domingo

Lema Orante Semanal

 

AL ESTAR TODO POR HACER, ESTAMOS EN LA OBRA CREADORA… SIN FIN

16 de agosto de 2021

 

Recogidos por la Llamada Orante, los seres se repliegan hacia su interior y se descubren en su humildad, en su pequeñez, y a la vez, en su capacidad para vivir la grandeza.

Nos llaman a orar para… recomendarnos, para que recapacitemos, para que evaluemos nuestras semillas y sepamos de nuestros frutos.

Además, que asumamos nuestras responsabilidades, nuestras respuestas, con sencillas actitudes, ¡sin arrogancias!, sin justificaciones. Y así, hacerse un conviviente, un convividor… que se libera, que se suelta del yugo de las preocupaciones, de las prevenciones, de las actitudes de sospecha.

 

¡Ay, ay, ay!... Y nuestros pasos serán ¡certeros!, cuando se hagan trascendentes, cuando nos demos cuenta de que es el impulso de la Misteriosa Creación lo que nos mueve, la que nos hace ser protagonistas, la que nos promueve al escenario y a la sonrisa.

Sentirnos receptores de tal privilegio, de que nos cuidan, de que nos ¡inspiran!… es vivir con la certeza de que no estamos extraviados; de que hay una guía que, orando, nos indica; que orando, nos señala; que orando, nos ¡anima!

Criaturas somos, de una Creación insondable. ¡Únicos, insólitos, irrepetibles! Y es así que somos arte: ¡una obra de arte! Y como tal ejercemos. Es el deber más sublime, sentirse arte, porque arte y en arte nos hicieron.

 Y así, ser adornos constantes y permanentes. Y así ser… ¡belleza!, y podernos admirar los unos a los otros sin vergüenza, con… ¡sorpresa!, con respeto, ¡con asombro!

Así no hay error. Así no hay ofensa. Así hay, sentirse en el privilegio de ser una obra de Creación. ¡De ser un verso viviente!

Y eso no nos impide arañar la tierra, recoger sus frutos, laborar con sudor, esforzarse en descubrir.

 El vivir no separa. Unifica, engloba, se expande. No somos parcelas cercadas… ni propiedades privadas.

 

No soy de mí. Pertenezco a una Creación.

Liberarse del agobio del ego…

Liberarse de la presión de la importancia personal…

Hacerse fluir con suavidad, sin asperezas. ¡Con el entusiasmo de ser arte de luz!

¡Sí!, arte de luz, porque la Creación nos ha colocado en este lugar del Universo… para iluminar su arte en nosotros.

Porque la Creación nos ha colocado ahí para que demos testimonio de la obra grandiosa de la vida.

 

Porque… el arte es ¡espléndido!, y en ese sentido los seres son ¡espléndidos!

Emanan resplandor… ¡Emanan esa belleza cuando sinceras son sus palabras! Cuando la vocación… es amar cada acto y trascenderlo; visionarnos dentro de un Universo insondable.

Ver como cada pequeño detalle se hace un mundo. ¡Pero no un mundo que nos agobia, que nos presione, que nos reprima!, sino un mundo de mundos que se amplifica. Y el detalle se hace ¡grandioso! Y la palabra se hace Creación.

 

Flotando se encuentran nuestras vocaciones, suspendidas como en un suspiro entrecortado…; siendo conscientes de que nuestras realizaciones precisan de ese ¡impulso enamorado de la Misteriosa Fuerza Creadora!

¡Ay!, Misterio de los Misterios. Inspira nuestros pasos para que éstos no opriman.

¡Ay!, Creación insondable. Suaviza nuestras manos. Haz… que nuestro abrazo y nuestra caricia sean alivio, sean calma, sean ternura.

¡Ay!, Misterio Insondable, ¡que nunca puedo ni debo olvidarlo!

Sentirte en los otros; en los otros que, como yo, aspiran a sentir tu presencia, tu intervención.

Y no porque se dude de ella: sabemos que está infinitamente presente. Pero a veces, la angustia, la ansiedad, ¡el ataque de poder!, obnubila la consciencia y la convierte en día oscuro, la hace opaca. Y parece que te has ido, Inspiración Creadora. ¡Parece que… nos has abandonado!

Y eso nunca ocurre.

A semejanza de cuando se está enamorado, ese halo de privilegio inesperado, Amar, no nos abandona. Solo que, ¡al quererlo poseer y dominar!, se esconde, se diluye.

Aguarda a que nuestra ira ególatra se aplaque, se serene… y se descubra solo. Y descubra, en su soledad, que sólo el Aliento inspirado, misterioso, nos puede rescatar… ¡y ponernos a flote! Y volver a mirar la flor, con asombro. Y volver a sonreír con esperanza.

 

Nos han enviado aquí como muestra de Bondad y de Misericordia. De Bondad, por los dones que recibimos. De Misericordia, por la envoltura que necesitamos para solventar nuestros ¡errores!, ¡nuestros terrores!, ¡nuestros horrores!

Emana la existencia Bondad Misericordiosa. Y sea cual sea nuestra disposición… nos llega esa señal.

Continuamente recibimos la oportunidad de las oportunidades de las oportunidades.

 

No hay lugar, con tanto entusiasmo Creador, para desfallecer. ¡No hay momento para la protesta ni para el reclamo! Hay momento para el ¡entusiasmo!, para la reconciliación, para la recomposición, ¡para la reparación!

En sintonía hemos de estar… con esa Bondad Misericordiosa.

Continuamente, todo está por hacer. Es así como podemos alcanzar la contemplación Creadora.

¡Si damos por hecho, si damos por finalizado, si damos por terminado algo!... quedaremos atrapados en un hacer automático, costumbrista, repetitivo.

Y así, la mayoría de la humanidad se enclaustra, se… ¡para!

El orante se promueve. El orante… –por la Llamada Orante- el orante se estimula. Al estar siempre todo por hacer, está en la Obra Creadora… ¡sin fin!

“Está en la Obra Creadora sin fin”.

Y con esa propensión, con esa actitud, la creatividad de nuestras acciones, ¡la creatividad de nuestra presencia como arte de belleza!, siempre tendrá ese toque distinguido de lo Eterno; ¡de lo que nunca antes se hizo!

 

No hay complejos. El ser, en su presencia, no tiene ningún motivo para declararse inferior, para quejarse de su posición… Está dotado de bondades. Pero, al no reconocerlas, se afilia a la razón, se afilia a la comparación, se afilia ¡al rendimiento!, y culmina siendo un producto sin ánima, sin ánimo.

 

“El deber”. Sí: el deber de vivir que nos reclama la vida…

Es posible rebozarse de gozo cuando nos sabemos ¡cuidados!, impulsados. Cuando descubrimos que hemos sido obedientes y ¡fieles!... a las señales de la Creación, a las señales del Amor. ¡A las señales del receptáculo de este lugar del Universo que nos acoge!

 

 

Entremos en participar en una vibración y en una frecuencia en la que la Sintonía Creadora nos… ¡conmueva!

 

IIIIIOOOOOOOOOU…

 

 

 

 

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lunes

Lema Orante Semanal

 

LA VIDA SE HACE DÍA A DÍA, AL CONTADO

9 de agosto de 2021

 

Nos llaman a orar, ante la inseguridad, la preocupación, el miedo y el desespero que la propia humanidad ha ido gestando por sus formas de vivir, de adaptarse arrogantemente, de arrasar, de controlar, dominar y poseer.

Nos llaman a orar… desde el Misterio Creador, para que el ser se referencie en el Universo en el que habita, en las posibilidades que le adornan, en los recursos que tiene, en las capacidades que puede ejercer.

Y el Llamado no es, por parte de la Creación, el liberarnos de tanta impunidad, tanta… “precaución” de miedo e indecisión, tanto radicalismo y prejuicios: todo ello creado por el hombre –como especie- para adueñarse de toda la multi-diversidad de la vida. Y no contento con ello, adueñarse de la propia realidad humana: el mejor trofeo.

¡No!, no vendrá el milagro que nos quite de repente lo que hemos fabricado con tanto ahínco. ¡Sí!, sí estará y está, y estuvo, y siempre –ahí sí viene al caso la palabra “siempre”- la Fuerza Creadora, la Providencia, La Misericordia, ¡La Bondad!… Esos elementos que debemos promover en nuestro estar, en nuestro hacer, en nuestro pensar, en nuestro ‘sen-tir’.

Porque ahora viene la queja, ahora viene la demanda, ahora viene la exigencia… Y ahora viene el colocar a lo Divino –permitamos la palabra- como el responsable y, a la vez, el ‘resolucionador’ de problemas.

Como aquello que se suele decir –podríamos decir que “se solía”, no, “se suele” decir-: “¿Cómo lo Divino, cómo la Creación permite una cosa así?”

¡Hipócritas!

A la vez se pide la libertad, y a la vez se pide el libre albedrío y se dice que ¡se tiene!

¡Tantos y tantos tiempos de elucubración teologal!, para crear un tótem ficticio, ególatra, soberbio y vanidoso.

 

Y así que, cuando aparece un éxito o un triunfo, la virtud está en el ser que lo consiguió. En cambio, cuando aparece un desastre, un drama o una tragedia, la culpa recae en la Creación. Es curiosa ley de embudo. Y cuando ya el desespero no encuentra recursos, pide el milagro… aduciendo que lo Eterno nos ama y nos protegerá y nos cuidará…

¿Acaso eso no ocurre todos los días?

¿Acaso, si se quiere ver, oír, saborear, olfatear, acariciar, no ponemos en evidencia que nos cuidan, que nos alientan, ¡que nos dan el silencio del Verbo Creador, para que nosotros podamos sacar las palabras!, para que podamos ser ¡’sin-ceros’!

Pero no, no se percibe esa referencia. Se busca, consciente o inconscientemente, la guía y la referencia de salir lo antes posible “de”…, sin dar el paso ¡sentido!... del Amor Consentido, que no admite fisuras…; que no está sometido a la inclemencia de la “casualidad”.

Y es que el pensamiento lineal de flecha, de bala, de poder… sólo se prepara y se capacita para la caza. Sí, para cazar… esta idea, este proyecto, a esta persona…

“La guerra cazadora del convivir cotidiano”, que, entre medias de acciones y acciones, da gracias a lo Eterno o… le pide explicaciones.

Nos llaman a orar para que descubramos, en cada casualidad, en cada imprevisto, en cada inesperado, en cada detalle, en cada color, en cada olor, en cada gesto, en cada actitud… la puntualidad con la que aparecen esas casualidades. Un lenguaje de posibilidades, de probabilidades, con silencio incorporado. Sin instrucciones de uso. Para que descubramos, para que constatemos la magia de la Providencia, que nos provee ¡a cada uno!, ¡a cada uno!… –y ahí es posible inclinarse ante la grandeza de la Misteriosa Creación- ¡a cada uno!, de lo que debe, lo que puede… ver. Le regala, ¡nos regala!... la opción de ver su intervención, de ver su juego, su prueba…; de orientar     –nos llama la Llamada Orante-, de orientar a sus criaturas a la vida, ¡hacia el vivir!, hacia la infinitud de lo Eterno. ¡No hacia el egoísmo inmediato, o al recurso ganancial de un momento!… o a los caprichos de cualquier sentimiento, de cualquier atracción.

 

Sí, posiblemente sea –en este tiempo- cada vez más difícil encauzar el vivir. Pero si es así es porque lo consideramos como una propiedad: Es mi vida, es mi cuerpo; con él puedo hacer lo que quiera”. ¿No se escucha eso diariamente? ¿No se reclama eso como patrimonio de libertades y de logros?

En consecuencia, el mundo no se hace a nuestra medida. Y en consecuencia, el ser –como se pertenece-… entra en la sistemática protesta, en el desesperado llanto. Pero no deja de… quererse.

Y el ser no es de sí mismo. No nos hemos engendrado. No hemos… propuesto, de la nada, aparecer en un cielo estrellado.

La vida, el vivir, el ser lo que es cada uno, no se pertenece. Es una experiencia insondable que no podemos abarcar, pero que se nos permite balbucear en ella.

“Todo es prestado”.

Y con esa percepción, podemos sentirnos verdaderamente liberados. Porque, al no pertenecernos, no tenemos que defendernos, ¡no tenemos que atacar ni tenemos que protegernos!, ni establecer vallas, muros... ni prejuicios culturales, sociales, espirituales, religiosos –¡bah!-... para “garantizar” nuestra posesión.

Por otra parte, somos algo más que un puñado de libertades en artículos vahídos que fácilmente se mutilan, se quitan y se ponen.

Somos algo más que una Constitución, que una ley, que una orden, que una costumbre…; todo ello, mecanismos ¡represivos, codificadores, posesivos!, que buscan ponernos en el redil de la obediencia sin sentido; ¡del amar!... con querencia, no del Amar... sin posesivo.

Y al decir que somos “algo más”, nos sumergimos en ese Misterio Creador. ¡Y empezamos!... y empezamos a interpretar el vivir como un don, como una ocasión ¡impresionante!... realmente insondable.

Y es entonces cuando nuestro nivel de consciencia se aparta de la parte estrecha del embudo, que quiere, que busca, que acapara, que asegura, que desconfía permanentemente.

Es entonces cuando… sí, se depara en el detalle, pero se lo contempla en lo insondable. ¡Un detalle en lo insondable! Sí, pareciera que no existiera, pero está. ¡Es un lenguaje!... Es un lenguaje que aporta lo Infinito.

No es, la vida, una curva de Gauss: que nace, crece, se reproduce, se deteriora y muere. Esa es la vulgar interpretación de los que dominan edades, momentos, circunstancias; de lo que nos cosifican; de los que hacen filosofía de exterminio.

Sí: “filosofía de exterminio” porque… en esa ondulada expresión de la vida, ¿qué sentido tiene, qué sentido puede tener algo que está destinado… ¡al fracaso!; destinado –como un destino inevitable- al sufrimiento, ¡al dolor!, al desespero, a la muerte…?

¿Tiene sentido…?

Es evidente que ese “sin sentido” lleva a algunos –¡a tanto y tantos!- a desaparecer, a auto eliminarse. Quizás… quizás sea la culminación de la posesión de sí mismo, y de la inutilidad de ese proceso –entre otras cosas-, lo que precipita al ser a destruirse ¡y a destruir!

 

Y así, el humano pensante, filósofo y erudito… traza las líneas de su vida, en sus logros, en su sueldo, en su pensión, en su seguridad, en su seguro…

¿Eso es la vida? ¿¡Eso es vivir!...? ¿Someterse al castigo permanente del trabajo, para compensar a éste, a aquél o al otro, de forma esclavista, deteriorante? ¡Y que se llegue a pensar que es una bendición!, el estar sujeto a una esclavitud y a un amo que nos controle, que nos dé lo que él sabe que necesitamos.

No es algo que nos corresponda.

Nuestras necesidades están implícitas en cada inspiración, en cada despertar, en cada vigilia.

El vivir es una poesía infinita de verso y versos… que nos deslumbra.

Que nos deslumbra de tal forma que nos sitúa en la ingravidez, en una fecundación ¡permanente! ¡Fecundos! ¡Gestados… cada segundo!

No necesitamos el tiempo…

Ese es el recurso de la guillotina, que nos advierte diariamente que “a lo mejor…”, que “quizás…”.

Es la espada de Damocles que gravita sobre el vivir. Y claro, el ser entonces intenta ¡sobrevivir!... y huye y corre y… ¡trabaja, trabaja!... según la norma, según la productividad, según la renta.

Se olvida la vocación. Se deja para luego el servicio. Se esconden debajo de la alfombra los talentos personales, ¡y se espera a que nos den… lo que necesitamos y más!

Y con la disposición de la obediencia al más poderoso, al más violento, al más represor, ése se convierte en el líder: la prótesis de la Creación. Y se le venera y se le admira y se le trata de imitar, cada uno en su posibilidad.

Atrás, escondida, queda la humildad, queda la benevolencia, queda la convivencia, queda el compartir, queda el convivir, queda lo solidario. ¡Atrás!

Se abre la puerta para la imposición, la impostura… La mentira se hace ley; y hasta tal nivel y punto que cierra los espacios, como si no habitáramos en un Universo infinito. ¡Es increíble!... que el ser no encuentre espacios, con todos sus recursos. Y se ciegue en obsesiones, y se maltrate en la consecución de logros, para ejercitar su importancia personal.

Sí, nos llaman a orar para que visionemos la posición en la que estamos. Nos llaman a orar para decirnos lo que somos… que no sabremos nunca qué, en el plano en el que estamos.

Nos llaman a orar para que la fe, la fidelidad y la continua amplificación de nuestros sentires hagan, de una semilla de amor, un bosque infinito de matices, de frutos, de flores, de colores.

¡Es indigno acudir a orar para buscar un apartamento o un trabajo, o para que nos bendigan y nos quiten la dolencia, o alcancemos nuestras querencias. Eso es válido para la prótesis divina que elabora el hombre. Pero no para el Misterio Creador.

 

Nos llaman para que, de nuevo, de nuevo seamos lo nuevo ingrávido que se genera en cada instante.

Nos llaman para que… el miedo al otro o a los otros desaparezca, puesto que quien nos llama no es castigo. No nos persigue; nos guía. No nos condena; nos libera.

En consecuencia, aquellos que se eligen y se erigen en referencia de acción, aquellos que medran para conseguir y luego usar y luego tirar… esos no viven, no. Cortejan, a sabiendas de que el otro, aquél o aquélla… tarde o temprano sucumbirán a “la evidencia de la realidad”. Se suele decir así: “la evidencia de la realidad te dice que… bla, bla, bla, bla”; te pone el corsé, con ballesta incorporada.

Nos llaman a orar para ¡la inmediatez!, ¡de inmediato! ¡No hay… no hay plazos!: “luego”, “mañana”, “ya veremos…”. ¡No! ¡Inmediato! La vida se hace día a día, al contado. ¡Al contado!

El vivir no es una hipoteca ni un préstamo.

Cada Llamada Orante es una inmediatez. ¡Inmediato! De inmediato, lo que descubro, lo que aprendo, lo que escucho e interpreto, ¡lo incorporo y lo ejercito! Con vigor, con rigor, con… ¡infinitud!…

Pareciera que son palabras que no pegan, ¿verdad? No. Al revés. El vigor y el rigor que nos da la creencia, la fe y la esperanza, se abre hacia lo Infinito. No nos secuestra en el gueto correspondiente al apellido, al nombre, a la nacionalidad. ¡No!

El plazo, los plazos, prolongan la agonía; incluso incrementan la indecisión y la duda.

La inmediatez nos ilumina.

No son razones, las que crearon la vida. No.

No son casualidades, las que hicieron la compleja armonía.

ES… un Misterio Creador que no cesa… Y que late en cada ser que experimenta la vida.

 

Y surge lo orante, el orar, ante el desvarío que el ser establece por su hedonismo y su importancia personal. Si no, escucharíamos permanentemente el eco de la Creación… y experimentaríamos constantemente la ingrávida Creación permanente.

 

Nos llaman a orar con Piedad, con Infinita Piedad.

 

 

 

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Lema Orante Semanal

DEBEMOS DESPERTAR A UN NUEVO ESTADO

2 de agosto de 2021

 

Y en las circunstancias que envuelven a la humanidad en la actualidad, es fácil, para los manipuladores en general, producir agobio, ansiedad, preocupación, inquietud, ansia, angustia, tristeza…

Quizás no haga falta más… que todas esas características, para conseguir que la comunidad humana se sienta insegura, inquieta, preocupada, y con un cierto nivel de desespero, con signos de violencia más o menos contenidos, a la vez que con signos de obediencia ciegamente obtusos.

La Llamada Orante nos advierte… de que todo ese proceso está a nuestro alrededor. Algunas de esas características, en nuestro interior. Y que debemos despertar a un “nuevo estado”. Nuevo estado que supone un tránsito de atención, contemplación, observación... decisiones precisasrigores claros…, sin dejar de ser compasivos.

Los juicios precipitados nos precipitan con ellos, y caemos en el error… difícil de reconocer.

Toda esta envoltura de manipulaciones nos pide esas respuestas y actitudes “con-tundentes”; que no por ello –claro- violentas, siempre respetuosas, pero con la actitud clara, no esquiva, no miedosa.

 

Los presupuestos de los que veníamos, las actitudes o recursos que teníamos, ya no… o van perdiendo vigencia aceleradamente.

Precisamos clarificar otros horizontes, puesto que los que se presentan son alienantes, controladores, manipuladores y esclavistas. Y que van llegando como “salvadores”, disfrazados de paternalistas monjes que sólo quieren nuestro bien y la salvación de nuestras almas. Eso que se contaba antes, de… “lobo con piel de cordero”.

Los diferentes poderes han conseguido trasladar, en moldes progresivamente de menor influencia pero de iguales características, a cada uno de los seres. Y esa propuesta le da a cada uno un cierto protagonismo. Y lo grave es creérselo y actuar, en consecuencia, denunciando, insultando, agrediendo…

La impunidad que el ejercicio del poder ejerce, se traslada en proporcionales formas a los gobernados. Así no hay queja. Así es difícil localizar responsables. Todo se vuelve maraña y… válido, legal.

Es fácil caer en un conformismo de esperanzas, mientras no se hace el cambio inevitable ¡y urgente!

Y en ese conformismo de esperanzas, aguardar alguna limosna que nos permita salir o entrar o… o decidir, sin temor, dormir o beber o pasear.

 

Es fácil, por un cierto nivel de agotamiento, que se asuma que... –¡ay!- que todo pasará sin residuos, sin recovecos, sin imposiciones, y que volveremos a lo de antes: justo lo que ha permitido que ocurra lo de ahora.

Un nivel de resignación impresentable gravita como… inevitable.

Y si bien es cierto que las huellas quedarán… no es menos cierto que algunos      –¡pocos!- se liberarán de esa aparente –pero contundente- marea que arrastra y convence –de “vencer”-.

Y eso es posible en la medida en que nuestras referencias con respecto a la Creación, con respecto –sí- a “lo más alto”, al Misterio Creador, nos amparan. Es cuando tenemos que amplificar nuestras referencias, para que nuestras emociones y ¡afectos! no se vean conturbados, perturbados y manipulados, sino más bien se enciendan las atenciones y las búsquedas de posiciones que ¡no irriten!... pero que sí nos calmen y nos sitúen en posiciones de claridad.

¡Sin duda hay que adaptarse!, pero sin renunciar al ideal. Y tampoco… ¡y tampoco aislarse por miedo a contaminarse!

No. El ejemplo del testimonio cotidiano tiene un matiz anónimo. No busca resaltarse, no busca definirse y... ser señalado. No. “Serías un blanco fácil de abatir”.

Los manipuladores de esta “nueva” –entre comillas- represión del pensar, del sentir… actúan sin piedad, movidos por sus intereses; y –repetimos- haciendo que ese afán, ese interés de movimiento y de control y de dominio se traslade, modificando aspectos, a cada uno de los seres. Y llegue a parecer “bueno”.

Como ‘san-adores’, hacedores de santidades, no podemos dejarnos convencer, ¡ni intentar convencer! Sí, aclarar, explicar, mostrar y actuar, personalmente, en el interior de cada alma y en el exterior de cada espíritu. Para no perder la referencia.

Esa exigencia con que nos vemos rodeados, no podemos trasladarla a nuestras cotidianas relaciones. ¡Cuidado!

¡No podemos aprovechar y aprovechar y aprovechar y aprovechar!

Ser… seres de provecho, pero no aprovechadores a los que sólo les guía su interés, su ganancia, su logro.

 

Es posible –sí- que se justifique el seguir igual, pensando que todo puede exagerarse y que ¡no es para tanto! Sí. Es la ley de la comodidad, que ve con buenos ojos la pérdida de libertades, la pérdida de recursos, la pérdida de ocasiones, la pérdida de oportunidades…

 

Si no abordamos esos aspectos y los incorporamos a nuestra posición sanadora, si no lo hacemos, sólo nos quedaremos en el cascarón del doliente. Quizás aliviemos o quitemos su dolor, pero el deterioro de sus recursos proseguirá, el adormecimiento de sus respuestas se hará cotidiano, y la obediencia del miedo será una constante.

Por ser “humanidad” la que humanamente nos deshumaniza, es más fácil no darse cuenta y confundirse, y pensar que cualquier otra visión es exagerada, desproporcionada y… eso: “ya pasará”. Sí, claro que pasará, pero... ¿cómo dejará, a su paso, nuestras consciencias?

Las dejará como malvas sin recursos, como corderos de holocausto, como sinsentidos trashumantes…

Y todo eso no es una premonición de futuro, ¡no, no! Eso está ocurriendo. Es futuro y presente a la vez.

La ambición del poder ha llegado a apoderarse de la consciencia cotidiana… dando por bueno que cada uno puede ejercer en el mismo sentido. Y así, todos se pueden volver contra sí mismos y contra los más cercanos, sin ¡nunca!... poder identificar el origen, la causa, el porqué.

 

Estar atentos a la hora de ser ayuda, tratamiento o acompañamiento. Estar atentos de la consciencia del que nos reclama. Hacerle ver, escuchar, saborear, olfatear, tactar. Abrir sus sentidos…, ¡y que tome consciencia de sus recursos!, y que tiene capacidad para actuar de otra manera; que sin duda en cada caso será diferente, pero poniendo en evidencia la trampa hacia la que nos llevan, en la que se está.

Ya son casi tres años de evidente participación de la manipulación de la población. Siempre ha sido manipulada, pero ahora se ha puesto en práctica con más contundencia: para evaluar, valorar… El resultado, para ellos, es excelente, razón por la cual se endurecerán más aún las exigencias del poder.

No caer en las exigencias cotidianas –volvemos a repetir-, en el modelo que se emplea sobre nosotros. No caer en la importancia personal, en el ordeno y mando, en la crítica fácil, en la queja permanente. ¡Eso es lo que se pretende que hagamos!

Debemos ser minuciosos caminantes que, como tortugas, no dejan ningún espacio sin observar. A la vez, debemos ser águilas que… sabemos contextualizar cualquier pequeña situación, dentro de la universalidad.

La Llamada Orante nos pide un ‘es-fuerzo’, como creyentes, como orantes, como sanantes…

Ese esfuerzo que supone renunciar a la ego-idolatría y la importancia personal, en pos del entusiasmo, el idealismo, el “senti-mentalismo”, el respeto, la ayuda mutua y la creatividad ¡permanente!

¡No son servidores los modelos presentes!... y los cercanos pasados. No son servidores, son esclavizadores.

 

 

Sentir la Piedad de lo Eterno, sentir su Compasión, ¡su Misericordia!… y que todo ello nos permita ver la Claridad Providencial, que sigue ahí, que no se ha ido, pero que reclama de nuestra parte el entusiasmo, el interés, la reflexión y el esfuerzo… de la oración perseverante, de la meditación continuada…

Y darse cuenta de que no… no vamos a ser salvadores de lo que está y de lo que viene. No. Vamos a ser náufragos, sí, que saben aguardar, que saben perseverar, que saben cuidar y cuidarse.

Cuidar y cuidarse en la naturaleza de nuestra vida: de la vida, como el milagro Creador; de la vida, como el entusiasmo sonriente; de la vida, como Amor de Eternidades. ¡Que no busca renta!... Que busca afinidades.

 

¡Piedad!...

 

 

 

 

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domingo

Lema Orante Semanal

 

HEMOS INTERPRETADO MAL NUESTRA PRESENCIA

26 de julio de 2021

 

Desde que la historia puede recordar, el ser de humanidad ha concebido, ha estado en la consciencia de que se encontraba en un lugar inhóspito: en este lugar del Universo, en este planeta. Quizás por eso desarrolló su sapiencia: para, a través del combate, dominarlo, controlarlo.

 

Pero lo más significativo es que… esas iniciales –por decirlo linealmente en la historia-… esas iniciales de defensa, ataque, posesión, por considerarlo un lugar inhóspito, obedecían –sin saberlo, por parte del hombre- a una defensa ante “los castigos”; los castigos de… de quien fuera: del sol, de la luna, de las estrellas, de los dioses, las diosas…

En la medida en que la historia se iba desarrollando, y la consciencia sapiencial se hacía descubridora, se fue gestando la idea del “castigo de los dioses”, ante cualquier incidencia que no estuviera de acuerdo con lo que “suponía” que no era lo adecuado  –“con lo que suponía que no era lo adecuado”-.

Poco a poco se fueron estableciendo normas, leyes, dictámenes, etc., de los guerreros planetarios más avezados, en los que se establecía cuál debería ser la estrategia de combate: o bien la rebelión total, o bien la aceptación irremediable, o bien saberse reparador constante de “pecados”, para –probablemente- alcanzar un estado de sintonía entre los dictámenes de los dioses –que luego fue “el Dios”- y nuestro hacer.

Como era de suponer, en diferentes lugares y sitios, los castigos, las reprimendas o las coordenadas de “lo bueno” o de “lo malo” eran diferentes; con lo cual, obviamente, se gestó otra nueva lucha: la preponderancia de lo que viene a llamarse “religiones”.

 Y los seres empezaron a enfrentarse unos a otros por sus creencias, por sus conceptos de lo divino, por sus criterios… del Dios justiciero que premiaba a los buenos y castigaba a los malos.

Pero la sapiencia de descubrir, de dominar y de controlar, se hizo cada vez más poderosa. Y encontró –o encontraba- las causas por las que antes se decía que el dios castigaba. Ahora eran causas entendibles, razonables; algunas controlables, otras no.

 

Ciertamente –resumiendo esta introducción- podría decirse que el ser humano nunca –nunca, ¿eh?, salvo las excepciones muy personales-, nunca ha estado de acuerdo con Dios.

Ha habido una tendencia “supremacista” de la humanidad, y una tendencia a describir la deidad, o lo divino, con naturalezas de poder; con lo cual, en la medida en que el ser humano se hacía poderoso, se enfrentaba, a cualquier inconveniencia que tenía, con la lucha y la guerra, y especialmente con la lucha y la guerra con lo divino. ¡Creyera o no creyera en ello!

 

Podría decirse, a modo de chanza, que era una familia que nunca se ha llevado bien: ni con el padre, ni con el hijo, ni con el proyecto, ni con nada.

 

Las maldiciones divinas corrían en diferentes tiempos, con volcanes, terremotos, huracanes, epidemias…; y a nivel individual, con locuras, con guerras…

Una especie que nunca se ha adaptado.

Una especie que se ha rebelado contra el destino que le aguardaron los dioses.

Y así fue convirtiendo el ser, la vida, en una lucha diaria: hay que luchar para progresar, hay que luchar… Una fatigosa encomienda en contra de la propia especie y en contra del espacio que nos ha tocado como vida.

Y así, en el desierto pone trenes.

.- ¿Trenes…? ¿En el desierto?

.- ¡Sí!… Y autopistas y…

Y los valles se convierten en piscinas o cualquier otra imaginaria creación.

 

El progreso belicista de la conquista del mundo es imparable. Como si nos hubieran dado el peor lote del universo: la selva, por ser selva, no; el desierto, por ser desierto, no; la montaña, por ser montaña, no; el bosque, por ser bosque, no. Así que habrá que talarlo, habrá que deforestar, habrá que poblar lo ‘impoblable’

Y esa es una historia cotidiana que se transfiere a lo convivencial, a lo que hace uno y a lo que hace otro, pero ya desconectado cada vez más de lo espiritual, anímico, divino… o como se quiera denominar. Preferimos decir “Misterio Creador”. Así tiene espacio cualquier otra denominación.

Se podría decir –también simplificando este segundo espacio- que cada ser ve en el otro un contrincante. Es como si viera al mismísimo Dios, y le reclamara por qué es así, por qué no piensa como él, por qué no obedece, por qué no le puede tomar como esclavo…

Quizás… la guerra entre humanidades, desde las pequeñas relaciones hasta las más grandes, se debe a que cada ser ve en el otro el divino castigador, y se rebela contra ese castigo por considerarlo ¡un fraude!; en cambio se ataca a su propio criterio, por considerar que ha fallado a lo divino.

¡Curioso! Una doble guerra: la guerra contra el infiel, que ha interpretado mal los designios, y la guerra consigo mismo, porque no ha sido fiel a sus propios criterios, a la interpretación de la intervención y de las leyes divinas –“leyes divinas”- que sobre él y sobre su comunidad gravitan.

¡Tres guerras a la vez!: la inconformidad con el lugar del Universo que le ha tocado –con el planeta-; la disconformidad con aquel que interpreta –según cada uno- erróneamente los designios divinos; y la guerra contra uno mismo, por no ser fiel a lo que uno cree.

¡Doblegar la montaña, doblegar el desierto, doblegar la selva, doblegar el mar!...

 

Estas tres guerras… podemos ignorarlas, podemos decir que las hemos superado, podemos decir… bla, bla, bla, ¡pero están ahí! Y cualquiera, con cualquier criterio, las vive diariamente: ese disgusto consigo mismo, esa confrontación con el otro, ese disgusto con las reacciones. Basta con que llueva para que: “¡Ay!, fíjate, está lloviendo”. Si hace frío: “¡Oh!, ¡qué frío hace!”. Cosas simples, ¿verdad? Aunque sabe que las estaciones llegan y… “¡Ya!, pero… ¡huy, qué calor!”.

Pero, ¡alma de Dios!, ¿hay algo que te guste? ¡Por favor! ¿Hay algo con lo que te sientas… ya no digo que bien, sino regular? Parece ser que no. Si además luego incluimos la historia personal, individual, liberal, libertaria de cada uno… ¡uff!... se termina siendo, todos los seres, enemigos.

Todo esto es global, sí. Y cada uno puede esgrimir su desacuerdo, por su experiencia personal, pero… seamos generosos: contemplemos las cosas en su universalidad. Y en ella estamos nosotros, aunque seamos una excepción… que confirma la regla.

 

Pero el paso del ejercicio repetido de una misma actitud, ha hecho que los seres, decididamente, contemplen la vida como una lucha permanente, como un combate por llegar, por tener, por alcanzar, por lograr, por conseguir.

El hacer complaciente, generoso, comunicativo, solidario… queda para excepciones –que suelen durar poco-.

Y es así como marcha la especie. Es así lo que nos transmite la Llamada Orante de hoy.

Y visto así –y tratando de no ser el guerrero permanente-… el panorama es desolador.

La extinción ya es lo de menos. La cuestión es cómo se llega a ella: es terrible.

Y cabe preguntarse: “¿No fue casual que arribara a este lugar del Universo? ¿No fue casual que naciera en ese espacio, con esa lengua, con esa costumbre?”.

Pero a la vez, por la extensión de la especie a todos los lugares, parece que hay disconformidad en cuanto al designio que sobre cada uno cae. Y no confundirlo con la aventura, la búsqueda, el descubrimiento, que eso es saludable, es innato en el ser.

 

En consecuencia, volviendo a la pregunta de que me trajeron a un sitio, y no estaba calculado… Es un misterio. Por qué Abdul llegó a Kuala Lumpur, o Andrés llegó a Cádiz…; por qué uno hará de su vida un carnaval, y el otro hará de su vida un drama…

 

Podríamos sugerir la posibilidad de que el ser ahuyente la queja del lugar de su presencia… y así deje de pelearse con su espacio, deje de tratar de conquistarlo, dominarlo, controlarlo.

Concebir la concepción y el nacimiento y la estancia, en este lugar llamado “vida”, como un ¡asombro… espectacular!

Y en consecuencia, no hay lugar a la queja, puesto que tenemos también la capacidad de admirar la nieve, el sudor del calor, el cobijo del viento…

 

¡Ten Piedad!

 

La segunda guerra es… la de ¡los intérpretes! Este interpreta “que”…, el otro interpreta “cuál”… “Que” y “cuál” se pelean y se enfrentan como avisando de que el mundo es según cada cual lo mira, y el otro es enemigo. ¿Se podría congeniar? ¿Se podría dialogar, con-sensuar… situaciones aparentemente contradictorias, pero que no lo son en la medida en que estamos en la actitud de congeniarnos…?

Y así, los interpretes de la Creación –sean de la naturaleza que sean- pueden contemplarse sin… ¡prejuicios! –como los que existen genéricamente entre creyentes y no creyentes-.

 

¿Podremos asumir a los no creyentes…?, ¿a los creyentes de otra naturaleza…? ¿Podemos asumir –más simple todavía- el color de la tez de unos, y el color de la tez de otros…?

Fíjense qué lejos estamos aún de eso. Los inmigrantes se ahogan en pateras increíbles. Los receptores los esclavizan; cuando los devuelven, los castigan… “Atroz”.

Pero al menos en nuestro fuero… muy interno –que a veces no solamente es el color de la piel, sino también el lugar de procedencia-, ¿no es acaso cierto que esa competencia entre regiones es… es… es incluso promovida? Y hasta los lenguajes se hacen violentos, y se trata de condicionar como sea, a los que empiezan, para que hablen, piensen y sientan según un código de poder. ¡Terrible!

Hay como una negación a sentirse Universo. Hay como una negación imperiosa a compartir.

 

¡Ten piedad!

 

Y en la tercera estancia… de lucha y guerra que el ser establece contra su pereza, contra su cansancio, contra su incomodidad, contra su “falta de…”, contra su “necesidad de…”, contra… ¡Puf!... ¿Hay alguien contento consigo mismo? Difícil, ¿eh?

¡Sí!; puedes estar contento algún día o varios días, pero otro día, pues… ¡fallas! Y no solamente te lo reprocharás tú, sino que el entorno también lo hará. “Deleznable”.

¿Podríamos ser algo más flexibles con nuestras exigencias? ¿Podríamos depurar más nuestras propuestas… y dejar de contemplarlas como una lucha sin cuartel?

 

¡Ten Piedad!

 

Y englobando todo, podríamos preguntarnos: “¿Pero es posible que yo–cada uno se pregunte- es posible que yo me pueda llevar bien con la Creación? ¿Es que necesariamente me tengo que llevar mal?... ¿Es que me han creado para destruirme?”.

Sí. Esa es la conclusión casi culminante: “¡Me han creado para destruirme! ¡Me han creado para que me destruya en mi tierra! ¡Me han creado para que destruya al que no piense como yo! ¡Me han creado para que me destruya a mí mismo!”.

La conclusión es que esa Fuerza Creadora, ese Dios –o como queramos llamarle- ¡es cruel!, ¡es despiadado!

¿Se podría pensar otra cosa..?

¿Y si no fuera así? ¿Y si nos crearon –la Creación, sea de cualquiera de las formas- para “complejizarnos”?: ser cada vez más complejos, pero cada vez más exactos, más flexibles, más cooperantes, más solidarios, más libertarios, más… –un poco- amorosos.

Y si –en consecuencia- hemos interpretado mal nuestra presencia… –y de ahí que hayamos llegado al acuerdo de que he sido creado para destruirme, ¡o para que me destruyan, da igual!-… ¿podría decir: “he sido creado en un soplo de Amor, en un ‘ama-necer’”?

¿Podría decir que he sido creado para que mis sentidos se iluminen en cada función, y se conjunten para establecer un proyecto, un ideal…? Y que pueda conjugarlo con otros, que pueda compartirlo con otros, que el afán de todos sea el consenso… y que deje de considerarme un enemigo, a mí mismo.

 

¡Ten Piedad!

 

Puede ser terrible pensar que todo lo planteado hasta ahora ha sido un grave error.

Y volver a plantear otras tendencias –¡que están, pero que son tan inoperantes!-… ¿es una quimera?

¿Y si, gracias a la Llamada Orante, escuchamos la situación y descubrimos nuestra virtud, ¡y admiramos la de los otros!, seamos capaces de alcanzar una comunión de desarrollo, una comunión de ¡complacencias!... en donde los juicios, las normas, las costumbres y las leyes se disuelvan en beneficio de un consenso de Amor…?

¿Es una locura pensarlo…? ¿O es una aventura –“ventura” y “aventura”- atreverse a vivirlo de esta forma?

 

La Creación se complace en la vida.

 

 

 

 

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