domingo

Lema Orante Semanal

 

Somos la necesaria presencia de necesidades en un Misterio que nos desborda

11 de diciembre de 2023


Transitan las noticias manejadas, manipuladas, inventadas; necesitadas de pábulo para crear opinión de favor, para gestar poder... Poder de opinión que sea influyente y acaparadora.

Y transitan en todos los ámbitos de nuestras economías de consciencia. Y como su estrategia es el demostrarse, unas a otras, que son las verdaderas, la convicción del ser se hace difícil.

Y las opiniones, dispersas.

Esto crea un estado de ansiedad, por no poder responder a tiempo, y una consciencia de “pendientes”. Sí; de situaciones pendientes de resolver, de darles el debido tránsito.

Y así van depositándose, en la consciencia cotidiana, pequeños aconteceres... que se hacen obstáculos. Y pendientes de resolver, se acumulan y obstruyen el normal... –“normal”, ¿cuál es?- el normal fluir de la consciencia sincera, espontánea. Y así se instaura la prevención, la precaución, la apariencia.

La Llamada Orante nos advierte de esas dependencias de lo pendiente, de esa falta de resolución... y de esa premura por la obsesiva resolución y puesta al día, que se demanda.

Sí. Que se demanda por los entornos de poder y de influencia, en comida, en moda, en salud, en divertimento...

Prontamente, en base a esa estrategia, el ser se siente desplazado, desactualizado...; y se genera esa situación de incapacidad para ponerse al día. Parece como si en el día hubiera muchos días –en el mismo día-.

El agobio está servido.

 

La Llamada Orante nos recuerda, ante estas situaciones, que no hemos venido, no nos han traído... para ser esclavos de opinión, esclavos de tendencias, esclavos de producción, esclavos de renta, esclavos de mentiras... ¡Vamos: clavados en un muestrario!

Y como cabe esperar en esas situaciones, las salidas de esas esclavitudes no parecen estar bien señaladas, no parecen claras; más bien parece que deben obedecerse, que deben seguirse, que deben cumplirse.

Surge la ley como imperativo categórico que de-termina –“de-termina”- lo que se debe hacer, cómo se debe hacer y de qué manera.

La Llamada Orante nos sugiere que deparemos, ante estas situaciones, en el compromiso que tiene cada ser, por sus talentos, que ha de cuidar, expresar, ofrecer, compartir… pero en ningún caso imponer, combatir.

 

Somos creaciones de sinfonía. Es decir, que cada ser interpreta un papel, emite un sonido que se sintoniza con otros...; y que, en esa medida –y ése es el plan de Creación-, establece una sinfonía, una melodía... –la Especie Vida- una melodía que hace que lo viviente sea liberador.

Un sonido de trance, sí: del que entra en sintonía con su origen, con su presencia, con sus coordenadas de Universo... y no con sus coordenadas del último proyecto, la última canción, el último descubrimiento. Siempre se presenta “el último”, como si no fuera a haber más. Y así, el ser claudica en ese “último”, y ahí se queda, incapaz de poder seguir el ritmo de: “Y lo último que se ha descubierto... y lo último…”.

 

Ese fluir –nos muestra la Llamada Orante- nos genera, genera... un complejo de ignorancia, un complejo de minusvalía y una búsqueda desesperada de protagonismo, de importancia personal.

Lo humano no escucha los aplausos del Misterio Creador. Se bloquea en ese canal. Y ahí aparece la Llamada Orante, para evitar el arraigo a lo voluntarioso, a lo ganancial, a lo logrado, a lo exitoso, a lo triunfal… Que todo ello se hace terminal y aprovechador: “Y aprovechando que… y aprovechando que...”.

 

La ansiedad, lo pendiente, lo desactualizado, la ignorancia esa que pide “lo último de lo último”, nos conduce a ser “lo último” en el sentido peyorativo, aunque disfrazado de novedad: Esto es lo último que hay en..”; y ahí se puede caer en... esas verdades.

 

El muestrario que nos enseña la Llamada Orante nos permite descubrirnos en ese magma en mayor o menor incidencia y, consecuentemente, disponernos a otras dimensiones. Otras dimensiones en las que esos anzuelos, esos señuelos de “lo último”, de “lo mejor”, no nos hagan estar pendientes, dependientes.

 

Somos interpendientes, en el sentido de que nuestros movimientos en el “ser”, de cómo ser y cómo estar, deben ser una consecuencia de nuestro “libre” proceder; con el criterio de nuestras penurias –sí-, nuestras carencias –sí-, pero con nuestra humildad –sí- de sabernos en una posición creadora, de sabernos sustentados por una Providencia inagotable.

Y sí, sí. Se hace en el sentido de lo solidario, de lo compartido, de lo generoso, pero bajo la referencia de Universo; sin la amenaza de las morales, costumbres, normas e imposiciones, esas que han generado un cierto tipo de consciencia castigadora: “me gusta”, “no me gusta”, “estoy de acuerdo”, “no estoy de acuerdo”, “combato”, “me enfrento”...

 

Cada ser, en esa dimensión, se hace una noticia transitoria. Un flash... que ni siquiera tiene imagen. Un flash sin película que grabe o que deje constancia de nuestra presencia.

Y pueden así pasar generaciones ignoradas, de luces que son eternas pero que, en consciencia actual, se hacen flashes: comienzo, desarrollo y fin. De comienzo, desarrollo y fin.

Fugaz.

Y así, ese convivir de humanidad se ha convertido en estrellas fugaces...

Cuando resulta que cada ser es una luminaria de eternidad. Pero se ha ido creando la consciencia de fugacidad... para, así, bajo la justificación de “necesidades” –entre comillas- productividades –evidente- y especulaciones –necesarias-, hacer una visión... sí, lo que se entiende por “apocalíptica”. Apocalíptica.

Y es que, así, con esas cargas dependientes de ansiedades... cualquier verdadera innovación, variable, de verdadero significado, de señal de Creación, se ignora, se aparta. Rápidamente se empodera la razón, la lógica, la norma, la ley... y fácilmente el ser se convierte en “prohibido”.

.- ¿Prohibido?

.- Sí. Está usted prohibido. Es un prohibido. En realidad, tiene usted prohibida su capacidad evolutiva, tiene usted prohibida su comprensión, su aprendizaje, su desarrollo. Está condenado a terminar.

Ese es el mensaje. Pero a la vez, mientras permanece, está prohibido.

 

Claro. Al sentirse el ser, prohibido, busca las maneras de ser consentido, aceptado.

Y aparece la trampa, el engaño, la apariencia...

Y, entre prohibidos, se crea esa amalgama de humanidad, que su única perspectiva es el final.

No es ése el signo de la Creación.

No es ése el mandato –¡sin obligación!, pero mandato- del vivir.

No somos terminales vitales, ni terminales de lotería, que toca o no toca, que supera o no supera. Somos –cada ser- la necesaria presencia de necesidades, en un Misterio –sí- que nos desborda.

Pero es fácil darse cuenta de que, si le preguntáramos a aquél, a éste, al otro, a uno mismo, si alguien sobra, tacharía multitud de personajes y multitud de personas: “Me sobra ésta, me sobra éste... éste tampoco…”. Probablemente, entre unos y otros, quedarían muy pocos.

 

Ese concepto, esa idea de que, en definitiva, hay que eliminar lo que nos incomoda, lo que nos molesta, lo que nos fastidia… convierte al ser en un belicoso exterminador.

Sí, puede ser exagerado, pero fíjense: entre lo pendiente, lo ansioso, lo ignorante incomodado, lo prohibido... ¿no es acaso un exterminio?

Merodea, la humanidad, esos bordes... en su mayoría.

Y al recoger la Llamada Orante, nos advertimos, en minoría-minoría, de que somos otro aliento del que nos han dicho, de en el que nos han educado, de en el que nos tienen sometidos.

 

Y sí, puede parecer –de nuevo; se repite- que “exterminio” es exagerado, pero si se abre el objetivo y se contempla el entorno... más allá de nuestra pulcritud, belleza, capacidad y recursos, lo que llama la atención es esa corriente de predominio de lo fuerte, de lo poderoso, de lo exterminador, que es admirado, que es fuente de modelo.

Y esto hay que llevarlo a ese convivir cotidiano; a ese punto de vista y esa opinión mundana –de mundo- en la que, con una facilidad asombrosa y unas cuantas palabras, se extermina a aquél, al otro y al otro, combatiéndole, ignorándole, criticándole...

No somos, como experiencia de vida, ese transcurso de iniquidades. No.

Y es así que la Llamada Orante nos reclama alerta y atención ante esta corriente –y ya “habitual tendencia”- que nos desliga de la universalidad, que nos aparta de lo imprevisto, lo necesario, que nos impide vivir el Misterio... y que nos hace y nos obliga a respetar solo aquello que nos interesa.

No somos eso.

Somos unidades expresivas del Misterio Creador; luminarias de luz eterna, que transcurren. No somos un flash, somos una permanencia.

 

Tenemos –nos recomienda la Llamada Orante- que recabar en nuestra consciencia profunda: esa que nos hace vibrar ante un afecto, una curiosidad, una sorpresa; esa que nos hace inocentes.

 

El peso de lo pendiente, de lo prohibido, de la ansiedad, de la competencia, es grande, sí, pero... –sin comparar si es más grande o no- pero es, en la Especie Vida, un acontecer, un acontecimiento insignificante.

Y se ha hecho grande por la suplantación que el ser hace, de la Creación.

 

Nos llaman a orar para hacernos verbos de eternidad, para hacernos palabras vivientes de ecos sonrientes, que iluminen con la luz que somos, en la que nos han gestado desde siempre.

 

Despejar los pendientes. Disolverse de la ansiedad para convertirse en complacencia.

Recordar –¡sin memoria!- lo que somos, sin saber qué es ser.

Ahí es cuando estamos.

***

viernes

Lema Orante Semanal

 

La Llamada Orante nos orienta hacia la evasión creativa

4 de diciembre de 2023

 

Y en la medida en que la humanidad, como materia viviente, se apodera, controla y domina su entorno, y a la vez... –y a la vez- controla y domina el entorno de su propia comunidad, se convierte, el global de la convivencia, en un estado... esclavista. Tanto se hacen esclavos los que dependen del poderoso, como el poderoso se hace esclavo de su propio poder, que se le muestra insaciable... y que no quiere perder.

 

Esa es la vibración que produce esta humanidad.

Y es bajo ese... “lluvioso” e insistente sistema esclavista, esclavizado por tantas leyes, normas, morales, costumbres, religiones, ganancias, pérdidas, que –por la desesperada situación puntual, circunstancial, temporal, larga, semi-larga, corta...- busca la evasión.

Esa evasión que suponga situarse simplemente en otra posición, no tiene fuerza para combatir, oponerse o negarse a lo instaurado, a la esclavitud cotidiana.

Pero sí subyace –y ésta es la incidencia de la Llamada Orante- ese pulso, ese latido de evasión. Una evasión que, ahora, se centra en drogas, guerras, violencias sin sentido, transgresiones circunstanciales o parciales del entorno... Esa evasión que, ahora, se hace puramente desespero.

 

Probablemente, no sea del todo consciente, el ser de humanidad, no sea del todo consciente de su esclavismo cultural, social, político, económico, moral... Y quizá por ello no se enfrenta y no genera otros modelos... y se mueve en ese molde ya establecido, ya estipulado, ya ordenado.

Y quizá por eso su evasión se queda ahí: en lo oculto, en lo escondido, en lo secreto, en lo prohibido.

Y quizá por eso, a la hora de plantear –en esa evasión- otro modelo de vivir, de estar, de proseguir en una estancia conversora, convertida, sin el recuelo de lo que habitualmente hay, habitualmente se ofrece, se dice, se ordena, se manda...

Esa nueva... –y se queda corta la palabra-, quizás esa conversión, sin residuos de “el ahora”, sin residuos esclavistas... suponga, en su renuncia a lo conocido, un entusiasmo, por una parte; una ilusión, por otra. Sí. Pero contaba con... los esfuerzos a realizar; contaba con las renuncias a vivir.

Renuncias conversoras, que no recuerdan: “¡Ah! ¡Yo me sacrifiqué por esto!, y ahora...”.

No. Mal sistema. Eso es parte del sistema esclavista: pasar las facturas; pasárselas a sí mismo.

La Llamada Orante nos orienta hacia esa evasión creativa, a esa evasión que no echa en falta la esclava posición. Pero no la echa en falta cuando está en el creer, el creer que esa evasión es conversora, transfigurada y posible, además de imprescindible y necesaria.

Que, muchas veces, por desconocer hacia dónde nos lleva la liberación, el ser se prefiere esclavo de lo que conoce, de lo que domina, de a quien esclaviza, de a quien manipula, de a quien domina.

 

Y claro está que... los recursos instaurados, establecidos, son muy poderosos. Muy. Y ellos también buscan sus evasiones. Son especie humanidad. No son... materia extraña.

Pero sí ha sido el camino que se ha recorrido y el que se recorre. Y claro está: condena –desde su esclavitud, como es lógico- cualquier evasión, aunque a la vez la promueve para que se pueda soportar la esclavitud.

Resulta casi macabro, ¿no? “Casi”. Lo que falta para “totalmente macabro” es... la esperanza. Y eso hace que no sea totalmente macabro.

 

Y esa esclavitud... parece estar llegando a sus límites más ambiciosos.

 

Y para mantener esa tensión y desespero, las evasiones se hacen progresivamente más anuladoras: sí, que anulan la idea, proyecto o entusiasmo que se pueda percibir, sentir o iniciar. Es muy fuerte el grillete familiar, cultural, social... y un largo etcétera.

 

Y así es que, el ser, salta de vez en cuando a evadirse: un año, dos, tres meses, diez años... Sí. Pero... salvo las excepciones –sí, excepciones-, salvo esas excepciones, el cepo –sí, el cepo-, la trampa, el asedio y el círculo que se cierra, de la esclavitud, llama una y otra vez.

Y al inicio de la duda, el ser empieza a pensar a propósito de las ventajas de la esclavitud: una pensión adecuada..., una diversión ocasional...

Y la coletilla de “y es que así es la vida”: un pasillo largo e inmenso, costeado a ambos lados por habitaciones... que se cierran o se abren al pasillo.

 

Y el ser no se da cuenta de que le han quitado las estrellas, le han quitado el amanecer, le han quitado el anochecer, le han quitado el canto libre, le han quitado el reírse, le han quitado el enamorarse, le han quitado todo lo que podría representar una innovación, un descubrimiento, una novedad, un “extraordinario”, un ¡“excepcional”!...

 

No hay lugar donde acudir a protestar.

Y con el paso de lo esclavo, ¿de qué te vas a quejar?... si no hay una nueva oportunidad.

 

La Llamada Orante nos sitúa en un “mundo”... –mantengamos esa palabra esclava- en un mundo en el que el dominio de lo humano es total, y en el que cada cual es un pequeño dios encarnado, esclavizado a uno más grande; y el más grande, a otro... y así sucesivamente.

Y aunque bajo ese panorama todo parece ¡perdido!, no, la Llamada Orante no se pierde. No. Puede estar silenciosa, puede estar breve, puede ser calurosa o ¡apasionada o dramática!, pero tiene ese punto de saber ver, de saber ver y transmitir –por eso nos llaman a orar- que, ante ese panorama que podría llamarse “des-solador” –como si le hubieran quitado el sol-, estamos en el precipicio para saltar a otra dimensión.

Sí... sí. Ya las imágenes terribles se agotan, porque es difícil superarlas. Ya el peso de la ley, el peso de la moral y el peso de la costumbre, no pueden apretar más. Y asumen el deterioro inevitable. Martillean la muerte diariamente, para así recordar un camino sin esperanzas.

Y eso precisamente es lo que hace que lo orante se rebele. Una rebelión de ánima, una rebelión de nacer.

Sí. Se ha llevado a la humanidad, ¡la propia humanidad!, hacia esa ego-idolatría asfixiante. Y entonces, solo la muerte es el recurso... especial. Y es ahí donde surge la rebelión: a bordo de nuestra alma. Nuestra alma: esa que está tocada por el espíritu primordial; esa que se sintoniza, al acudir a orar, con el Misterio Creador; esa que ¡no se deja engañar... por el poderío de lo esclavo!

 

La Especie Vida, que se desarrolla en este lugar, ¡y en otros!, del Universo, es una trayectoria infinita, salpicada de innovaciones, de sorpresas, de... descubrir y aprender.

Es un viaje... ¡sin fronteras!

Ese que anida por momentos en la esclavitud, cuando el ser sufre un rapto enamorado; que, habitualmente, rápidamente es clasificado, ordenado, casado, condenado...

Pero ese rapto de rebelión, cuando se percibe...

Y ahora estamos en ese momento del viaje peregrino, para apartar de nosotros –nos dice la Llamada Orante-, para apartar de nosotros el: “Bueno, ¿y qué será de ti mañana o pasado?, ¿qué será de ti si haces esto?, ¿qué será...?”, ese sermón esclavista que pretende y ¡enciende y convence! –¡claro!- de que todo se tenga que saber, que “tengo que saber”. Y porque saber es dominio, es poder.

 

En el viaje estelar de la Especie Vida, el saber se compone de sorpresas, suertes, imprevistos, inesperados, fe, fidelidad, entrega...

Otro lenguaje que ya ha sido... ya ha sido condenado en el esclavismo reinante.

¡Otro lenguaje que, ciertamente, es difícil!... –por el estado de esclavitud- difícil de ejercitar. ¡Pero!... esa dificultad, cuando se está en esa rebelión, lo que hace es impulsar más la decidida decisión de entrar en otra dimensión que no conozco: esa del peregrino que no sabe –pero le llevan- cuál es el lugar de peregrinación; hacia dónde.

No lo domina, no lo controla.

 

Partículas, pizcas de Universo que somos, aparentemente vagando por lo Innombrable.

En su seno estamos.

En su seno somos vagabundos... cuidados; que, a poco que despertemos, nos damos cuenta de cómo lo Innombrable ha ido poniendo esos garbancitos pequeños que nos indican hacia dónde está la liberación, ¡hacia dónde “llamea” la rebelión!, ¡hacia dónde llama la transfiguración!, ¡hacia dónde nos reclama la transparencia!

Y cuando en esa frecuencia se está, ¡ay!..., la poderosa esclavitud no tiene audiencia ni anuencia. Cuando se está en esa trayectoria, no hay error. Y la tentación ‘desa-parece’. Sabemos que está, sí, pero ya no es la indecisa posición de qué hacer, qué no hacer, con qué me quedo, con qué... Esa ¡horrible travesura a través del filo de la navaja!, en la que inevitablemente el ser se corta.

 

La Llamada Orante nos señala... –sí, porque se escucha ahora- nos señala, nos orienta en esos pequeños signos. Grandes, ¡enormes!, bajo la óptica de la Creación. Pequeños para nosotros, porque la esclava visión no nos deja ver... esos planes infinitos, Creadores.

Y sólo, sólo cuando nos rendimos de exigir nuestro albedrío, nuestro poder, nuestra poseída personalidad, y dejamos que el viento las convierta en aire, y empecemos a respirar de otra manera..., así, toda dificultad que aparezca nos pondrá de manifiesto cuáles son nuestras necesidades; y si necesitamos esto o aquello, esto o aquello, mágicamente, aparecerá.

Luego le buscaremos explicaciones y razones... ¡Ah!, ¡sí, sí! Pero hemos de saber, como seres orantes, que eso, ese detalle, ese acontecer que ha sucedido, no es producto... de mis esclavas procedencias. No. No es producto de mis culminantes capacidades y saberes. No. Es producto de un misterio, de una magia, de un milagro.

Y es así como nos hacemos peregrinos amantes, peregrinos del amor.

 

Y nos quitamos el lastre... de nuestra capacidad y decisión. “Y nos quitamos el lastre de nuestra capacidad y decisión”.

Y escuchamos...; escuchamos las casualidades, esos imprevistos e inesperados que nos dan un flash... y que nos damos cuenta de que es extraordinario, excepcional, único...

Señal de que estamos transitando en el peregrinaje, en la luz, hacia la luz... y en su contemplación permanente.

 

Aaaa-Men.

 

 

***