martes

Lema Orante Semanal

 

CUANDO NOS LLAMAN A ORAR, ES PARA  RESTABLECER, REMEMORAR NUESTRA REFERENCIA DE VIVIR

24 de enero de 2022

 

Cuando nos llaman a orar, ocurre para restablecer, rememorar nuestra referencia –nuestra referencia de vivir-… con el Misterio Creador. Y hacer así, en nuestro cotidiano acontecer, un reflejo de ese Amor que nos gesta, nos mantiene y nos entretiene, en forma de Vida.

 

Y esa posición de reflejar nuestra ascendencia, se expresa en la creencia, se muestra en el convivir, se comparte en el colaborar. Y todo ello –como diría la Tradición Oriental- de una forma “dulce y juiciosa”.

 

Pero como tantas y tantas veces ocurre, la consciencia de humanidad elabora un criterio, proyecto, idea… y luego, a la hora de ejercitarlo –quizás por su ascendencia divina-… aparece esa importancia personal, ese libre albedrío, ese “dueño de mí”, ese cómodo proceder, esa actitud de “el mínimo esfuerzo”, esa posición de –en definitiva- imponer cada ser su posición. De ahí que las alianzas, las uniones, las comuniones, las agrupaciones, las formaciones, las comunidades, etc., estén en permanente y evolucionante ebullición de conflictos.

 

Tensiones, entendidos diversos, interpretaciones, pensar por otros… Toda una serie de derroches que aminoran nuestra vitalidad, que desaniman nuestra alma, que materializan nuestras ilusiones, que nos enfrentan.

 

Pero parece que eso no es suficiente para corregir, para rectificar. Más bien parece todo lo contrario: mayor empeño en demostrar, en ganar, en imponer… cada cual con su estilo.

 

Es una guerra, un combate de desgaste permanente.

 

Y paradójicamente, es curioso que a la vez el ser de humanidad se pregunta: “¿Y por qué pasa esta incomodidad? ¿Y por qué ocurre esta desgracia? ¿Y por qué…?”.

 

No, no ve. No visiona su participación.

 

Resulta, a la luz de una mínima observación, que se pertenece a una especie deteriorante, deteriorada… que trata de escapar de sus propias incongruencias, con otras más grandes; que trata de mostrar su valía con insolencias o con posiciones insostenibles; que es capaz de justificar “cualquier”… cualquier acción.

Y al justificarlo, se inhibe de responsabilidad. “Y al justificarlo, se inhibe de responsabilidad”, con lo cual no corrige.

 

Todo ello hace que el ser pierda su vínculo con la Creación, pierda su almada inspiración y ensueño, y la sustituya por sucedáneos de consumo, de costumbres, de hábitos, de repetir, más allá de lo necesario, modelos y actividades y actitudes que incrementan una y otra vez el desespero, la angustia.

 

La Llamada Orante nos llama con vehemencia, para que tomemos en cuenta nuestra filiación con lo viviente, nuestra filiación con el Misterio, nuestra filiación con lo Amante, nuestra fidelidad con lo prometido.

 

Fielmente –como promesa Creadora- amanece, anochece, llueve… y los frutos nos endulzan el paladar. Todo acude fielmente, pero…

 

Y acude fielmente como la Fidelidad a lo revelado –como dice el I Ching-. Como promesa. No se desdice de lo prometido. Ahonda en ello.

 

Sin duda, esa propuesta –recuerdo de la Llamada Orante- implica un esfuerzo, una dedicación, una renuncia, una disposición… a crecer, a innovar.

 

Y claro, como se ve… ¿quiénes están en esa disposición? A la primera vuelta de tuerca que hace la Providencia, se busca el refugio de “más vale pájaro en mano que ciento volando”.

 

Cualquier tiempo, cualquier momento supone siempre una oportunidad. Y la oportunidad implica… un recurso, un auxilio, una ayuda… para que podamos sintonizarnos con el lenguaje de la Creación, y podamos reflejarlo en el convivir con el entorno.

 

El humano proceder se promete ¡tantas y tantas cosas!, asegura y asevera tantas posiciones… que resulta absolutamente asombroso cuando renuncia a ello.

 

La palabra, las palabras, el mejor vehículo para promover nuestras sensaciones, intenciones, emociones… se hacen esquivas, se hacen “esquinas”, y dejan de ser ondulantes, transparentes, convincentes, consecuentes y, por supuesto, testimoniales.

 

Y en esa medida, la referencia entre unos y otros se hace enormemente difícil.

Pareciera, a veces, que el ser desafía su propia naturaleza, para ver hasta dónde puede llegar.

 

Entramos en tiempos en los que no importa el error, ni el horror, ni la tragedia, ni el drama, ni el terror… Entramos en tiempos de impunidad, donde todo tiene “justificación” y “lógica”; donde todo se puede más o menos explicar…

 

Y si no se puede explicar, pues se recurre a la suerte, a la casualidad.

 

La comunidad humana se muestra dehiscente, deshilachada, desconvocada.

 

Los seres se ocultan, los seres mienten, los seres adquieren un secuestro individual hacia sí mismos, que no es viable. Pero desafían... y se insiste cada ser en su verdad.

 

Pero ¿dónde está el referencial? ¿Dónde está… la expresión que nos habilita en el vivir, en el ser y en el estar? ¿Dónde está en nuestra consciencia? ¿Donde está… y cómo se hace operativa?

 

Es obvio y evidente que la voluntad asume posiciones interesadas; de su propio interés. Con lo cual, el desinterés hacia lo que no sea su interés, crece. Y así podemos decir, por ejemplo: “No hay voluntad política, social, para terminar con el hambre de 4000 millones de seres que subsisten con menos de 5 dólares y medio al día”.

 

Y lo dicen, lo dicen los que pueden cambiar ese drama. Lo dicen ¡con total impunidad! No se preguntan y no se cuestionan que ellos son los que crean esa situación. No hay voluntad de remedio, de cuido.

 

Algunos recordarán un eslogan de la OMS que decía: “Salud para todos en el año 2000”. Era en el siglo pasado, sí; hace un rato, cierto. Pero... el año 2000 era como entrar en el paraíso de nuevo. Entramos en el 2022 –veintidós años después- y la salud se deteriora cada vez más.

 

Y habían prometido, como humanidad de mundo… mundial…, que había recursos y medios para que todos tuvieran la oportunidad de tener un medio, un sistema, una forma de tener recursos para cuidar su salud. Ese es un ejemplo. Se pueden encontrar miles.

 

Y seguro que lo dijeron con convicción, con idea. Y prometieron eso, pero no cumplieron.

También algunos recordarán que los países prósperos prometieron dar el 0,7% para mitigar las necesidades de los países pobres…; que habían llegado a la pobreza por el colonialismo, por la avaricia, por… –no, eso no lo dijeron, lo decimos ahora-. Se les iba ayudar.

 

¿Qué fue de aquello?: “No, es que ahora no tengo tiempo. No, es que ahora estamos en crisis. No, es que verás… han cambiado las condiciones”. Ahora vuelven a hablar otra vez, como intentando decir: “¡Hombre! Podíamos… podíamos hacer algo ¿no?”.

 

No vamos a hacer un repaso, obviamente, del “descompromiso”, de la falta del valor de la palabra; que, como vemos, se refleja a nivel mundial. Pero ese reflejo mundial es consecuencia del reflejo diario de cada uno. En mayor o menor medida y contando con excepciones.

 

La Llamada Orante se ofrece permanentemente. Y sus advertencias, recuerdos, reclamos, sólo persiguen –“sólo persiguen”-… cuidarnos, advertirnos, avisarnos, dotarnos.

 

No nos juzgan ni nos condenan. ¡Ni siquiera nos critican!

 

La Llamada Orante nos advierte, nos ¡muestra!: “El que tenga ojos para ver, que vea. El que tenga oídos para oír, ¡que escuche!”.

 

Increíblemente, en el Misterio Creador, en el Misterio Orante, se puede decir que ese inconmensurable referencial cree… –porque nos ha creado- ¡cree en nosotros!

 

Y habría que decir, recordando o parafraseando al Cristo: “No soy digno de que entres en mi casa, mas una palabra… –¡una palabra!; las palabras otra vez- una palabra tuya bastará para sanar”.

 

Pero tenemos que escucharla. Tenemos que darle ¡crédito!...

 

Y el saber que confían, nos debe suponer una avalancha de esperanza, de corrección, de replanteamiento, de recapacitación, de proyectos –parafraseando el lema del año-.

 

¡No es coherente!… no es coherente responder –ante quien cree en ti, quien te crea y te recrea-… no es coherente desoír y... ampararse en lo que más me pueda interesar o me pueda atraer.

Ciertamente, por la evolución en la que estamos viviendo, la Llamada Orante es… –como bien también se dijo- es La Voz Que Predica En El Desierto.

 

Y es así que el ser se escucha –se escucha a sí mismo-, pero no escucha… a La Voz…

 

Y por eso se dice que “predica en el desierto”.

 

¡Qué difícil!… ¡qué difícil resulta, para esta humanidad, creer!

 

Se cree por momentos en algo o en alguien, pero por momentos se descree y… y se va saltando de piedra en piedra pensando que no se va a caer.

 

 

 

 

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lunes

Lema Orante Semanal

 

CONFIADOS, NECESITADOS Y ELEGIDOS HACIA UN NUEVO AMANECER

17 de enero de 2022

Cada foco cultural humano decide en qué momento cuenta su traslado alrededor de la luz.

Y lo hace a partir de un acontecimiento, un suceso significativo... Algo que para ese grupo es... “referencia”. Y a partir de ahí se suceden los días y las noches... hasta completar una vuelta alrededor de... la Luz.

En nuestra esfera de influencia, estamos comenzando a cumplir ese trayecto.

Y como si fuera –¡como si fuera!- un logro el permanecer en órbita de la Luz..., se celebra haber podido transitar, y se aguarda esperanzadamente en... generar novedades.

El tiempo se hace así protagonista de nuestro tránsito, y nos marca una trayectoria. Y en consecuencia, nos implica –sabedores dependientes de la luz- nos implica en revisar, repasar, considerar, reconsiderar, evaluar...

Es una necesidad de cara a este nuevo ciclo. La luz será diferente. En consecuencia, nosotros seremos distintos. Como cada día. Pero en este caso, con estas consideraciones, hablamos de un vaivén circular alrededor de la luz, que implica X días.

La Llamada Orante nos sugiere un instante reflexivo, considerativo, a propósito de nuestro transcurrir… en este recorrido que hemos vivido: un recuerdo, una alusión, un acontecer A o B que significó algo…

¿Cuál es la cosecha de este circular bamboleo alrededor de la luz?

¿Cuál ha sido la siembra que se ha depositado?

¿Cuál es el grado de satisfacción... de reconocerse?

¿Qué calidad ha implicado este transcurrir?

Nos llaman a... nacer de nuevo.

Y nos llaman después de haber AMA-NECIDO muchos días. Pero nos llaman a nacer de nuevo, como proyecto, como testimonio, como realización.

Pareciera –o no- que una nueva oportunidad se nos brinda.

Será tanto más o menos nueva, según el entusiasmo con el que reconozcamos el vivir. Porque, sí, se dice “¡un año más!”, como pesada carga, como pérdida; nostalgia por lo pasado: una mustia actitud en la que nacer supone un... ¿un futuro calvario? ¿Un futuro calvario?

Y así surge la idea de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

¡Ahhh! Hay algo –digamos que algo-, algo de miedo a nacer de nuevo. Se preferiría seguir como se estaba, recogiéndose en el dicho de que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

¿Saben? La abeja reina, cuando ve que no es viable su proyecto, emigra; y con ella emigra un grupo, para generar una nueva posibilidad. Así que ese dicho que dice: “más vale pájaro en mano –‘pasado’- que ciento volando –‘futuro’-“, debemos revisarlo.

Debemos atrevernos a sentirnos privilegiados por la oportunidad de volver a nacer, por la instantánea ocasión de ‘re-vi-sar’... la cosecha y la siembra. Para corregir, para aprender...; para saber cómo ha sido nuestra sintonía con todo el entorno. Cuál ha sido nuestra actitud. Y con todo ello, disponerse a nacer de nuevo.

Disponerse y exponerse a la luz, que ha sido la referencia; y que lo vuelve a ser, pero es otra luz. No es la misma. Pareciera la misma... pero ella también ha sido luminaria que ha transcurrido a través de otras luces.

Y esa luz velada nos alumbra en este AMA-NECER. Y podría tomarse como una referencia, un signo casual, que curiosamente nos anuncia oracularmente la verdad.

¿Cuál es… cuál es la verdad? Está lejos de la cotidiana consciencia. Tenemos el recurso de la sinceridad en la expresión y en la escucha, para vibrar en torno a la verdad. Esa que se corresponde al Misterio Creador.

Y nos dice el oráculo que ello conlleva una Fidelidad a lo Revelado...

“¿Fidelidad?”: bien escaso... que vive casi en el ocaso.

¿Qué... qué se nos ha revelado en este transcurrir? ¿Qué hemos encontrado? ¿Qué tierra fértil hemos aprovechado? ¿Qué tierra estéril hemos abonado? ¿Con qué fe hemos sembrado…? ¿Con qué creencia hemos perseverado?

Y con esas pre-misas, aumentamos nuestro momento para nacer de nuevo.

¡Un nacer sin miedo!, con la certeza de que en la medida en que nuestra fidelidad a lo que se nos revela, nos han revelado, hemos descubierto, aprendido y asimilado... va a ser una carta de presentación. ¡Ah! Sí, sí. ¿Con qué... con qué carta, con qué ¡papeles!... se presenta el ser a un nuevo nacer? ¿Cuáles son sus credenciales? –como si de embajador se tratara-…

¿Qué créditos traes para nacer de nuevo…?

¿Traes disposición? ¿Traes humildad? ¿Traes sumisión? ¿Traes... traes el suspiro de la creencia sin sollozos? “El suspiro de la creencia sin sollozos”.

¿Traes la consciencia de que te llevamos... te llevan…? ¿O más bien traes la voluntad, la convicción, la firmeza, la arrogancia?

¿Cuáles son tus planes?” –nos dice la Creación, a las puertas del Nacer de nuevo-.

¡Sí! ¡Es ahora; es ahora! No es algo para pensarlo. La Llamada Orante no es –ni mucho menos- una rémora que queda ahí para luego. Es... ¡ahora! Es el impulso de descubrirnos. Es el resplandor que nos proyecta. Es la sombra que nos acoge.

Y en las puertas –por cierto-, en las puertas de un nuevo nacer, y habiendo transcurrido ya una intensa exposición a la luz... cabe –sí, sí- cabe preguntarse: ¿una nueva oportunidad?

Cuando en nuestra cotidiana consciencia nos dan una nueva oportunidad en cualquier área, ¿a qué se debe? ¿Por qué una “nueva oportunidad”? ¿Por qué un nuevo nacer? Porque confían. ¡Confianza!

Sí, porque el Misterio Creador confía en cada una de las criaturas que pasan por la experiencia del vivir, que es el preámbulo brusco de una vivencia eterna.

Y cada cual puede preguntarse:

.- ¿Confían en mí? ¿Quién?

.- El Misterio Creador, la Creación.

No eres tú, con tus talentos, el que vuelve a nacer. Es la confianza que en ti se deposita ¡para un nuevo amanecer!

Sí. Y es fácil ante esa noticia que nos sintamos orgullosos, y también es fácil sentirnos indignos –“in-dignos”- de una nueva oportunidad. Los dos extremos son hipócritas: se referencian con nosotros mismos.

Nuestra referencia es La Luz, y su procedencia permanente es el Misterio Creador. No nos premian ni nos castigan por lo bien hecho o por lo mal hecho. Nos animan –de ánima, de alma-. ¡Nos re-alman!, porque nos consideran, además de confiables, ¡necesarios!

Y cada cual, orantemente, se pregunta:

.- ¿Confían en mí… y me consideran necesario?

.- ¡Sí!

.- Y me han dotado de talentos, me han dejado vivir. Me han dejado vivir... y me han dado vida con el esplendor de cada día.

Y ahora, puntualmente, me sitúa la Llamada Orante en las puertas –abiertas- de un nuevo AMA-NECER; de un nuevo nacer a unas perspectivas de diferentes cosechas y siembras; en el que, sin duda, las valías pasadas se tienen en cuenta, pero se está abierto a las nuevas: a los nuevos resplandores, a las nuevas sensaciones.

Y a esa... sensación llamada “promesa”. A esa sensación de que, al acercarse un nuevo nacer... cargado de confianza y de necesidad, nos supone prometer, ¡prometernos!, zambullirnos en la vida con las pequeñas... con las pequeñas capacidades, pero dándolas sin resquemor, sin acopio, ¡sin sentido de pérdida!

Y con esas promesas que indudablemente nos revelan, surge… –con ellas-, se hace sonrisa el Nacer.

Pero han de estar bien avaladas por la Fidelidad: esa Fe que nos Da la presencia y la actuación permanente del Misterio Creador.

Que podamos decir ¡Aleluya!, sin temor, con sonrisa, vacíos de poder y recubiertos de esperanza.

¡Ay! Y sabiendo que todos somos necesitados...; que no hay ni buenos ni malos; que en la medida en que nos prometemos, nos hacemos en la hidalguía de sentirnos ‘el-egidos’.

Sí. No para engrosar nuestro ego, no. Pero si han tenido confianza... será porque, ante la necesidad, nos han ‘el-egido’.

Sentirnos elegidos por la Creación es algo que, sin duda, nos desborda, nos deslumbra.

Sí. Nos deslumbra cuando nos erigimos en protagonistas… y esa elección la utilizamos como dominio o poder. Pero cuando nos sentimos elegidos en base a nuestra pobreza… –cuando nos sentimos elegidos en base a nuestra pobreza- sólo nos aguardan riquezas que debemos dispensar, no guardar. Que debemos repartir, no retener. Que debemos ahondar en la generosidad...

Así... así se anuncia el comienzo del nuevo nacer: consecuente con el AMA-NECER de ahora.

Confiables, necesarios y ‘el-egidos’... para un trayecto, para un tránsito que aguarda... que aguarda la realización de nuestros deberes, de nuestros servicios, de nuestras entregas, de nuestras bondades.

Ungidos por la confianza, la necesidad y la elección, nacer se hace ¡ilusión, fantasía, proyección!...

Limpio..., traslúcido y vacío. Dispuesto y disponible.

¡Ay!... Sin cargas. ¡Dispuesto a ser aliviadero!

El amanecer de La Luz repica y pide paso. Y con ello nos recuerda de inmediato que estamos iniciando el alumbramiento, el alumbrar...; el ser reflejos de luz que alumbran las necesidades; que se hacen sin renta, sin beneficio, con transparencia...

Sin ocultamientos.

Confiados, necesitados y elegidos hacia un nuevo amanecer, hacia un nuevo nacer.

Con una promesa liberadora.

Promesa Liberadora... de Fidelidad a lo que permanentemente se nos revela.

***

domingo

Lema Orante Semanal

 

DIMENSIONARNOS EN EL CREER, EN LA RECAPACITACIÓN, EN EL REPLANTEAMIENTO,  EN LAS PROYECCIONES

10 de enero de 2022

 

Desde la supuesta lejanía del Misterio Creador, a la evidente presencia de su acción… no hay distancias ni velocidades ni tiempos.

Hay constancias de necesitar la consciencia de sintonía… con ese Amor que nos recrea y crea cada día.

 

Un reclamo de Amor que nos implica fidelidad. Esa “fidelidad a lo revelado” que, sin pausa, permanentemente nos muestra el Misterio Creador. Su fidelidad hacia nuestro cuido es la referencia de nuestra fidelidad hacia nuestra acción, hacia nuestro proyecto, hacia nuestra ilusión, hacia nuestra fantasía, hacia nuestra dedicación, hacia nuestros ideales.

Una… una propuesta. Una propuesta y una apuesta… por la trascendencia. “Una propuesta y una apuesta por la trascendencia”. Y un desprenderse de la indolencia voluntaria, de la fácil decisión de voluntad, de facilidad…

 

Camina –la especie- ¡confiada en sus recursos!, en sus habilidades…; en sus aprendizajes y sus fáciles emociones.

Y camina en la consciencia personal, sintiéndose segura, como si fuera creador, creadora de su destino. Sí: ese libre albedrío que esgrime (en) cada decisión, ocurra lo que ocurra; que suele ser casi siempre lo mismo: confrontación, discusión, tensión, incomodidad…

En la medida en que el ser de humanidad abandona la trascendencia y se guía por su indolente libertad, entrará en el círculo de la decadencia, de la incomodidad, de la dejadez.

Y ¡el vivir!... ese acontecer increíble desde los paraísos existenciales, pasando por el paraíso terrestre suspendido, siguiendo por el paraíso o edén… de la consciencia amplificada, luego diluyéndose en lo reproductor… para saltar al Soplo Espiritual Sensible, ese que trasciende y está al servicio –sin servidumbre- de lo Eterno, todo ese proyecto de vida, de vivir, es el que está gravitando permanentemente sobre nosotros.

El secuestro fácil del libre albedrío da “el sesgo” a la unión del ser con toda su estirpe.

Y al principio, la voluntad, la decisión… parecen acompañar a esa aparente libertad, que luego se hace paulatinamente dependiente, insuficiente y esclavizadora.

Y de toda esa ascendencia y trascendencia…, toda ella se almacena en el olvido.

Es el cambio que ha hecho –en genérico- la humanidad: optar por su potencial de libertades –condicionadas todas; todas-. Optar por ellas. En cambio, temer por la liberación incondicional.

Es curioso: tanto pensar en ¡lo grande!... y surge el miedo a la trascendencia liberadora, y se opta por la libertad condicional.

Es algo a plantearse… cotidianamente.

No se trata de un detalle aplicable a un caso, o a este o al otro.

“El que tenga –como se decía- oídos para oír, se sentirá aludido”.

La Llamada Orante es para ¡todos!, y cada uno escucha… lo que le corresponde.

 

 

Las suertes, las casualidades, los imprevisibles… ¡ay!, “los lenguajes de lo Eterno”… no son lenguajes difíciles de interpretar. No. Requieren la humildad y la sumisión necesaria. Esa es la condición.

En cambio, si la actitud es desafiante, demandante, inteligente…, entonces no se ve ningún lenguaje; se ve la casualidad, se ve la gracia o la desgracia, lo que toca o lo que no toca… El simplismo interesado.

¿Es posible… –pregunta la Oración- es posible, es posible preguntarse e indagarse a propósito de la propia existencia… ¡y descubrirse y dejarse descubrir por la Creación, en sus dones! –que nos pone-?

¿Es posible sentirse privilegiado por seguir respirando, comiendo y anhelando, y saber que no es por nuestra capacidad…?

Que en la medida en que nos sentimos servidores de lo Eterno, intermediarios de la Bondad, es posible darse cuenta… ¡es posible darse cuenta de que el vivir y el transcurrir no es ir tropezando! Es ir allanando, amplificando, suavizando, ¡recreando!...

 

Por si hubiera dudas… hasta el Misterio Creador nos muestra un Universo expansivo, generador de continuos espacios, acelerando sus grandezas.

¡Y eso lo hemos podido captar… y lo hemos llegado a calcular! Pero parece que es algo que está ahí fuera y que no nos compromete.

“Parece que está ahí fuera y no nos compromete”… y es el lenguaje diáfano de las evidencias.

 

 

Rigor fiel de creencias, que sabe eludir –que sabe eludir- las apariencias.

Rigor fiel de evidencias, que sabe eludir las apariencias.

 

La humanidad, como especie, ya sabe de sobra –¿no?- cómo destruir. De sobra.

Cada individuo adulto sabe ya tocar la tecla de la destrucción.

Pero ¿y las otras teclas…? De la restitución, de la restauración, del remedio, del recurso, de la redención…

Esas teclas se usan poco.

Tan poco, que cada vez intervienen menos en las partituras, en la musicalidad de cada ser.

 

El Sentido Orante nos pregunta…:

¿Es tan difícil atreverse… atreverse a ser un fiel reflejo de la Creación, y entonar la melodía liberadora, y no la libertad condicional?

 

¡Claro que es posible! Está ahí… siempre. Un “siempre” de verdad. Un “siempre posible”.

Entre humanidades serviles y egocéntricas no hay rectificación; hay confrontación, huida y desespero. Y mientras, mientras todo eso ocurre, ¡ahí está, dispuesta y disponible!... la Creación, la trascendencia, la virtud, ¡el reclamo de nuestro instinto de santidad!...

 

La acogida complaciente siempre está dispuesta. ¡Al menos saberlo!... y no, aferrarse al destino personal de libertades condicionales: esas que siempre te apresan.

 

 

¡De nuevo!... de nuevo un nuevo ritmo se hace propuesta: Creer… Replantearse… Proyectarse hacia… lo Infinito, lo Eterno, lo Inmortal.

Entrar en otra dimensión. Sí: en otra dimensión. Dejar, desprenderse ya de la llamada “realidad”…

Entrar en la otra dimensión, en base al creer, que supone fe…; que supone esperanza complaciente.

Replantarse, replantearse… como árbol que no se siente a gusto en su lugar y busca –quedándose aparentemente seco- otros espacios. No otras “realidades”. Otras “dimensiones”.

La Llamada Orante nos llama hacia esas dimensiones del creer enamorado, del saberse… fruto en continua renovación.

Recapacitarse… ¡Amplificar nuestras capacidades! Dar… dar vía libre a nuestros talentos. Ser una expresión viviente de proyectos ¡nuevos, capacitantes y capacitadores!

 

¡Otra dimensión, sí!

“La realidad”, esa que el ser ha gestado por el miedo a liberarse, secuestrándose, no es la dimensión que nos reclama la Oración. No.

 

Dimensionarnos en el Creer, en la Recapacitación, en el Replanteamiento, en las Proyecciones, supone desprenderse de la realidad esclavizante de los sentidos, las voluntades, los logros…

Supone no repetir… lo que ya se mostró caduco.

 

¿Acaso la inversión Creadora sobre cada ser… se hace para que tropiece…? ¿O más bien, ante el primer tropiezo, se debería aprender para saber del camino llano y pleno, liberador? Ese que hace posible cualquier necesidad. Ese que nos pregunta:

.- ¿Qué quieres?

.- Esto.

.- ¡Bien!

.- Lo otro.

.- ¡Bien!

.- Aquello.

.- ¡Bien!

Puede llamarse “mágico”; puede llamarse “fantástico”…

Dimensión Creadora que habilita todos los proyectos.

 

 

Y es curioso. Sí, es curioso ¡todo el esfuerzo que hace el ser por repetir, insistir, tropezar, contrariarse!... Y es curioso, sí, el mínimo esfuerzo que le pide la Creación para entrar hacia el liberarse, hacia el creer, hacia el creerse recreado y creado permanentemente.


 

Nos aguardan en esa “Comunión de Amantes”. Nos aguardan en ese “Orgasmo sostenido y mantenido”… que supone el estar en el sentido liberador, sin la codicia de la posesión, sin la ambición de la individualidad…; con un despertar dimensionado… y ciertamente posibilitante de cualquier realización.


 

Amen…

 

 

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sábado

Lema Orante Semanal

 

TENEMOS UN CAMINO COMO ESPECIE.

TENEMOS UN “POR-VENIR”

3 de enero de 2022

 

Se suele decir coloquialmente que cada ser, cada persona, es “un mundo”. “Un mundo”… quizás como alusión –sin querer- a lo de cada ser es un microcosmos.

Cada ser es un mundo, sí. Y en ese sentido, podría decirse que hay 8000 millones de mundos humanos.

Pero extrapolándolo en otro sentido más social, hay mundos dentro de otros mundos. Como por ejemplo el mundo de los pobres, el mundo de los ricos, el mundo de los emigrantes, el mundo de los artistas, el mundo de los vagabundos, el mundo de los peregrinos… Es infinito.

Y pareciera –pareciera, y en la práctica es así- que cada mundo tiene sus códigos, sus normas, sus costumbres, sus leyes, sus dogmas. Y bueno, tiene cierto contacto con otros mundos. Y el peregrino tiene contacto con las autoridades, y las autoridades tienen contacto con los políticos, y los políticos tienen contacto con los banqueros. Pero los campesinos no tienen contacto con los banqueros, salvo cuando les esquilman –los banqueros, a los campesinos-. Y así sucesivamente, los puntos de contacto de los diferentes mundos son absolutamente… –digamos- los precisos y los justos; hasta el punto de que son mundos diferentes, con reglas diferentes, con estatus diferentes.

Y es así que, en cada estatus de mundos, nacen, crecen, se reproducen y desaparecen, manteniendo –como grupo- un mínimo contacto.

La globalización permitió –o “consiguió”, mejor dicho- hacer un gran mundo que englobara a todos los pequeños mundos –los infinitos mundos o los sociales mundos-. Era la envoltura… o es la envoltura del mundo que envuelve prácticamente a todos los mundos. Y que no sólo se queda en los movimientos, en las actividades de cada mundo –en los comercios, en los negocios…- sino que también penetra en las consciencias, ¿verdad?: la propaganda, la información, el marketing, la opinión…

Y se va gestando una globalización de opiniones, de credos “uniformes”; como si realmente nos hubieran uniformado, nos hubieran puesto el mismo traje, al menos en las cosas más significativas.

Igual que para viajar hace falta un pasaporte, y todos los que viajan necesitan llevar pasaporte.

Sí. Hay un grupo de personas que entran por fronteras falsas, etc., pero es mínimo.

¿Cómo se fue consiguiendo esto?

Sin duda, por la transformación consciente e inconsciente de un modo de vivir rentista, acomodado, sedentario, competitivo.

Y eso caló, caló en esa globalización, como algo necesario. Fue la llamada “calidad de vida”: seguridad, trabajo, confort, bienestar, diversión… jubilación y desaparición. Todo un modelo de evidencias.

Y planteado así, claro, la globalización se hace tan contundente que es difícil abstraerse a ella. No hay, además, mucho espacio para otras opciones o posibilidades. Todo debe estar calculado y... rentabilizado.

 

La Llamada Orante nos hace esta presentación, muy sintética, del estado en el que estamos envueltos por la dinámica humana.

Y nos preguntamos, orantemente, que si este paso actual es un paso obligado…  –parece que sí- o es un paso que hay que combatir o es un paso del que hay que defenderse.

Porque ese condicionamiento humano lo han gestado los que se han sentido privilegiados, dominantes y convincentes. Y lo han ido instaurando poco a poco, pero… con prisas. Y se ha logrado –en esa globalización- instaurar la debida competencia para que la renta, la “excelencia” –entre comillas- de cualquier actividad, sea beneficiosa para mantener este estatus en el que estamos.

 

El Sentido Orante nos advierte de que esta situación forma parte del camino que sigue la especie. Que el Misterio Creador es consciente de todo ello. Que no hay potencias especiales –pero sí sobresalientes unas de otras- de humanidades, que sustituyan la Consciencia Creadora. Pueden aparentar sustituirla, pero es parte de la expresión egolátrica –una más-.

Esa salvedad es importante, para que no se caiga justamente en lo que se propone: competencia, competitividad, combate. Y ponerlo –en resumidas cuentas- como “los buenos y los malos”, con el consuelo de que al final –al final, ¿eh?- los buenos ganarán a los malos. Pero, mientras tanto, los malos siempre ganan.

 

La Llamada Orante nos llama a despojarnos de esa consciencia competitiva, de esa “lucha contra” la mentira, la egolatría, la idolatría, la impunidad… Eso es precisamente lo que se pretende en esa globalización. Pero cada uno de nosotros, y todos, somos pertenecientes a una humanidad: a unos que nacen, cada amanecer, gracias a “el Amar del Misterio Creador”.

No hay unos peores y otros mejores. Eso puede valer para el kindergarten. Pero ya cuando el ser alcanza una adultez esperada, que es antes de la anciana compensación del vivir –que esa es otra conceptualización, claro-... pues en esa adultez hay que alertarse de no caer en ese combate, de saber que esos otros mundos que quieren conquistar y que conquistan y que dominan a estos otros mundos, son parte de la dinámica de la especie.

Es una nueva oportunidad de aprender que se puede –sin “poder”- abandonar la estrategia de suplantar al Misterio Creador, de suplantar a la Divina Providencia, de suplantar…

Que es posible. Que es posible en base a que cada ser despierte y se dé cuenta.

Aunque en lo cotidiano critique y resalte lo desastroso o lo que le parece inadecuado. Sí; eso es… peccata minuta.

Lo significativamente transcendente –nos reclama la Llamada Orante- es que se tenga la consciencia, que despertemos al desarrollo de la consciencia de Universo, con las múltiples facetas de un poliedro de caras infinitas. Y que todo aquello que me impida esa visión de la humanidad, de mi especie, sin juzgarla, sin criticarla… es necesario tenerlo en cuenta.

Y si sé que no he de suplantar, que no he de competir, que no he de propietarizarme, que no he de acomodarme, que no he de sedentarizarme, y ejerzo…    –¡ejerzo!- en ese sentido, es obvio –para el orante al menos- que la situación, las situaciones, las vivencias cambian.

 

Si cada pequeño gran destrozo –que bajo nuestra consciencia es así- lo trato de compensar combatiendo e instaurando otra situación “mejor” –entre comillas-, terminaré por realizar algo parecido.

En cambio, si como ser de universo me posiciono en esa itinerancia, en ese transcurrir, en ese servicio, en esa humildad, en esa entrega, en esa alegría por sentir, todo ese caudal, todo ese caudal de aconteceres va a incidir sobre esa globalización.

Ya sabemos que no podemos decir: “Es que no puedo hacer nada”. Falso: ¡puedo! Pero no es un “puedo” de Poder. Es un “puedo” de transfiguración de mis posiciones, para situarme en otra esfera de vibración… en la que pueda sentirme una entidad de la Creación. Y ver lo creado como… algo necesario, algo imprescindible para poder establecer una vía de convivencia que nos permita transitar con una esperanza cotidiana, diaria. Quitar la mueca de la queja, del desinterés, de la apatía, de “el mundo es así”…; de ese sentido dogmático de cada palabra; de esa continua rectificación de lo que dice éste o aquél o el otro.

Más preocupada –la especie- de no estar de acuerdo, que en llegar a acuerdos.

Y pareciera que uno está a la caza del otro: religiosamente, políticamente, socialmente, convivencialmente; está esperando que haya el más mínimo “error” –entre comillas- para fijarse, para señalar, para indicar, para corregir.

 

¡Qué fácil es destruir! ¡Qué fácil es perturbar! Qué fácil es poner la zancadilla. Qué fácil es especular, inventar lo que no es. ¡Y cambiar la historia!... Porque al no saber y al no tener consciencia de lo que ocurre, de lo que transcurre, mi hacer y mi estar se guía por esas referencias que, al ser falsas o modificadas, falsean y modifican, obviamente, mi camino.

¡Tenemos un camino como especie!, los ocho mil, nueve mil, diez mil millones: una especie multi-dimensionada. Tenemos un “por-venir”. Y ese porvenir de especie debemos incorporarlo bajo el Sentido Orante del Misterio Creador. Y en ese porvenir de especie, sí, descubriremos multitud de detalles a corregir, a variar. Pero no podremos quedarnos en el combate y en el asedio permanente, porque no es ésa la muestra que el Universo nos da –aunque desde aquí podamos interpretarlo como un Universo viejo, anciano, que se acaba, que… dará origen a otra cosa que no sabemos qué es, pero que nos atrevemos a especular fácilmente-.

 

Esta consciencia de “proyecto de especie”… nos amplifica nuestra consciencia cotidiana y hace que nos fijemos en las virtudes y en las capacidades de los otros, más que en los defectos y en los errores y en las continuas rectificaciones.

 

Ya podríamos decir que hay suficiente experiencia para saber que el enfrentamiento y la competitividad nos llevan al deterioro. Pero pareciera que aún es necesaria mayor incidencia ‘deteriorante’ para darnos cuenta de que por ahí no es.

¡El orante ha de tomar consciencia de ello!: “Por ahí no es”. Y en la medida en que nos ejercitamos en que “por ahí no es”, nos aliamos, nos conjuntamos, nos convivimos, nos respetamos, nos apreciamos, nos admiramos.

¿¡Es que eso no se puede hacer!? ¡Es que pareciera que estamos condenados a criticar, a perseguir, a condenar, a rectificar, a imponer…!

¿¡Tanto, tanto!… ¡a tanto nos han acostumbrado otros como nosotros!?

Pareciera que fuera error o pecado exaltar y ensalzar las virtudes de uno y otro; respetar y admirar lo bien realizado. ¡Es convivir sin competir!

Pareciera que diera vergüenza –“pareciera que diera vergüenza”- y que perdiéramos hegemonía y perdiéramos autoridad por no competir, por no mandar, por no ordenar…

 

¿Es una vergüenza ser prudente? ¿Es una vergüenza respetar la intimidad? ¿Es vergonzoso no pelear? ¿Está mal el saber cultivar el silencio? ¿Es de cobardes el eludir el combate...?

Se van estableciendo normativas con tanto vigor y fuerza, que es difícil no caer en ellas. Pero la Llamada Orante está ahí para advertirnos, para susurrarnos o gritarnos a propósito de nuestra naturaleza, de nuestra consciencia de especie, que guiada por la Providencia está. ¡Que estamos… con todos nuestros desmanes, producto de la envidia de la Creación, producto de la envidia de… del derroche de Amor Creador.

 

La especie no ha llegado hasta aquí –nos dice el Sentido Orante- para claudicar. No ha llegado hasta aquí, en lo viviente, para exterminarse. Ha llegado hasta aquí para purificarse, para reconocerse, para descubrirse, para clarearse, para “vivificarse”: hacer culto al vivir.

Nuestra consciencia de especie no ha llegado hasta aquí para sentir cansancio vital y solicitar la eutanasia guerrera, solapada o enmascarada.

No. La Llamada Orante nos dice que hemos llegado hasta aquí porque, siguiendo las pautas que hemos mantenido como especie, nos podemos dar cuenta de que no son las que nos corresponden; que debemos rectificar ese motor que está gripado, que está con síntomas de fatiga, debilidad y desespero: limpiarlo, corregirlo, pulirlo… para que vuelvan las bielas a fluir con naturalidad, con precisión.

Una consciencia de nueva especie.

Sí: un nuevo nacimiento, una transfigurada posición ¡que comienza con cada ser!… y que se transmite a otro y a otro. Que no tiene que vencer ni ser vencido, ni convencer ni ser convencido. Tiene que saber permanecer en la íntima presencia del ser y en la comunitaria actuación solidaria, que no están reñidas…; que nos llaman a un consenso de universalidad.

 

Y sí, pondremos en evidencia las transgresiones, claro, pero sin dogmatizar, ¡sin culpar!, reclamando las responsabilidades y facilitando las rectificaciones, las correcciones.

¿Es que acaso no corregimos una y otra vez al pequeño, en su desarrollo? Y una y otra vez, el pequeño “transgrede” –entre comillas- la norma y se vuelve a manchar y vuelve a tropezar. Pero… el amor que sentimos hacia ese ser nos permite volver a limpiarle, volver a levantarle, volver a jugar a no mancharse y a no caerse.

Y ver la recompensa de una sonrisa, de una cómplice ‘gustosidad’ –“gustosidad”: de gustarse-.

 

 

Estamos en las puertas de la gran oportunidad, la gran ocasión de replantear, de conscientizarnos como especie; de asumir el camino recorrido hasta ahora y de sabernos herederos de cambios transcendentales… que nos conducen a otras dimensiones.

Es ahora.

Y en la Llamada Orante siempre tendremos ese eco de otras perspectivas, pero que se acopla a nuestros entenderes, a nuestros saberes, a nuestros sentires, para que demos esa modificada transfiguración. Que salgamos de ese globo. Que asumamos lo “liberto” como la verdadera opción. Y que si hemos llegado hasta aquí es porque así lo ha querido la… increíble Providencia.

Y en sus dones orantes nos reclama modificaciones… como parte de nuestro transcurrir. Porque, en consciencia, estamos preparados para ello…

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Piedad, piedad, piedad…


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