domingo

Lema Orante Semanal

 

CONSCIENCIA DE VIAJE

30 de noviembre de 2020

 

Nuestro Universo –en el sentido de que pertenecemos a este universo- lleva un rumbo. Nuestras mediciones y percepciones nos dicen que estamos de viaje… hacia una dirección. Sin saber por qué, ni lo que conlleva ese viaje.

El caso es que… el ser de humanidad no se apercibe de ese viaje, quizás porque es… “inconmensurable”: no se puede medir. Aunque sí se puede detectar –insisto- por mediciones que hacemos. Pero parece que eso no… –según dice el humano saber- no afecta a los viajeros. ¡Glup!

Cuando un avión vuela cargado de viajeros, en condiciones atmosféricas saludables, pareciera que no se mueve. Cuando un tren repleto de viajeros, en una vía segura, se desplaza a gran velocidad, pareciera que está estable. Pero, sin duda, tanto el avión como el tren “influyen” en el viajero. En el que va en el avión, puede ser el jet lag; en el que va en el tren, las vibraciones –aunque sutiles- que pueda tener, y el cambio que supone de parajes, de lugares, etc. Por citar algo muy simple.

 

Desde que Galileo dijo: “pero se mueve”… –refiriéndose a la tierra-, fuimos descubriendo que nos movíamos “hacia”.

Y a la vez fuimos –curiosamente- siendo y generando un movimiento “en contra”, sí, al no asumir ese movimiento obviamente producido por… algo… y dirigido por… “quien corresponda” –Misterio Creador-. Deberíamos –ahora que mediblemente sabemos- ocuparnos de tomar consciencia de que nos llevan de viaje.

Somos “pasa-jeros”.

Y por mucho que queramos ir de vagón en vagón o recorrer los pasillos de la plataforma espacial o del avión… nos llevan.

El Sentido Orante nos recalca, nos hace una llamada para que descubramos, en consciencia, que somos viajeros. Pero viajeros que nos llevan.

Cualquier… cualquier acción que realicemos está dentro de ese viaje.

Al tener consciencia de ello, las acciones que realizaremos procurarán, por todos los medios, favorecer ese viaje.

 

Todo lo que haga ignorando que soy viajero y pensando que soy… un establecimiento quieto –ni siquiera móvil, como decía Galileo-, todo lo que sea ratificarme, radicalizarme, imponerme… –y en ese sentido un largo etcétera- es contrario a ser un viajero, puesto que en ningún momento –“en ningún momento”- estaré en el mismo sitio. Cualquier cosa que haga en un determinado instante, quedará ahí.

No podré volver a por ella.

Pero cualquier cosa que haga en el sentido del viaje, se incorporará a nuestra naturaleza.

 

Los astrólogos ya intentaron –y lo intentan con sus casas, sus signos…- el situarnos en ese viaje.

Los astrónomos… nos pueden situar, pero no inciden en nuestra naturaleza.

 

La Oración nos anuncia por dónde vamos, hacia dónde vamos y qué debemos tener en cuenta. ¡No es que sea un viaje obligado!, aunque es inevitable. Hemos –valga la expresión- hemos nacido en el viaje. En realidad, solo deberíamos saber del viaje, ninguna otra cosa. Pero justamente es todo lo contrario: dada la dimensión del viaje, el ser se ha desarrollado viajando en su micro mundo y dándole la espalda al verdadero viaje.

 

 

Al sentirnos universo y viajeros inevitables, cualquier actuación que realicemos en contra, como la importancia personal, el egoísmo, la idolatría, la soberbia, la vanidad, la rabia… –¡una serie de pequeñas incidencias!-… harán nuestro viaje tortuoso, incómodo, desagradable.

¿Saben por qué hay personas tan desagradables, personas de permanente queja, de continua crítica, que sólo se ocupan de lo que transcurre a su alrededor, pero nunca se ocupan de su propia identidad? Ahora ya lo saben. Son aquellas personas que han rechazado frontalmente ser viajeros.

Quizás no tengan –claro está- esa consciencia, pero el mundo les cae ¡mal!, el mundo les sienta ¡mal!, ¡la vida les sienta mal! Se han convertido en referencia, y como decían antes de Galileo: “Todo se mueve alrededor de la Tierra, y ésta permanece quieta”.

Pues bien: cuando los seres adoptan esas posiciones de referencia y de quietud, están negando el viaje. Están exigiendo que todo se mueva en torno a ellos. Quizás lo consigan, por momentos, pero seguramente esa “rebeldía” –por ser elegantes, vamos a llamarlo así- de los hipercríticos, los enfadados permanentes, los rechazadores diarios, provenga de esa negación a hacerse Universo, a hacerse viajero, en base a un Misterio Creador.

Sí, ¡sería un diagnóstico muy exagerado!… ¡Bah! Puede ser. ¿Sería mejor un diagnóstico personalizado? ¿Tildarlo de obsesivo, de compulsivo? ¿Hacer un diagnóstico de una neurosis de renta o de una sicosis maniaco-depresiva o de una sicopatía social? ¿Es mejor diagnóstico ése? ¿Ese diagnóstico conllevaría un cambio real en la estructura del ser? Con el tratamiento que le corresponde, claro, en ese plano.

¡Bueno!… Los resultados están ahí.         

Sólo cuando se entra en ese otro diagnóstico… y se busca otro estado de consciencia que nos permita contemplarnos en ese Universo, y desprendernos de nuestras posesiones, es posible que ejercite una cura.

Pero los principios radicales de posesión y pertenencia, que conducen a un diagnóstico… que genera hambre, guerra, mentira, temor y un largo etcétera… no son tratables bajo el prisma de la quietud autosuficiente. No es tratable bajo el clima de una tierra fija, y todo alrededor de ella. Es más, se acrecienta. Como se acrecienta la corrupción, como se acrecienta la impunidad, como se acrecienta la quema de bosques y selvas, como se acrecienta la contaminación, y un largo acrecentado estar de deterioro.

 

Es hora, sí –dice el Sentido Orante-, ¡es hora de darnos cuenta!... de que la queja, la rabia, el desdén, el desánimo… que no van a resolver absolutamente nada, que van a deteriorar la existencia y que van a menoscabar a los individuos que en ello están. Es hora de darse cuenta de que el poder que el ser ejercita… es un arma contra él. El poder que el ser ejercita en sus diferentes modalidades, basado en su egocentrismo, es cavar su propia tumba.

Ese “libre albedrío” que nos dieron a conocer como… ¡una concesión divina!

¡Hala! La Creación y el Universo se transporta y se mueve, ¿y el hombre tiene derecho –¿por qué?- a moverse y transportarse y realizarse de la forma que quiera?

¡El gran invento egocentrista!: el libre albedrío. El gran triunfo del hedonismo. Y a pesar de que cualquiera puede comprobar que no tiene tal libertad; que está tan condicionado su movimiento…; que son otros los que le mueven… –suponiendo que se quiera ejercitar en ese “libre albedrio”-.

Una astucia egolátrica muy interesante –¡bueno!-... para desligarse del Misterio Creador. Para desligarse de “Hágase según tu Palabra”. Para desligarse de nuestra procedencia… y hacernos pilares para que otros giren a nuestro alrededor.

 

Ya también en la Tradición Oriental –con mayor precisión, por cierto-, a través de los troncos celestes y las ramas terrestres, se busca la posición en la que se encuentra el sujeto en su viaje. Y en esa posición, aportar lo que necesita.

Es, sin duda, por tener en cuenta lo celeste y lo terrestre, la manera de incluir una simbiosis entre ese macrocosmos y ese microcosmos.

Así que, como decíamos antes, de los astrólogos y astrónomos, sí hay un bosquejo de búsqueda de saber sobre nuestro viaje y hacia dónde.

Pero el despertar hacia esa consciencia de viajero…; el saber que el Misterio Creador nos aguarda, nos lleva, nos preserva, nos orienta…

Es decir, en la práctica, tener en cuenta ese detalle e incorporarlo a nuestro proceder.

 

Pero una pequeña advertencia: es fácil –¡fácil!- que el ser, por su naturaleza de comportamiento hasta el momento, acepte y asuma que es un viajero y que le llevan… y, en consecuencia, diga que nada pueda hacer, que el destino ha querido que esto sea así, que entre en ese bucle destructor en el que el responsable es el Misterio Creador. No entre en el sentido liberador de que nos han dado talentos para ir en la Misteriosa dirección.

¡Ay, cuando el hombre se ampara en lo Divino para justificar sus desvaríos… y no se ampara en Él para seguir sus caminos!...

 

 

Buscamos en nuestro sentir –sin poseerlo- una vibración que realmente nos despierte a ese viaje de viajeros.

 

aAAAAAaaaAAAAAA AMMMMMM

 

 

 

 

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martes

Lema Orante Semanal

 

PERSEVERANCIA, CONFIANZA Y ESPERANZA

23 de noviembre de 2020


 

Transcurre… la humanidad, entre tolerancias-intolerancias… rigideces y blanduras. Y con permanente impunidad.

Los tolerantes dan por buena cualquier respuesta. Los intolerantes sólo se escuchan a sí mismos. Los rígidos imponen sus criterios, y los blandos no los tienen. Todo ello con impunidad, es decir, sin que sea punible cualquiera de las actuaciones de rigideces, blanduras…

Esta impunidad surge de los extremismos, y de los permisivos procesos que dan por buena cualquier respuesta.

Lo flexible se encuentra ausente. Y en consecuencia, la adaptación a los aconteceres, y al medio en general, se hace torpemente: o con rigideces o con blanduras, o con tolerancias o con intolerancias.

 

Desaparece paulatinamente esa flexible naturaleza que se adapta, que oscila… y se adoptan las posturas extremas; con lo cual, la incomunicación y el enfrentamiento es inevitable.

El Sentido Orante nos plantea este magma, esta vibración en la que se está moviendo nuestra especie. Nos llama a esa flexibilidad que contempla las excepciones, que no asume la impunidad, que reclama las responsabilidades.

“Flexibilidad”, “adaptación”, “responsabilidad”…

Y todo ello se muestra cuando el ser se ejemplariza a través de la “austeridad”.

Sí, ése es el toque que permite esa flexible excepcionalidad.

 

Y en esa austeridad de “lo imprescindible y lo necesario”… la exigencia, la productividad, la imposición no deben vibrar.

Sin duda, es preciso un esfuerzo, pero adaptado a la naturaleza de cada ser y contemplando las excepciones.

Así, la consciencia se desarrolla con recursos para ver la intuición…, para sentir el lenguaje de la Providencia, para descubrirse en el Universo Creador, para sentirse creatividad permanente, para escuchar al que habla, para alejar el prejuicio, para favorecer la imaginación, para aclarar los sentidos, los sentires, y para hacer del convivir cotidiano una emoción; una emoción que nos lleve a ver los diferentes lenguajes que se nos presentan cada día.

 

El esfuerzo no ha de ser ni agotador, ni exigente, ni impositivo, ni ¡comparativo!

Cada ser se debe ajustar a sus recursos, a sus medios, a sus capacitaciones. ¡Y no por ello renunciar a su evolución!, a sus nuevas adquisiciones, a sus amplificaciones de consciencia. No atribuir a la aceptación y a la adaptación complaciente, el inmovilismo; más bien darse cuenta de que esa adaptación, esa modulación ante el medio, lo que hace es reconocer a cada ser en lo que es… y promoverle hacia nuevas perspectivas.

 

La Llamada Orante nos “resuena” en el servicio, en el cumplir, en el saber estar según las necesidades, que en ningún caso deben constituirse en dependencias, porque ello anula la relación y encapsula la comunicación.

 

El Sentido Orante, con su llamada, anuncia la necesidad de estar “dispuesto”, “disponible”… para corregir, para rectificar, para remodelar, para restaurar… tanto a sí mismo como al entorno o los medios en los que nos encontremos.

 

Los extremismos y las tolerancias, aupadas por la impunidad, llevan al ser a la desconfianza. En cualquier momento salta como un cortocircuito, y nos deja sin luz.

.- ¿Pero no confiabas tú? Y tú, ¿no confiabas?

.- Sí, pero….

 

La confianza no guarda “peros”. Confía.

Y ese “confiar” produce en el otro, en los otros, respuestas confiadas. Aunque tengamos que pasar por tránsitos incómodos… en los que se presentan situaciones ¡poco fiables!, o muy poco fiables. Aún así, la confianza es imprescindible, porque somos seres de comunión, seres de comunicación, seres de solidaridad. Porque gracias a ello podemos conseguir, lograr, alcanzar…

 

Es cierto. Es cierto que, en esa impunidad, a los confiados se les engaña. Es cierto. ¿Y…?

Alguna ventaja sacarán los engañadores. Pero si asumimos las posturas belicosas o de rechazo, no favoreceremos el sentido solidario. Más bien anunciemos, anunciemos desde la confianza, al que nos engaña, que somos conscientes de eso, ¡que nos damos cuenta! Igual que nos damos cuenta, cuando realizamos cualquier labor en común, de quién participa y de quién no participa.

Pero la perseverancia, la confianza y la esperanza nos pueden dar o pueden dar la sensación de ignorancia, de no darse cuenta. Puede dar la sensación de que es fácilmente abusable.

Gravísimo error. Porque el exceso de abuso, el exceso de engaño, cuando el confiado persevera en la confianza, ese exceso puede encontrarse con el rigor.

¿Es que acaso se pensaba que la confianza, la perseverancia y la esperanza eran flanes débiles, insensibles y ¡estúpidos!, que no se apercibían, porque no combatían, porque no llamaban la atención, porque no exigían…? Grave error.

La perseverancia, la confianza y la esperanza se fundamentan en el rigor que el ser asume como intermediario, como ser inspirado por la naturaleza del Misterio Creador. Es un rigor ¡amable!, amoroso, pero riguroso. Pareciera una contradicción, mas no lo es… Porque alberga multitud de posiciones. Porque orienta como el faro al navegante. No le engañan. Es riguroso en su luz. Como es riguroso el amanecer, el anochecer y la permanencia de las estrellas.

Pero no nos atacan, no nos confunden. Nos orientan, nos ayudan, nos aclaran.

 

¿Acaso no hay perseverancia, confianza y esperanza en cada uno de nosotros, por parte de la Creación, por parte de las casualidades, de la suerte?

¿Acaso no nos brindan regalías que no se corresponden con nuestras aportaciones, con nuestras capacidades? Que lo digno sería decir: “No soy digno”. Pero el rigor nos implica aceptarlo, y con ello admirarlo. Y necesariamente hacerse humilde.

 

Que nadie prevalezca sobre alguien, porque será como una bota sobre su cuello. Que, más bien, el que mejor dotado esté de cualquier habilidad, done sus dones y capacite a otros.

Que la biodiversidad de nuestras naturalezas comparta sus capacidades. ¡No para ser iguales, no! Cada ser tiene su universo personal… del que ha de dar cuenta permanentemente. Pero cualquier arrogancia por el saber, por la erudición, por la posición, ¡por el carácter que se tenga!… es una grave ofensa a la confianza, a la perseverancia y a la esperanza.

Grave ofensa.

Porque ¡ay de aquellos que, aprovechando su erudición, contemplan y escuchan al ignorante que expresa lo que siente, y lo desprecian!, y no le aportan su erudita posición. Le escucha para sentirse superior.

Ciertamente, el actuar así conllevará el temor y las debilidades.

 

Los avisos de las Llamadas Orantes encierran una generosidad infinita. Orientan hacia horizontes sin límites. Recogen a cada ser en su identidad, y a la vez lo sitúan en sintonía con los demás seres.

De esa forma, la importancia personal, la egolatría y la idolatría habitual no tienen cabida… porque es el Misterio Creador el que todo lo alberga, el que todo lo expande, el que no se limita.

Ninguna criatura puede alcanzar esa magnitud. Pero sí sintonizarse con ella, porque de ella procedemos… y con ella estamos, porque ESTÁ.

Sin su presencia, no hay vida.

 

 

 

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