domingo

Lema Orante Semanal

 

Almar el alma

8 de abril de 2024



Y transcurren aconteceres de... dramas, tragedias y horrores que se mantienen, o que ocasionalmente aparecen como muestras de creencias, como muestras de dogmatismos, como muestras de filiación a... ¡a lo divino!

Es tal el nivel de autoestima, de poder y de suplantación que establece la egolatría personal, que ponen a la Creación por testigo de cualquier acción; sobre todo las que demuestran destrucción, las que muestran gravedad... para que sean lo más parecido a un castigo divino.

¿Castigo divino?



Ese nivel de vanidad humana, que puede alcanzar destrucciones y daños severos, no solamente se queda en esos casos excepcionales, sino que se hace “contagio”, en lo cotidiano.

¡Sí! Cierto es que hay como un abismo entre el terror y el temor, pero... desde los más insignificantes hasta los más significados son capaces de amedrentar, de amenazar, al más puro “estilo divino”.

Y hay que preguntarse –y pregunta, el Sentido y la Llamada Orante-: “¿De dónde procede ese criterio de... “el castigo divino”?”.

No sólo es atribuible a terremotos... volcanes... tormentas destructoras… –lo que se llaman “fenómenos naturales”- que en otro tiempo pudieran interpretarse, por la humanidad existente, como castigos.

Hoy ya eso no se sostiene. Pero tampoco se sostiene la idea de que eso no haya quedado en el subconsciente, y el hombre lo acoja como justificante de poder ejercer en ese sentido destructor, demoledor, en los muy, muy, muy diferentes niveles.





Y así, hace menos de un mes que se conmemoraban los atentados del 11M, en los que saltaban por los aires unos trenes que transportaban laborantes, trabajadores, trabajadoras... Y ahí se transmutaban 192, dicen las estadísticas. Y dicen también, los juristas, que lo hicieron en el nombre de... de lo divino, y que para celebrarlo se inmolaron.



Y ocurre, en estas dramáticas situaciones, que... se envuelven y se envuelven de rumores, los aconteceres, que finalmente quedan en recuerdos y en historias, sin saber en realidad qué ocurrió.

Es como decir: “Dios no tiene que dar cuentas de lo que hace ni por qué lo hace”.



E igual que el mayor atentado cometido en la historia del hombre, por un Estado, como “Hiroshima y Nagasaki”, permanece impune por necesidades de la guerra, todos los demás atentados –de una intensidad menor, pero todos los demás- se han ido diluyendo, justificando, y quedando como... algún monumento que recuerde.



La Llamada Orante nos hace situarnos en aquello que nos desborda como ejercicio de poder, demoledor, para que tratemos de asumir, sin revancha, ese proceder que desborda las habituales violencias que cada ser establece con su entorno, en el nombre de defenderse o de atacar o de cualquier otra argucia de vanidad.



Es como decir –sin que sean equivalentes, claro, pero sí como reflejo de lo que cada ser se ejercita en su poderío cotidiano y en sus castigos y desprecios-: egoísmos vanidosos que parece que son normales. Si esos “normales” los elevamos a una potencia, los multiplicamos, culminan con... vidas en el aire.




El producir dolor... de muy diversa índole, es un mecanismo que se ha “institucionalizado” para mostrar la posición, la importancia… Y habitualmente tiene una respuesta similar o semejante, que puede ser indolente, ignorar, apartar…; actitudes igualmente violentas, pero con apariencias “civilizadas”.

Pareciera que a la humanidad se le ha olvidado que somos producto de un Amor arrebatado de la Creación, ¡somos producto de una carambola increíble que hace posible lo viviente!; y que esto viviente se sostiene en base a la solidaria concordancia, sintonía, armonía, colaboración, respeto, afecto, amor.

Y que cada vez que ejercitamos el desamor, nos precipitamos a los abismos de la violencia. Sí: violencia hacia sí mismo, violencia hacia el entorno... de muy infinitas formas.

Es una dramática conversión de una única expresión en la que “la materia prima” –por así decirlo-, el amor, cuando sorprende al humano y le impresiona, le fascina, pues bien, decide apoderarse de ello, no vaya a ser que se pierda, no vaya a ser que se lo quiten.

Y para ello emplea la violencia, según su criterio.

Y así, todavía en algunos países, las mujeres adoptan el nombre de “señora de”, como una posesión.

Es un ejemplo.

Pero que nos sirve para darnos cuenta de que, en la medida en que no se consigue tener, poseer... la idea, el proyecto, el ser, la entidad, la circunstancia amada, la respuesta es poder, violencia. De muy diversa índole, insisto.

Pero no es la lucha entre el bien y el mal, no.

Es la contaminación de la bondad del ser: que se vuelve inquisitorial y reclama, según sus derechos, sus criterios y sus opiniones, lo que es “suyo”.

Es el “propietarismo” desolador; ese que acumula, que tiene, y que tiene que guardar, proteger, cuidar…

Estar “seguros”.



Y curiosamente, esa actitud de poder, que se hace violenta, también se dedica a asegurar lo posesivo, como un acto de clemencia. ¡Increíble!



La Llamada Orante nos reclama que la pérdida de atención, de alerta y de alarma…

Que en realidad no es “alarma”, sino que es “al-alma”. Es un simple cambio de una letra.

Un simple cambio que nos hace tomar el aRma de la envidia, del celo, del desprestigio, del insulto, etcétera, a la otra, al aLma –en vez de “al-arma”, “al-alma”-; en el que el alma trata de trascender, escuchar, respetar, atender, cuidar.



Y no es la solución condenar, castigar, encerrar... No. La solución es “almada”: “almar... al alma”.



Porque ese “almar al alma” nos sitúa en el plano de lo no articulado, de lo no legal, de lo no oficial. Nos sitúa en el plano creacional.



Nos hace posible vivir la Piedad, el Amparo, la Misericordia... y la Bondad Superior que gravita sobre lo viviente, gracias a lo cual está, existe.



Descubrirnos... en base a la Llamada Orante, que nos llama para que nos veamos en nuestras vanidades, importancias, demandas, exigencias..., que son los caldos de cultivo de poder, de castigo, de desprestigio, de... ¡prejuicios! Esos que conducen a la condena y al castigo: prejuician, enjuician, condenan y castigan... al vecino, al religioso, al político, al deportista o a cualquier otro.

Y eso ha llegado a considerarse... normal.

Incluso se habla de que son mecanismos de defensa, los prejuicios, los juicios, las condenas y el castigo consiguiente; porque van todo seguido: prejuicios, juicios, condenas, castigos... de pensamiento, palabra, obra u omisión.

Todo ese caldo de cultivo, cuando se hace “normal”, es un caldo de cultivo que se acrecienta, que ¡hierve!... y llega a momentos de explosión; que llega a ese drama que es la guerra: la mejor institución para destruir, ganar... y saltarse todas las prevenciones del cuido, del desarrollo del arte, de la belleza. Incluso se le llama y se dice que es un mecanismo “depurador”; que es necesario.




La Llamada Orante nos llama para que no seamos gérmenes que promuevan, que sean caldos de cultivo –que seamos caldos de cultivo- de esa posición de suplantación de lo divino, en la que el poder es la máxima expresión; la violencia, la mejor ejecución; y el prejuicio, juicio, condena y castigo, la mejor decisión.



Como seres orantes que acuden a la Llamada Orante, debemos aplicarnos en esas perspectivas, en esas dimensiones.

Dejar de condenar y de juzgar, pero sí evidenciar, para poder hablar y escuchar.

Y en ello y con ello establecer concordia, relación, colaboración, sintonía, afecto, amabilidad.

Tenemos todas las palabras necesarias para desarrollar nuestro instinto de santidad. ¡Todas!



Nos reclaman orantemente que las ejercitemos.



Todos los momentos son trascendentes. Y esta vivencia de “normalidades” debe revisarse, ponerse al día... y testimoniar nuestra esencia divina como servidores, como admiradores, como cultivadores de la belleza y de la sintonía.



“Es una posición inaplazable”.



Ámen.







***


To soul the soul

2024-04-08

 

And events of... dramas, tragedies and horrors occur that are maintained, or that occasionally appear as samples of beliefs, as samples of dogmatism, as samples of affiliation to... to the divine!

The level of self-esteem, power and impersonation established by personal egomania is such that they put Creation as witness to any action; especially those that show destruction, those that show severity... to be the closest thing to a divine punishment.

Divine punishment?

 

This level of human vanity, which can lead to severe destruction and damage, not only remains in those exceptional cases, but also becomes “contagious” in everyday life.

Yes! It is true that there is an abyss between terror and fear, but... from the most insignificant to the most significant, they are capable of intimidating, of threatening, in the purest "divine style".

And we must ask ourselves –and asks, the Sense and the Prayerful Call–: “Where does this criterion of... “divine punishment” come from?”.

It is not only attributable to earthquakes... volcanoes... destructive storms... -that are called "natural phenomena"- that in other times could be interpreted, by existing humanity, as punishments.

Today that no longer holds true. But the idea that this has not remained in the subconscious, and that man accepts it as justification of being able to exercise in that destructive, devastating sense, at very, very, very different levels, does not hold up either.

 

 

And so, less than a month ago the 11M attacks were commemorated, in which trains transporting male and female workers were blown up... And there, 192 were transmuted, according to statistics. And the jurists also say that they did it in the name of... the divine, and to celebrate it, they sacrificed themselves.

 

And it happens, in these dramatic situations, that... they become enveloped and wrapped up in rumours, the events, which finally remain in memories and in stories, without really knowing what happened.

It is like saying: “God does not have to account for what he does or why he does it”.

 

And just as the greatest attack committed in the history of mankind, by a State, such as “Hiroshima and Nagasaki”, remains unpunished due to the needs of war, all the other attacks –of a lesser intensity, but all the others- have been diluted, justified, and remaining as... some monument to remember.

 

The Prayer Call makes us place ourselves in what overwhelms us as an exercise of power, devastating, so that we try to assume, without revenge, that procedure that goes beyond the usual violence that each being establishes with its environment, in the name of defending itself or attacking or any other trick of vanity.

 

It is like saying -without being equivalent, of course, but as a reflection of what each being exercises in their daily power and in their punishments and disdain-: vain selfishness that seems to be normal. If we raise these “normal” ones to a higher level, multiply them, they culminate in... lives in the air.

 

 

Producing pain... of a very diverse nature, is a mechanism that has been “institutionalized” to show the position, the importance... And usually has a similar response, which can be indolent, ignore, push aside...; equally violent attitudes, but with “civilized” appearances.

It seems that humanity has forgotten that we are the product of a Love taken from Creation, we are the result of an incredible coincidence that makes living things possible!; and that this living thing is sustained based on solidarity, concord, harmony, collaboration, respect, affection, love.

And every time we exercise lovelessness, we rush into the abysses of violence. Yes: violence towards oneself, violence towards the environment... in very infinite ways.

It is a dramatic conversion of a single expression in which “the raw material” – so to speak-, love, when it surprises a human being and impresses him, fascinates him, well, he decides to take hold of it, lest it be lost, lest they take it away from him.

And to do this he uses violence, according to his criteria.

And so, still in some countries, women adopt the name “lady of” as a possession.

It's an example.

But what helps us to realize that, to the extent that we cannot manage to have, possess... the idea, the project, the being, the entity, the loved circumstance, the answer is power, violence. Of a very diverse nature, I insist.

But it is not the fight between good and evil, no.

It is the contamination of the goodness of the being: that it becomes inquisitorial and claims, according to its rights, its criteria and its opinions, what is “its own”.

It is devastating “ownership"; the one that accumulates, that has, and has to save, protect, take care of...

To be “secure".

 

And curiously, that attitude of power, which becomes violent, is also dedicated to securing the possessive, as an act of clemency. Incredible!

 

The Prayer Call demands that the loss of attention, alertness and alarm…

Which in reality is not “alarm”, but rather [1]“to-the-soul”. A simple change of letter.

A simple change that makes us take the [2]weapon of envy, jealousy, discredit, insult, etc., to the other, to the soul –instead of “to-the-weapon”, “to-the-soul”-; in which the soul tries to transcend, listen, respect, attend, care.

 

And the solution is not to condemn, punish, lock up... No. The solution is “souled”: “to soul... the soul”.

 

Because that “souling the soul” places us on the plane of the unarticulated, the non-legal, the unofficial. It places us on the creational plane.

 

It makes possible for us to experience Mercy, Protection, Compassion... and the Superior Goodness that gravitates over the living, thanks to which it exists.

 

 

Discover ourselves... based on the Prayerful Call, which calls us to see ourselves in our vanities, self-importance, demands, exigencies..., which are the breeding grounds of power, of punishment, of discredit, of... prejudices! Those that lead to condemnation and punishment: they prejudice, judge, condemn and punish... the neighbour, the religious person, the politician, the athlete or anyone else.

And that has come to be considered... normal.

It is even said that prejudices, trials, convictions and the resulting punishment are defence mechanisms; because they all come together: prejudices, judgments, condemnations, punishments... in thought, word, deed or omission.

All that breeding ground, when it becomes “normal”, is a breeding ground that increases, that boils!... and reaches moments of explosion; that comes to that drama that is war: the best institution to destroy, win... and skip over all the preventions of care, of the development of art, of beauty. It is even called and said to be a “purifying” mechanism; that is necessary.

 

The Prayer Call calls us not to be germs that promote, that are breeding grounds –that we are breeding grounds- of that position of supplanting the divine, in which power is the highest expression; violence, the best execution; and prejudice, judgment, condemnation and punishment, the best decision.

 

As praying beings that come to the Prayer Call, we must apply ourselves to those perspectives, in those dimensions.

Stop condemning and judging, but to show evidence to be able to speak and listen.

And in it and with it establish concord, relationship, collaboration, harmony, affection, kindness.

We have all the words necessary to develop our instinct for holiness. All!

 

They prayerfully demand that we exercise them.

 

 

Every moment is transcendent. And this experience of “normalities” must be reviewed, updated... and bear witness to our divine essence as servants, as admirers, as cultivators of beauty and harmony.

 

“It is a position that cannot be postponed.”

 

Amen.

 

***



[1] Wordplay between “alarma” which means alarm and “al alma” which means to the soul.

[2] Wordplay between “arma” which means weapon and “alma” which means soul.

lunes

Lema Orante Semanal

 

SINTONÍA CON UNO MISMO, SINTONÍA CON LO SEXUADO, SINTONÍA CON LO TRASCENDENTE

1º de abril de 2024

    La Llamada Orante nos promueve hacia una sintonía con toda la materia viviente.

    Y en un inicio –sin que exista tal inicio, pero para forma de comprensión-, esa sintonía se hace en la propia especie, para luego descubrir la evidente, necesaria e imprescindible sintonía con el entorno, que abarca lo que no es estrictamente humano.

    Sintonizar implica entrar en un sentir común. Un sentir común de... apoyo, ayuda, solidaridad, auxilio, amparo... y ese largo etcétera que supone una con-vivencia.

    Y seguramente, en ese estado de sintonía al que nos lleva la Llamada Orante –y a la escucha-, en teoría hay acuerdo: se está de acuerdo en que sea así. Pero también se está en evidencia de que así no se está produciendo, sino que, más bien por el contrario, cada ser busca su sintonía con algún que otro ser –o con más-, pero rechaza, se opone, combate con otros que no son de su estirpe, localidad, costumbres, religiones, etcétera.

    Quizás… quizás nos equivocamos a la hora de ese sentir común.

    Y si partiéramos de Caín y Abel, evidentemente no... no había un sentir común, ni en el Paraíso ni después, sino más bien todo lo contrario.

    Pero, no obstante, el hecho de que la especie –materia viviente humana- sea social, y se precisen los unos a los otros, aunque establezcan diferencias importantes, insolidarias, sin sentido común, podría ser un mecanismo o un proceso evolutivo.

    “Podría”. Pero se hace... –para esta materia viviente humana- muy largo.

    Y el equivalente de un segundo insolidario, despectivo y prejuicioso, puede equivaler a cientos de años de su eliminación.

    Así que, por una parte, está lo “intelectualmente correcto”, por nuestras capacidades, y está lo sentimentalmente sectario, por otra.

    Y como ejemplo universal, sería, ese intelectualmente correcto, “Ley de Derechos Humanos” –en el cual existen los derechos humanos-. Pero, sentimentalmente, los derechos están torcidos: “los torcidos humanos”.

Y no hace falta demostrarlo; es... ¡tan evidente!

Pero a la vez, la intelectualidad trata de lograr, de mejorar.

    En realidad, es un proceso de acercamiento entre lo sentido y lo intelectual, entre el querer y el amar, entre el sentir y el pensar. Podemos encontrar la dualidad con mucha facilidad.

    Esa dualidad nos lleva a un racismo que va desde lo más –diríamos- “primario”, que es el racismo de especie: de especie masculina, con un racismo hacia la especie femenina.

Que tampoco hay que demostrar. Es evidente.

Y pareciera que uno piensa, y la otra siente.

    Aunque en realidad los dos piensan y sienten, pero el predominio de una facción sobre otra, en los inicios de una especie sexuada, hace más difícil aún la sintonía, la reconciliación.

    Y dada esa desproporción, lo sentido busca lo mental: desarrollarse en lo mental; y renunciando, en parte, a “lo sentido”. Y lo mental de lo masculino se hace más potente, y coloca a “lo sentido” en el espacio del esclavismo; de un esclavismo disimulado, ¡claro!, ligado fundamentalmente a la reproducción, que es –y se utiliza luego- como otra forma de dominio. Y ligado también al divertimento o al placer.

Eso está ahí.

    Y la Llamada Orante nos reclama en ese primer punto que habitualmente se evita o se supone que está resuelto, y se pasa a otros puntos como... la laboriosidad, la equiparación, la igualdad… ¡Pero si lo anterior no está resuelto! ¿Cómo vamos a sintonizarnos con el entorno, si no hay sintonía, no hay sentir solidario en la propia materia viviente humana? Y más aún, para abarcar esta situación y entrar en otras perspectivas. Otras perspectivas de sintonía como las que se dan en lo orante...; que la especie, a través del tiempo, ha establecido en forma de religiones.

    Y, en consecuencia, un nuevo sectarismo. Porque cada religión va a establecer una forma o vínculo de sintonía con lo Innombrable; y de más está decir todas las guerras y dramas que se han ido creando y que se crean bajo esa... señal.

    Y para muestras actuales, más que actuales, está el momento de ese dramático conflicto entre el islam y el judaísmo. Y fíjense: la sintonía de cada uno está ahora condicionando un momento de calma, un momento de alto al fuego, por la llegada del tiempo del Rahmadán.

    La tantas veces proclamada por nosotros “necesidad de una sintonía orante entre religiones”, como proceso imprescindible para trascender a nuestro sectarismo, es el motivo de que se planteen posibilidades, ahora, de un alto al fuego... un cambio de prisioneros por secuestrados... Bien. Lo que en propaganda sabemos.

    Luego sí hay una influencia significativa en consciencia política, social, costumbrista...; llamémosle como queramos, pero que está ahí y que, en alguna medida, dentro de su torpeza, nos insinúa la necesidad sentimental de trascender a nuestras convicciones y dejarlas en un cotidiano y flexible proceder. Y no convertirlas en mazo y castigo, persecución y drama.

    Y posiblemente –en la lógica racional- en el comienzo de esta forma llamada “humana”, sapiencial, el ser trataba de sintonizar con lo invisible, con lo intangible: que daba el milagro de la siembra, la caza, el respirar, el descansar, el capacitarnos para realizar...

    Podemos recurrir a estudios de paleontología, antropología... y demás “logias” de sabiduría, para afirmar que eso fue así.

    Pero, ¿por qué no permaneció esa trascendencia? Aunque se supiera que la luz produce fotosíntesis, la luz son fotones que... bla, bla, bla, bla. Eso... ¿por qué eso debía anular la sintonía con el Misterio, con el Misterio Creador? Si eso, esa explicación de cualquier fenómeno que teóricamente conozcamos, depende de otros estadíos invisibles, como es la mera presencia de nuestro planeta en un lugar, sometido a influencias que desconocemos.

    Así que, si fuéramos consecuentes con la búsqueda de esa sintonía de sentires, de misterios, de sintonía de especie –de especie sexuada-, sin predominio, y con lo que tanto se cacarea ahora, de igualdad...

Otro error.

    El Misterio Creador nos hizo, a cada uno, diferentes. Y la magia de la vida estriba en la sintonía de los diferentes, en el sincronismo de uno y otro, no ¡en la igualdad! La atracción se elabora entre los diferentes. La creación de nuevas perspectivas se elabora entre diferentes. El descubrimiento se instaura a través de los diferentes. Y, en consecuencia, los diferentes no tienen por qué enfrentarse, sino que tienen que encontrar el sincronismo que los une. Y así se genera una biodiversidad infinita.

    Si, en cambio, entramos en esa perspectiva de que todo es igual, de que todos son iguales...

    Ya no como reclamo. Ya no como reclamo de especie, sino como sentencia: “No, es que todos son iguales, todos van a por lo mismo, todos van a ganar, todos van a aprovecharse, todos van…”. No.

    Ese igualitarismo de especie nos lleva a la vulgaridad y nos aparta de lo excepcional.

    Y nos fuerza a repetir lo posible, y nos quita la vocación de vivir lo imposible, que es lo extraordinario, lo excepcional, lo singular.

    Podríamos decir que en nuestra sentida vocación sintónica está la sintonía con uno mismo, la sintonía con lo sexuado, la sintonía con lo trascendente, lo invisible, como a manera –a nivel didáctico- de aprendizaje y de descubrimiento de una trinidad... la cual nos permite abandonar la dualidad competitiva.

Sí; ese es uno de los elementos prácticos del Misterio del Tres, de lo trinitario.

    Sí. En la medida en que se introduce lo trascendente en este caso –lo “más allá de la razón y del sentir”, lo “trascendido”-, lo dual se diluye. Ya, pierde su sentido; su sentido en cuanto a hacia dónde y cómo se desarrolla. Y hace que los sentires y las razones se reconcilien en una unidad trascendente.

    ¡Quizás todo esto pueda quedar en palabras bien ordenadas y bien ensambladas!... razón por la cual hay que asimilarlo al instante o repetírselo varias veces, mucho tiempo, para doblegar esa tendencia de “así es... esto es así...”.

    Ese trino que acompaña a todas las creencias, no suele practificarse como ahora lo escuchamos, que es el que disuelve el salto al Tres. Como ya decía Lao-Tsé: “Uno crea al otro, y el otro crea… y es todo lo que existe”.

    Podría decirse al revés:“Todo lo que existe se expresa en la dualidad y en cada ser. Y eso no implica confrontación, sino que supone diversidad, diferenciación”.

    La Llamada Orante nos promueve, nos propulsa hacia esa vivencia trinitaria en que lo sentido y lo pensado no compiten; se funden en una trascendencia, al sentirse necesitados, quizás guiados por esa invisible presencia.

    Quizás ahora, ahora que “nos avisamos” de que [1]estamos a segundos de desaparecer, como la amenaza de las amenazas –que, por otra parte, aunque puedan parecer lejanas y los segundos sean cientos de años, están ahí-, sintamos y vivamos que queremos proseguir, que nuestra naturaleza nos invita... nos invita a proseguir, no a desaparecer, aunque en ese transcurrir, importantes seres se borran de ese trayecto, quizás porque no han sabido confluirse en esas dualidades; porque no han sabido sintonizarse en ese Misterio.

    Podríamos decir orantemente –y con ello, íntimamente- que si estamos a segundos de desaparecer bajo la cruel ofensa de nosotros mismos, estamos a “infinitos” de desarrollar la sintonía con la Eternidad, con el Misterio Creador, con estados de consciencia que nos lleven a otras dimensiones.

    Quizás por eso decimos que “está todo por hacer”: porque lo que se hace tiende a la desaparición, a la destrucción.

***

[1]En 2024, la Junta del Boletín de Científicos Atómicos –creadora en 1947 del Doomsday Clock-ha situado a la humanidad a 90 segundos del “apocalipsis”.


Lema Orante Semanal

 

Sentirnos unidad de Misterio

25 de marzo de 2024



Nos llaman a orar, como impulso para descubrirnos... especialmente en nuestras relaciones con todo lo viviente.

Nos llaman a orar para que no seamos impedimento, no seamos contrincantes...; no seamos unos partidistas que inevitablemente confluimos en el daño.



La Oración se hace así una vía, una potencia de evolución, de sanación; puesto que, en la medida en que el ser recupera la bondad que le promocionó para estar en este plano de consciencia, en esa medida, su convivencia, sus relaciones, estarán regidas por el respeto, la admiración, el cuidado, la dedicación.



No queda –en consecuencia- la Llamada Orante, como algo de otro plano de... un momento de retiro y de consideración, sino que nos viene a decir intencionadamente, con la inspiración correspondiente, las atenciones que debemos prestar y prestarnos sin esperar devoluciones, para así estar en la sintonía de la calma, en la referencia de lo extraordinario, ¡de lo excepcional!... que es lo que representa cada ser.



El acontecer de recalar en este momento de la Creación... ya es un signo de extraordinario, excepcional y singular acontecer.

En consecuencia, el ser debe empezar por respetarse.

Sí. Se habla habitualmente del respeto hacia otros, pero el ser se falta al respeto cuando envidia, cuando cela, cuando persigue, cuando castiga, cuando promulga convivencias conflictivas, cuando no es un servidor eficiente, cuando deja de ser una bondad auxiliadora, cuando no se presta a darse y cuando trata de sacar rédito y beneficio; o cuando se apodera de algo, cuando se propietariza de afectos, de economías, de religiones, de dogmas...

En todos esos aconteceres, y muchos más, el ser habitualmente se falta al respeto a sí mismo. Porque no ha contemplado la excepcionalidad, la singularidad y lo extraordinario de su presencia: que es un equivalente, un emisario, un representante, un enviado para cumplir con unos haceres para los que viene con el diseño adecuado.

Y que le van a promocionar, a evolucionar y a... ser cada vez más extraordinario, más excepcional, más singular. Y no como habitualmente ocurre, que el ser se vuelve más vulgar, más común, más parecido.



Todo amor debe ser respetado, admirado, contemplado.

Y, en consecuencia, si somos facilitadores de amor –que fue por lo que llegamos-, estaremos en condiciones de respetarnos y respetar...; de facilitar la conjunción, la concordia.

¡Que no se queden esas palabras en el vacío especulativo!, sino que cada vez que aparezca la rabia, la envidia, la prejuiciosa actitud –porque no se hace el mundo para mí, sino que yo me tengo que hacer al mundo-... es menester el recogerse en la intimidad del auto-respeto. Porque en esa medida vamos a corresponder.

Alegrarnos de los amores ajenos, de los planes ajenos. Que resulta que ¡no somos ajenos! Que se establece el criterio de “ajenos” como egoísmo y egolatrismo personal. Somos entidades –por pertenecer a la Especie Vida- solidarias, sociales, convivenciales, porosas. Es que, si no es así, si no fuera así, no se daría la vida como expresión admirable de tránsito, de sorpresas, de innovaciones, de ¡complacencias!



Y se actúa habitualmente con el criterio de “problema”, con el criterio de “aversión”, con el criterio de “dogmatismo”; con esas premisas de ¡prejuicios!

Dejamos de ser viento que navega, que busca, que toca, que sigue... Dejamos de ser lluvia que alimenta... Dejamos de ser ¡luz que ilumina!, y que promociona nuestros sentidos. ¡Traicionamos a nuestros sentires!... con nuestros juicios visuales, auditivos, de sabor, de perfume, de ternura...

Se establecen cuidos egoístas, y se olvidan los cuidos llamados “ajenos”.

El ser no reconoce al otro como también un enviado, un representante, un equivalente, un... ¡un necesario para sí mismo!

Necesitados somos los unos con los otros, para poder descubrir, aprender, seguir, permanecer... Si no, caemos en la guerra, en esa que está hambrienta de amor, en esa que está hambrienta de pan, en esa que está hambrienta de prejuicios, en esa que está hambrienta de condenas.



Al respetarnos y al reconocernos como necesitados... Aunque en apariencia –en apariencia- no nos guste, no nos parezca bien, y sigamos diciendo: “Hace mal tiempo, hace buen tiempo, esto me gusta, esto no me gusta”...

Y el ser se atrinchera en su posición; en definitiva, pidiendo... pidiendo esclavitud al entorno, pidiendo aplausos a sus posiciones. Y el ser busca hacerse fuerte y sentirse ¡imprescindible!, y despachar a lo demás como... inútiles.

Sí. La Oración, la Llamada Orante, nos auxilia con palabras que transforman, con palabras que ¡sanan!, y que nos colocan en la posición... que no da por hecho que éste, aquél o el otro es así o asao, sino que espera... –en la medida en que se da- espera descubrir por qué… por qué me encuentro con esta situación, con esta otra, con esta persona, con esta circunstancia, con esta…

¿Acaso me he gestado a mí mismo...?

¿Acaso todavía no me he dado cuenta de que el desarrollo de la vida, y su presencia, no es por mi participación o mis acciones? ¿Acaso no me he dado cuenta, aún, de que las personas, situaciones, acontecimientos, sucesos que tengo que vivir, acaso no me he dado cuenta todavía de que están ahí para mi desarrollo, para mi aprendizaje, para mi cuido?

¿Acaso creo que es castigo, mala suerte...? ¿Sí...?

No querer darse cuenta. No querer seguir la pista de los aconteceres que se suceden para nuestra evolución, nuestra claridad. Para que en verdad seamos bondad de amor permanente, y no circunstancial u ocasional, dependiendo de los gustos aprendidos, de las culturas impuestas, de las costumbres dogmáticas.

¡No somos consciencias esclavas!... de lenguas, costumbres, mitos... ¡No! Somos consciencias vaporosas, creativas, generosas, compartidas.

¡Por favor! ¡Somos aliento –como viento- que respira! Y si no se respira, se asfixia, se angustia.

¡Con ansiedad!, transita; ¡con miedo!, con tristeza, con la falta del 1“entusiasmós” que supone la consciencia de vivir. De vivir.

Sí. Es un ‘al-ivio’ –un ‘al-ivio’- el sabernos de esa naturaleza... y tener esa referencia de universo y universal, de nuestro ser. Porque así no nos perdemos, no nos perderemos en dogmatismos, en manipulaciones y en controles de unos sobre otros. Y dejaremos de ser jueces que condenan, que castigan con pensamientos, con palabras, con obras, con omisión –como se suele decir- cuando des-transitamos en las vías liberadoras: en esas vías que no empiezan la jornada con “el problema”, “los problemas”, sino que empiezan las jornadas con el entusiasmo, con la excepción, con lo extraordinario, con lo novedoso, con lo afectuoso, con lo amoroso, con lo enamorado, con lo fantástico.

Veo, olfateo, saboreo... ¡toco la vida!...

No podemos dejar de asombrarnos de nuestra naturaleza y, en consecuencia, de la naturaleza de los demás.

Dejemos de clasificar la vida, que “es así”, que las costumbres “son así”, que las leyes “son así”...

La Especie Vida no tiene –no tiene, no tiene-... normas, leyes... No. La Especie Vida es liberada de los atascos, de las propuestas egoístas de cada uno.

La Especie de Vida –a la que pertenecemos- no se ha puesto ahí en el Universo para ser un problema y para ser un conflicto de miradas, de gestos, de actitudes, de palabras, de pistolas, de bombas o de cualquier otra barbarie.



Y es así que, si recogemos la oración como el remedio de referencia que nos potencia nuestra naturaleza, entraremos en una evolución sanante, sanadora.

Abandonaremos las actitudes castigadoras, prejuiciosas: dejar de ser el martillo hiriente que, por cualquier situación no adecuada para la egolatría personal, salta y... ¡protesta, se queja, grita!

Un poco, ¡un poco!, ¡empezar por un poco de caridad hacia sí mismo! Eso se convierte en calidad, en nuestras prestaciones.

Concédase, orante, concédase un segundo de caridad.

Por el hecho de... amar. Un segundo.

Sabiendo que hay infinitos segundos...

Pues en alguno de ellos, por su caridad, aprecie a aquél, respete al otro, cuide del proyecto de aquéllos...

Sea valiente, y no se esconda. Sea evidente, sin proclamas.



Y es así que el Misterio Creador nos instaura... –y hay que darse cuenta de ello- nos instaura en su propia naturaleza: Misterio. Y nosotros tratamos de racionalizar y de especular y de saber cuáles son los planes divinos.

Y así no asumimos el misterio de nuestra propia configuración, sino que buscamos definirnos, con lo cual nos hacemos racistas inmediatos.



Todos recuerdan –seguro- la figura del mendigo... que pide, que invoca: “Una moneda, por el amor de Dios”.

En ese sentido, todos somos ¡mendigos! Y pedimos a unos y a otros, por el amor que el Eterno, que el Misterio Creador nos da, que seamos capaces de compartir, de entendernos, de conciliarnos.



¡Una limosna?”. Cualquiera podría decir: “¿Nos vamos a convertir en pedigüeños de limosnas?”.

¿A ese punto ha llegado el radicalismo emocional y afectivo?: ¿que tenemos que pedir limosna para poder ejercitarnos como entes de amor?

Y así hemos sido creados. Y así podemos transitar. Pero ¡tanto se ha deteriorado!... que, sí, mendigos debemos ser.

Y limosnas. Limosnas de concordia, limosnas de convivencias, limosnas de sonrisas, limosnas de compartir, limosnas de convivir, limosnas de confluir, limosnas de asombro.

Sí, de ese asombro que nos hace ver, cada día, circunstancias, hechos y aconteceres que no sabíamos.



¡Por caridad! Una limosna, ¡por amor de Dios!

Un respeto propio, para un respeto continuo del entorno.

Un mantener... un mantener el amar, sin el interés de tener, de tenerlo, de poseerlo, de manejarlo, de controlarlo.

Dejar que la vanidad se haga sedimento, y el agua quede clara.



Que cada día sea el momento de despojarse de los residuos que se adhieren, de las actitudes que nos sujetan.

Que cada día sea el nuevo universo que se ofrece.

Interesante detalle, ¿verdad? Que nos parece normal que no nos haya dinamitado un meteorito o cualquier otra “barbarie” –“barbarie” entre comillas-.



Misteriosa, sí, misteriosa... Presencia Creadora... que nos contempla en nuestro desvarío. Y pareciera que no importara. Pareciera que hasta tenemos libre albedrío. Pareciera.

Sin duda, es la estrategia de lo Eterno para que inevitablemente nos encontremos con Él... ¡de bruces!




Dejémonos sorprender, sin disparar antes de escuchar. Dejémonos sorprender del transcurso, y dejemos de aplicar criterios vulgares; de esos que se dan por zanjados, de esos que dicen: “Esto es así y así y así”.



Dejemos que las evidencias del Misterio que nos lleva, nos muestren la calidad de vivir, la caridad por dar, la limosna que recibir y que dar.

No abandonar la excepcionalidad del instante, lo extraordinario del acontecer, lo insólito, lo singular.



Sí, vida de mendigo errante que, “por amor de”... nos hace abrirnos en nuestras conciencias hacia los vínculos liberadores: aquellos que sirven, que se apoyan unos a otros, que se sienten unidad de Misterio.



Y al sentirnos unidad de Misterio, nos expresamos en él Ámen, Amén, Amen....



Unidad de Misterio: Ámen, Amén, Amen.







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1 En griego: “arrobamiento o éxtasis inspirado por la divinidad”.