cerrada nunca entrará.
Si abrimos la ventana de nuestra alma, a lo mejor el espíritu de la Creación se nos hace presente, participativo…, porque es su hacer, es su expresión, es su manifestación: CREAR. En cambio, si se cierra las aberturas del alma y el ser se ciñe en su participación personal, “propietarista”, selectiva…, probablemente dañe, probablemente -al desconocer el entorno- irrumpa innecesariamente. Probablemente esté fuera de lugar.
En la medida en que se participa en la Creación, se va descubriendo las posiciones que, en un determinado momento, se deben de guardar, y en qué momento llegará la “pausa”. Y ese “seguir” participativo pero que lleva ya otro…, otro matiz, a sabiendas de que está en lo Ilimitado, en lo Eterno.
¡Participar! en el amar con sus pausas reveladoras y continuar con otros alientos, con otros “descubrires”.
Participar sin planes previos, sin obligaciones impuestas, por espontánea SENSIBILIDAD.
Y en esa “pausa”, reconciliarse en los silencios y seguir como cuando se levanta el viento, con suavidad, a la vez que con rigor e imprevisibles se saben ya acontecimientos.
La divina PARTICIPACIÓN acrecienta nuestro testimonio.
La divina PAUSA da sentido a nuestra contemplación.
El divino CONTINUAR, SEGUIR, da sentido a nuestra PERMANENCIA.
Nos hacemos cómplices de lo Eterno… en esa PARTICIPACIÓN SOLIDARIA, en esa PAUSA REHABILITADORA, en ese continuar INCANSABLE, descubridor…
Puede ser que el cielo sea propicio en estos días que siguen, que las condiciones creadoras sean favorables para dejarse “participar”; permitirse la “pausa compensadora”; darse el gusto de “seguir” hacia donde proceda. Así, nada se estanca, nada se queda, todo continúa, respira y responde a los criterios de la Creación. Esos que nos renuevan, nos realzan, nos remozan, nos renacen, nos repiten diariamente… creándonos de nuevo.


Ámen.