martes

Lema Orante semanal

PROTAGONISMO, COMPLACENCIA, ESCUCHA

1 de junio de 2009

Habitualmente, en la historia de cada ser, el protagonismo lo ocupa el que cuenta la historia. Habitualmente, cada cual trata de tener un papel protagonista, bien sea por evidencias, bien sea por arrogancia, bien sea por… silencio. Hay muchas formas de ser protagonista.
Sin duda, en la medida en que un ser adopta protagonismo, mmm… los demás sobran. Creo que eso es evidente, ¿no? Quizás esto es muy drástico, pero habitualmente esto es así: el dueño de la ventanilla, es el dueño de la ventanilla, y no tiene que rendir ningún otro cuento o historia a nadie. Igual que el dueño del quiosco, igual que el dueño de la cafetería, igual que el dueño… El “dueñismo” tiene mucho que ver con el protagonismo. En la medida en que uno es dueño, propietario, señor… Bueno, señor, no: dueño, propietario, jefe… protagonista.
Claro, al no contar -ni siquiera como número- los demás, la historia queda muy, muy, muy… pero que muy reducida. Con lo cual, la realidad –en el amplio sentido de la palabra- queda estrangulada, porque sólo se conoce la historia del prota-gonista.
La sugerencia orante es que: ¿Y si, y si uno se da cuenta -por milagro, por ejemplo- y si uno se da cuenta de que uno no es el protagonista? ¿Se imaginan? Que uno se da cuenta que el protagonista es la Nada , la Creación , ppfffff… la suerte, el azar… bueno, hay muchos niveles… Darwin… Pueden haber muchos protagonistas... ¿Qué pasaría? ¿Se caería el mundo? ¿Se romperían las relaciones entre los seres? O… o ¿a ver si no necesitamos protagonistas, al estilo que conocemos?, sino que cada uno se interacciona con otros sin buscar, sin exigir, sin imponer, sin obligar a tener un protagonismo.
Sin duda, a nivel orante, sólo hay Un protagonista, y no somos nosotros; eso está claro. Eso podía quedarse así de claro, ya está. Con lo cual, con lo cual, no tengo nada que decir en torno a lo que voy a hacer mañana, pasado o al otro, con quién voy a jugarme los cuartos, de qué forma… no, porque yo no soy el protagonista. El protagonista dirá qué papel secundario voy a hacer…
-¡Ah!, y yo que me había comprado el “flus”, la chaqueta, la pelota, la portería… uahhh… agujas, hasta agujas nuevas me había comprado… Moxa indonesia dorada con jazmines y alhelíes, que es muy eficaz para la impotencia precoz… Yo, yo que tenía ya el remedio de los remedios, con un remedio homeopático con una micro-aguja del “sudoku” incrustada con maravillas de oro… ¡No me diga que no voy a ser yo el protagonista! Y tenía un anticuerpo monoclonal en la uña del dedo meñique que, al tocar al sujeto, se introducía por vía intradérmica e iba ¡directamente al tumor…!
-¡Jo… qué nivel, che!
-No me diga que no es… no voy a ser protagonista…
-Si usted se empeña… Pero, ahora, usted sabe que no lo es.
-Bueno, pero…
-No, no, no hay pero, no hay pero. Todos esos artilugios que usted ha mencionado, sin entrar en el super-reiky, en el superagente 86, y en la super-aromaterapia, la super-troncoterapia, rama-terapia… no sé cuántas cosas de la terapia hay… De verdad, lo que sabe la gente a mí me asombra… Lo que se sabe, ¡es asombroso! Y se maneja y todo. ¿Será eso protagonismo…?
El caso es que, podría ser, podría ser… que, al darse cuenta que no es protagonista, pues, pues uno hace lo que tiene que hacer, ¿verdad? Así: con gusto, con agrado.
Esto posibilita escuchar lo que otros digan: Esos que eran actores secundarios ¿sabes? Somo pueden ser amigos, enemigos, novias, novios, parejas de hecho, de cohecho, de sinhecho, con techo, sin techo, en el mismo sitio, fuera del sitio, con papeles, sin papeles… Bueno, de todas las variedades, ¿verdad?
Oye, escuchar al otro.
-Pero, ¿Yo qué necesidad tengo de escuchar a otro si yo tengo la cosa muy clara?
-No, porque es que como esta semana se propone que no seas protagonista, a lo mejor, a lo mejor, a lo mejor, tu padre, tu madre, tu amigo, tu pareja de hecho, de cohecho, con techo, sin techo, con papeles, sin papeles, en el mismo sitio, sin el mismo sitio, casado, sin casado, con la iglesia, sin la iglesia y toda… porque hay una variedad, de verdad, ahora… ¡guauuuu! ¡Ay, Dios mío! Del sexo, del mismo sexo, de distinto sexo, de parasexo, de, de… bueno, del bibi, del baba…. A mí me siguen resultando sorprendentes las drag queen… me parecen… Son seres originales, por lo menos. Lo demás, me parece un “cachipucheo” asqueroso, bastante vulgar. Pero, las drag queen, oye, curioso, ¿no?, es una cosa insólita, pero insólita, insólita.
Yo voy a intentar, para el año que viene, en todos los seminarios que venga una drag queen, y que esté un ratito y cuente alguna experiencia… Sí, como si fuera un zoológico humano… Luego la devolvemos al tren y eso y ya… ¡De verdad! Cualquiera de ustedes pensará que yo estoy todo el día frecuentando lugares de drag queen… No, yo he visto una vez en mi vida una drag queen: me impresionó tanto que desde entonces soy admirador de las drag queen. No sé muy exactamente qué son, pero… pero así, así viéndolas actuar o viéndoles actuar -porque no lo sé con exactitud qué es- me parece toda una prosopopeya. Proso-po-peya. Por lo menos, cierta originalidad, ¿no?, cierta, no sé... Les he sorprendido, ¡eh!
Un tibetano maestro encauzado, jamás les habría dicho esto. Pero, un Pepe Luis es capaz de decir cualquier cosa. Los veteranos Baihuiianos dirán:
“Está como siempre” “O sea, no nos dá el gusto que nosotros quisiéramos, de un maestro iluminado, sensato, claro, transparente, ehhh… célibe… Esto último cada vez se me hace más difícil… pero…
O sea, que ¿se podría dejar de ser un poquito protagonista?, y decir:
-Oye, y si… y si - por aquello del lema orante - Dios es protagonista?, por ejemplo.
Y cuando nos digan a las 10 de la mañana:
-Oye, estás muy callado, hablas poco…
-He dejado mi palabra a Dios. (con tono solemne)
Eso sí, díganlo con ese tono así… como si fueran del Baihui:
“He dejado mi palabra a Dios” (con tono solemne) .
Van a impresionar, ¡eh!, van a impresionar. A lo mejor eso les convierte en más protagonistas, pero qué le vamos a hacer, qué le vamos a hacer…
No, no va a pasar eso, sabemos que no.
Pero sí puede ocurrir que, pues así, un poquito menos de mando, menos orden, menos imposición, menos dictámenes, menos sentencias, menos exactitudes, ¿eh?… Esas exactitudes terapéuticas que son TERRIBLES, pero terribles.
Cuando Jesucristo instauró el “Padre Nuestro”, cuando dijo: “ Y líbranos de todo mal” , se refería a eso… A esos terapeutas absolutamente seguros, exactos en horas, minutos, segundos, astrólogos hasta las Galias… hasta las Galias exactas… ¡Qué bárbaro! ¡Qué increíble! ¡Qué complejo de inferioridad da cuando… cuando alguien te ¡¡¡ASEGURA!!!... Como “Seguros la Estrella ” o “Seguros Mafre”, o cualquier cosa de esas, ¿verdad?, que esto es así, que tal, que cual… ¡Ohhh… Mon Dieu!
Pero, había otra palabra entre medias de… del protagonismo: COMPLACENCIA. Eso, ¿cómo? (alguien responde de nuevo) COMPLACENCIA. Eso…. Eso sí que es duro, eso es muy duro: ¡complacer a otro, siendo uno el protagonista! Vamos, si uno es el protagonista, a uno es al que le tienen que complacer. Pero, ¿tú ir por el mundo complaciendo a los demás…? Salvaguardando, obviamente, nuestros criterios, nuestras éticas, nuestras morales, etc. Pero, en actitud complaciente hacia los otros… ¡Noooo! Los otros son los que me tienen que complacer.
¡Guauuuu!
Esto es un cambio cualitativo, cuantitativ, de todo tipo, ¿no? O sea, imagínense ustedes llegar, ahora que empieza el buen tiempo, y están pasando consulta, ¿verdad?, y son las 11 de la mañana, y el que es protagonista -o la que es protagonista- dice:
“Un momentito que ahora subo, voy a bajar un momento a la calle…”
Y sale a la calle y se presenta con dos helados…
- Mira, te he comprado un helado para ti y otro para mí, para que nos chupemos los helados.
-¿Y eso por qué?
-Por darte complacencia. Ya sabes que a mí NO ME GUSTA EL HELADO… pero sé que a ti te gusta el helado.
Y quien dice el helado, dice arroz con leche, jamón, queso, chorizo… por empezar por cosas fáciles… fácil.
Complacer. Y después, resulta que es ¡tan fácil complacer a los demás! De verdad que es fácil, ¿eh?. Claro, siempre y cuando, siempre y cuando, no esté uno exigiendo, pidiendo a todos que todos estén pendientes de uno. Claro, entonces es muy difícil complacer a nadie, porque ni siquiera se le ha pasado por la cabeza al jefe, al director, al dueño, al que sea, complacer a los demás. No. Los demás tienen que cumplir, halagarle, pleitesearle… Bueno, todo lo que significa un protagonista. Porque el protagonista busca ser ídolo. Ídolo. Y el ídolo pues, está a un paso, o es congénere con Dios. Ahí tienen un papel importantísimo, ¿no?
Entonces, a ver, ¿quién es el protagonista aquí? Puede ser el niño, puede ser el padre, puede ser la madre… o a lo mejor no hay ninguno. Eso es raro. Raro, ¡eh!, pero, ocurre. ¡Aleluya!, porque todos van a tratar de complacerse de alguna medida, van a escucharse, y… y no va a existir el protagonismo. Va a existir la evidencia de cada uno, y la necesidad de cada uno.
Es obvio que, para que haya un nivel de complacencia a los demás, hay que conocer un poquito, un poquito a los demás. Pero claro, si habitualmente se ejerce el protagonismo y no hay escucha, difícilmente se conoce a los demás. Y, entonces, si quieres ser complaciente, a lo mejor metes la “gamba” -véase pierna- hasta el fondo, y le regalas un dulce de leche a tu amigo diabético… y queda, vamos… estupendamente.
-¡Ay!, perdona, yo no sabía que eras diabético…
-Pero hombre, ese hombre es diabético desde hace 30 años, y no te has ocupado en absoluto de… No, a ese le tienes que comprar una nécora o medio kilo de percebes… Hemos dicho bien, medio quilo, si es posible gallegos.
-Lo que pasa es que ahora no hay “r”, estamos en mayo, llega junio…
-Bueno, pues que sean africanos, venga…
-Ya hasta septiembre, está difícil…
Es como regalarle a tu amigo… dices: “voy a ser complaciente con mi amigo”… un juego de peines, y es calvo… Pero, por favor, ¿ni siquiera sabes que es calvo…?
-No, es para que te des un masaje capilar…
-¿Un masaje capilar? ¿En qué capilar? Te refieres a los vasos sanguíneos, ¿no?, a los capilares…
Suele pasar esto, ¿eh?, suele pasar.
Evidentemente, la complacencia no sólo se… se expresa y se realiza con objetos, por supuesto que no. Ahí está la palabra, ahí está la actitud, ahí está la elegancia, ahí está el respeto, ahí está la amabilidad, ahí está ese silencio cómplice para escuchar… O sea, hay miles de detalles que no tienen por qué concretarse. Pero, si hemos hablado de concretizaciones, es porque a veces resulta como más fácil. Que no lo es, pero… implica estar en el reino de lo material, como lo más evidente y lo más obvio.
Pero también es cierto que muchos protagonistas son ta-caños. Entonces, tienen una artrosis, una espondilitis anquilosante de los codos y de las muñecas, ¿verdad?, de naturaleza idiopática, y no hay manera de que las abran… De verdad... Y como mucho, te invitan a un bocadillo de arroz integral… ¡Joder!, se les ha olvidado que existe el jamón.
-Hombre, hoy te voy a invitar, para complacerte, a un bocadillito…
… de arroz integral… ¡Qué increíble!, de verdad…
Yo sé que esto, en el caso de ustedes, nunca ocurriría, pero por si les ocurre a otros amigos, que ustedes les digan:
-¡Hombre!, mira, hay chorizo “ la Pava ”, que es baratito, no es ni chorizo ni nada, pero es una cosa… no sé, que da el pego. Hombre, más caro que el arroz integral es, pero, ¡pero hombre!, ¿cómo le vas a hacer un bocadillo de arroz integral? ¡hombre, por favor! Se le van a caer todos los granos… más que nada es por eso, ¿eh? Ya sé que es lo más nutritivo y lo más integral, con pan integral… pero es que es incómodo, se le caen todos los granos…
Es que hay ciertas artrosis y ciertas cosas que dificultan el normal comportamiento de los seres vivos.
Lo de la escucha también constituye un pequeño problema, porque cuando se actúa normalmente de protagonista, y de receptor complaciente, se… mmm… nunca se ha dejado que el otro hable, que los otros hablen. Claro, puede llamar mucho la atención, mañana, que en pleno trabajo o en cualquier sitio, le digas a otro:
-¡Cuéntame! ¿Cómo estás? ¿Qué haces?
Le pueden mirar con mala cara…
-No, pues bien…
-No, pero cuéntame, hombre, dime qué es… quiero saber algo de ti…
-O me digas, ¿para qué? ¿Para qué, me vas a atracar de alguna manera?
-No, es que estoy en una penitencia… una penitencia orante y tengo que escuchar a los demás, fíjate ¡qué putada, qué putada!
Fíjense, hasta en este caso hay que hacerlo bien, y decirlo así…
-¡Ah! ¿Sí? Pues te voy a contar unas cuantas cosas, hombre…
Pero sin llegar quizás a situaciones tan dramáticas -pero nunca hay que excluirlas-, eh, pues uno se deja así, caer un poquito, ¿verdad?… Y en vez de poner siempre la última palabra, la última sentencia, la última noche que pasé contigo… Siempre la última, para quedar de último, pero que, en realidad, quedas de primero, porque lo que queda es la última frase… Pues no, deja que la última frase la digan otros. Deja que la primera la digan otros… Y tú, entre medias, dices algo: “¡Ah!... Ya… Vale, bueno…” Así, simple… No hace falta…
-Sí… ¡Ah!, claro, claro, por supuesto… sí, sí, sí, entiendo, entiendo… Hombre, claro, ¡jo!, qué faena, hay que ver, no me digas, ¿te han hecho eso?...
Sí, esto parece como si se le diera la razón como a los locos… Puede ser, puede ser que al principio, por la falta de experiencia de no escuchar, pues parezca eso, ¿verdad? Pero, luego te das cuenta de una cosa increíble:
¡Que los demás también están vivos! ¡Eso es sorprendente!
De verdad, cuando escuchas a los demás, te das cuenta de que ¡están vivos, que tienen vida propia! Que también, incluso, pueden ser protagonistas. Pero que, claro, como tú eras el protagonista, pues aquí no se sabía nada de nada.
Como es lógico, cuando se plantean estas palabras: protagonismo, complacencia y escucha, nadie se da por aludido. Esto es… está comprobado, ¡eh?, nadie se da por aludido…
-Sí, hombre, yo escucho a todo el mundo….
-Sí, sí, claro, por supuesto.
-No, yo complazco… en la medida en que pueda, en la medida en que pueda…
¡No tiene medida!, ¡no tiene ninguna medida! Tiene la artrosis esa de codo o lo que sea, ¿verdad? No tiene ninguna medida.
- ¿Yo protagonista? Nooooo. Lo que pasa es que alguien tiene que mandar, alguien tiene que decir las cosas… Yo soy el que sé, entonces, bueno, no puedes dejar las cosas en manos de cualquiera… hay que tenerlo en cuenta y tal…
Ya, ya… O sea que, en definitiva, como usted es el que sabe, como usted es el que conoce, nunca dejará que otro haga otra cosa, si no es con su estricta supervisión y ¡crítica!, ¿eh? Punto uno.
Punto dos: Por supuesto, bastante hace con… con aceptar a la otrrrra persona a su lado… ya eso es complacencia…
¡Qué fuerte!, ¿verdad?
Y como es obvio: ¿Qué tiene que escuchar? ¿Qué tienes que escuchar de una mujer, por ejemplo? Lo mismo de siempre -que diría un hombre-. A lo mejor, la mujer dice lo mismo…
¡Qué triste!
Resulta un poco triste, a no ser que la soberbia venga en tu ayuda, y diga:
-No, no, no, no es triste, porque… porque no lo quisiera yo decir, pero todo el mundo lo afirma que soy maravillosa…
-¡ Je! ¡Qué bárbaro, che! No me digás de dónde eres… dejáme adivinarlo… Abriremos un concurso para ver si alguien acierta.
Pero, el caso es que esas habas cuecen en todas partes.
“ En todas partes cuecen habas” , un dicho popular español que viene a decir que también, también en Noruega existen protagonistas, absolutistas, independentistas y sordos, ¿verdad? Igual que en Hungría, en el País Vasco francés y en Groenlandia… Por poner sitios así un poco ¿eh?… ¡Ah!, y en Quebec.
En todos sitios cuecen habas. Se ve que las habas, una vez que las tienes, ¿verdad? -primero hay que tener las habas-, las pones a cocer y se dejan… no se rebelan, o sea… Unas habas con jamón, a media mañana, a las 12, con un poquito de cebollita y picantito; con un vinito así, de esos asquerosos, que tenías guardado, ¡desgraciado!, y que nunca habías sacado… Y ¡por fin, por fin se te ha visto un detalle…! Pan del día, nada de pan molde, ¡pan del día…! Y en un intervalo así, entre que quiero y no puedo, pues ¡guauuuu! Ese jamón, pero jamón-jamón. No el del bocadillo de los niños, que se compra aposta malo, para que se intoxiquen de sal… no, jamón, jamón… ¿te imaginas? ¿Te imaginas qué, qué, qué complacencia? ¿Qué complacencia, qué complacencia? ¡Fantástico!
Es posible que alguno de los dos sea vegetariano… ¡y no pueda tomar jamón! Pero, como en todos los sitios cuecen habas, esas habas, con un poquito de pimiento, con un poquito de cebolla, ya hemos la cebolla… con un poquito de ajo… ¡Ah!, no, que el ajo… puede ser, puede ser, puede ser que sea taoísta, ultraortodoxo, y no pueda tomar ajo… pues el ajo fuera.
-Cebolla tampoco.
-Cebolla tampoco.
Pues entonces, unas habitas cocidas, ¿verdad?, con una “miqueta” de curry -creo que nadie le pondrá pegas al curry, le dará un tinte amarillento, ¿verdad?- así, revueltas con… con un poquito de miel, si es posible de la Alcarria, ¿verdad?… Estupendo. Y el otro, que es el protagonista, pues, que ponga el jamón y todas esas cosas… Pero, ¡ya le ha dado un gusto…! Que la otra persona no puede tomar vino, porque es vegetariana y es antialcohólica y tal… ¡joder!, la cantidad de cosas que es la gente…. De verdad, de verdad… Pues, le compras un agua de Solan de Cabras, de esas que vienen en los frascos azules, y quedas como un deportista, ¿no?… De verdad, de verdad que es que… ¡qué difícil se puede a veces hacer una complacencia…! Fíjate, unas habitas con jamón, de nada… pues se han complicado. Pero se puede. Para eso está uno para complacer.
¿Y no es cierto, no es cierto, no es cierto que Dios nos complace continuamente, continuamente? Pero, el hombre tiene una memoria pésima, ¡PÉSIMA! ¡PÉSIMA! O sea, que le pesa tanto la memoria, que las cosas que pasaron hace 10 minutos, ¡están abajo, pesadas, y están a la prensa!, ¿no? Y cuando llegan los momentos difíciles e incómodos…
-¡Ah!, esta vida es un asco, esta vida es insoportable, fíjate lo que me pasa ahora y tal y cual…
-¿Y lo que te ha pasado antes, qué?
-Ahbabababababa, bababababba…
Como si hablara arameo…
-Ahbabababababa…
Y no, qué va, qué va… ¡a duras penas habla español!, pero ladra como si no le hubiera pasado nada bueno, antes. Y resulta, que le han estado cuidando desde que nació hasta los 50 años, ¿verdad?... Mira, mira, mira por aquí… ahora tienes que vivir, ahora esto otro, ahora esta chica, ahora este chico, ahora este no sé qué, ahora este tal, ahora este éxito… Miles de millones de detalles gozosos… ¡olvidados! ¡guauuuu!
Entonces, claro, conviene aligerar la memoria:
-Oye, me han dado 50 años de disfrute. Que ahora hay un problemilla dibidibidibida, dibidibida… Bueno, pues nada vamos a llevarlo con ánimo, con gozo, con disfrute… no, no, no, no, no.
Hay una complacencia de eternidades que nos contempla, y ya no sólo en cantidades sino en cualidades y en precisiones, en momentos puntuales, precisos. Sí.
Y ese es un cuidado, ese es una complacencia que nos permite afrontar luego cualquier cosa, pero tenemos que tener memoria. En el hipocampo -un pequeño campo de golf que hay en el cerebro-, se albergan importantes recursos memorísticos ¡y nuevas…!, ¡el desarrollo de nuevas profesiones y nuevas habilidades! No les voy a explicar a ustedes, precisamente, los del Baihui, cómo se estimula el hipocampo. Dirían:
-Pero, ¡por favor, a estas alturas, por favor…! Si eso lo tenemos superado con los cursos que hemos dado en Vietnam, en China y en Corea, y, y con el doctor no sé qué y el doctor no sé cuántos… ¿El hipocampo? Eso está chupado… vas a la oreja, a la tal… y ya está, bueno, está tirado el hipocampo…
Yo no les voy a hablar de mis vulgaridades hipocámpicas desde el punto de vista, simplemente, acupuntural, porque ustedes van sobrados…
Y antes de que algunos piensen:
-¿Y por qué se mete con nosotros? Si nosotros no hemos hecho nada… Si, es más, ni nos visita ni nos ve…
Pues, muy simple, porque les quiero. Nada más que por eso.
Y, en consecuencia, no me meto con, sino que trato… puesto que ya lo traté de otra forma, pues ahora, seguir aportando algo que sea de utilidad. Ya que en otros tiempos y en otros momentos, se hicieron de otras maneras y cada uno salió de la forma que quiso… pues por eso. Pero no es, ni muchísimo menos, una crítica o una… es simple efecto afectivo.
La escucha obediente es una… una sentencia que aparece en el I Ching y que es digna de mención: LA ESCUCHA OBEDIENTE.
Como que deberíamos ejercitarnos –y es una propuesta orante para esta semana-, ejercitarnos en escuchar cuando alguien nos está hablando. Desde el paciente que nos consulta hasta escuchar ¡el aletear de las moscas!… que ya han llegado y que no creo que se vayan… ¡y que tienen cierta afinidad por algunos seres!
¡Tranquilo!, relajado, respira con el vientre, con el abdomen. No hace falta que sea infraumbilical, no, el abdomen, simple. Abdomen, abdomen. Porque las otras tácticas: infraumbulical, supraumbilical… No, no, nadie las cumple, no pierdan el tiempo en sugerirlas, bah… abdomen, barriga, tripa. Sí, no queda más remedio.
El otro día, una “inspiradora femenina” muy digna decía: “ Respiren con la zona infraumbilical…” Y yo pensaba: ¿dónde estará eso ya? ¿Dónde habrá terminado esa zona? Me hizo recordar viejos tiempos… ¡ah!...
Ahora, con la crisis, hay que conformarse con el abdomen, barriga o tripa. Abdomen, barriga o tripa, tranquilamente. ¿Que queda feo lo de tripa y lo de barriga? Pues, abdomen, respiren con el abdomen. Acuérdense de pronunciar bien la “b”: abdomen, no vayan a decir “adomen”.
Inevitablemente, tenemos que acomodarnos a los tiempos, y eso no significa renunciar… no, no. Algunos rígidos, pero tan rígidos que padecen priapismo mental… Pero, pero tremendo, ¡eh!
-No, yo no voy a renunciar nunca a…
Nada, nada, nada. No saben nada de la vida.
La vida es como un plástico, se pliega, se adapta, se compone, se recompone. Ahora se puede decir esto, ahora no. Ahora… qué, qué, qué empeño en la zona infraumbilical, si todos tienen una barriga que no saben distinguir dónde tienen una cosa y dónde tienen otra… ¿Para qué te vas a esforzar?
Entonces, pues hay que decir: Mira, vamos a hacer esto… y con ello no perdemos… Bueno, y si perdemos, pues perdemos, alguien tiene que perder… Para eso está Dios, para reponer nuestras pérdidas.
Hay que ser humilde, un poquito humilde. Olvídense del priapismo mental, que eso da mucho dolor de cabeza. E incluso te puede salir un… una cosa por la cabeza, de verdad, de esos granos que nadie sabe por qué salen en la cabeza… eso.
Además, es curioso, esas personas que son tan así, tienen una cara… que no es para enamorarse de ellos nunca. Una cara de, de… sin sonrisa, sin efecto, sin afecto… y se suelen, además, teñir el pelo.
Es un dato, es un dato bonito, un dato de clínico viejo. ¡Se suelen teñir el pelo! Los hombres. Y quedan fatal, se les nota… ¡se les nota! Pero vamos, ¡qué horror!, ¡qué feo, qué feo!
Padecen priapismo mental y por eso son tan rígidos, nunca esbozan una suave sonrisa, nunca te darán una caricia normal sin esperar tres a cambio, y se tiñen el pelo. Claro, obviamente, no se lo tiñen bien y se gastan los cuartos y van a la peluquería y tal… ¡No!, lo hacen con pincelillo, ellos en casa. Con lo cual, se nota más, claro. ¡Qué cosa, qué cosa! ¡Qué feo queda que un señor se tiña el pelo! Así, de esa forma, ¿no?
Una mujer puede hacer lo que quiera, para eso es la belleza, puede pintárselo de verde, azul, amarillo, rojo… hay que consentirlas todo lo que quieran.
¡Pero a un hombre! ¡Hombre!, ¡Hombre! ¿A un “dotor”? ¿Que tú estés allí en la camilla y que llegue el “dotor” y que tú le notes que se ha teñido el pelo? ¡Pero por favor! Ese hombre no te puede manipular bien la energía… ¡TE LA VA A TEÑIR! (risas y más risas)

Entonces, las gracias y los dones que la Creación nos da, no son para teñirnos, son para que seamos todo lo auténtico posible, todo lo veraz posible.
No sé, ¿por qué ese afán continuo de querer modificar y cambiar determinadas cosas? Y volverse en esa rigidez espasmódica que da miedo, da miedo, y que es dolorosísima también para el propio protagonista.
Quizás ya… ya sea suficiente. Tener la consciencia de que, por una semana, only one week, por una sola semana, se puede dejar de ser protagonista. Por una sola semana, se puede complacer a los… a los seres que tenemos cercanos y a los que podamos tener ocasionalmente: el señor que viene a arreglarnos una cosa; la persona a la que le compramos el periódico todas las mañanas y nunca le hemos dicho “buenos días”, le hemos dicho: ¡La Vanguardia! ¡El país!, pero no le hemos dicho:
-¡Buenos días! ¿Qué tal está usted? ¿Me da la Vanguardia? Bueno, ¿me la vende?
Claro, a veces se dice “¿Me da?” y no le pagas, claro, como te la ha dado… Un poquito de… ¡eh!, un poquito. Puede ser, puede ser.
Complaciente.
Y esa escucha que… que normalmente está ajena, lejana. Y el ser está lleno de monólogos hacia sí mismo...
Si se fijan un poco -porque cada uno tiene su protagonismo- si se fijan un poco en el alrededor, verán que el que más y el que menos, incluido uno mismo, tiene carita de querer hablar y decir algo… tiene carita de… que se pone así, como los perritos cuando te ven, como diciendo: Nunca me has dado de comer, jamás, jamás… Y a lo mejor le has dado de comer hace una hora, pero él vuelve otra vez… mira, ¡ah, ah, ah!... nunca me has dado de comer… por favor, dame algo…
Pues igual, a veces, uno ve la carita de alguien y dice: Uh, éste daría cualquier cosa por contarme lo que le pasa con su nuera o con su tía… entonces, en ocasiones:
-¿Qué pasa? Que te veo así con una carita de perrito sin comer… ¿qué pasa?
-No, tal… bueno, ahora es que no hay tiempo…
-¿Cómo que no hay tiempo? Ahora mismo. Ven, trae para acá una hoja…
Coges la hoja, apuntas la hora que es: las 10, la recortas, quitas un trozo, y ya hay tiempo… Ya hay tiempo, ya no existen las 10. Fíjense qué fácil, ¡eh! Pero hay que hacerlo: coger la hoja, coger el bolígrafo, apuntar las 10 -porque eran las 10 de la mañana cuando ocurrió esto-, coger las tijeras, recortar, quitar las 10 y pulverizarlas. Entonces, tú ves que ahí hay un hueco, un vacío, un vacío de tiempo. Entonces, en ese momento, ya hay tiempo.
-Ahora, cuéntame, ¿qué pasa?
-No, que tal, que cual…
¡Ah!, qué bien, oye, qué tendeagusto se dendequeda el dendequehahablado… y qué sorprendido se quedará el protagonista -que ahora no lo era- de saber que ese ser tiene vida, tiene acontecimientos e incluso los lleva mejor que uno… ¡guauuuu! Eso ya es… diu, diu, diu.
O sea, ¿la señora de la limpieza se hace mejor psicoterapia que yo? No puede ser, no puede ser. ¿Tiene más recursos que yo? Pero si yo soy “dotor”… pero, pero… Pero, si me ha dicho tres o cuatro cosas que me ha dejado… ¡Y además es rumana! ¿Cómo puede ser? Si ni siquiera conoce nuestro idioma y me ha dicho tres o cuatro cosas que me ha dejado….
Pues ya, las ventajas que tiene el dejar de ser, por un ratito, por un ratito nada más, ¡eh!, dejar de ser protagonista.
Dejemos que el protagonismo lo ocupe la Creación.
Dejemos que Lo Eterno, Lo Infinito, lo que siempre nos ha acompañado, nos complazca. ¡Vaya si sabe de nuestros gustos!
Hagámonos permeables a los sonidos, las voces, a las palabras, a la desesperada necesidad de otros por contarnos lo que sienten, lo que piensan, lo que opinan.
Dejemos por un momento que, nuestro silencio, dé paso al sentir de otros.
De seguro que por ahí, entre todas esas cosas, Dios se infiltra, Dios se asoma, Dios nos sonríe.


Ámen

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