domingo

Lema Orante Semanal

 

AMANDO SE ESTÁ EN SINTONÍA

7 de noviembre de 2022

 

Y nos llaman a orar… con la Fe –sí, con la Fe- que derrocha el Misterio Creador sobre la Vida.

Nos llaman a orar para que nuestras consciencias se amplifiquen como universos que son, y no se anquilosen en rencores, en recuerdos... o en éxitos y fracasos.

Nos llaman a orar para que tomemos consciencia de que esa Fe, desde el Misterio Creador hacia la Vida, está expresada a través del Amor, del Amar… Y que, en ese proceso, nuestra constitución es una composición, un verso, una imaginación… de Fe en el Amor. Una especial condescendencia de ese Misterio Creador.

 

Nos llaman a orar… con la idea de que nuestra consciencia nos informe y nos forme sobre nuestro entorno, sobre nuestras capacidades, sobre lo que recibimos, sobre lo que damos, sobre “a lo que estamos dispuestos”.

Nos llaman a orar para testar nuestra disponibilidad.

 

¡Nos llaman a orar!... porque hay un plan –dentro de la consciencia del saber humano- hay un plan de Universos que gravita sobre nosotros. Un plan en el que estamos inmersos. Y aunque nada sepamos de él, nos llaman a orar para decirnos que está; está, aunque no lo sepamos, aunque nada conozcamos. Pero sí sabemos que nos… promueven, que nos dan las casualidades, que nos proporcionan las inspiraciones.

Y al decir “un plan”… significa un proyecto infinito de vivir.

 

Pero la humanidad está tan coartada por sus límites, por sus condiciones, prohibiciones, permisividades, controles… que se ha puesto una barrera a sus ideales, proyectos, fantasías e imaginaciones.

 

Nos llaman a orar para que seamos testimonios, muestras –humildes, pequeñas, pero muestras-… de calidad de vida. Calidad expresada en nuestra generosidad, nuestra disposición, nuestro servicio, nuestra amabilidad, nuestra colaboración, nuestro humor… y nuestra expresión de amor hacia todo lo realizado.

 

Nos llaman a orar para que, cada amanecer, seamos conscientes de que se avecina una vigilia de sorpresas, de novedades. Sorpresas y novedades que pueden pasar desapercibidas. Pero al saber que nos avisan, nos disponemos para descubrirlas… en la mirada de una flor, en el sonido de una pisada, en la casualidad de un tropiezo.

 

Nos llaman a orar para que renovemos nuestros votos de desarrollar nuestras capacidades. Porque en ello está nuestra personalidad, nuestra unicidad, nuestra singularidad, nuestra excepcionalidad y nuestra posición extraordinaria.

 

Nos llaman a orar para que esta oración nos sitúe en la corrección, en la actitud de replantearse, reconsiderarse, rehabilitarse… hacia los proyectos que deben insinuarse ya.

Proyectos que van desde las pequeñas casualidades hasta los grandes y fantasiosos pensamientos.

Semejantes somos al fuelle de un acordeón; que, cuando se abre o se cierra, exhala el aliento que, con el teclado, emite un sonido: desde lo más grande en la expansión, hasta el sonido que se va apagando en la contracción. Un balón de aliento de vida, que suena.

Nos llaman a orar para que descubramos nuestro sonido.          .

Si “en el principio era luz y sonido”, la luz se nos hace cegadora, pero el sonido se nos hace más cercano. ¿Cuál es mi sonido? ¿Cómo sueno yo?... ¿Qué tipo de sonidos percibo de otros? ¿Cuál es el sonido silencioso de la planta… o de la nube?

 

Sí. El Sentido Orante nos lleva hacia espacios y percepciones que, en principio, parece que no son ni aplicables ni realizables. ¡Olvidarse de ello! Lo significativo es sentirlo, percibir ese proyecto, esa idea, ese detalle. Luego ya se ‘corporalizará’… y quedará impreso en un gesto, en una palabra, o en una actitud de res-peto.

 

Nos llaman y nos llaman. Y en nuestra estructura identificamos la consciencia como esa que nos recuerda diariamente “lo pendiente”. Que nos recuerda diariamente “lo olvidado”, lo selectivamente apartado.

Esa Llamada Orante que llama a nuestra puerta de consciencia.

Y cuando llama, y abrimos la puerta, pareciera que nadie hubiera. Y ciertamente “alguien” no es. Es… la suavidad, es lo cristalino, es lo acogedor, es lo límpido, es lo que envuelve para proteger, sin defenderse y sin atacar.

Es –lo que entra al abrir la puerta- un aliento de frescura, un aliento de entusiasmo, un halo de confianza hacia nuestra posición. Lo que entra es algo que cree en cada uno de nosotros.

Esa Fe inicial, esa confianza.

Y cada vez que abrimos la puerta a la Llamada Orante, un sutil pero evidente entusiasmo de esperanza nos promueve, nos estira, nos lleva hacia esos imposibles que los seres se marcan. Y con esa Fe esperanzada, nos muestra que nuestro aliento… nuestro aliento sanador, creativo, es ilimitado. Nos da la sutil y rigurosa consciencia de una posibilidad siempre presente; de una posibilidad que diluye fronteras, que desoye artículos y… esas verdades que se hacen defensoras limitadas y limitantes.

 

Nos llaman a orar para recordarnos una vez más que “una palabra bastará ‘para’…”. Y también para decirnos: “tu Fe te ha sal…”.

Sí, así: entrecortadamente. Para dejar ese espacio de vacío, y no nos apropiemos ni caigamos en la tentación de decir que esos frutos son nuestros.

 

Los frutos de la Fe y de las palabras… no nos pertenecen. Pero nos han dado el privilegio de ser intermediarios de ellas.

No somos el fruto, pero podemos disfrutar de él. Podemos comerlo. Podemos sentirlo.

 

Y en consciencia, con nuestra pequeñez, nuestra infinitud… estamos en la frecuencia de mostrar y mostrarnos en nuestros aportes, en base a esas “dotes”… esas dotes de Amor con las que nos han ungido.

Nos hace ver que somos portadores de bondades… ¡sin sueldo!

Y por esa “soltura”, las bondades se dan… y se hacen fértiles.

 

Estamos en un tránsito de vida en el que se percibe la necesidad del aporte transparente y consciente que precisa lo necesitado.

Estamos en la posición de intermediar en lo desquiciado.

Hacer de la amabilidad un discurso de respeto… que nos permita escuchar y escucharnos.

 

El dolor de la especie clama por el remedio compasivo, generoso, dispuesto, respetuoso. Ese remedio que se encarna en la presencia, en la letra, en la palabra, en la sustancia.

Pero saberse remedio de consuelo, de fe y de esperanza, por la expresión de nuestra realización, es algo que debe latir ¡con fuerza!, ahora.

Algo que cimbree a la apatía, a la insolencia, al desdén con que la vida se lleva. Porque a la vez de llevarse así –en generalidad-, reclama, pide al aire… que el viento lleve la súplica para que aparezca el remedio.

 

Remedios somos. Nunca se han de olvidar.

No busquemos, en otras intermediaciones, la verdadera intermediación que es uno mismo.

 

Somos medios, recargos, almacenes, regadíos y gracias… de liberaciones. Liberaciones que implican, en consciencia, sentirse universo creado, amado y mantenido.

“Universo creado, amado y mantenido”.

 

Amando se está en sintonía. En sintonía se está permanentemente renovando. Y así somos sintonizadores del Misterio Creador que se derrama hacia otros, y otros hacia nosotros…

 

Preciso es… la imaginería que nos imagina, que nos da la magia de ver lo que no se ve, de oler lo que no se huele, de escuchar lo que no se escucha, de saborear lo que no se saborea, de tocar lo que siempre nos acaricia.

 

 

 

 

 

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Lema Orante Semanal

 

LA LLAMADA ORANTE NOS RECLAMA LA TRANSCENDENCIA

31 de octubre de 2022

 

 

En el vértigo del acontecer, la inmediatez se convierte en verdugo de decisiones, de respuestas, de actitudes…, que pierden la sintonía con lo transcendente; que pierden la percepción de lo futuro; que se adhieren exclusivamente al inmediato dictamen, y cierran opciones, posibilidades.

La Llamada Orante nos advierte de la necesidad de la escucha, la percepción de las opciones que lo cotidiano ofrece… y saber descubrir la universalidad.

Los personalismos se hacen cada vez más fuertes. Los radicalismos se hacen precipitaciones. Y es así que el convivir plantea retos que… incluso –incluso- solucionables, el pensamiento humano continúa pensando –valga la redundancia- en que existe tal o cual dificultad, y se considera incapaz de asumir la solución.

 

Pareciera que es más fácil quedarse en el radicalismo justiciero. ¡Ya ha habido bastante de eso!... ¡Ya hay bastante, aún!

Pero pareciera que las situaciones –¡de cualquier índole!- que se produzcan, socialmente hablando, se consideran como una… agresión.

Y surge ese criterio de: “Cada uno debe defender lo suyo”.

Es la más ignorante de las sentencias. En el momento de decirlo ya excluye al resto de los restos de todos, y se convierte en un ególatra predominante.

Es así como el avance de la civilización humana progresa sin miramientos…

Y aunque tenga la solución del conflicto, enfrente, sigue obcecado en el conflicto. Y ni ve, ni menos aún participa en la solución.

 

Lo que difiera de nuestras consciencias… no se constituye como un ataque. Y eso ocurre cuando hay una “prevalencia”: cada cual se siente prevalente a cualquier otra opción que no sea la suya.

 

En ese estatus, se desarrolla una queja y una crítica… ¡permanente! Sea cual sea la propuesta.

No es ése el trato que la vida recibe, desde el Misterio Creador.

Ya la experiencia misma de vivir supone… un estado de infinitud, de liberación, de “milagro”.


 

Es generoso el aire, y no discute, cuando se ofrece en nuestra inspirada presencia.

Es bondadoso el alimento, cuando restituye nuestra fatiga, nuestro deseo.

Y debería ser complaciente la convivencia, comunicación… como parte de esa necesidad de comunión.

 

La comunidad humana vive en un permanente descontento, desacuerdo, rivalidad, inconveniencias.

El eje del desarrollo se ha centrado en la prepotencia de cada ser, y no… y no en la convivencia de amplificación de consciencias. Y menos aún en la consciencia de referencia de “La Providencia”.

La Llamada Orante nos llama a “providencializarnos”, a disminuir nuestra presión… gestada por la exigencia del estilo convivencial.

 

La posición de consciencia de poder ¡en todos los niveles!… supone un desafío constante a esa Providencia permanente que nos provee de recursos, de sugerencias…

Pero cierto es que, como humanidad, se ha alcanzado una posición de “solvencia”         –entre comillas-, de autogestión… que impide, impide percibir las sutiles influencias que permanentemente nos adornan.

La Llamada Orante nos reclama nuestra vinculación –por ser vida- con una Creación.

Y cada vez que actuamos con radicalismos, con autoritarismos, con posiciones de desenlace… estamos anulando nuestra referencia, nuestra auténtica referencia: el sentirnos situados en un Misterio Creador.

 

Se nos muestra, en el cotidiano acontecer, el dualismo expresado en el optimismo y en el pesimismo.

El optimista, que encuentra motivos de desarrollo, de avance y de logros.

Y el pesimista, que se debate en el deterioro.

Lo impecable lo ha desechado.

Y entre esas dos posiciones, entre ese dualismo, la Llamada Orante nos reclama el transcendentalismo. Sí, esa posición en la que no cuenta “lo positivo” y “lo negativo”, sino que cuenta “lo que transciende”, que es la experiencia de sabernos capaces –por la Providencia- de ser un acontecimiento ¡único!

“De ser un acontecimiento único”. Pero conscientes de que esa Unicidad se hace fusión con todos y… es una expresión del Misterio Creador. No hay dependencias. No es preciso la crítica continuada y el desespero inminente.

Es la búsqueda de la transcendencia en el hacer; el sentirnos ligados a la vida como una experiencia única, y así hacer únicos cada uno de los instantes.

Y tener y generar la capacidad de conversión; de reconvertir lo estropeado, lo echado a perder, lo erróneo, en algo recuperable, “redimido”.

 

En el magma de la vida, y en concreto de la humanidad, redimir es una necesidad, hoy. ¡Y siempre lo ha sido!, pero hoy parece como más necesaria. No está incluida en el catálogo de palabras ante la problemática de cualquier tipo. No.

Pero el orante ha de tomar consciencia de ello, y hacer del estropicio, del deterioro, de lo critico, de lo desesperado, una reconversión, una redención inevitable.

 

Suspira el pájaro en silencio, antes de su canto.

Se inspira… se inspira lo humano, y aguarda lo retenido, antes de expresar sus palabras.

Y así, en el mostrarse, no se contempla el error, no es precisa la crítica, y es posible respirar…

Respirar con anhelos de volar. Suspirar como plumas que se bandean al caer, sin tropezar.

 

Es preciso generar el adorno. Sí, ese adorno que esgrime habitualmente el poeta. Ese adorno que nos permite evaporar la dureza, la rigurosidad de los planteamientos.

En la medida en que somos capaces de adornar un acontecer, éste se hace más fluido, atractivo, posibilitante.

La búsqueda de rendimientos y de resultados despoja al hacer de la belleza del adorno. Sitúa nuestro cotidiano, en un rendimiento que priva del aliento, de la belleza del adorno, de ese instante de silencio, de ese momento de sonrisa… o de esa palabra de alivio.

 

Los augurios de la vida siempre son halagüeños.

La interpretación humana de ella –la vida- permanentemente es… reivindicativa, exigente, demandante. Y es así como la virtud del vivir se diluye, y se sustituye por una renta… que empobrece la mente y desliga, al ser, de lo transcendente.

 

Ámen

 

 

 

 

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