sábado

Lema Orante Semanal

HUMILDE, PEREGRINO Y SERVIDOR

3 de agosto de 2020

 

Y… apareciera –y así sucede con frecuencia, con mucha frecuencia- el arrebato del ser, cuando los aconteceres no son de su agrado, no son de su exactitud. De inmediato la rebelión, la incomodidad, el autocastigo o… algún otro culpable…

Decía un refrán que “nunca llueve a gusto de todos”, y otro –también-, que “el hombre propone y Dios dispone”.

Y sucede que el ser calcula por sí mismo y –por supuesto- calcula por lo que piensan los otros, sin darse cuenta a veces de que los otros también piensan que… lo que piensan ellos –los otros- influye, y piensan ellos –los otros- lo que tú piensas. En resumen: pensar por los demás. Y ocurre que a “los demás” también les ocurre algo parecido. Así que estamos inmersos en una comunión de intereses “privados” –vamos a llamarlos así- en los que difícil es compartir, congeniar.

Sí, porque siempre se le encontrará un defecto. Y hagas lo que hagas… el error estará por ahí rondando. Muy mal planteamiento.

Así nos reclama la Llamada Orante. Sí. “Muy mal”, en el sentido de fuera de contexto orante y fuera de comunión trascendente. Puesto que partir de esa base es erigirse en protagonista absoluto de cualquier realidad y esgrimir la incomodidad permanente, además de generalizar y no saber ‘excepcionalizar’ el momento, los momentos.

Y sí: es cierto, bajo esos criterios, que el ser humano tiene una capacidad insólita –sin duda por la cultura recibida a lo largo del tiempo- de estropear cualquier cosa. Es fantástico. No creo que exista otro ser vivo capaz de estropear cualquier cosa. Mejorar cualquier cosa ya es otra cosa. Eso es diferente. No entra en este criterio. Pero ¿estropear cualquier cosa? Tiene una capacidad destructora nuestra especie, de demolición, insondable.

Con razón algunos piensan en el demonio. No es para menos. “No es para menos”.

Pero ¿eso es propio de nuestra naturaleza? Decididamente NO. Eso ha sido un acopio de egolatrías e idolatrías, de partidismos, de sectorismos, de intereses, de prejuicios, de ganancias, de racismos, de egoísmos… acumulados de generación en generación –“acumulados de generación en generación”-, estableciendo sus privados criterios y conceptos –incompatibles, inconvivibles, impresentables- que hacen evidentemente, de nuestra especie, en este planeta, un desolador panorama.

¡Sí! Claro que existen acciones bondadosas, ¡por supuesto! Mas la Llamada Orante nos conmina a darnos cuenta de la labor de continua confrontación del ser, con todo lo demás y con todo lo que le rodea.

Basta con que alguien dijera, por ejemplo: “¡Ay, la Mancha! ¡Qué paisaje!”.

Seguro que alguien al lado diría: “Si tuviera el mar… ganaría mucho”.

Y ya ha ejecutado a los hermanos Machado, toda la poesía… Ejecutado. Ya… ya no suspiras en la Mancha, no.

Y de la misma forma, si estás en la playa y dices:

.- ¡Hay que ver, el mar, qué impresionante es!

.- ¿Sabes? Sí, pero yo echo de menos un poquito el desierto; porque estás ahí solo, no el bullicio de los bañistas y el corretear de los niños. ¡Eso resulta incómodo! Pero bueno, por lo demás, sí, se está bien.

O sea, es suficiente un venenillo letal, suave, para arruinar un día de playa. Y dicen:

.- ¿Y cuántos días tenías de playa?

.- Uno. Ese nada más.

.- ¡Ah!

 

Pero, sin duda, no cabría decir que la culpa es de la compañía y de la opinión de éste o de aquél. No, no. Es que eso ocurre en permanente actividad. Y salvo contadas excepciones en las que se comparte una misma situación, en el resto es desfase, desilusión, desagrado, incomodidad…

 

El hombre, como especie en su evolución, sigue mutilando perspectivas, sigue recortando y cortando inspiraciones…; poda los retoños, mutila las ramas que le incomodan, a destiempo. Y a destiempo se… egolatra con sus logros o sus sacrificios.

 

¿Se podrá ver alguna vez las estrellas, sin compararlas con otro día de estrellas?

Porque, ¡claro!, dices:

.- ¡Huy! ¡Qué noche estrellada tan bonita!

Y dice:

.- No creas. En Arizona, el cielo es mucho más claro.

.- ¿En Arizona? Ya… ¡Qué suerte que tú has estado en Arizona! En Tucson, por ejemplo, ¿no?

.- Sí, en Tucson.

.- ¡Ah!

.- ¿Y qué te parece este amanecer? ¿Te parece espléndido, brillante, vibrante… y a la vez sereno…?

.- Mucha luz, ¡mucha! A mí, tanta luz… me deslumbra, ¿eh?, me deslumbra. Si el sol estuviera un poquito más opaco… ¿verdad?

 

¡Pero esto es verdad!...

Y así sucesivamente cuando hace calor, frío… ¡da igual!

Decía un dicho popular: “¡Qué difícil es conformarse!”.

Y es un conformarse –bajo el Sentido Orante- de configurarse en todo lo que nos rodea; por supuesto, incluidos los de nuestra especie.

“Tener un buen conformar”. “Buen”. Una bondadosa conformidad. Y eso no nos quita vigor en nuestras opiniones, criterios, en nuestras opciones… Pero, al tener un buen conformar, sabremos adaptarnos “complacientemente”.

Y ese “adaptarse complacientemente” no significa renunciar. Significa dejar de obsesionarse con imponer, mandar… y dejar de desesperarse ante la evolución de los aconteceres.

Saber ver lo imprevisto, lo inesperado, lo sorprendente, la suerte…

Y sobre todo –en ese “saber tener un buen conformar”- apreciar lo que está, lo que llega, lo que nos adorna.

 

Saberse peregrino… humilde y sirviente.

Dejar la corona del reinado del príncipe y del heredero del sol, a las arenas que el desierto pulverice.

Si peregrinos y humildes sirvientes somos en nuestro estar, en nuestro ser, en nuestro hacer, será más –simplemente más- fácil sintonizar, comprender, equilibrar, sorprender, aprender…

 

Humilde, porque la grandeza de lo que nos rodea nos obliga. Es fácil.

Peregrino, porque evidentemente nos llevan. Es evidente.

Y servidor, porque hemos venido, hemos llegado a este lugar del Universo a cumplir un cometido en base a unos talentos, a una situación, a una necesidad.

En consecuencia, “un humilde peregrino servidor” no debe resultar ser una asignatura de estudio, de preparación, de años de prácticas… Basta simplemente recordar “en punto”.

.- ¿Recordar “en punto”?

Sí. Como hemos dicho:

Humilde, inevitable. Mira alrededor y… agacha la cabeza.

¿Peregrino? ¡Pues ya ves! ¿Qué haces tú para mover la tierra, el planeta, la luminosidad del sol..? ¡Nada! En todo caso estropearlo, lo cual no es ningún éxito.

¿Y sabes en qué sirves? Sabes que sirves para laborar con las manos, para cantar, para arreglar, para estudiar, para…. ¡Hay millones de acciones en las que cada ser encuentra su cobijo porque es su servicial deber, que le congratula y que se confabula en su beneficio. Y en el beneficio de los demás.

Entonces, tener memoria “en punto” es tener ese trío de palabras ahí, ¡en punto! Ni acordarte tarde, ni que se olvide pronto; porque entre medias… saltará el tigre de la importancia personal, de lo injusto del resultado o de lo inapropiado de… y etc., etc., etc.

 

Como aditamento de elegancia, de ética –o de estética, si lo prefieren- las GRACIAS nunca sobran –salvo cuando se vuelven zalameras e interesadas, ¡claro!-.

También es cierto que, en determinadas circunstancias, las gracias son absolutamente insuficientes, porque entramos en otros niveles de percepción, de sensación, de emoción… Pero, en ese “estar” cotidiano en el que nos encauzamos en el servicio, en la humildad y en el peregrinaje, el detalle de las gracias es como… asumir y darse cuenta de los medios, recursos, etc., que evidentemente se tienen, no por la gracia de uno sino porque ha habido una serie de circunstancias, hechos, aconteceres… que han posibilitado nacer aquí, allí o allá, y tener este o aquel recurso…

 

En esa medida de GRACIAS, además de sentirse agraciado podemos contemplar las gracias de otros.

Y si somos capaces de congeniarlas, indudablemente estaremos “llenos de Gracia”.

 

 

 

 

***


viernes

Lema Orante Semanal


EL SER HUMANO ES UN PEREGRINO DE UNIVERSOS
27 de julio de 2020

En la medida en que la especie humanidad se establece, controla y domina a su entorno, va adquiriendo costumbres…, va desarrollando rutinas… va buscando seguridades.
Su sedentarismo le lleva a… el acopio, en mayor o menor medida. Por ello también debe guardar su estancia. En consecuencia, se hace desconfiado. Se empodera de su lugar y establece defensas o ataques para lograr lo que precise.
Al contemplar este cortísimo y brevísimo panorama, en un tiempo que cósmicamente es casi inexistente o despreciable –despreciable en el sentido de demasiado corto, que parece no influir en el resto de los tiempos-, pues pareciera que la especie ya ha culminado su evolución.
Sí, se recrea y mejora y “perfecciona” –entre comillas- lo que ya tiene y como lo tiene, pero pareciera que ha llegado a un tope. “Tope”, obviamente impuesto por él mismo, por su estilo de vivir.

Ante esta situación, la Llamada Orante nos reclama el que nos demos cuenta y respondamos, cada uno con su respuesta, a propósito de si ha… o se siente ya cumplido, culminado; que ya ha llegado a su máximo. Esto pensando en que somos curvas de Gauss, que llegamos al máximo y luego decrecemos.
O, por el contrario –que es el Llamado Orante: reclama y llama a la vez-, podemos apercibir que, como mínimo, aún quedan procesos por realizar; aún se pueden sentir ecos de novedad.

Pareciera que cuando nos aproximamos a diferentes áreas de la actividad humana, éstas estuvieran ya repletas, rebosantes. Obviamente, en los círculos en donde se está con preponderancia; en otros se aspira a llegar a esa preponderancia.
Los millones de analfabetos aspiran a leer y escribir, por ejemplo, pero no aspiran a la clarividencia, a la intuición o a la actitud visionaria…
Es decir que otra característica es que pareciera que el camino ya está marcado. Y al estar marcado, sólo queda ‘rutinizar’, repetir…
El continuismo de cada repetición supone un pequeño deterioro en el transcurrir. Es como decir: “¡Ay!, como mi abuela, nadie hacía los buñuelos”. Y han pasado dos generaciones y: “Como mi abuela, nadie hacía los buñuelos”.
Se van perdiendo características de la abuela buñuelera. Y finalmente –por ponerle un final- el biznieto hace pastiche de buñuelos. Difícil de mantener la misma senda.
Es decir que al repetir y repetir, se ve que la costumbre, la continuidad, la rutina, la repetición, hace que cualquier proceso –los buñuelos incluidos- vaya perdiendo su naturaleza.
Así que fijémonos en algo muy llamativo: se trata de hacer y de repetir y repetir lo teóricamente mejor o lo que uno cree que es más adecuado, pero que ya se ha hecho. Ni qué decir tiene que, como dice el refrán, “segundos platos nunca son los mejores”.
Y así, poco a poco se va degradando lo que en su origen aspiraba a ser una cúspide, y se va convirtiendo en una apariencia.
A la vez, a la vez… tratando y actuando para mantener lo que se tiene, lo que se siente, lo que se piensa, el sujeto repite una y otra vez: “Yo soy así, éste es mi carácter, ésta es mi forma, ésta es mi manera”…
Y además de parecerse a su padre, a su madre, a su abuelo –no sólo genéticamente sino conceptualmente-, trata de mantener sus propios logros; con lo cual establece dos rutinas o costumbres: la que trata de mantener –por herencia, tradición- modos y costumbres, y la que precisa desarrollar para tener su seguridad.
Y ¡claro!, aquí podemos –con esta simplicidad- ver o preguntarnos:
¿Y dónde está lo original? ¿Cuál es el aporte evolutivo, novedoso, distinto? ¿O realmente no lo hay, porque todo lo ocupa el continuismo de lo que pasó y el mantenimiento de lo que se tiene?

Se supone, bajo el criterio creacionista, que cada ser vivo, que cada ser de humanidad trae un código diferente y, en consecuencia, una información y una capacitación distinta que aportar ante las necesidades de la evolución de las especies, y de ésta en concreto: la humana.
Y sí podemos ampararnos en decir que los cambios y las transformaciones necesitan cientos, millones, ¡miles de años!…
Está bien, está bien. Pero fijarse en algo significativo: si se hace esta pregunta, esta llamada-reclamo orante, es porque se echan en falta las suficientes novedades que impliquen una evolución, que impliquen una novedad, que impliquen una creatividad, que se hagan eco del viaje –porque estamos de viaje-. Y aunque parcialmente, en la infinitud –¡infinitud!- de nuestra consciencia –podríamos decir “en la pequeñez de nuestra consciencia”- estemos ‘sedentarizados’, el Universo no lo está. Y pertenecemos a ese Universo.
La consciencia ‘nomádica’ universal del ser, le debe hacer recapacitar a propósito de sus pertenencias, de sus posesiones, de su carácter, de sus manías… Y al saberse un peregrino de la Creación, es inevitable –puesto que ya lo ha vivido y lo está repitiendo demasiado- adaptarse a las nuevas condiciones.
Y para ello tiene que ‘creativizarse’.
Y se dirá: “Bueno, es que ya se han producido muchos cambios, y las personas se han adaptado”
¡Ah!, ¿sí? ¿Cuáles cambios?
Veamos. Cuando el ser se empeña –por su capacitación- en controlar, dominar, poseer, guardar, reservar… y eso lo hace generación tras generación, sí, modifica la valla eléctrica, modifica el sistema de disparo, mejora la capacidad comunicativa de los medios… Sí. Todo eso sí. Pero todo eso está circunscrito a lo mismo: al Poder.

Y esa repetitiva circulación en torno a un sentido poderoso que repite y repite para hacerse más contundente, parece que está acercándose a su propia… destrucción.

Es obvio que surja: “Bueno, pero es… inevitable. Y el camino que se ha tomado debe culminar con un holocausto global”.
Bajo el sistema de pensamiento de poderes, sí, es cierto. Es la mejor forma de terminar. Y sí: el poder se logra, se alcanza y luego… se hereda, se transmite, se suplanta por otros poderes, y así sucesivamente. Pero tiene fijado el final. Tiene estandarizado terminar. Y eso lo establece como ley de vida.

No es eso lo que nos muestra el Sentido Orante. El Sentido Orante nos muestra al humano como un peregrino de Universos; ¡que él mismo ha descubierto que se mueve, que lo mueven! Y que pequeños y significativos cambios del entorno anuncian… no el final, sino que anuncian mutaciones, anuncian revoluciones, anuncian imprescindibles cambios… de posiciones, de pensamientos, de actitudes.

El Universo, en su eternidad, sólo transmite eternidades.
Es eterno. Y en su –imposible medirla- expansión, nos muestra la necesidad de recuperar ese nomadismo de Universo que nos hace diariamente nuevos, que nos brinda la oportunidad de gestarnos de otra manera que no sea repetir y repetir y repetir. Para luego emplear esa repetición para decir: “¿Ves? Las cosas son así y así y así”.
Claro, bajo las condiciones y bajo las referencias de logro, alcanzar, poder, control, manejo, etc., sí, efectivamente las cosas son así. Su sedentarismo ‘posesionista’ no le permite ver otra cosa.
Pero el Sentido Orante llama a ese ser a amplificar su capacidad de percepción. Le llama a dejar de ser, cada día, lo que es, para ser una novedad que se gesta continuamente.

Esto, sin duda –o esta postura- genera incomodidades en lo establecido; para lo establecido, y para el que se mueve en el terreno de un peregrino de Universo.

Pero fijémonos en algo significativo: cuando la consciencia del ser es de peregrinar en el Universo, y en consecuencia ‘creativizarse’ continuamente, no supone un peligro para lo establecido; porque no es un poder el que lo mueve, es una creencia, una sensación, una emoción, un sueño, una fantasía, un amor… el que le proyecta.
El repetitivo afán de “los establecidos” no se ve conmovido; incómodo, por momentos, pero… ¿conmovido? Lo tiene todo ya ganado y perdido a la vez.
Por tanto, al declararse el ser un peregrino de Universo y ser una creativización permanente, respetando sin duda el gran poder que el ser humano ha adquirido para su propia especie y contra las demás –“contra las demás”-, quizás en ese momento de creativización se valora en exceso el empuje de la costumbre, de la norma, de la imposición. Y el ser no se da cuenta de que el que [1]‘normatiza’ y el que impone está arraigado, y el peregrino de Universo está volando.

Sí, tratará en alguna medida de traer hacia su control… ese vuelo. Pero también… –seguro como está de su posesión-… no le prestará excesiva atención. Tiene mucho de qué preocuparse para conservar sus seguridades, sus pensiones, sus ganancias, sus tradiciones.
Y como el objetivo del peregrino de Universo no es “este mundo”, sino los mundos que vienen, los que están ya y en los que tenemos que participar… no tienen que temer ni unos ni otros: ni los que se han quedado en el ejercicio del poder y el control, ni los que han decidido coger y amplificar su consciencia para ¡beber de los vientos de la Creación!
Unos culminarán sus trayectos en cementerios y a recrear la materia viviente subterránea…
Y otros… se harán fusión con los vientos. Se harán alimento intangible. Se harán suspiros eternos…

ANAANNMMMMAAAAAAAMMMMM




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 [1] “El que pone normas”, interpreto

jueves

Lema Orante Semanal


DETALLES
20 de julio de 2020

Observando con nuestro pequeño prisma de la curiosidad, la investigación… nos damos cuenta de que evolutiva o no evolutivamente –que haya opinión amplia para todos-, los cambios significativos ocurren tras una infinitud… –por extenderla en el tiempo- infinitud de pequeños detalles.
Sí. Si observamos los detalles que tuvieron las primitivas algas hasta llegar a ser toda esta biodiversidad que nos rodea, han pasado cientos de miles de millones de años. Pero han sido detalles: que si ahora el Oxígeno, que si antes el CO2, pero luego lo cambio, ahora no, ahora busco alianzas con otras, y entonces nos hacemos y nos volvemos…
Bueno, no es difícil, hoy, leer lo que se ha investigado. Aunque volvemos a advertir que puede ser una visión muy estereotipada e incluso falsa. Incluso. Pero es la versión que tenemos. Verán. Cuando –lo saben- en el organismo falta una pequeña, pequeñísima sustancia como un enzima –algo que está encima de algo, ¿vale?; pero pequeñísimo, una cosa insignificante-, pues cuando falta eso –porque en el desarrollo embriológico no se ha producido, por X factores-, puede producir un cambio espectacular en el sujeto: puede ser que no crezca, puede ser que no desarrolle su inteligencia, puede ser que desarrolle enfermedades tempranamente y puede ser que vea muy limitada su vida.
.- ¿Y todo por ese pequeñísimo enzima?
.- Sí.
.- Un detalle, ¿no?
.- Era un detalle, sí.
Podemos describir un número casi ilimitado de detalles que constituyen un salto, no decimos que a favor ni en contra, pero un salto en la actitud, en la sensibilidad.
.- Y ha sido un detalle. ¡Umm! Curioso.
Pero luego resulta que cuando observamos –ya desde el punto de vista general- a ese ser humano, con cabeza, tronco, extremidades –o sea, completo-; con enzimas, con debajos, con todo, los detalles como que…
¡Sí! Sigue habiendo detalles, claro, pero no aparecen como colaborantes para una evolución, sino que aparecen como decepcionantes para un deterioro.
.- ¡Ah!
Es la resultante –ahí sí se puede decir- de la evolución del comportamiento de la especie, en su cultura, en su educación, en sus relaciones, en sus concepciones de las cosas. Y si bien un detalle hizo que se descubriera la penicilina… Y no fue Fleming precisamente, antes lo había hecho otro, pero como no tenía el rango no valió. Bueno, pero “un detalle”.
Pero si miráramos globalmente la historia contemporánea, los detalles del comportamiento del ser han sido, en general, hacia su deterioro. Y pocos han sido hacia su crecimiento, evolución…
A veces –piensen un instante en esto que vamos a decir, para quien pueda interesar-, a veces contemplas, ¿no? Contemplas ¡sin querer! Al decir “sin querer” queremos decir sin ponerte a meditar y a contemplar; no, contemplas lo que transcurre y lo que ocurre, ¡y te llevas unas sorpresas!…
Claro, luego es muy difícil –por no decir imposible- verificar con las personas y decir:
.- Oye, y este detalle ¿qué significa?
.- ¡Nooooo! Eso es que tú ves pajaritos embarazados.
.-¡Ah! Es verdad, que ponen huevos. Es verdad.

Sí. Sin pretenderlo, con la actitud contemplativa, descubrimos elementos que no podíamos concebir inicialmente que ocurrieran. Además, son a veces tan cercanos que, evidentemente, como suele ocurrir en esos casos, pues… “No tiene importancia, no pasa nada”. Y así vamos acumulando detalles corrosivos, detalles residuales, detalles que estropean ideales, proyectos… Por lo menos los cimbrean –depende ya de lo fuertes que sean esos proyectos, esos ideales, esas fantasías-.
Y todo esto nos lo brinda… –es algo sabido todo esto; no descubrimos aparentemente nada- nos lo brinda la Oración de hoy, como… como “hablando consigo misma”.
.- ¿La Oración, hablando consigo misma? ¿Así?
Pero se la escucha. O sea, se la puede oír, mejor dicho. Otra cosa es escucharla.
Y nos expresa que probablemente, probablemente –claro, desde el punto de vista del escuchante-, probablemente, si se tuviera el detalle –detalle, ¿eh?- de dejarse escuchar, de dejarse llevar, de dejarse –¡es un momentito!-… impregnar por quien llama –por quien llama: Llamada Orante-, quizás nuestra actitud, nuestra posición… podría incluso dar un vuelco.
.- ¿Un vuelco? ¿Tanto?
Sí. Pero no se pretende tal cosa. Pero incluso podría dar un vuelco a nuestra posición de actuación de vida, de disposición incluso.
Al decir “un vuelco” no queremos decir que sea positivo o negativo. La oración no entiende de eso. Al decir “no entiende” es decir que está en otro nivel. Después, para la persona puede ser negativo, y darle un vuelco hacia algo que no esperaba y que luego no le gusta o, al revés, darle un vuelco hacia algo que no esperaba y que le resulta novedoso.
Pero lo importante, en cualquiera de los casos –porque hay una infinidad entre medias-, es que ha sido “un detalle”; ha sido un detalle de esa Llamada Orante, el que ha propiciado un mecanismo de reflexión, de comparación, de…  

Decía un sabio: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo” –refiriéndose a la palanca-. Y tenía razón: un punto; ¡un punto de apoyo!
.- ¿Un punto?
Sí. Igual podría decir un acupuntor: “Dadme un punto adecuado y veréis cómo las cosas pueden cambiar increíblemente”.
.- ¿Uno solo?
.- ¡Uno solo!
Claro, hay que creerlo. Es un detalle. “Un detalle”.
Así que resulta que hace falta una dosis de creencia.
.- ¡Ah!, entonces no es intravenoso.
.- No, no, no. Entra por otra vía.

El detalle del creyente es ese posicionamiento de saber que orar es el alimento. Sí. Es el sustento. Porque es el recurso… –habrá otros, por supuesto; el Misterio Creador no se agota-. Pero, dentro de nuestra pequeñez, es el recurso que nos permite sintonizarnos con la Creación y dar a nuestra vida una actitud creativa, clara.
“Clara”: sin medias, cuartas, mitad de cuarto… y cuarto y mitad de verdades.
Sí. Si nuestra creencia se aviva orando y nos sentimos inmersos en una Creación, a sabiendas de que nos cuidan, a sabiendas de que nos colocan en las mejores posiciones para rendir con nuestras mejores capacidades –¡que nos han dado!-, entonces, cualquier detalle –si estoy con ese basamento-… cualquier detalle tengo que incorporarlo, porque alimenta. Y al incorporarlo, me gustará más, me gustará menos… ya vendrán mis miserias.
.- ¿Miserias?
Sí: “miserias”. Cada vez que una persona recoge un detalle orante –si es creyente-y le gusta o no le gusta lo que escucha –sobre todo si no le gusta-, está sometiendo a lo Creador a las miserias de sus gustos. Sí: a ese cúmulo de residuos que se van dejando y se van dejando, y que no se van aclarando. Porque residuos va a haber, pero los puedo aclarar, ¿verdad? Pero se va dejando, se va dejando…
Copa a copa, el señor se va alcoholizando. Y lo va dejando y lo va dejando… Quiero decir, que piensa en dejarlo algún día, pero no lo deja: “lo va dejando, lo va dejando”. Y eso le va minando, le va minando. Y un día tiene un despiste y se cae, otro día tiene un inconveniente y choca… ¡Cosas!
.- Mala suerte, ¿verdad?
¡Noooo, por favor! Respeten la suerte. Eso no ha sido “mala suerte”, eso ha sido un acúmulo y cúmulo progresivo de residuos que han culminado bloqueando y obstaculizando la capacidad cognitiva del ser.
¿Alguna vez habrá que ponerse serios? O no. ¡Total!, ¡para qué!, ¿no?
Pero detalle a detalle, las historias personales van viajando y se van haciendo grandes residuos argumentales, que cualquier cosa que cae en su esfera es como un agujero negro: lo engulle, lo exagera, lo dramatiza, lo aterroriza…
Pero es un detalle… sin importancia.
Es evidente que todos ustedes saben que, en base a los detalles sin importancia… –tampoco hay que ponerse así, ¿no?-, cremaron, es decir quemaron, y no por el Covid sino por ser judíos, a seis millones. Ustedes no… seguramente no los han contado, ¿verdad? ¡Bueno!, pues a lo mejor fueron 5.320.000 –siguiendo las tónicas del gobierno-. ¡Los quemaron! Pero los quemaron hasta matarlos.
.- ¿Ah, sí?
Sí. También aniquilaron a cientos de miles de gitanos, cientos de miles de cristianos… es decir, que fue una máquina muy experta en aniquilación.
Esto fue apenas hace un rato, en 1940 y algo. Hace un momento. Se suponía que después de todo aquel… bueno, todo iba a ir mucho mejor. “Se suponía”.
 A “pequeños detalles” se repartieron el mundo.
.- Oye, ¿y por qué el detalle de los judíos y los gitanos?
.- ¡Ya ves!…
Y es curioso, porque hay una historia –probablemente cierta- de que Adolf Hitler se planteó considerar a los gitanos como una raza distinta, no como para quemarla sino para cuidarla. Fue un trastorno mental transitorio, claro. Rápidamente vio algún detalle ahí, algún cante, alguna cosa que no le gustó y dijo: ¡Nada! Estos también a la hoguera.
Luego vinieron más guerras y más guerras, y más matanzas y más matanzas, y más muros y más muros, y más hambre y más enfermedad… Pequeños detalles de síndrome de inmunodeficiencia, pequeños detalles de Alzheimer, pequeños detalles cardíacos, pequeños detalles tumorales sin importancia… ¡Cosas propias de la especie!.
.- ¡Ah!, ¿sí?
Sí. Pero ya los hemos asimilado. Hemos creado centros para el tratamiento, el cuidado y… paliativos. ¡Eso! Bonita palabra: “paliativos”. “Pali-ativos”. No se sabe si es que te van a dar palos activos o te van a… eso, a quemar vivo, pero dormido.
.- ¡Ahhh! Claro, es muy diferente eso. No te das cuenta.
No, no te das cuenta. Te han dormido. Te pueden quemar o hacer lo que sea.

Sí. Quizás estamos exagerando. Seguramente.
Detalle a detalle, poquito a poquito… se ha gestado una civilización que, detalle a detalle, poquito a poquito, tiene una internet oscura donde usted puede alquilar un matón para aniquilar a alguien, donde usted puede encontrar atractivas posibilidades pedófilas… ¡Está ahí! No se cierra, no se persigue… Se avisa de que es oscura, eso sí.
Es un ejemplo tonto. ¡¿Cuántos ejemplos tontos de detalles más podemos añadir?!
En ese monólogo orante que se ha gestado hoy, se establece: “Bueno, y en mi creencia, ¿soy una excepción?” –se pregunta el ser-. Puede ser que diga que sí: “Soy una excepción y yo no estoy en nada de eso. En nada de nada de nada de nada de eso. Y soy un espíritu… puro o casi puro”.
Puede ser. Cierto.
Pero puede ser también –y probablemente sea- que la mayoría diga: “Pues ciertamente resbalo por aquí, resbalo por allá, me choco por aquí, me choco por allá”…
Y sin ánimo… ¡sin ánimo de dramatizar! ¡No! El drama sirve para exagerar una situación y que la persona tome consciencia de ello. Ya lo hicieron los griegos con sus tragedias, y bien, vale. ¡Ya!, pero day per day, día por día, no nos sirve –¡ahhhhh!- gritar y decir: “¡Qué horrorrrr!”. ¡Nooo! Nos han dado talentos, nos han dado recursos para –eso sí- alertarnos: “¿Y esto? ¿Y este comportamiento? ¿Y esta actitud? ¿Y esta cercanía? ¿Y estas palabras? ¡Huy! ¿Qué significa esto?”.
.- ¡No!, eso es un detalle sin importancia. No tiene…
.- ¡Ahhh!

¡Qué fácil! –¿verdad?- es ver la paja en el ojo ajeno –y tenía plena contemplación el Cristo- y qué difícil es ver la viga en el ojo propio. ¡Es increíble!, pero cierto.
Entonces, puedo acusar a éste, a aquel, al otro, de que tienen una pajita en su ojo, y demonizar a todo el mundo pero sin ver la viga en el ojo propio. Y si se te ocurre insinuar con tu pajita:
.- Oye ¿y tú? ¿Y este detalle?
.- ¡Noooo! ¿¡Vas a pensar que soy como tú!…?
.- Ah. Es verdad. No.
Los radicalismos mentales tienen poca capacidad creativa, y menos aún de creencias. En consecuencia, no van a variar sus coordenadas. Estas les han permitido un grupo de amigos, de relaciones, de tolerancias y tolerancias y tolerancias que han creado un micro mundo, y el resto es… el resto. El resto es… impresentable, ¿verdad?
Como cuando se oye hablar a un político. Él habla de su proyecto y de sus cosas como algo absolutamente beatífico. Pero es incapaz de reconocer algo en otro. Pero es incapaz –por supuesto- de reconocer su pequeña pajita, suponiendo que no tenga una viga.
Podemos, sin duda –como se ve- acumular residuos de detalles y hacer con ellos bombas arrojadizas. Sí. O podemos seguirlos metiendo debajo de la alfombra. También. Podemos demonizar al resto, que no seamos nosotros mismos y nuestros amigos. Y nuestros familiares, por supuesto. Familiares y amigos son intocables. El resto es… ¡psss!… ¡pssss!
La canción es bonita: It’s a wonderful world. Sí, es bonita la canción.
Pero será mejor guardarla para escucharla en tiempos mejores, cuando se esté en condiciones de sentir que participamos, actuamos, sentimos, vivimos… ¡creando!, creativamente, un mundo mejor. Entonces, cuando eso ocurra, saquemos la canción. Mientras tanto, al archivo.
 It’s not a wonderful world. Not now.

Hablando de detalles y siguiendo con ellos, evidentemente, como son detalles, salpican. Es decir, es como si salen y pican. Ya lo dice el nombre: “sal-pican”.
Sí. Y es fácil que… Como una anécdota que sucedió en unas jornadas meditativas en Medellín: después de una jornada, vino una persona a reclamarnos que por qué hablábamos de ella en público. Yo le dije que no lo conocía lo suficiente como para hablar de él en público, pero si se dio por aludido, pues… Pero es que al rato vino otro, y otro, y finalmente nos reímos, claro, porque eran como 15 o 20 que se habían dado por aludidos. Porque parece ser que pertenecemos a la misma especie y se cometen similares o semejantes desvaríos –por decirlo de alguna manera- y, claro, esto cada cual lo interpreta: “Ah, esto lo dirá por mí“. “Seguramente, esto lo ha dicho claramente sin decir mi nombre, pero…”.
Fíjense –para quien se haya podido dar por aludido-, fíjense en el detalle de It’s a wonderful world. Pensábamos en una mujer que tenía la idea de que, si alguna vez se tenía que ir de este plano, el día de su sepelio o entierro le pusieran esta música: It’s a wonderful world. Y las vueltas que da la vida: un pequeño detalle suicida, y le pusieron la música. Claro, era su deseo. ¡Qué cosa!, ¿no?

Está bien conformarse, congratularse o alegrarse de situaciones bellas, gozosas, atractivas. Sí, es bien, es bien. Pero… sin desmerecer esa experiencia, debemos más bien preocuparnos de nuestra aportación impecable, agradable, clara, para no dar pie a…
Y que realmente podamos observar, que realmente veamos –porque se puede ver, se puede contemplar- que lo que estamos haciendo, que lo que estamos promocionando, que lo que estamos diciendo tiene una resultante grata, agradable, risueña incluso. Y no esa tensión, esa discusión, ese soterrado dedo en el gatillo que, ante cualquier cosa, dispara. Pero, vamos, dispara a una velocidad ¡impresionante! ¡Pero impresionante!, ¿no? Más rápido que “Billy el Niño” y estos famosos de las pistolas. Pero impresionante. Es decir una cosa, y a continuación vienen: ¡Brbrbrbrbbrb!… ¡Vale, vale, vale, vale!… ¡Impresionante, la capacidad de disparo que tiene el ser humano cuando algo no le gusta! ¡Madre de Dios!
Este es el mundo –¿verdad?- que se fabrica, pero también se puede fabricar otro, que es el que “a detalles” nos está insinuando el Sentido Orante; en el que no haya que ladrar, no haya que disparar de inmediato, sino esperar… contemplar… aportar…

Así que podríamos culminar diciendo: “Un detalle por favor. ¡Uno!, uno solo”.





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