sábado

Lema Orante Semanal

 

NACER DE NUEVO. ALUMBRAR

28 de diciembre de 2020

 

Y por lo que se conoce de los ritmos de creencias, de culturas y civilizaciones, cada una marca, en la humanidad, determinados momentos: para festejar la cosecha…, por la llegada de la primavera…, por la alegría de las primeras nieves…, por el recuerdo del nacimiento del primer hijo, por el recuerdo de los esponsales, por el bautizo del guerrero… Podríamos enumerar multitud de aconteceres… a veces más o menos pequeños, personales, o grandes y comunitarios.

Y es como –en todos los casos- si se diera, la comunidad humana, la ocasión, la oportunidad de revisar, de dialogar, de conversar, de rectificar, de perdonar, de planificar, de orar…

Es un inconsciente colectivo que mueve a la especie a depurarse, según calendarios, según lunas, según diversas situaciones, pero en todos los casos se busca esa… VIRTUD: convertirse, al menos por unos días, en virtuoso.

El Kumbh Mela, en India, es capaz de recoger a más de 15 millones de personas en actos de purificación, de convivencia, de ritos, gurúes… Y no importa si ricos o pobres o… –por poner un ejemplo de increíble motivación-.

 

Pero, de igual forma, la llegada del Ramadán o la entrada del Yom Kippur o, en nuestra cultura, la llegada de la Navidad…, supone un acontecer para revisar, repasar… y acrecentar la Fe, perdonarse y perdonar; pero corregir lo torcido, recuperar lo roto.

Si nos fijamos en el sentido de todas estas ritualidades, en todas ellas late, inicialmente, una palabra: NACER. NACER DE NUEVO.

Es como cuando llega el aniversario de cada uno, y se hace una valoración de lo alcanzado, lo conseguido y lo perdido, lo olvidado. Pero… estos aconteceres de humanidades suponen un empezar de nuevo. Volver a nacer.

Volver a nacer con lo que ya se sabe, se conoce y se ha vivido; aspirar a un ser nuevo que no está salpicado por tantas y tantas decepciones, rabias, imposiciones… y un largo etcétera que “conmina” las esperanzas y los ideales.

 

En nuestra cultura… –“nuestra” por la prevalencia y la prepotencia con la que se instaló, con la que nos educaron, con la que nos enseñaron, con la que nos impusieron-… no había otra información. Y en otros lugares pasaba lo mismo.

Las religiones se apoderaron de nuestras mentes, de nuestros sentires. Se hicieron dueñas de nuestra educación. Penetraron hasta en nuestro más profundo subconsciente. Nos hicieron pecadores a todos, de repente o poco a poco. Poco sitio había para los justos; poco espacio para “lo bueno”.

 

Así que decir “nuestra” es decir “impositiva”, “obligada”, “recalcada”, insistida”…

 

Sin remedio de referencias, sin remedio de confluencias, cada una de ellas se hizo nuestro sentir… y, con ello, nuestra forma de pensar, organizarnos, compartir…

Y a partir de ahí, las guerras interminables por demostrar cuál es la mejor forma de nacer, cuál es el mejor prototipo de individuo.

 

La Llamada Orante de hoy nos implica en ese nacer con naturaleza universal. Sin patriotismos religiosos. En ese NACER que nos descubre con unas características impuestas, a las que tenemos que dar otra respuesta que no sea la guerra, la negación, el combate o… la ignorancia.

Si la humanidad como tal, en su transcurrir, buscaba momentos para revisar, repasar, reconsiderar… asumamos ese ritmo bajo cualquier referencia: el ritmo de saber que al menos, ¡al menos! una vez… –en este caso, cercano: cada año-, podemos remodelar nuestra naturaleza; vernos nacer de nuevo, sin los apegos condicionantes, sin las demandas obsesivas, sin las idea fijas inamovibles.

Días o momentos de encontrarse en oración con el Verbo Creador… sin nombre, sin apellidos –pero que socialmente nos han condicionado-. Asumámoslo como un momento, pero evaluémoslo como una oportunidad. Una oportunidad en ese NACER. Y como es todo nacer: ¡nuevo!, ¡dispuesto!, ¡creativo!, ¡pulcro! ¡Ay!... Deseoso de gratitud.

 

La especie humanidad tirita de miedo. Vislumbra sus desastres. Duda de sus recursos. Y aspira a la muerte como alivio.

Es momento, no solo puntual sino ¡diario! –pero ahora nos conmina lo puntual-, de hacer honor a la vida, hacer honor a su contenido y su capacidad, asombrarnos por su instauración misteriosa, advertir-nos, en nuestro vivir, del Milagro que cada día acontece… para volver a suspirar, a aspirar… y jugar con la risa. Y abandonar el golpe.

 

Al estar en este NACER que nos… ¡toca!, podemos descubrir –como si no se supiera- que EL AMAR es lo que importa. Es el fundamento. Es la transcendencia.

Sin saber… lo que realmente es, pero sintiendo lo que reflejamente nos conmueve, nos hace saltar a otros momentos de consciencia… en los que el Universo se hace grandioso y nuestra sensibilidad se hace ilimitada.

 

Ese “nacer de nuevo”… es el AMA-NECER que, en otras muchas ocasiones, el Sentido Orante nos lo recuerda para que sea un leitmotiv diario –¡no impositivamente circunstancial!, como ahora aceptamos y asumimos- que nos dé también otra oportunidad, ¡teóricamente más grande o más amplificada!… que la imposición cultural y la costumbre que llevamos encima.

Pero ese cultivo al AMA-NECER –“nacer por Amor”-… es el que nos debe acompañar cada día. Y bien está que por las circunstancias, para no entrar en la continua guerra, sepamos también recogernos en este culminante año, que para unos será una cosa, y para otros otra, pero que, bajo el nivel de referencia, hemos dado ya una vuelta. Nos han “alumbrado”.

¿Saben? El alumbramiento es el acontecer que sucede cuando la placenta se desprende de la intimidad materna, cuando ya el ser alcanza una individualidad.

“Alumbramiento”. “Alumbrar”. Y bien dice: que en cada uno de esos momentos, una nueva luz aparece.

Y de lo que tenemos que darnos cuenta –y nos requiere el Sentido Orante- es que cada día alumbramos. Es nuestra naturaleza: ¡alumbrar!... en la oscuridad. Ahora con otro sentido, pero, a la vez, con la independencia de que hemos nacido otra vez… en este vasto Universo en el que… –podríamos decir hoy, bajo el Sentido Orante- “sin duda”, ese Misterio Creador de inmensidad oscura –Misterio- alumbra una franja de luz…; una pequeña franja que ilumina, que ¡sale! de ese Misterio Creador. Y que, en lo grandioso, lo vemos en los infinitos números de estrellas, insignificantes ante lo oscuro, lo Misterioso.

Igual proporción observamos entre nuestra tierra firme y el agua que nos rodea: una desproporción que impresiona.

Y en esa impresión es cuando debemos asombrarnos de pertenecer a ese Misterioso Acto de Amor… que supone la aparición de la LUZ…; y, con ello, que supone nuestro aporte luminoso.

No importa a qué género pertenezcamos. Somos seres gestados para dar testimonio de Luz. Para alumbrar.

 

Si nos damos a nuestro sentir, si nos damos a purificar este sentir, amando… y amando y amando, desde lo más insignificante hasta lo que consideramos más grandioso… estaremos siendo semejantes, parecidos a ese milagro de vivir. Seremos milagrosos y milagreros, y tendremos la potencialidad de transmitir milagros. De no dar nada por perdido. De no juzgar. Y así, ampliar la posibilidad de no ser juzgados.

 

El Amar no puede ser condicional. No puede estar sujeto a una “libertad condicional”. Es en su ejercicio, en su búsqueda y en su desarrollo, en donde el ser se descubre…; en donde somos capaces de dar sentido –con nuestros sentidos- a todo el arte y belleza que supone el “creer”; en ver ese nacer transfigurado; en ver esa muerte, resucitada.

Y en consecuencia, no desfallecer ante la constante amenaza… y el permanente aviso que nos condena, que nos castiga…

Y dar otra respuesta, en la que el vivir sea una lozanía, en la que el vivir sea un descubrirse, en la que el vivir no tenga tiempo, en la que el vivir traspase fronteras, ¡en la que el vivir amadamente disuelva los límites… y se haga luminaria… ¡y nos podamos contemplar en las estrellas!

 

No aplacemos… No aplacemos para otro día, para luego, para más tarde… la función de brillar impecablemente. De alumbrar renacidamente. De resucitar…

Y ahuyentando, así, la desesperada fuga de la muerte.

 

¡ÁMEN!

 

 

 

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domingo

Lema Orante Semanal

 

LA VERDAD, COMO ENTIDAD CREADORA, NO PERTENECE A NUESTRA ESPECIE

21 de diciembre de 2020

 

Y paulatinamente la humanidad, según sus potencialidades, sus recursos, fue creando sus verdades.

Verdades que se presentaban como… inamovibles. Pero que en el transcurrir de épocas, se cambiaban por otras que eran más verdades. Incluso afirmaban que las anteriores estaban equivocadas.

 

Fue –y es- tan grande la hegemonía que la especie humana establece sobre la vida, que las verdades se multiplican, se diversifican, y hoy en día constituyen un vaivén de certezas, las cuales, unas a otras, se acusan de falsas.

Los que ostentan más poder de divulgación, de represión, de organización, de recursos de medios… ganan o van ganando la batalla de la verdad.

 

Parece ser que se sabe de todo, y se desconoce cualquier cosa.

Se ha endogamizado –de endogamia- de tal manera la especie, que no ve fuera de sí. Se establece como principio y fin de la vida. Considera a las otras formas y maneras –que también se llaman “vida”- como auxiliares, como reservorios en el mejor de los casos. Pero se arroga saber lo que es la vida y cómo hay que desarrollarse en ella, sin saber a ciencia cierta qué es… la vida.

Y entre verdades y verdades de distinto tono y color, se van manchando las consciencias.

Y se van haciendo… contraídas… reclusivas.

 

Una especie ajena a otras, porque las domina o las combate o las elimina. Una especie “de preponderancia”, que establece sus leyes según los poderes que en cada momento se establezcan.

 

Se establecen verdades según modelos de oficina, y luego se buscan pruebas y justificaciones que lo avalen.

 

Y sin duda, la gran arquitecta de esa posición de verdades es la mentira. Sí, esa posición que se disfraza de “verdad”, que crea expectativas, que promueve… promueve libertades –¿libertades?-... vendidas, compradas.

 

Verdades adulteradas por los intereses de sus protagonistas.

 

La verdad, como entidad Creadora –entre otras cosas- de Vida, no pertenece a nuestra especie. No es propia de nuestra naturaleza.

La verdad se hace misterio en la consciencia humana. Y ésta trata de suplantarla con esgrimas de razón, de lógica, de experiencias o experimentos “comprobados” (sic)… que “demuestran” (sic)… solamente situaciones subjetivas, relativas; no, verdades.

Y es así como fácilmente comprobamos que lo que es verdad para uno, es mentira para otros.

Y fijarse: orar es verdad para unos –“creyentes”-, y es inútil y estúpido para otros –los que no creen-. Y nos hacen caer en la dicotomía de creer o no creer, o mejor dicho, creer “en”… o creer en uno mismo; uno mismo, como humanidad.

La respuesta que vemos es evidente, como decíamos al principio. La opción que toma la especie es creer en sí misma, creer en sus recursos, en sus “descubri-mientos”, y elaborar una red de reglas y de normas.

 

Así establece una… envoltura. Los que ostentan el poder de la comunicación, de las versiones, el rango de “lo importante, lo reconocido, lo legal”… establecen todos ellos una envoltura sobre la especie; que, como las redes que envuelven ampliamente a un conjunto, al cardumen, lentamente lo van trayendo, desde alta mar, hasta las piscifactorías de la costa. Y esa vida marina se cree que está libre. Se cree que vive como debería vivir, y en realidad ha sido pescada y arrastrada lentamente… hacia el vivero del sacrificio.

 

El Sentido Orante nos ilustra a propósito de “la verdad”. Y bajo el sentido de la creencia en el Misterio Creador –el gestador de vida-… nos invita a salirnos de esa red. Nos invita a descubrirnos como criaturas que proceden de un Universo Creador; de una Emanación inabordable por nuestra capacidad de consciencia… pero dotada de recursos para compartir, convivir, respetar, admirar, colaborar, sincerarse, entregarse, darse…

 

Y si así actuamos, y si así nos ejercitamos, estaremos fuera de esa red. Contemplaremos las maniobras –algunas-, pero nos referenciaremos por la fe, por el creer y sentir que la verdad de lo que acontece no le corresponde a la capacitación humana; que ésta usurpa el Misterio, y lo da por revelado en base al dominio que establece sobre lo viviente.

Consecuentemente… si estamos en referencia de la FE, acontecerá en nuestro transcurrir otra lectura –“otra lectura”- de lo que sucede. Podremos ver signos y sugerencias que nos advierten de otra realidad.

 

Y antes… antes de “diagnosticarnos” de cualquier verdad, en cualquier aspecto… –social, político, económico, afectico, saludable, etcétera-, como creyentes, recurrir a la fe que el don de la vida nos da con su Misterio, para ¡preservarnos!, para mantenernos.

 

Una confianza plena en nuestros recursos, que nos capaciten para ejercitarnos en lo liberador… Y no quedarnos secuestrados en las apariencias, que terminan siendo evidencias porque se desconecta la comunión con lo Eterno… y se cae en la red de las verdades humanas.

 

Y como… fino hilo de seda que nos mantiene vibrantes, en comunión por la Fe… nos hacemos vibrar en el mantra que nos representa en esa Fe, en esa consciencia Creadora, en esa confianza plena en nuestro estar.

 

aaAAAA AAAAAAAAAAmmmmm

 

Y en la comunión con el Misterio Creador, a través de la Fe, nos descubrimos plenos, cuidados, guiados.

En intimidades de comunión…

¡AMADOS!...

Y consecuentemente, hacernos amantes del vivir, como Misterio; del vivir, con sus muestras de Amor. El vivir en lo admirado. El vivir en lo apreciado… de cada respiración, de cada abrazo o de cada bocado.

 

 

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Lema Orante Semanal

 

ANTE EL MIEDO, EL DESÁNIMO Y LA INDIFERENCIA

14 de diciembre de 2020

 

El desánimo, el miedo y la indiferencia copan las actitudes generales de la humanidad al día de la fecha.

Desánimo, por no situarse en la posibilidad de realizarse, laborar, viajar, convivir…

Miedo permanente por los recursos necesarios, por las amenazas de noticias agobiantes permanentes, por la creciente y creciente desconfianza.

Y una fracción pequeña, pero que crece, de indiferencia. Sí, la que no depara ni en el desánimo ni en el temor, sino que trata de ejercitarse como “antes”; como “antes de”… la llegada del pavor.

 

En estas tres mareas, con mayor o menos incidencia, se agita la humanidad. Una humanidad ciertamente excitada, inquieta, insegura y desconfiada.

Y la Llamada Orante nos advierte de esta situación, bajo la indicación de asumir otras posiciones que… aunque sean mínimas, que aunque sean minimalistas y poco productivas en principio, afloren bajo sentires sensatos, bajo “conoceres” evidentes; y bajo la trascendental influencia del Misterio Creador, nos den una perspectiva diferente.

 

Esas mareas de miedo, de desánimo, de indiferencia… se sienten vulnerables.

Y cabe preguntarse: “¿Es que acaso la vida del ser –como se concibe, como se vive- no es altamente vulnerable?”.

A poco que cada uno depare en el ambiente en el que se mueve, entre la información, la economía, la ambición, el deseo, la posesión, la ganancia, el dolor… ¿Son suficientes para demostrar nuestra vulnerabilidad?

¡Pero!… bajo el Sentido Orante, ese desánimo amedrentado y esa indiferencia sin soluciones, cuando recordamos… –sí, recordamos pero sin ejercitar- aquello de: Nuestro Auxilio es el Nombre… del Misterio Creador…

Y podríamos decir sin mucha duda o, mejor dicho, sin dudas, que una muestra de que ése es nuestro auxilio es precisamente la consciencia cotidiana de vulnerabilidad; de descubrirse y sentirse en ese infinito Universo, en un lugar que podríamos decir “perdido”, pero sin embargo ¡estamos! ¿Y estamos por nuestra capacidad, por nuestros recursos, por nuestros medios? ¿O estamos por un auxilio providencialmente amoroso, que nos conserva, nos preserva, nos cuida… y nos hace conscientes de esa evidencia?

Y que sí –sí-, en la medida en que sentimos que Nuestro Auxilio es el Nombre del Misterio Creador, la vulnerabilidad se disuelve, la fortaleza florece, la flexibilidad se desarrolla, lo imprescindible y necesario aparece.

No, no es tarea fácil, no es tarea fácil transmitir… Primero, vivir, ¡vivirlo!, evidenciarlo. Y luego transmitirlo a los que están en ese oleaje, en esa marejada. Pero la opción de hacerlo desde un incipiente proyecto orante distinto de esas tres facciones, pasa por evidenciar que la vida tiene un sustento de origen que se ejercita ante cualquier medio. Saberlo. Saberlo…

De igual manera, saber que nuestro entorno no es enemigo; aunque en su ejercicio de vida, por nuestras trasgresiones continuadas a ese medio, se nos haga… dañino.

Pero el combate del ser con el medio es absolutamente estéril.

Sí; porque necesitaría estar en permanente esterilidad. Y eso no es posible.

Pero, sin duda, esa postura la ha asumido la especie como un ejercicio más del dominio, de lo dominante. Y ante cualquier… –ante “cualquier”- dificultad, esgrime la violencia como única arma. Y desprecia esa adaptación, esa flexibilidad, ese diálogo, ese “vivir en el respeto” del medio, en el cuidado de lo viviente.

Consecuentemente, lo viviente, inspirado por el Misterio Creador, se hace prevalente. Y fracasa la violencia como defensa, cuando de nada deberíamos defendernos. La vida se ha gestado en una simbiosis de servicios entre diferentes formas de vida. Y gracias a la solidaria compensación entre unos seres y otros, la vida se hace compleja y cada vez más capacitadora. Pero si una especie –como la humana- adquiere prevalencia y dominio, dispara las alarmas, deshace lo solidario y esgrime la dictadura del más violento.

 

Por ello, en esa propuesta orante, además de confiar en nuestra naturaleza intrínseca de adaptación, es necesario modificar esa actitud de ataque, esa actitud de violencia.

Y con esa consciencia de nuestra capacitación, y con esas variables de actitudes ante el medio, podemos aspirar a darnos cuenta de que todo ello se da gracias al Misterio Creador. Todo ello debemos transcenderlo.

Y es ahí cuando descubrimos –en esas tres facetas, ¡que en realidad es una!- “Nuestro Auxilio es”…; pero para hacerlo transmisible, para hacerlo comprensible, para hacerlo vivenciable cotidianamente, y para ser ¡un útil! –un útil- ante los desanimados, ante los miedosos, ante los indiferentes: poder “argumentar” a propósito de nuestros recursos y a propósito de nuestro estar en lo viviente.

Y que ello nos lleve a la consciencia de Universo, a la consciencia de Creación, sea cual sea el criterio que debemos aplicar en ese caso. Pero sí saber que somos… de un cuidado permanente. Sí saber que se han gestado las condiciones –ajenas a nuestra fuerza y a nuestra capacitación- para que el término de vida ocurra, en el magma de ese Universo que se precipita; que más allá del viento y de la luz, se mueve y mueve.

 

Dicen, cada vez con más certeza, que un meteorito acabó con la vida de los saurios gigantes que habitaban nuestro planeta. ¿Tenemos la certeza de que pueda ocurrir algo parecido y acabe con la vida de este planeta? ¡Ninguna! ¡Ninguna certeza! Ningún cálculo de posibilidades nos puede “asegurar que…”.

Al decir de nuestro propio saber como humanidad, estamos totalmente sometidos, vulnerablemente expuestos a las variables del Universo: en su movimiento, en sus actividades… Y aunque lo quieran mucho arreglar los astrofísicos, garantizándonos que… “¡bueno!, los tiempos convulsos ya pasaron… y las posibilidades de situaciones de entonces son mínimas”, son tan solo criterios de poder ignorante, ya que cuando nos atrevemos –desde la sabiduría del hombre- a explicar este Universo Creador, nos quedamos sin palabras. Y lo único que podemos adelantar son teorías y teorías, hipótesis, sugerencias… todas ellas cimentadas en una razón lógica, en una razón especulativamente adaptada a lo que “queremos que sea”.

Y bajo nuestra experimentación y nuestro sistema de conocer, manipulamos el acontecer, en su interpretación, y le damos una visión ficticia. Para ser honestos ES ASÍ; si bien, como ánimo tranquilizador, se adoptan explicaciones… “científicas” –entre comillas- que justificarían nuestra seguridad planetaria.

Pero… quizás sin irse tan lejos, es relativamente fácil ver que la vulnerabilidad del ser es asombrosamente grande, sobre todo cuando no se está bajo “el Auxilio de”. Y todos los seres han vivido esos momentos de susto, de dolor, de imprevisibles, de inesperados aconteceres que nos dejan sin recursos; y que muchos, ante ello, asumen la única salida digna: el suicidio. Una vanidad asombrosamente ególatra.

Otros asumen el combate permanente entre ellos mismos y todo lo que les rodea.

Pero lo vulnerable permanece.

Pero cuando estamos ante ¡el Auxilio!… lo que acontezca se ve, se siente y se percibe como parte de ese auxilio, como expresión de ese auxilio. Y cuando así nos damos cuenta, lo que tenemos que afrontar, lo que tenemos que vivir, en definitiva, tendrá una evolución digna, favorable y sorprendente.

Porque el Auxilio del Misterio Creador es insondable, porque sus influencias son bondadosas, porque aunque mucho apriete la situación, cuando “Nuestro Auxilio”, en consciencia, está presente, aparecerá la solución; acontecerá de forma “natural”… lo necesario para poder –sin poder- realizarnos sin la consciencia vulnerable, sin el sentido de fragilidad, y con el sentido de “medios”: de ser medios, de ser intermediarios del mensaje Creador.

 

Y así aparecerán las palabras adecuadas, la actitud precisa, la comunicación honesta, la intimidad preservada, el compartir generoso, y ¡la claridad!... en las relaciones, en las interpretaciones.

Y así se acrecentarán nuestros recursos propios, con adaptógenos adecuados, con flexibilidades necesarias. Así podremos ejercitarnos, ciertamente, en una relación con el medio, gratificante, respetuosa, ¡admirable!

 

 

Invocamos a ese Auxilio, a ese Auxilio del Misterio Creador… para que asumamos en consciencia esa permanente y eterna relación. Para que realmente sintamos la semejanza y la imagen creadora en nosotros… y el temor desaparezca, el desánimo se vuelva animoso… y la indiferencia se vuelva creativa, novedosa.

 

 

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Lema Orante Semanal

SEAMOS COMO LA BUENA TIERRA QUE SE OFRECE A LA SEMILLA. LO RECEPTIVO

7 de diciembre de 2020

 

Y el ser de humanidad, en este tiempo de vértigo…

De vértigo por la pérdida de confianza, por la inseguridad, por la precipitación, por esa actitud de miedo generalizado que puntualmente se manifiesta en las relaciones, en las convivencias…

Ese desespero por lograr, alcanzar, tener, conseguir… ha sido un estilo que se ha ido fraguando con la progresiva materialización y posesión, y se ha convertido en una ansiosa necesidad de tener, consumir, controlar, saber…

Pareciera que se nos contagiara la velocidad in crescendo que lleva nuestra galaxia, nuestro mundo cercano conocido. Y seguramente, claro, estamos en él, y todas esas ondas gravitacionales y otros fenómenos poco precisos, pero evidentes, inciden sobre nuestro estar, nuestro sentir, nuestro hacer.

Pero si lo hacen, es sobre una estructura funcional que se anquilosa por una parte, y se desespera por otra. Se anquilosa aferrada a costumbres, a normas, a leyes… y no avanza, no se libra del peso de la imposición. Y por otra parte, parece querer hacerlo con la ansiosa necesidad de respuestas, de ¡seguridades!, de propuestas… propuestas que hagan variar, replantear, reconsiderar el rumbo que se lleva.

Y cualquier novedad que se sugiera o se muestre, o bien es absorbida de inmediato como consumo, o bien es rechazada como imposible.

 

Esa zozobra se instaura, y va consumiendo… sí, va consumiendo capacidades, recursos…

Y es así como el ser se precipita al desespero y a la intransigencia de comunicación y al mantenimiento de posturas enfrentadas. En definitiva, la falta de respeto por las admiraciones que cada uno pueda sentir.

 

Presos, además, de una globalizada estructura de poderes y esclavos, todos ellos… no vivencian la serenidad, no aprecian la simpatía, la amabilidad, la virtud de la no renta, la entrega complaciente o la escucha perseverante.

Cada uno aspira –eso parece- a querer que el mundo oscile a su alrededor…; que todo cambie en torno al sentir, al pensar y al hacer de cada uno: replica el modelo del señor y el esclavo.

 

Parece… parece que todos se dan cuenta de la crisis de autoestima y evaluación que cada uno vive porque el mundo no se acomoda a él.

Prejuicios, imposiciones, desprecios… y, sobre todo, exigencias… que entre unos y otros seres se plantean, con lo cual se establece como un pulso de fuerzas, continuo.

Es AGOTADOR.

Y con todo por hacer, resulta todavía –además de agotador- inquietantemente doloroso.

 

Y es así como la humanidad ha entrado en un círculo vicioso del que se siente incapaz de salir. En el que, por otra parte, tiene miedo de hacerlo. Más vale una corrupción controlada que una libertad permanente.

 

Es vivir el refrán de: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

 

El Sentido Orante nos plantea este panorama, que de seguro que todos podrían afirmar que lo conocen, que saben de ello, que están en ello. Pero habitualmente no se percibe, no se integra en su totalidad, sino que se vive en instantes particulares. Y esto hace que las repeticiones de los mismos errores se cronifiquen.

 

El Sentido Orante nos clama, nos clama, nos clama hacia apercibirnos de toda esta realidad en la que nos movemos, en la que ejercitamos ese desenfreno en mayor o menor medida. Y, por supuesto, asumiendo excepciones. Pero las excepciones aún deben ser ¡más!… más atentas y alentadoras, ya que el cotidiano afán se repite en una angustiosa marcha de posesiones y seguridades.

 

El impulso y el afán inicial, al contemplar este desasosiego, es querer, desear cambiarlo todo de inmediato. No es imposible… pero sí excepcional.

Y aunque no debemos impedir esa posibilidad, sí podemos incorporar detalles de pulcritud, detalles de cortesía, detalles de escucha, detalles de calma, detalles de no enfrentamiento, detalles de “sin prejuicios”, detalles sin violencia; detalles de preguntas y respuestas por escuchas… que no pretendan defenderse ni atacar, sino alcanzar un consenso.

Todos estos “pequeños detalles” se nos presentan diariamente, permanentemente.

Es como el aviso puntual del Misterio Creador, que está ahí como advirtiéndonos, como reclamándonos, señalando dónde está el grano que nos alimenta: ese corpúsculo de Amor que se derrocha por la vida misma… y que está contenido en esa escucha, amabilidad, respeto, cuidado…

 

El Sentido Orante de hoy se hace alianza con el calendario oracular, en el que LO RECEPTIVO se hace pleno.

Y si estamos en el momento apropiado –porque el oráculo así nos lo sugiere- de ser receptivos, seamos receptivos en lo amable, en lo cortés, en lo servidor, en lo escuchante, en lo “sin prejuicio”.

 Seamos receptivos al discurso de los otros.

Seamos como la buena tierra que se ofrece a la semilla, pero no exijamos a esta tierra que se haga esclava del arado y la cosecha. Aguardemos su generosidad, que es innata en ella.

De igual manera, hagamos una ofrenda de confianza hacia ese Misterio Creador que nos contempla, ¡que nos alienta y nos alimenta!...

Hagamos ciertamente, de nuestro ser, un templo limpio, transparente, reluciente, acogedor.

 

El arte de vivir en el detalle, la custodia desde lo pequeño a lo grande, desde ese contemplarse como templo… sin la arrogancia del mejor y con la constancia de nuestra pequeñez. Pero ser un pulcro y honesto ideal que resuena y recoge la sinfonía de amores que hace posible esta… polisinfonía de colores, sonidos…; este aporte que continuamente nos ofrecen nuestros sentidos, que, cuando se hacen templarios, contemplan esa biodiversidad como un milagro. ¡Y lo es!

 

Se hace milagrosamente un arte, el vivir, en base a esos pequeños detalles. Y así, hacerse una excepción del cotidiano desasosiego y desesperanza y… ¡y violencia soterrada o claramente expresa!

 

Ese pasar de lo vulgar… encogido por leyes, costumbres, tradiciones y repeticiones insaciables con el deseo de imponer. Ese pasar, de ese mundo, a ese otro que acoge, que asume lo imprevisible, que confía en que lo necesario está; que sabe que la entrega incondicional recibe el aprecio de la Creación. Y con ello se insinúa la excepcionalidad, que no busca propaganda, que no trata de imponer, pero sí se sabe expresar.

 

Cuando está todo por hacer, y lo realizado ya es un desecho y un desespero y una repetición insaciable de egoísmos… es la hora de ser receptivos al Sentido Orante. Es la hora de ser receptivos al ánima espiritual. Es la hora de ser receptivos a un compartir complaciente, generoso, alegre.

 

Que no se cierre el día sin haber constatado la realización de un detalle; de un detalle de esos que hemos nombrado. Que se tenga “constancia”, en consciencia, de que eso ha ocurrido: que ha sido posible una escucha, o una cortesía, o una amabilidad o un sosiego…

Que en LO RECEPTIVO favorable en lo que estamos, recojamos esa mini cosecha.

 

Y estando pendiente de ello, tendremos multitud de oportunidades de variar las condicionantes respuestas, las condicionales actitudes, y poder dar otra versión… lo suficientemente clara y evidente como para motivar la sorpresa del otro o de los otros, y así gestar admiraciones que se extienden y se complacen.

 

Es gratis llegar al final del comienzo de una jornada, habiendo conseguido un grano pulcro de un detalle significativo; un grano que de seguro se plantará por la noche y dará su fruto al día siguiente.

Hagamos cosecha de la receptividad de la tierra con los detalles de ser semilla novedosa, con la excepción incluida, con la certeza de que lo Eterno está con nosotros, con la convicción de nuestra pobreza, pero a la vez con la evidencia de “la asistencia”: de la asistencia Amorosa del vivir, de la vida, de ese Misterio Creador.

Un detalle, “un solo detalle” hará que este día se haga inolvidable. ¡Y acumulemos días y días inolvidables!... que vayan transfigurando nuestro ser, y seamos un templo permanente donde cualquiera pueda acudir; pueda acudir en busca de la ayuda, en busca del alivio, en busca del consuelo, en busca de la cura, en busca del sanarse.

 

Amen… Amen… Amen…

 

 

 

 

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