viernes

Lema Orante Semanal

 

ESENCIAS DE HUMANIDAD: ESENCIAS DE INFINITO, DE ETERNIDAD, DE INMORTALIDAD

11 de julio de 2022

 

Y en cada progresiva y ¿evolutiva?... posición que adoptan las comunidades humanas, los individuos que las forman se hacen más radicales, más conscientes de sus verdades, más sordos a la escucha ajena, más impositores por las influencias que se tengan.

El ser, así, secuestra sus comuniones. Sus comuniones imprescindibles para vivir.

Comuniones humanas y con todo lo viviente.

Y aunque se muestre evidente la conexión, la necesidad de unos en otros –o de otros-, es más fuerte y se hace mas “imponente” la convicción personal, la razón verdadera, la intransigencia.

Pero a la vez –curiosamente- esa posición se extiende y se hace intervencionista… y opina, incide, apuesta, se acerca y se aleja de diferentes posiciones. Con su verdad a cuestas, claro.

La Llamada Orante nos advierte de esas disposiciones… que, a pesar de evidenciar la cronicidad y el deterioro que suponen, siguen con un grado de aceptación, porque –en definitiva- es una manera de sustitución de un Misterio Creador. Es autoproclamarse… “la verdad”. Es autodefinirse como “lo auténtico”. Y, por ello, se secuestra a sí mismo, pero a la vez interviene en todo.

Y así, como dice el dicho o la sentencia: “ni vive ni deja vivir”.

Se cohabita con un malestar crónico, con una angustia al acecho, con una desconfianza permanente…

Y todo ello se refleja y se muestra en lo cotidiano, en lo social, en lo comunitario. No es algo… “opinable”, que ocurre o no, quizás, tal vez… No. Es que está ahí.

 

El individualismo radical, sin duda, no es una consecuencia de nuestra naturaleza.

Más bien es una renuncia a ella.

 

¿Será… será… será que el Misterio Creador es tan prudente que pasa aparentemente desapercibido, y nos hace creer que nuestras propuestas, nuestras posiciones supremacistas, son las únicas y las mejores?

¿Será que, por darnos –la Creación- la mejor de las vidas, las convertimos en “las sufridas vidas”, por la imperiosa necesidad de dominio, de control... con actitudes decadentes de “irremisibles”, de “imposibles”…?

De ese mar-mal de fondo… de resignación y de ¡queja!

Es como decir: “Qué bien que soy libre, pero qué desespero que nada puedo cambiar”.

 

 

No es difícil ver que todo transcurre vorazmente abrasador.

Pero, aunque parezca determinista y exterminador… y se ejercite como tal, nuestras esencias de humanidad ahí están.

Y a la hora en la que nos llaman a orar, ahí las encontramos:

Esas esencias de infinito, de eternidad, de inmortalidad…

Esos instrumentos de flexibilidad, adaptación, esperanza…

Esas opciones y posibilidades continuas… que suponen un “aparente” esfuerzo, pero que es la representación de vernos amplificados, en nuestras consciencias, por un hacer impecable.

 

 

El empeño en doblegar al cercano, el empeño en imponer lo opinable, la insistencia en… encuadrarse, y la renuncia a circularse…

El acopio de ladrillos –sin ninguna nube-… cierra el espacio y encapsula al constructor, que, él mismo, ladrillo a ladrillo, se cierra… bajo la certeza de su razón y bajo la búsqueda de su seguridad.

Las nubes… ni siquiera están cerca.

 

La Llamada Orante nos reclama nuestra significativa transcendencia, nuestras nubes permanentes, que nos hacen transcender nuestros sentidos… más allá de lo razonable.

 

 

Bajo la consigna de que “cada uno puede hacer lo que quiera”, el querer va absorbiendo y fagocitando sus posesiones, y va despreciando lo que no aprecia; va traicionando sus propuestas; va incumpliendo sus promesas. Y en la medida en que más se ejercita, más aplausos recibe porque parece que está más libre.

 

Y así, se tiende a valorar lo vulgar, lo costumbrista, lo repetitivo, lo seguro, lo… “legal”.

Y aunque la legalidad parezca una barbarie, la obediencia hacia ella parece inexorable. Es como reconocer, en ese legalismo, la impronta del poder, el equivalente a lo Divino.

El que realmente apuesta por la vida, apuesta por su universalidad, por su descendencia creadora, creativa, que hace posible su presencia, que nos da el aliento para buscar, que nos da la sorpresa de descubrir, que nos posibilita la vivencia de Amar. Y, con ello, la de descubrir que somos amados.

 

“A sabiendas”, se aplaza una y otra vez la sinceridad. Se aplazan una y otra vez los proyectos. Se aplazan una y otra vez los ideales.

Se aprueban una y otra vez… los desesperos. Y, amparados en las muestras ‘deteriorantes’, se argumentan las certezas de que “la vida es así”. Pero pocas apuestas se hacen… por una conversión hacia lo verdaderamente liberador, que supone ser un instrumento de la Creación, un intermediario de realizaciones, un promotor de proyectos, un cultivador… de dones; los cuales se aguardan, y aguardamos todos como receptores.

Todos somos carentes, carenciales. Y nuestra comunión con lo que necesitamos la tiene aquél, el otro, aquéllos… Y en la medida en que así nos ejercitamos, se abren los horizontes, se muestran las posibilidades…

Se ve y se siente la intervención Creadora.

 

Cada ser, en su intimidad –y veámosla con honesta sinceridad-, reclama una posición de… excepcionalidad; como lo es cada ser en su modelo irrepetible. Y como tal, implica la certeza de sentirnos orientados, alertados, llamados a ser.


Disponernos en el servir, como muestra de que nos sirven… es una excelente actitud para que nos veamos, unos a otros, como… ansiosos de liberarnos de las puntuaciones, apostillas y determinismos… que nos codifican, nos clasifican y nos condenan.

 

 

Que la PIEDAD que se derrama sobre nosotros, nos permita generar bondades sobre los otros, con los otros.

 

 

***

miércoles

Lema Orante Semanal

 

NOS LLAMAN A ORAR DESDE LOS “SINFINES”

4 de julio de 2022

 

Nos llaman… hacia la Eternidad.

Y hacia ella nos llaman, con el ejercicio de la pulcritud, el testimonio de la claridad y la sincera intención solidaria.

¡Nos llaman!... hacia la Inmortalidad. Y con ella nos aderezan, necesariamente, con la entrega incondicional, con la fidelidad testimonial, con la admiración permanente.

 

Nos llaman hacia el Amar. Y con ello nos muestran la imagen del Océano de Amor… repleto de vida, de equilibrio, de armonía, de imprevistos…

 

Nos sugieren un amar sin… retroceso, con cumplimiento de promesas, con reservas para las dificultades.

Con disposición hacia la “aventura”, como el navegante…

 

Nos llaman hacia el hacer. Y nos piden que sea impecable, entregado y pulcro; con la consistencia de que lo realizado continuará sin trabas, aunque precise su revisión.

 

¡Nos llaman hacia la excepcionalidad!... Y especialmente ahora, en que se vislumbra la extinción, en que se evidencia el deterioro, en que se repiten las mismas propuestas…

Nos llaman a la excepcionalidad, para una creatividad renovada. Para una aplicación permanente de… detalles.

La excepcionalidad no admite imitaciones. Y está innatamente en cada ser, puesto que cada uno trae un mensaje, un código, un proyecto de hacer.

Y en el momento adecuado aparecerá esa llamada. Saberla distinguir y… no amedrentarse, no desautorizarse, asumir la grandeza de lo excepcional, sin protagonismo especial, sino con la ¡Fe!... y la ¡Esperanza! constante de que el Misterio Creador nos asiste. ¡No quiere para nosotros una vulgar presencia!

La evolución de la especie nos reclama excepcionalidades.

 

El vivir nos llama… Nos llaman al vivir, con las cántigas de… el humor, el ¡ánimo! y la transparencia; y sentirnos sublimes ignorantes, pero capaces de admirarse, de reconocerse en nuevos caminos…

Nos llaman a vivir “singularmente”… para que seamos admirables y admirados mutuamente, y establezcamos una convivencia de admiración, de respeto, de ¡ilusión!...; de emociones permanentes.

Nos llaman a ayudar… –en ese vivir- ¡ayudar a lo necesitado! A lo que precisamente… o para lo que precisamente estamos diseñados.

Y ahí debemos aportar nuestra presencia, nuestra sapiencia, nuestra sensibilidad, nuestra comprensión.

¡Nos llaman hacia el equilibrio y la armonía!, para que nuestras acciones no dañen colateralmente a nada ni a nadie. Seamos diversos, sí, pero no combatientes.

 

Nos llaman a creativizar, sí, a poner ese “detalle” a esa actuación diaria: desde el “buenos días” hasta el “buenas noches”. Un transcurrir de vigilia que tenga la sonrisa clara y transparente, la respuesta sin “peros”, el ánimo creciente y la queja ausente.

¡Nos llaman hacia la Fidelidad de lo Revelado!, ¡de lo que nos revelan!; de lo que nos revelan a cada uno, a través de nuestro transcurrir, para que seamos fieles devotos de esa revelación… y cumplamos con los dones que nos han donado.

Y, claro, sí, cuando nos llaman… es normal

Palabra terrible. Sí. Terrible, porque la vida no admite esa palabra: “normal”. ¿Qué es “normal”? Es la terrible palabra que ha inventado el ser humano para cosificar, dominar, controlar, manejar, manipular. Y una vez que ha hecho todo eso, eso que ha conseguido es lo “normal”.

La vida no es un acontecimiento “normal”. Hasta desde nuestra ignorancia en este lugar del Universo, nos damos cuenta de que es un acontecimiento ¡excepcional!, ¡extraordinario! ¿¡Cómo podemos convertirlo en ordinario y vulgar… y “normal”!?

 

Nos llaman a ser… a ser y estar, con la prudencia y el ¡entusiasmo! de la disposición “disponible”.

Y en esa Eternidad, nos disponemos “¡ad infinitum!”. ¡Sí!; puede sonar a muy rocambolesco o grandioso, ¡pero es que estamos en un Universo grandioso! ¡¡Habitamos en un lugar increíble!! ¡Pero el ser humano está empeñado en controlarlo, dominarlo y poseerlo… y asegurarse su parcela! ¡Y en el Infinito no hay parcelas! ¡En el Infinito no hay casas ni terrenos! ¡Hay disposición para el viaje, para el trance, para el éxtasis!

 

Para eso nos llama la Oración: para que abandonemos toda “normalidad”… y seamos la excepcionalidad. ¡Y nos demos cuenta de ella, no de cara al entorno, no!; ¡de cara a nosotros mismos en relación con lo Eterno!

 

Nos llaman hacia la comprensión, la flexibilidad, la condescendencia… Características de la vida que sabe adaptarse sin renuncia; aprender con valentía a ofrecer ¡siempre! –y vale la palabra, por lo infinito que supone- lo mejor. Lo que sentimos que es lo más virtuoso de nuestra estructura, de nuestros dones. Será la sonrisa, será la mirada, será el canto, será la habilidad, será la manualidad, será…

Cualquier punto es… fundamental.

¿Es que acaso no necesitamos de todos ellos…?

¿Es que acaso no precisamos de infinitos detalles para… sentirnos plenos, ¡¡sanos!!? Y no, como habitualmente, achacosos, incómodos, dolidos, preocupados…

Lo “normal”.

 

¡El ser humano no es una entidad normal! Es una entidad extraordinaria.

Y esto no significa que sea… bondadoso, generoso, vital. No. Pero significa que debe aspirar a ello porque está diseñado para eso.

Darse cuenta de la excepcionalidad que cada uno representa con respecto a otros. No como mejor ni como peor, sino como diferente. ¡Eso es creativo!... ¡Eso es ejercitante!... Eso nos promueve hacia nuevas y diferentes acciones.

 

Sí. La Llamada Orante nos hace estas consideraciones, porque el ser camina hacia una nueva esclavitud. Una esclavitud de impuestos, leyes, normas, costumbres… ¡horror! Producción, consumo, renta… ¡horror!

La nueva esclavitud: trabajar para pagar…; producir para rendir…

 

Y lo peor: que el ser lo asuma como “normal”. ¡Que ni siquiera tenga la rebeldía interna! Esa que asume la situación, pero que no la comparte. Esa que se ve esclavo, pero aspira a liberarse.

Y ¡no! La costumbre se hace ley –¡ay, la ley!, ¡la ley!-... Hasta se atreven a llamar “leyes de vida”. ¿Qué ley tiene la vida? ¿Dónde está? ¿Quién la ha escrito? ¿Ese escriba…? ¿Aquel gobernante…? ¿Aquel filósofo, aquel sabio, aquel místico… escribió la ley? Si fue así… es impresentable. La vida no precisa de leyes. Es más, no las tiene. Tiene ritmos, frecuencias, adaptaciones, cambios, evoluciones… Y a poco que veamos, y a poco que se haga, eso se puede observar.

Puedo permanecer una eternidad en un lugar, y ser eternamente cambiante.

 

Que nada ni nadie acalle mis voces libertarias. Las que se saben comprometer sin miedo. Las que asumen su transcurrir, con esperanza. Esa ritmología de la esperanza que espera, que sigue, que continúa, que anhela, que suspira… en ¡la Fe!, en saberse ¡iluminado! –sí, iluminado-… por el Misterio Creador. Y saberse y descubrirse cuando ¡nos ocultamos!… de esa iluminación –como nos recuerda el Paraíso, cuando toma la fruta prohibida y el ser se oculta-.

 

Así transcurre la Humanidad, hasta ahora: ocultándose de la iluminación; de la iluminación que le da diariamente el Ama-necer.

Y se oculta bajo el pretexto del miedo. ¡No! ¡El Misterio Creador no infunde miedo! Han sido los suplantadores, los que han creado la figura del “Dios” que nos castiga y nos persigue…

Ese no es el Misterio Creador. Ese es un ídolo de barro… que se deshace con las primeras lluvias.

 

Advertirse… advertirse continuadamente de que nos iluminan. ¡Es igual que cuando amanece! ¿¡Por qué creen que llega la luz!...?: para iluminarnos.

Pero no solamente para darnos la luz para que podamos ver. No. Para que podamos visualizar algo más que el ver.

 

Y el ser se esconde aprovechando la habilidad de su inteligencia. Y construye su hacer de hormiguero, de ¡repeticiones!

Y cosechando fracasos en la oscuridad, mientras le siguen iluminando para que no coseche fracasos, sino que acumule –¡sin poseer!- luminarias, luces de habilidades, de imaginaciones, ¡de nuevos poemas que aclaren el sentir!

 

Y darse cuenta… –¡ay!-… y darse cuenta –y es tan fácil, pero es tan olvidadizo…- y darse cuenta de que, en el “asegurarse”, en el buscar el acomodo, comodidad, ese bienestar y esa normalidad… darse cuenta –e insisto, no es difícil darse cuenta- de que aparecen momentos de desidia, de cansancio, de ¡abatimiento!…

¿Deberían estar? ¿O son productos de un transcurrir equivocado… gris… opaco…?

 

Nos llaman a orar diariamente para abrazarnos con la luz…; para hacernos luminarias conscientes.

Y la luz es clara. La luz nos aclara. ¡Y claros debemos ser! ¡Aclarados debemos mostrarnos!

Confianza debemos generar… La suficiente, al menos, para una mínima fidelidad.

 

Sí. Nos llaman a orar para iluminarnos. Nos llaman a orar para que… descubramos lo que está ahí, esperando a que lo veamos. Pero tenemos que tener la actitud y la disposición, el abandono del fundamentalismo…; ese fundamentalismo que estrecha, que cierra, que angustia, que ¡juzga!…

 

Nos llaman a orar desde los “sinfines”…

Para hacernos sentirnos infinitos.

Para que no decaigamos en nuestras posiciones virtuosas.

Para que seamos representaciones, en realizaciones, de lo Eterno.

Para que sigamos, amparados en las sorpresas que nos presenta la luz de cada día.

 

¡Ese es nuestro Auxilio!

 

Y al sentirlo, dejamos de confiar en nuestro intelecto, en nuestra razón, en nuestro capricho, en nuestra querencia… y nos abrimos a las claridades que nos ofrece permanentemente la Creación.

 

Nuestro auxilio es “el Nombre”. Nuestro Auxilio es ese Misterio Creador.

Cuando lo sustituimos, lo borramos, lo apartamos, y hacemos de nuestro auxilio nuestra razón, nuestra querencia… entramos en la negligencia; entramos en la esclavitud.

 

 

Y, bajo el Auxilio de “el Nombre”, nos atrevemos al mantra…

 

[1] “aAAAAAAAAAA…”

 

Nos llaman a meditar en nuestro hacer de cada día.

Nos llaman a contemplar nuestras acciones y las acciones del entorno.

Nos llaman a descubrir… nuestras auténticas atracciones: esas que son imprevistas; esas que nos pillan de sorpresa; esas que nos iluminan… y nos dan ¡alientos nuevos!

 

Nos llaman a no temer.

A habilitarnos para sortear las dificultades; las nuevas situaciones.

 

¡No suplantar esa Llamada, con la llamada de los impuestos, la llamada del trabajo, la llamada del sitio, del lugar!... No.

 

Escuchar la Llamada.

¡Escuchar!... el clamor con el que nos alumbran cada día… hacia una ¡Bondad Superior!

Sentirnos humildes servidores…

Pero servidores ¡elegidos! Sí. Elegidos por la Creación.

Y por ello, singulares y excepcionales. ¡Y necesarios!... para esgrimir nuevas dimensiones que, hoy por hoy, nos alejen de la esclavitud acrecentada.

 

Somos vida de liberación; no, vida de libertades: de esas que te dan y te quitan… otros como tú.

 

Si mi Auxilio es “el Nombre”, mis seguridades no sirven. “No sirven”.

Serán un cúmulo de contrariedades, de preocupaciones. Y no habrá aire para que la luz resplandezca.

 

Escuchar la llamada de la ¡luz!

 

 

 

                         

***



[1] Repetimos 15 veces, y va disminuyendo la intensidad hasta culminar.

martes

Lema Orante Semanal

 

EL MISTERIO CREADOR NO ES UN PODER. ES UN GENERADOR DE MISTERIOS

27 de junio de 2022


Y las sociedades humanas se han constituido de tal forma y manera que entre sus características está el tener… –sí, “tener”- tener una referencia divina, superior, trascendente… etc.

Fijémonos en que es algo que se gesta por la organización social, cultural, económica… No es algo que emane del ser –salvo excepciones- como parte de su naturaleza.

Claro está que el ser tiene esa instancia de consciencia de ser creado, de estar religado, ligado, conectado con el Misterio Creador. ¡Claro que está eso! Sin ello, no estaríamos en vida. “No estaríamos”.

Pero ocurre que… esa instancia está –por así decirlo- casi abolida, y ha sido progresivamente sustituida por tótems o figuras muy explicadas, muy redactadas, con preceptos, mandamientos, y toda minucia y detalle, desde… cómo vestirnos, cómo comer y comer…

Se van constituyendo esas ‘re-ligiones’ que interpretan lo divino; lo interpretan, lo estudian, lo traducen, como si fuera una materia más de investigación, de…

Y en base a ello establecen un programa, unos ritos, unas iniciaciones, unas estudiadas propuestas… que las muestran como emanadas del Misterio Creador, pero que en realidad están… –no hace falta investigar mucho- están propuestas por las diferentes sociedades que han ido gestando líderes… ascetas… peregrinos… brujos, chamanes, etc.; ese “etcétera” que trata de interpretar los aconteceres bajo una óptica de “el gran creador” que nos vigila, que nos cuida –bueno, según esté del humor-, nos premia…

En realidad, la consciencia primigenia de sentirnos filiados con el Misterio Creador, se convirtió en una faceta más del convivir diario. Estamos hablando de grandes proporciones. Un convivir diario en el que, ¡bueno!, serás –en nuestro entorno- bautizado, harás la primera comunión… y probablemente algún otro sacramento, como el matrimonio o el orden sacerdotal…

Todo está escrito –es curioso, ¿no?-: desde las tablas de la ley, hasta… la llegada al cementerio.

Y todo ese proceso humano se ha ido propagando, adiestrando, acostumbrando, repitiendo…

Y fíjense bien: como era típicamente humano, y como es típicamente humano, la humanidad se comporta, pues… de la manera en que ha sido educada: lo prioritario es ganar, tener, alcanzar, lograr, poseer… Todo esto, entre medias de alguna plegaria y… algún enfado por lo que no ha salido bien.

 

Así que… la comunidad humana tiene vivencias, consciencias y referencias de algo que ella misma ha ido gestando, en virtud de la necesidad de un orden social, cultural, político, económico, religioso…

Pero, todo ello, no se corresponde con esa instancia primigenia de nuestra referencia en el Misterio creador.

 

En la medida en que nos damos cuenta de ese acondicionamiento, que nos lleva… –por supuesto- a las normas sociales, a lo bueno, a lo malo, a la ética, a la estética, todo ello en el nombre de la Creación, de Dios o de… –depende ya del tipo de creyente-…

 

En consecuencia, la Llamada Orante nos hace una llamada para “desparasitarnos” de unas creencias estructuradas, calculadas, diseñadas y establecidas por el hombre, que no son las que se corresponden con las vivencias del ser en torno al Misterio Creador.

 

El Misterio Creador, desde su Misterio…, no se estructura. No tiene escalafón. Carece de reglas, de normas…

 

Y, como bien se puede ver, las leyes-normas que otros han usurpado, que han “parasitado” lo auténtico, han “creado” –entre comillas “crear”-… han creado una comunidad de vida, violenta, prejuiciosa, envidiosa, ‘inconviviente’, en permanente enfrentamiento, insolidaria.

Si por algún momento esas leyes divinas hubieran estado filiadas con el Misterio Creador, evidentemente nuestra evolución como especie no hubiera sido ésta: esta que tenemos ahora; esta que vivimos ahora; esta que nos amenaza continuamente, entre nosotros mismos, con leyes, normas, costumbres, castigos, ¿premios…?

Una sociedad… o sociedades que se dicen “creyentes”, y están pendientes de sus ganancias, de sus pérdidas, de sus impuestos, de sus inspecciones, de sus revisiones, de sus caducidades, de…

¡Horror!...

Eso no emana de lo Divino.

 

 

El Misterio Creador, desde… tooodas las partes…

Porque no está situado allí en el cielo, ¿verdad? No está sentado en un trono. Todo esto son modelos que se han ido creando, antropomórficos, que en principio podrían valer –“podrían valer”- para aprender y educar, pero luego se instauran como verdaderos patrones existenciales.

 

Y aparecen infiernos, y aparecen purgatorios, y aparecen cielos… y autores que revelan que han sido iniciados en esas percepciones, visiones…

Y lo que realmente vemos en todo ello es un escalafón humano que, en definitiva, se referencia con el Poder.

Y ése es el punto en el que inciden todos los organigramas sociales: “el gran poder de Dios”.

¡Por favor!... El Misterio Creador no es un poder.

Es un generador de… misterios –entre ellos, la vida-. Es un cuidador de desarrollos, de procesos. No sabemos cómo, de qué forma y de qué manera. Y, en principio, no es de nuestra esfera.

Es como una criatura recién nacida, que se pregunte por las cualidades de su padre, de su madre o del que tenga cerca que le hable. No... no está en esa perspectiva. Come, duerme y evacúa. Es… ¡es un tubo!... que se va complejizando.

 

Extrapolando esa idea en el infinito Universo… tenemos que desposeer de cualidades humanas al Misterio Creador. ¡Él no es poder! ¡Él no ejerce su poder! Él extiende su Creación. Él la dota de recursos. Él interviene permanentemente, y deja sus huellas entre casualidades, suertes, coincidencias, imprevistos e inesperados.

 

Él –por seguir todavía con esta denominación- nos ha gestado un Universo –donde habitamos- ‘im-presionante’.

Y fuera del que habitamos, lo que podemos intuir es: “excepcional”, “extraordinario”… Se nos acaban las palabras.

Cualquier atributo de nuestras palabras humanas, que le pongamos al Misterio Creador, es… no solamente una ofensa, sino que es un despropósito.

 

Por eso, cuando nos llama a orar, nos ilustra sobre aspectos que nos pueden –y de hecho es así- ayudar a cambiar nuestra perspectiva y nuestra visión de lo que es vivir, de lo que supone convivir, de cómo asumir el sentir… y de qué manera descubrir su presencia en nuestro diario acontecer.

 

 

La vivencia-experiencia de sentirnos atraídos por sonidos, formas, colores…

La atracción que podamos experimentar hacia seres constituidos, y hacia los de nuestra propia especie, eso nos debería dar una pista, ¿verdad? Más que una pista, es un gran lugar de aterrizaje.

Porque, a poco que nos demos cuenta de nuestras atracciones, de que nos sentimos atraídos por el mar, por el calor, por el frío, por la humedad, por los grillos, por las mariposas, por la montaña, por el valle, por…

Estamos en una permanente atracción.

Y gracias a esa atracción es que transcurrimos en nuestra vida.

¿Hay algún lugar en nuestro cuerpo, que se encargue de las atracciones…? –desde el punto de vista material, claro-.

No lo encontraremos.

Porque no se condensa de manera palpable.

Se expresa de manera atractiva –“atractiva”: que nos atrae-.

En definitiva –sin ser ningún final-, nuestro sentir, que es un despertar a una atracción, es la atracción que ejerce el Misterio Creador sobre nosotros.

Porque somos en Él, estamos en Él… y somos su expresión -como otras criaturas-.

 

Sea cual sea la posición que adoptemos, nos sentimos atraídos por esa posición. Y así vemos cómo cada ser tiene diferentes atracciones.

Es una muestra de la Infinita Presencia.

 

Y esa atracción… ¿qué genera en nuestra consciencia sensitiva?

Genera gusto, complacencia, alegría…

Genera un estado de mantener, de cuidar y conservar esa atracción. Que luego vemos que son ¡muchas! Que no se reducen a un elemento, a una persona o a una situación, sino a multitud de detalles.

En todos esos detalles “atractivos”… se nos refleja el Misterio Creador.

 

Evidentemente, esto nos quita un cierto… –bueno, “un cierto”…- un total protagonismo.

 

Pero… es que nunca hemos sido protagonistas. Nos hemos embaucado, como humanidad virtual, en ese dicho de “el libre albedrío”; en ese lecho que nos permite ser ¡crueles!, que nos permite cualquier tipo de barbarie. Como somos “libres”…

¡Qué forma de interpretar la libertad!

 

Si me considero un ser de expresión de un Misterio Creador… y, en consecuencia, me siento ligado, atraído por él en sus infinitas manifestaciones, no preciso de libertades, de logros ni de alcances.

Y al decir “no preciso”, se entiende que no es mi prioridad.

Evidentemente, sí, buscaré el pozo que me dé el agua… y buscaré el fruto que me alimente. Pero cada vez que encuentre el manantial, cada vez que, atraído por el hambre, encuentre el fruto, el tubérculo o las hojas para comer, veré, en ese acontecer, la expresión que… enamoradamente… me muestra el Misterio Creador.

¡Sí! Si tuviéramos que buscar alguna palabra, tendríamos que decir que ese Misterio Creador está profundamente enamorado de la vida. ¡Intensamente y específicamente!, de cada ser. Es un misterio, claro, sí. Pero eso se siente cuando uno consiente que la referencia del estar, del ser, del transcurrir, es ese Misterio.

Cuando soy capaz de ver, en la cara, en el sonido, en las muestras de otro, la presencia del Misterio, que me atrae a través de otros.


 

EnnnnnnnMiiiiiiiiiiii…

 

 

 

 

***