lunes

Lema Orante

MERITOS, ACLARACIONES, CONFESIONES .
11 de mayo de 2009



Quizás ya pasó la época de hacer méritos. Quizás cada cual está en una situación estable y ya no hay que hacer méritos para “merecer” -que se decía-, no hace mucho.
Quizás los méritos les correspondan hacerlos a los mucho más jóvenes. He dicho “mucho más jóvenes”. O sea, que todos los demás son jóvenes.
Sin duda los méritos están muy referenciados -en cada ser- por la cultura, por la ideología, por las religiones, por las políticas.
Y para unos será un mérito ¡por fin! hacer una tortilla de patatas. Porque a todo esto, no es tan fácil ¿eh?. Pero casi seguro que aquí hay personas que no saben hacer una buena tortilla de patata. Y, sobre todo, al darle la vuelta se les cae. Entonces, si uno consigue algo así, por ejemplo, sabiendo que nunca lo ha podido hacer, pues es un mérito.
-¿Qué mérito tiene hacer una tortilla de patata?
-¡Hombre! Para usted no, pero para mí que no se exactamente lo que es un huevo, hacer una toritilla de patata me parece una cosa, no se… alquímica.
Entonces podría ser, como cada cual tiene sus espinitas o sus lagunas, o sus océanos o sus valles ¿verdad? –depende lo dramático que sea-, podría ser que fuera un buen tiempo para hacer méritos. Aunque ya uno haya terminado la carrera, ya sea licenciado, ya tenga el sueldo seguro, ya sea una persona, un… de esas del estado… ¿ cómo se llaman ? ( alguien responde: funcionario ) ¡Funcionario, eso! No se sabe en qué funcionan pero están ahí. Pero todavía puede hacer méritos para, para no sé… tener las piernas más esbeltas…
-¿Se puede?
-Se puede. Sí.
Tener menos sobrantes.
Entonces hay méritos esculturales, méritos culinarios, méritos sociales, méritos generales… Como el otro día preguntábamos: quién era Nikita Kruschev y hubo un silencio sepulcral en la sala, porque ese nombre sonaba a delantero centro del Chelse.
No, no, no, no era ese, no era ese, no. Entonces también puede ser un mérito importante, eso, saber que Ágata Christie no era prima de Sofía Loren, que no tenía nada que ver con Isabel II de Castilla.
Ya con eso se orienta uno un poco. Porque realmente el conocimiento general y el nivel general de conocimiento y el conocimiento general del nivel de conocimiento general es, de verdad, patético.
Entonces, entonces, para salir del patetismo, pues convendría –que tiene mucho que ver con el catetismo y con el catecismo- patetismo, catetismo, catecismo, todo tiene mucho que ver, ahora que estamos en época de comuniones, de bautizos, de bodas.
Por cierto, si alguien se va a casar pronto que salga de eso… Que esta primavera va a ser muy tormentosa, muy… uf, uf, uf. Con la crisis y todo eso del 2009. ¡Uh! Mejor dejarlo para más adelante. Este siglo es muy malo para casarse. He dicho siglo ¿eh!? Este siglo es muy malo para casarse, muy malo.
Hay siglos propicios y siglos “despropicios”.
Entonces podría ser, podría ser en el nombre orante, en el nombre de la llamada orante, que esta semana cada cual pues se dijera:
Bueno, ¿a ver que mérito me voy hacer yo hoy ? ¿ Qué mérito me voy hacer para mi círculo de amistades, para mis amantes? –porque algunos tienen muchos, otros tienen pocos… O para ver qué mérito puedo hacer para tener alguno o alguna . A ver, a ver, cómo se me da, cómo se me da, cómo se me da… Entonces, claro hay que hacer algún mérito porque si no… Si estás igual que siempre… pues, pues bueno… puedes empezar por gomina en el pelo; por…, ahora que llega el buen tiempo, por enseñar los brazos así de alguna manera… O no sé… Algún escote prêt à porter, en la chica… ¡Yo qué se!
O sea, yo creo que ustedes han captado la idea. Y todo esto si se hace en el nombre de Dios ¡uy, qué bien quedamos! ¡Quedamos de maravilla, de maravilla! Porque no lo hacemos para nosotros, sino para…, lo hacemos para… eso… Porque, oye, la oración me incita a tener un mérito, un mérito.
Hay personas que necesitan méritos para hacerse doctores, para hacerse la carrera de pichifluro, o lo que sea ¿no?
Y lo cierto, lo cierto es que se ha perdido esa… esas ganas de meritar… que no es, no es competir, no, no, es mejorar la propia condición, sin partir de ningún –y esto es importante-, sin partir de ninguna programación específica… fíjense, en algunos casos es un mérito hacer una tortilla de patata, o un huevo frito sin que se rompa, sin que se queme… la cocina, me refiero… ( Carraspeos ).
Es que ese pequeño mérito –ese pequeño mérito-, sin tener un programa oficial de méritos del Estado, o un programa oficial de méritos de la escuela Neijing, no, no existe, no existe…
Ese mérito, uno mismo se lo pone, porque se sabe uno mismo de “sus carencias”. ¿Les suena? carencias –no caderas, carencias-, o sea, de lo que carece. Entonces, sería un mérito –aunque enseguida lo vamos a aclarar-, sería un mérito pues… alguna carencia que deje de ser una carencia. O… o, o, o, no solamente carencias, exageraciones. Porque algunos exageran… ¡uf!, y convendría rebajarle un poco. Eso sería también un mérito, rebajar un poco la…, el don de gentes, el don de poder, de mando; rebajarlo un poco, así con el cepillo, con la garlopa ¡o con el serrucho!... hay casos en que hace falta tomar medidas drásticas.
La segunda referencia orante para esta semana que despedimos, era solucionar, algo así era…
( alguien dice: ACLARACIÓN …)
No, aclarar, muy bien, muy bien, estamos atentos, aclarar, aclarar.
No hay nada más confuso que algo turbio… o sea, cuando uno ve algo turbio, “esto está confuso”… Esto está confuso, o sea, no sé, hay que aclarar las cosas. Es como cuando a uno le toca estar en algún sitio hindú y tú ves que vienen las aguas esas de los ricos fecales… no vas a cogerlas así cuando vienen todas turbulentas, no, sino que las recoges en un cacharrito y esperas a que sedimenten, y cuando ya lo ves claro –que es un decir, verdad, hay diferentes niveles de claridad-, pues lo empleas –depende de lo valiente que seas- para lavarte la piel, lavarte los dientes, o para beber. Depende del tiempo de sedimentación y de las materias que lleve esa agua, para que sea nunca potable, pero sí reutilizable.
Entonces, el aclarar, el aclarar es muy importante. Cuando, cuando ustedes lavan la ropa, ¿verdad?, le echan eso: “Vernel” o “Lagarto”… no sé, no estoy muy puesto al día en… “Vernel” no lo sé si era… bueno, algo tiene que ver con la “lavaduría” el vernel. Entonces, pues normalmente lo aclaran. Ponen, o bien ponen un programa de aclarado en la lava-dora -que ya saben que no lava nunca sino que marea la ropa-, o bien, si no tienen lavadora, pues abren el grifo, aclaran, le quitan el jabón… y queda aclarada, queda limpia.
Y ocurre, y ocurre, que igual que pasa con esos elementos materiales, pues ocurre un poco con las ideas, proyectos, afectos, deseos, guau, guau, guau, guauuuuu… está… así… pero bueno ¡qué pastel de cabeza tienes, muchacha! ¡Aclarate!, porque así no hay quien te coma…. Porque al final todo se reduce a un proceso digestivo, bien sea comer o beber. ¿No?
Cuando se tiene esa reconfusión y re… bueno, no se sabe hasta qué niveles se puede llegar, ¿verdad?, hay que aclararse, hay que aclararse. Pero no hay que obsesionarse con ello. Si no se aclara uno, pues es que no hay que aclararse. ¿Ven, qué fácil? La oración siempre pone fácil las cosas, nunca las dificulta. Si uno las quiere dificultar, allá uno. Pero, pero sí es una semana útil para aclarar cosas, sí. Es ponerse, es decir:
-A ver, sí, en este aspecto, en el aspecto económico ¿estoy aclarado?
-Totalmente aclarado, o sea, no hay. Totalmente claro, no tengo problemas.
-Bueno, pero ¿tú necesitas…?
-Sí, sí, pero ahora mismo está totalmente claro. O sea, no hay y es no hay. Y ya se conseguirá o no se conseguirá y tal. Fin.
-Aspecto idealista, ¿cómo van los ideales?
-¿Los ideales? ¡Hombre!, yo… a mí… Iría... No, pero el caso es que mis padres son mayores y… no sé, si Zapatero me diera algo…
-O sea, estás… estás turbio… ¿verdad? Te sientes turbio… ¡Aleluya, porque hay otros que están peor!
Siempre hay que decir eso, cuando uno se siente turbio, desde el sentido orante, hay que decir: “¡Aleluya, aleluya, aleluya!, otros estarán peor”. Y cierta turbidez, se va.
-Mis ideales, es que los tengo un poco confusos, porque por una parte… por otra parte… por otra parte…
Y son tantas partes que no se dan cuenta de que son fractales. Estudien fractales… jajaja, algunos ya saben lo que son los fractales, y entonces, qué bien, van a solucionar muchas cosas que están opacas.
Es un buen momento, y con el mérito que uno le puede poner, aclarar los o las posiciones afectivas. Eso que salía en los dibujitos con la margarita: “Le quiero, no le quiero; le quiero, no le quiero; le quiero, no le quiero” … Ya saben que hay trampa, ahí... por si no lo sabían, hay trampa, sale lo que tú quieras…vale.
- Le quiero, el caso es que le quiero, el caso es que no le quiero, … se pone a decir pues a mí me gustaría tener varios eunucos en mi cuarto, que me sirvieran…
- Sí, Ya, pero…
-La verdad es que me gustaría dos eunucos, uno con ligadura del cordón espermático y otro libre, pero impotente. Y jugar con ellos un rato todos los días…
Esas cosas se pueden decir en la oración. Si cuando uno está en la oración, está en la frecuencia de Dios y uno puede decir lo que quiera, ¡faltaría más!, faltaría más.
-O sea, ¿Que eso es lo que usted quiere? Pues aclárese, búsquelos… búsquelos. ¿Para qué está Internet si no para esos casos?: “Busco dos eunucos en buenas condiciones. –Ya está- Abstenerse intermediarios”.
Luego otro anuncio: “Necesito hombre de buen ver con ligadura del cordón espermático”. Y luego –eso no hace falta ponerlo-: “Necesito un hombre impotente ”. Entonces, ya, eso rápido aparece. Y además se puede enamorar de todos a la vez, porque cada uno tendrá su aquel, ¿no? Unos miran, otros se acercan, otros tocan… otros…cada uno haría su cosa. Y allí está la abeja reina, pues, dispuesta a disfrutar de los placeres que les han negado los machismos exacerbados.
¿Sabían ustedes que los americanos son muy aficionados a las encuestas, verdad? Pues bien… y suelen ser sinceros. Y esto sólo suele pasar o pasa en Norteamérica, no tiene por qué pasar en otra parte. Pero han hecho una encuesta en Norteamérica y… ( Canta el pavo que hay en el gallinero ) hay que dejar que todo el mundo opine. Han hecho una encuesta en Norteamérica y les han preguntado cuál es, cuál es el sueño erótico más frecuentemente que tienen las mujeres norteamericanas. Y el sueño más erótico que tienen las mujeres norteamericanas, es engañar a su pareja. ( Risas )
No sé cómo interpretar estas risas, ( más risas ) si es que aquí hay muchas personas de Norteamérica, personas simpatizantes norteamericanas o que, efectivamente, la encuesta está bien. Es el sueño erótico MÁS FRECUENTE. Y dices: caray, esto… esto hay que aclararlo… Sí, habrá que aclararlo, pero está un poco turbio, ¿eh?... Pero, como hemos dicho, esto pasa en Norteamérica, en Norteamérica.
Entonces, conviene –sí- aclarar, aclarar.
Igual pasa con los varones, que necesitan tres amantes, una de edad superior, para el confort y el bienestar, una de edad media, para la complacencia, y una de edad juvenil, para los trasiegos. Pues ahí está:
-Necesito mujer de trasiego, jóven. Necesito mujer madura, para confianza. Necesito mujer mayor para… en fin, estar a gusto, que no te molesten mucho…
Entonces, ya se pone uno de acuerdo –es ponerse uno de acuerdo-, y todos contentos. Lo malo es no tener las ideas claras. Claro, cuando no está claro, está turbio, pues ocurre que viene por aquí, ahora viene por allá, ahora viene por aquí, ahora no sé, ahora ya veremos, luego no sé, luego por qué no, luego porque sí… ¡Y hay una mezcolanza!... pues esto no es cristiano, esto no es honorable, esto es…¡Uhhhh!
Cuando hay que aclarar las cosas, verán, como hemos dicho del ejemplo del agua, de las tuberías de India, de los desagües, pues lo primero es dejar que se sedimente lo más espeso, lo que más pesa. Hay factores que flotan: esos simplemente se cogen y se quitan. Sí, porque todavía no están suficientemente empapados y flotan (risas). Cada uno puede imaginarse lo que quiera.
Entonces, igual debe de hacer uno con estos asuntos afectivos y emocionales, de no sé, que tal y cual… dejar que sedimenten, deja… Ya saben que, agua que no has de beber, déjala correr… Pero si tienes mucha sed, tendrás que dar un sorbito…O sea que…eso… Y, sobre todo, no se carguen de prejuicios morales, éticos, convencionales… no, no, CONFIÉSENSE. Eso era nuestra tercera palabra.
No, no estamos sugiriendo, claro está, una confesión religiosa –como alguno de ustedes conocerá, practicará o habrá vivido-, no, sugerimos una confesión, así, personal, a uno mismo: “A ver, confiésate, sinvergüenza” . Hay que empezar por ahí. ¿No? Sí, no vas a empezar: “A ver, confiésate, santo mío”… No, no. Ya vas rebajando, te vas confesando, y dices: “La verdad es que… la verdad es que…” Y vas descubriendo pequeñas verdades. Volvemos a los fractales. Pequeñas verdades que son pequeños fractales, que forman parte de un gran fractal que, en definitiva, son pequeñas fracturas, o pequeños trozos de una entidad, que es mi Yo, mi personalidad o lo que sea.
Esa confesión no tiene por qué ir acompañada ni de látigo ni de cama con clavos. No. Es una confesión; puedes hacerla fumándote un cigarrillo, bebiendo una cerveza... ¡Hombre!, en una sala muy ruidosa, en una discoteca… no, no es muy aconsejable. Pero puedes hacerla caminando, paseando, o… o viendo la televisión. Como ocupa gran parte de la vida cotidiana, ¿verdad?, por si acaso, en cualquier momento no le haces caso a la caja loca y te puedes confesar, y te pueden preguntar:
-¿Qué haces viendo ese programa tan absurdo?
-Me estoy confesando, pero es que sin público, no me atrevo.
En el fondo, cuando una persona ve la televisión, es que necesita público. Necesita público para sus cosas y cree, en el fondo, que le ven.
En consecuencia, sí es importante el confesarse, a sí mismo. Y no se trata de ver los pecados… No, no, sino de verse un poquito:
-A ver, ¿cómo voy? ¿Cómo voy en este trimestre?...
-¿En este trimestre? (carraspeo) Pues… pues la verdad es que lo que tenía pendiente, sigue pendiente. Luego… cuelga más…
-Sí, señor.
Vaya, vaya, vaya. Pues es momento. Es el momento adecuado para que esa confesión dé paso al mérito de solventar eso que estaba turbio y confuso. Y aclarar. Aclarar lo que a lo mejor tanto tiempo lleva, pero no se quiere aceptar, no se quiere asumir.
Y es importantísimo, de verdad –y cualquiera de ustedes lo habrá podido comprobar- que, cuando hay confusión, que cuando no hay una lectura personal, de confesarse (confusión – confesión), pues la posibilidad de los méritos es difícil.
Por eso puede ser un camino que empiece por la confesión, que promueve el aclarar, para no crear confusión. Y si no se puede aclarar, pues se vive la confusión y se sigue uno confesando. Claro, porque a veces tampoco las cosas se solucionan de hoy para hoy. Y eso sí, se van haciendo méritos para no, no complicar, enturbiar más las cosas. Porque cuanto más se enturbien, más difícil es la confesión, más imposible está el mérito.
Tampoco es cuestión de plantearse el mérito como una heroicidad. Pero sí como un cumplir, un realizar, un mostrar un compromiso, un testimonio de lo que uno siente, piensa. Sabiendo –y esto es lo más significativo-, sabiendo que detrás –detrás, por ponerle en la posición de no importancia-, detrás está la Fuerza de la Creación. Está la Creación que busca aclarar, que se dice a sí misma y se confiesa en lo que no está debidamente ordenado; y genera nuevas formas creativas para aclarar. Y ameritar. Y va, y va dando méritos, cada vez más, nuestra… nuestras posibilidades, en base a los recursos y a los descubrimientos que el hombre va haciendo en su entorno y de sí mismo.
Si se sabe que lo Divino –puesto en otro nivel- está detrás de mi confesión, que lo Divino está detrás de mi aclaramiento, sin mentir; sabiendo que lo Divino está detrás del mérito –o sea, que el mérito no va a ser mío sino que va a ser obra “De”-. Y todo esto, todo esto no se hace obligatoriamente sentado en una mesa con un bolígrafo. Podría hacerse, podría hacerse, a lo mejor; todas las posibilidades están. Se hace haciendo, se hace comportándose, se hace realizándose, se hace yendo, viajando, subiendo; se hace sobre la marcha, mientras se va marchando. Que la confesión, que el aclaramiento y el mérito no paren, no paren, no paren la dinámica que llevan. No. Apliquen a esa dinámica que llevan, el aclarar ciertos aspectos.
No hagan del amor algo razonable, porque no lo es.
No hagan del valor algo lógico, porque tampoco lo es.
Como advertencias. Es decir, que en la confesión, en el aclaramiento y en el mérito, la razón, la lógica, procuren aparcarla lo máximo posible. Que realmente aflore lo intuitivo, lo sensitivo, lo sensual, lo sexual, lo sincero, lo clarividente, lo prospectivo. Aquellos valores que se pueden reunir en un momento determinado en la palabra FE, o que pueden culminar en la palabra ESPERANZA. Sin destruir.
Hay que sincerarse sin destruirse.
Hay que hacer méritos sin que sean a costa de otros.
Hay que aclararse y aclarar sin dañarse, sin dañar.
Y todo eso es posible en la medida en que sabemos que, detrás de ello, delante, arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda, bajo el sentido orante que hoy lo promovemos, está esa Fuerza, está ese Divino enlace que conexiona nuestras posibilidades, que realmente es el entretejido que hace posible nuestro transcurrir como vida.
Esa garantía la tienen que esgrimir continuamente en el proceso mental que lleven y en el comportamiento que realicen.
Dios no es ley, no es moral, no es regla. No.
Es algo tan inmenso que SU AMOR nos desborda, nos sepulta.
Y, en base a eso, no podemos caer en nuestras confesiones, en martirizarnos.
No podemos caer, en nuestras aclaraciones, en prejuicios y en selecciones razonables. No.
El reconocerse en lo que se es y cómo se es, ya es un paso importante, ya es un mérito. Sabiendo que detrás de esa labor orante, está la Fuerza de esa Providencia, de esa que nos provee de fondos, de recursos. Está esa Benevolencia. Está ese enamorar-se. Está ese dispendio con el que la Creación nos otorga, nos envuelve día a día.
Y hay que proponerse verlo, para así tener la fuerza suficiente para confesarse a sí mismo, aclararse. Y ese pequeño mérito. De verdad que puede cambiar radicalmente una convivencia, un planteamiento de vida, un ideal, un estar, una decisión… puede cambiar todo.
Todo, y siempre hacia la bondad, hacia lo mejor. Sí, porque está auspiciado por lo Divino. Y ese reclamo hacia lo Divino hay que hacerlo en el momento en que me dispongo a confesarme, me dispongo a aclararme, me dispongo a ameritar en algo. La resultante de todo ello, tiene que ser bondadosa. Aunque a lo mejor me sorprenda, aunque a lo mejor ni me guste, pero lo veo como lo que brota, y es lo que hay. Darle consecuencia a ello, sería lo más adecuado para todos. Porque este proceso que sugerimos, evidentemente que es de realización personal, tiene una repercusión inmediata –inmediata- en todo el entorno.
Porque, a poco que se cambie, confesándose, aclarándose y ameritándose, se hace uno distinto y, en consecuencia, el entorno reacciona. Sea lo que fuere, va a ser bondadoso. A veces en esas extrañas bondades con que nos dispensa Lo Eterno.
Excelente tiempo para que, como en tormenta estamos, se aclare, se identifique y se ameriten todos los recursos que cada ser tiene. Sabiendo, insisto, que nuestro apoyo, que nuestro inductor, vive en el reino de lo infalible. En consecuencia, no hay que temer a esa confesión, a ese aclarar y a ese mérito.

Ten Piedad.
Ámen