domingo

Lema Orante Semanal

 

¡DÉJATE AMAR!… Y VERÁS TODO DISPUESTO

19 de septiembre de 2022

 

¿Quién nos reservó este lugar en el Universo?

¿Quién nos colocó entre el Sol, la Luna y la oscuridad?

¿Quién nos dotó de recursos, habilidades…?

¿Y quién nos dio el ánima para preguntarnos… para indagarnos… para buscarnos… para ¡buscar-LE!?

 

Y todo lo viviente se convierte en criaturas creadas.

No hay algo que surja por su propio “ardiente”. El Fuego Creador… proviene de la Misteriosa Estancia.

El atribuirnos logros es vanidad. Es no querer descubrir… la Mano Ardiente de El que hace… Del que nos lleva… Del que nos inspira… Del que nos cuida.

Cuando lo descubrimos, cuando lo reconocemos… nuestro estar, nuestro seguir, es una necesidad… ¡atrayente!

Nos ponen y nos expone y nos animan…, y lo que nos promueve es la atracción; la atracción Del que nos trae. Ello nos despierta cada mañana. También nos duerme cada noche.

Y permanentemente atraídos por el acontecer de cada día… realizamos lo que nos parece evidente. Y lo es en la medida en que vemos la traslúcida Mano de la Creación, del Misterio Reverente.

 

La sencilla sonrisa –expresión de la infinita complejidad- es una muestra del desarrollo creador de la instancia del Misterio, que se muestra sencillo, fácil, próspero y servidor.

Así, el convivir se hace fragancia. No hay demandas… sino servicios. Y todo queda realizado. Porque cada cual sabe cuál es su sendero… y no invade los pasos de otros.

El mar sabe aguardar en su cuenca. Sabe esperar a que tímidamente pisemos su orilla.

El amanecer no nos deslumbra, nos clarea… hasta hacernos resplandecientes; igual que el atardecer se hace bruma de color…

Y así acrecentamos nuestras pupilas, aminoramos nuestros haceres… y nos entregamos al sueño: ese que nos repara.

¿Quién nos repara en el sueño?

¿Acaso somos nosotros, sin consciencia, sin remedios…?

¿Quién nos repara a través de los sueños, a través de… la Nada?

¿Quién nos recompone… y nos rehace para renacer y amanecer, con el brío del descubrir, con la atracción de buscar, con la bondad de agradar?

No sentirse dueño de algo… nos hace participar de todo.

No adueñarse de… –por la ley de los hombres- de lo que nos pertenece. Mas bien cuidar todo lo que nos encontramos; agradecer todo lo que se nos da; responder con nuestra actitud: la actitud del peregrino que va camino del encuentro; “el Gran encuentro”.

No habrá error que nos reclame. No habrá tropiezo indebido. Habrá consciencia decidida que sabe escuchar… cualquier sonido, cualquier palabra. Que no entra en disputa… Que sabe en consciencia seguir la ruta del viento: el que silba… los dones de la Creación.

 

Es fácil, sí, sentirse inútil. Es fácil culparse y más fácil castigarse. Es fácil recurrir al desespero; si acaso, a despertar lástima. Es fácil ser el destructor… el destructor del entorno. Es fácil ser el que castiga y el que se autocastiga.

Todo ello es un desafío… impropio de un ser creado. Todo ello es un desatino que busca el protagonismo.

Siempre se encontrarán razones y explicaciones para llorar nuestras desdichas. Mas quedarse en ellas es renunciar a la atracción de lo Eterno; es desdecirse de la Creación permanente; es “suplantar”…

No es lícita la queja, cuando se ven los colores, se escuchan las canciones, se saborean los dulzores y se perciben los perfumes.

No es justa la queja cuando la caricia calma.

¿Acaso no son dones... ¡dados!? ¿Hemos gestado algo de lo que somos…?

Por ello, caer en… la justica, en la ley, en el premio, en el castigo… no es propio del creer. No. No tiene justificación… ante el azul del amanecer. ¡No se corresponde con el canto del jilguero!... y el vuelo esquivo de las golondrinas.

Abandonar lo siniestro… que impide el ama-necer; que lleva a las tinieblas. Somos seres de ánima luminosa… ¡creados en el resplandor!, dotados de la brillantez, esculpidos en la habilidad, diseñados para la búsqueda.

No hay mejor modelo.

Y cuando lo sentimos como don, cuando lo percibimos como derroche eterno…, la serenidad interior aparece; el ritmo se acompasa; brota la imaginación.

 

Todo se hace sin querer.

¡Déjate amar!… y verás todo dispuesto.

 

 

 

***

Lema Orante Semanal

 

LA VIDA, HOY, NOS DEMANDA VIRTUOSISMO

12 de septiembre de 2022

 

Es un transitar, el vivir. Y, en consecuencia, cada paso supone un nuevo acontecer.

Implica diferentes perspectivas… aunque cierto es que, en esa evolución de humanidad, se han erigido poderes, influencias e imposiciones, que hacen del tránsito, del transitar, bloques inamovibles… que los poderes desplazan de un sitio a otro… pero que no cambian, que no se replantean, “que se sienten seguros bajo el amparo del poder”; permanentemente dependientes de ayudas, arreglos, por parte de las costumbres, normas… “Dependientes”.

Son síndromes de Estocolmo, camuflados.

“Sí. Me hace daño, pero me da una paga, me da el paro, me da el mínimo vital. Sí. No me da oportunidades, pero… voy tirando”.

 

Y mientras, el tránsito de renovación… permanece congelado.

Y cuando, por momentos, por algún tiempo, por circunstancias, se derrite y se hace agua viva que tiene que sortear dificultades, buscar cobijo, pero seguir el rumbo de la caída hacia el océano del Amor, ahí ya son pasos decididos que dependen de la Providencia. ¡Que ya no dependen de ningún gobierno, de ningún poder, de ninguna norma, de ninguna ley!

 

“La Llamada Orante”. Ahora… ahora que transitamos hacia otros pasos, ahora que hemos vivido momentos diferentes –por los ritmos, por las circunstancias-… debemos invocarnos hacia la escucha de la Creación, para que nuestra creatividad, nuestra valentía… sea capaz de promover, sugerir y plantear diferentes y necesarias alternativas.

Transitar como el agua, que no desdeña ningún espacio. Que sabe adaptarse ¡y no pierde su identidad! ¡No abandona sus promesas! Es fiel saciadora de la sed. Es fiel acogedora de nuestra limpieza. Es fiel sustento de nuestra estructura. No nos abandona. No nos desprecia. No nos cambia…

Y, siendo agua…, nos combatimos, nos despegamos, nos desproporcionamos…

 

La Llamada Orante nos… prepara. Nos prepara los suelos de nuestras “huellas”. Nos indica con sus sugerencias hacia dónde debemos andar. Nos hace mirar, en cada paso, no a los pies ni al suelo, sino a las estrellas, para que nuestra referencia no sean nuestras voluntades o caprichos, sino los sentires amantes y enamorados, que no nos aseguran, que no nos garantizan, pero que sí están en un permanente cuido y… cobijo.

Pero la vanidad… que, como decía el dicho, “es un yuyo malo que envenena toda huella” –a propósito de las huellas-, nos concentra en nuestros caprichos, en nuestros deseos, en nuestros facilitarismos.

¡No hemos llegado a este Universo increíble, para dar cauce a los receptáculos que nos han recibido!, de costumbres, normas, leyes, mandatos, obligaciones… ¡y caprichos aprendidos que ni siquiera son propios!

¡Hemos venido para dar muestras de la grandiosidad de la Creación!

Hemos llegado a este Universo… para expresarnos extraordinariamente, excepcionalmente, ¡insólitamente!

No se admiten justificaciones.

¿Qué se le puede decir al Misterio Creador, cuando nos colma de posibilidades, y optamos por las vulgaridades? ¡Qué vergüenza!

Pero el ser tiende a amoldarse a sus vergüenzas… y termina creyéndose sus propias propuestas, que no son ni más ni menos que repeticiones de los poderes que agobian y… se muestran como las vías adecuadas y salvadoras.

 

¿Hay que esperar…? ¿Hay que esperar al derribo, al desahucio y… al desespero, para darse cuenta de cuál es el verdadero lucero?

 

¿Hay que caer en la repetida consistencia de lo que otros y otros fracasaron e hicieron, para darse cuenta de otros perfiles…? Que, sin duda, ¡cualquiera de ellos se hace difícil!… porque la horma que ha seguido la humanidad es poderosa

Pero es poderosa en su gueto; en su gueto de sueldos, ganancias, pertenencias, posesiones…

¡No alcanza a salir de sus paredes!

 

¡Por favor!

¡No se puede someter!, el vivir, a una práctica conocida y a un seguro establecido: ese que tiene techo…; ese que no quiere ver las estrellas…; ese que teme al esfuerzo no reconocido…; ese que aspira a “el pájaro en mano”… y no se atreve a volar.

 

Este transitar orante nos reclama… –como dicen los lemas del año- un replantearse, un renovarse, un recapacitarse, un rehabilitarse ¡y un proyectarse!... bajo la dignidad de la vida en el Universo.

¡Es que habito en el Universo! ¡No habito en tal calle, en tal país y en tal lugar!...

¿Por qué eso que es tan evidente… queda sepultado, y el sujeto queda reducido a su gueto de pertenencia y de poder, a su dominio de su pequeña… “esquela”?

 

¡No! Ese no es el mandato de las estrellas. No. Esa no es la luz… de materias y energías oscuras que no castigan, sino que ¡expanden! No. Ese no es el mensaje de la pequeña luz visible que nos alumbra.

 

Y es así que la Llamada Orante nos insiste… porque el poder del propio humano se ha hecho refractario y resistente, recalcitrante y dominador, racional y… “seguro”.

¿¡Habrase visto!?: “seguro”.

Cómo debe de ser la carcajada del Misterio Creador, cuando el ser humano busca la seguridad, la tranquilidad, la pequeña posesión, el dominio de lo que sabe o lo que tiene…

Sí. Se ríe en silencio.

 

Mientras el ser de humanidad a veces contesta diciendo: “Sí, pero en el día a día hace falta”… y tal y cual.

Enseguida busca la raíz del anclaje de la materia, del seguro de enfermedad, del seguro de sepelio, del seguro de… casa, comida y vivienda.

¿El “seguro”…?

 

Hay que suspirar más. Sí. Y en el suspiro, tratar de desprenderse de esa maníaca posición de pertenencia, de pertenecerse, de estar seguro. ¡Es tenebroso escuchar a alguien “estar seguro”!

 

“Certero soy, si digo que me trajeron, que me dotaron y que me empujaron.

Me trajeron, me dotaron y me empujaron. ¡Y me siguen empujando!

Mas no me pertenezco.

Intermedio… soy, y mis huellas no son mías; son de quien me lleva.

En consecuencia, no hay reclamo ni demanda… Hay gracia, hay asombro, cuando siento que me encuentran, y me posibilitan, y me empujan, y me dificultan, y me despistan…

Pero el latido de la esperanza… ¡palpita!, aunque de él se rían los que tienen su corazón “seguro”.

Pero cuando se sabe que nuestro latido no es nuestro, sino que son besos y besos esculpidos por la Creación, dirigidos específicamente a cada uno, para que seamos testimonios reveladores, innovadores, ¡entregados!…”.

 

Así sí vamos en el sentido de Universo. Así sí estamos en disposición de servir.

 

¡Servir!...

¡Sí! El servicio a lo Grande, al Misterio; aquel que nos coloca en la excepcionalidad, no en “servirme”.

 

Me sirven permanentemente para que sea un servidor equivalente …

Para que escuche la palabra, no para que me escuche mis palabras.

Para que escuche la casualidad, para que escuche la circunstancia, para que escuche lo imprevisto, para que escuche la sorpresa, el regalo…

¡El sentirme elegido para algo extraordinario!... ¿Cómo voy a renunciar!

¿Qué hay de mí, propio, para poder decir si sí o si no… si resulta que me están llevando, y si me sueltan desaparezco!

 

El aliento orante es… el auxilio. Es el empuje, la orientación: la que nos permite meditar; la que nos hace valientes; ¡la que nos quita las querencias!... y nos vibra en amores; la que nos permite admirar, contemplar… el transcurrir ¡de todo lo que nos rodea!… y poder situarnos en las frecuencias ofrecidas, no en los deseos preferidos que nos han impuesto otros… que han fracasado, que no nos quieren ver en posiciones diferentes y que quieren que repitamos sus incapacidades.


 

La vida hoy nos demanda virtuosismo. Nos demanda sutilezas. Nos demanda detalles. No acepta… ¡no podemos aceptar justificaciones permanentes!, mentiras camufladas…

Si sentimos en verdad “liberarnos”, no podemos aceptar nada establecido.

Debemos inspirar… e inspirarnos por las sugerencias creativas; sabernos adaptar a las fuerzas que, humanamente, sólo en posesión piensan.

Saber mantener el tono de voz… ¡necesario!, y en el plano preciso, para no caer en la justificante razón: esa que termina siempre por “terminar”; que tiene una vocación por el exterminio: “¡Hasta aquí, hasta aquí, hasta aquí! ¡No puedo! ¡Hasta aquí, hasta aquí!”.

¡Un racismo destructor!... que cambia de ruina en ruina.

 

El aliento liberador es un aire fresco… que se eleva. Es un aliento incansable de fidelidades. Es un capacitante constante, de imposibles.

Pero sí reclaman, “las libertades”: esas que los poderes dan y quitan; que parecen estar en nuestras manos. Tentaciones permanentes de… “mi, mi, mi, mi, mi”“yo, yo, yo, yo”

 

Es preciso ahondar en tenernos ¡piedad!... para descargar de nosotros las cubiertas que nos imponen, ¡que nos imponemos!

Esa Piedad que permanentemente se derrama sobre cada uno, gracias a la cual despertamos, ama-necemos… a las nuevas huellas de quien nos lleva, de quien nos empuja, de quien nos sorprende.



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Lema Orante Semanal

 

NUESTRA PROCEDENCIA ES VOLAR EN LA INMENSIDAD


5 de septiembre de 2022

 

Como humanidad, llegamos a estar transitando… en unos desfiladeros que comprimen, oprimen, impiden… premian y castigan.

Desfiladeros que “se supone” que… pasados por ellos, el ser se va a encontrar liberado, motivado, incentivado y entusiasmado… por haber superado la prueba.

Pero la prueba, las pruebas, se han hecho… hábito, costumbre, leyes, normas: “normalidades”.

Y vivir en ese desfiladero implica desconfianza, infidelidad, insinceridad…; “apariencias”.

 

Se ha labrado ¡tanto!, ese desfiladero, que las ansias de salir de él, de abrirse a otra realidad, parecen no existir. Parecen ser fábulas o historias fantásticas.

En ese desfiladero, mal que bien se vive y se progresa… ¡bueno!, con las normas de las estrecheces, las rigideces, las imposiciones… y las mentiras institucionales.

 

La Llamada Orante nos advierte de que la posición que ocupamos cada ser de humanidad, en la humanidad global… está en un momento de asfixia, de estrechez, de aprieto. De que los seres tratan de sobresalir sin progresar. Sobresalir unos sobre otros, sin miramientos.

 

Un atasco permanente en el fluir hacia el valle de la prosperidad; hacia el campo abierto de los bosques, selvas y desiertos.

El símil es fácil de captar, cuando contemplamos la convivencia en una gran ciudad, donde todo se comprime, se oprime y se… desespera.

 

Fue buscando la especie, en esas estrecheces, los tesoros, los secretos, los misterios… que parecían estar ahí encerrados y cuidados y atrapados.

 

E identificaron el transcurrir, con dificultades, con impedimentos, con riesgos, con daños, con dolores… como la prueba fehaciente de que se avanzaba, de que se estaba logrando descubrir, aprender y saber… de los misterios insondables.

 

Las altas paredes de las montañas, que constituían el embudo –la parte estrecha del desfiladero-, hacía que algunos miraran hacia arriba… e intentaran incluso trepar. Inútil.

 

Horadaron más aún el desfiladero para extraer recursos y remedios… en tal estancamiento. Y la humanidad se hizo crónica, ¡repetitiva!…

¡Imaginaba suspiros!… a través de las paredes, pero no se proyectaba hacia la salida.

 

Se encomendaba a sus superaciones, a sus capacidades, mientras se encharcaba o se secaba…; y se ahondaba más en su propia naturaleza, aislada del entorno, considerado como algo a explotar o enemigo a desconfiar.

¡Sí! Depende de en qué profundidad se estuviera, a veces se veía alguna estrella… o ¡quién sabe!

 

Ahí… –ahí, aquí-, en esta descripción se encuentra la especie.

Así nos refleja, la Llamada Orante, nuestra posición.

 

Nos advierte –desde el Misterio Creador- a propósito de nuestros recursos, a propósito de nuestra herencia, a propósito de nuestra procedencia… que es volar en la inmensidad; que no es ahondar en el desfiladero; que es salir a la inmensidad; que es contemplar el cielo abierto; que es respirar sin suspiros permanentes; que es contemplar… lo Infinito; no quedarse atrapado en lo mediato, en lo inmediato, lo de enseguida, lo de ahora…

 

Es… nadar…; nadar como “vuelo” en el que el agua es el viento; en el que el agua es el amar, es el sustento.

Y cuando llegan las lluvias… y el desfiladero se inunda, es el momento de nadar y nadar para salir, para descubrir la salida; para tener consciencia de salir de esa ‘atolladora’ y comprimida existencia. Es el momento de volar… nadando en el seno del Amar.

Y es así como es posible… que la consciencia de salida de la compresión comprimida se pueda realizar. Porque hoy está como obstruida; incluso tiene un “stop”: prohibido atravesar esta señal; prohibido… prohibido… prohibido. ¿Cuántos “prohibidos” hay?

Con tantos como hay, no es posible darse cuenta de que se está en un desfiladero comprimido y… legalizado. ¿Qué hay después de ese stop?

 

Y el ser de humanidad se empeña en su potencia. Y cuando llega la incapacidad, ya no tiene recuerdos, carece de memoria de su ligazón ancestral con el hilo de las estrellas, con las gotas del rocío, con el eterno amanecer…

Y en ese atasco monumental… las informaciones no vuelan. Las informaciones se contradicen. Se engaña, se maneja, se manipula. No se puede ir más allá de ese límite.

Y así, el ser queda condenado a sus leyes, a sus normas, a su ciencia, a su filosofía, a su creencia, a su religión…; a su pequeña pertenencia en el gueto de la encrucijada de no saber cómo fue la entrada, y si… ¿existe salida…?

 

La Llamada Orante nos reclama, como agua, como rocío que en cualquier circunstancia se derrama, que nademos en el Amar… que es el viento alado que nos trajo a este paraíso de Universo… y del que nos hemos apoderado. En vez de dejarnos servir por ello, nos hemos apoderado de ese viento amoroso alado que nos trajo. Lo hemos secuestrado… y apenas si andamos o nos arrastramos. A veces nadamos, pero pronto nos ahogamos. Y el volar es una imaginación tan… cada vez más parca, que se agota por el olvido.

 

Sí. El panorama es… entre angustioso y ansioso; sin adaptarse, con desespero, con unos sobre otros, como si espacio no hubiera…

¡Ay!... Pero la Llamada Orante nos insiste en nuestras aguas de nado, en nuestros despertares de “ama-necer”, en nuestras conciencias liberadoras, que tímidamente… apenas si se expresan, pero están. Están cuando lloramos, cuando soñamos, cuando por un momento cantamos… como intento de volar…

Sí: el canto se hace inspiración, suspiro… y propulsión.

 

E igualmente, cada palabra, cuando sentida brota –como manantial- del corazón, en ella nos zambullimos y nadamos para salir de ¡tanta opresión!, de ¡tanta represión!, de ¡tantas posturas!, ¡de tantas imposturas!... que se nos imponen, que nos imponemos, que ¡justificamos!… sin darnos cuenta de que nos estamos robando nuestra esencia. Porque, al poseerla, al intercambiarla, establecemos pactos de posesión, de ¡dominio!

Y la Creación no se hizo dominando. La Creación no se hizo poseyendo. La Creación no se gestó usurpando. Más bien… se expresó en un infinito… ¡largo!... y eterno vuelo de luminarias, de oscuridades…

¡Y está ahí, y continúa! No es algo que fue…

 

Y ese “saberlo”, nos debe inspirar, desde el desfiladero… al suspiro de nuestra esencia, a la recopilación de nuestra inocencia, a la consciencia de nuestra referencia, al despertar a nuestra liberada naturaleza.

Y así, dar el salto del canto, del vuelo, del nadar sobre sí mismo. El nadarnos y el salir de esa estrechez… en la que se ha convertido la mente, los sentires, los haceres…

Salir de ese agobio de prejuicios permanentes. Entrar en el vaho que va abriéndose a la luz… en el que los sentidos trascienden, visionan, escuchan, saborean, olfatean lo Eterno, acarician las nubes…

Y no por ello dejamos de andar, de curiosear, de relacionar, de descubrirnos en permanente contacto con todo lo que nos rodea…

 

Es… es tiempo –nos dice la Llamada Orante- de aspirar a liberarnos.

La estrechez aglomerada nos oprime, nos deprime, nos desespera…

Ahí… ¡ahí, ahí!… ahí está, aguardando, el embudo abierto hacia delante.

Las campañas que nos retienen, las amenazas que nos agobian… deben ponerse en referencia con nuestras esencias, con ¡nuestros verdaderos amores!, y entonces pierden, desaparecen, y nos abrimos como el nenúfar: nos esparcimos en el aroma; nos ofrecemos en la belleza…

Y nuestras palabras se hacen canto, “encanto”…

 

Sí, cierto es: desde el desfiladero, todo esto parece, así, un cuento de hadas. ¡Parece una historia… parecida a otras historias!

¡Pero no es una historia!... ¡Es un presente futuro!... Es un pasado que no se realizó…

Y ahora nos llama, la Creación, para que sigamos, para que ¡continuemos!… Porque quizás no hayamos empezado ¡aún!... en la dimensión que nos corresponde. Que inicialmente nos encapsulamos en la maravilla de lo que veíamos, y nos apoderamos de lo que se percibía.

Y así nos fuimos gestando en estrecheces…

Nosotros mismos construimos el desfiladero.

No era una trampa del destino. No era una prueba sobre nuestras capacidades. Era la expresión del egoísmo, de la suplantación… y del poder.

 

Tomemos consciencia de nuestras aguas. Tomemos despertares de ¡nuestros alientos!, ¡nadando y volando!…

Y despojarnos de nuestras corazas de seguridades… que nos impiden imaginar, fantasear, ¡amplificar nuestros sentidos!... para sentirnos unidos a la Eternidad, para percibir nuestra vibración de lo Eterno: ese que nos gesta cada día y que nos ama en las primeras luces.

 

“Ya” es muy tarde. “Luego” es ¡tardísimo! “Ahora”, tampoco.

¡Estamos!… Y en la toma de consciencia de todo ello, actuamos.

Y nos hacemos… ¡y nos hacemos eco!... de un Eterno Acto de Amor.

“Y nos hacemos eco de un Eterno Acto de Amor”.

Y esa es la consciencia que nos ¡proyecta!; que nos hace nadar y volar sin límites.

 

La Nada es el mejor compañero del viaje. De ahí surge siempre lo necesario.

 

 

 

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Lema Orante Semanal

 

LA CREACIÓN CONFÍA EN NOSOTROS DESDE EL MOMENTO EN QUE ESTAMOS

 

29 de agosto de 2022

 

Y al orar, nos disponemos a “con-sentir”… los designios del Misterio Creador que obran en nosotros. Y así testimoniar, en nuestro plano de configuración, nuestra procedencia.

Hacer uso de la Providencia, que nos provee de las ocasiones, de los momentos, de las circunstancias, de los testimonios, de las promesas… –de todo ello- para poder sentirme, en consciencia, procedente de ese Misterio Creador; que nos llama a orar… con la visión de que seamos escuchas que indaguemos en nuestros dones –que nos han dado-, y con ello seamos… evidencias… de nuestra procedencia.

 

Y ocurre –probablemente-… que, dada la abundancia de nuestros recursos, el ser se vanagloria de sus capacidades, de sus acciones… y de alguna manera se siente “auto creado”.

Y así, propaga sus vanidades, que ahora son alegres, mañana serán tristes, pasado serán de muecas, al otro serán de aplausos…

 

¡Qué extraño resulta el fenómeno de la vida de la especie humanidad, en la que cada ser trata de imponer sus posibilidades, sus recursos!…

Y hacerlo de tal forma, que no… no se mitiguen esos efectos, ante las secuelas que se esparcen alrededor.

Incluso se dice: “Lo siento”.

¿Qué siente…?

Lo que siente es… potencia, poder de haber –en alguna medida- doblegado al otro, a los otros, para conseguir una diferente posición. ¡La que sea! Y ante la dolencia ajena, producida, simplemente se dice: “lo siento” o “perdón” o…

Hay algunas cosas más como sentencias.

 

Pareciera, la especie, una tropelía de dioses que van arrasando lo que van encontrando, bajo la justificación de sus felicidades…

Y así también, cuando éstas no se ven cumplidas, el ser se mancilla, se desespera, se hace desolación. No acaba de asumir que el mundo no está hecho a su medida; que él tiene que asumir su posición.

 

Nos llaman a orar para que la virtud aflore…; para que demos muestras de nuestras capacidades…; para que las promesas no caigan en simples cortejos de “quedar bien”… y se hagan proyectos realizables.

 

Y es, lo humano, un proyecto ¡capacitador!... que, en la medida en que se desprende de su falso poder, aflora en él la esencia de su creación: el Amar, el Amor…; que se da y le dan “de gratis”.

Y en correspondencia, en gratuidad se ha de ejercer.

 

Nos llaman a orar y… enseguida, de inmediato… el reclamo de necesidades, el pliego de peticiones… como si cada ser no pudiera consigo mismo; menos aún, con el entorno que le rodea.

 

El acontecer cotidiano… –y es parte de la Llamada Orante- debe incluirse… en nuestra consciencia de Universo, en nuestra creencia de nuestro origen.

De esa manera, seremos ese microcosmos que… se equilibra, se referencia… y no se encapsula con lo cercano.

Ir descubriendo paulatinamente nuestras posiciones, nuestros deberes, nuestras “dis-posiciones”… para que así podamos interpretar universalmente, celestialmente, lo que acontece. Que, sin duda, implica un esfuerzo para despojarse del hedonismo… y para hacerse preguntas… y encontrar las respuestas que en alguna medida avalan lo que ocurre, lo que transcurre, lo que nos ocurre.

 

El ver a los otros como universos, y no como competidores…

El darse cuenta de que todo está “en torno a”…

Y así, por mucho protagonismo que se quiera realizar, éste se disuelve al contrastarlo con… lo que la vida nos da.

 

La Creación confía en nosotros desde el momento en que “estamos”. Y este detalle es significativo, puesto que la crisis habitual de desconfianza… ante todo y ante uno mismo, nos lleva al desvarío.

Si el hecho de “estar” implica una confianza universal del Misterio Creador… supone una complaciente posición –como mínimo-, ya que, al no poder alcanzar la magnitud de nuestra procedencia, el sí descubrir la confianza que en nosotros –en cada uno en particular- la Creación deposita, supone una iluminación en nuestra trayectoria.

Partiendo de ello, no precisamos de razones, explicaciones, estudios, preparaciones… y un largo etcétera de “dominios”…, sino que debemos ejercitarnos, en esa confianza, en los diferentes aspectos en los que nos vamos encontrando.

 

Así somos capaces de desarrollar proyectos, propuestas… imaginería suficiente como para optar hacia realizaciones.

 

Que toda actitud pase por el filtrado de nuestra consciencia de seres creados, en los que se confía, en los que se deposita un mensaje… para un hacer necesario.

 

Estamos transcurriendo en tiempos “necesitados”. La consciencia de nuestra confianza puede ser vital en nuestra comunión con lo cotidiano. La disgregación continuada del ego… que se cultiva y se promueve… nos aísla hasta el punto de dudar sobre nuestros recursos… y someternos a las imposiciones de colectivismos, de prestamismos, de falsas ayudas.

 

Y esa confianza que en cada uno de los seres se deposita… y que su verdadero ejercicio está cuando no la asumimos como propiedad, nos muestra… nos muestra otro nivel de confianza, que es esa fuerza que nos hace estar conectados, necesitados –los seres vivientes- unos de otros.

 

“Habita” entre nosotros… –y en nosotros, por la confianza que la Creación pone-… “habita entre nosotros” una cohesión, una fuerza de integración, un saber mirar a lo viviente como “imprescindible”…; un darse cuenta, desde la egolatría personal, de que estamos permanentemente necesitados.

En ningún sentido somos autosuficientes. Precisamos respirar, comer, dormir…

¿Cuál es nuestro nivel de autonomía real?

“Ninguno”.

 

Somos un diseño imaginario del Misterio Creador… –“un diseño imaginario del Misterio Creador”-, que nos rodea y nos coloca en una posición en esta Creación.

Y si nos descubrimos los unos a los otros, sin demandas impositivas, sin exigencias, sin dominios, sin controles, entraremos en la disposición de ver… esa otra confianza que afianza la comunión del vivir, y de asumir con gozo la confianza que en nosotros se deposita, y ponerla al servicio “de”.


No hagamos –no hagamos- de nuestro transcurrir, una individual capacidad. Asumamos la consciencia universal que sobre cada ser se deposita… y, a la vez… deslicémonos en esa presencia en nosotros, entre nosotros… para generar un convivir verdaderamente saludable; sin “sables”.

 

 

 

 

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