LA VIDA SE HACE DÍA A DÍA, AL CONTADO
9 de agosto de 2021
Nos llaman a orar,
ante la inseguridad, la preocupación, el miedo y el desespero que la propia
humanidad ha ido gestando por sus formas de vivir, de adaptarse arrogantemente,
de arrasar, de controlar, dominar y poseer.
Nos llaman a orar…
desde el Misterio Creador, para que el ser se
referencie en el Universo en el que habita, en las posibilidades que le
adornan, en los recursos que tiene, en las capacidades que puede ejercer.
Y el Llamado no es, por
parte de la Creación, el liberarnos de tanta impunidad, tanta… “precaución” de
miedo e indecisión, tanto radicalismo y prejuicios: todo ello creado por el
hombre –como especie- para adueñarse de toda la multi-diversidad de la vida. Y
no contento con ello, adueñarse de la propia realidad humana: el mejor trofeo.
¡No!, no vendrá el
milagro que nos quite de repente lo que hemos fabricado con tanto ahínco. ¡Sí!,
sí estará y está, y estuvo, y siempre –ahí sí viene al caso la palabra
“siempre”- la Fuerza Creadora, la Providencia, La Misericordia, ¡La Bondad!… Esos
elementos que debemos promover en nuestro estar, en nuestro hacer, en nuestro pensar,
en nuestro ‘sen-tir’.
Porque ahora viene la
queja, ahora viene la demanda, ahora viene la exigencia… Y ahora viene el
colocar a lo Divino –permitamos la palabra- como el responsable y, a la vez, el
‘resolucionador’ de problemas.
Como aquello que se
suele decir –podríamos decir que “se solía”, no, “se suele” decir-: “¿Cómo lo Divino, cómo la Creación permite una cosa así?”…
¡Hipócritas!
A la vez se pide la
libertad, y a la vez se pide el libre albedrío y se dice que ¡se tiene!
¡Tantos y tantos tiempos
de elucubración teologal!, para crear un tótem ficticio, ególatra, soberbio y
vanidoso.
Y así que, cuando
aparece un éxito o un triunfo, la virtud está en el ser que lo consiguió. En
cambio, cuando aparece un desastre, un drama o una tragedia, la culpa recae en
la Creación. Es curiosa ley de embudo. Y cuando ya el desespero no encuentra
recursos, pide el milagro… aduciendo que lo Eterno nos ama y nos protegerá y
nos cuidará…
¿Acaso eso no ocurre
todos los días?
¿Acaso, si se quiere
ver, oír, saborear, olfatear, acariciar, no ponemos en evidencia que nos
cuidan, que nos alientan, ¡que nos dan el silencio del Verbo Creador, para que
nosotros podamos sacar las palabras!, para que podamos ser ¡’sin-ceros’!
Pero no, no se percibe
esa referencia. Se busca, consciente o inconscientemente, la guía y la
referencia de salir lo antes posible “de”…, sin dar el paso ¡sentido!... del
Amor Consentido, que no admite fisuras…; que no está sometido a la inclemencia
de la “casualidad”.
Y es que el
pensamiento lineal de flecha, de bala, de poder… sólo se prepara y se capacita
para la caza. Sí, para cazar… esta idea, este proyecto, a esta persona…
“La guerra cazadora
del convivir cotidiano”, que, entre medias de acciones y acciones, da gracias a
lo Eterno o… le pide explicaciones.
Nos llaman a orar
para que descubramos, en cada casualidad, en cada imprevisto, en cada
inesperado, en cada detalle, en cada color, en cada olor, en cada gesto, en
cada actitud… la puntualidad con la que
aparecen esas casualidades. Un
lenguaje de posibilidades, de probabilidades, con silencio incorporado. Sin
instrucciones de uso. Para que descubramos, para que constatemos la magia de la
Providencia, que nos provee ¡a cada uno!, ¡a
cada uno!… –y ahí es posible inclinarse ante la grandeza de la Misteriosa
Creación- ¡a cada uno!, de lo que debe, lo que puede… ver. Le regala, ¡nos
regala!... la opción de ver su intervención, de ver su juego, su prueba…; de
orientar –nos llama la Llamada Orante-,
de orientar a sus criaturas a la vida, ¡hacia el vivir!, hacia la infinitud de
lo Eterno. ¡No hacia el egoísmo inmediato, o al recurso ganancial de un
momento!… o a los caprichos de cualquier sentimiento, de cualquier atracción.
Sí, posiblemente sea –en
este tiempo- cada vez más difícil
encauzar el vivir. Pero si es así es porque lo consideramos como una propiedad:
“Es
mi vida, es mi cuerpo; con él puedo hacer lo que quiera”. ¿No se
escucha eso diariamente? ¿No se reclama eso como patrimonio de libertades y de
logros?
En consecuencia, el
mundo no se hace a nuestra medida. Y en consecuencia, el ser –como se
pertenece-… entra en la sistemática protesta, en el desesperado llanto. Pero no
deja de… quererse.
Y el ser no es de sí
mismo. No nos hemos engendrado. No hemos… propuesto, de la nada, aparecer en un
cielo estrellado.
La vida, el vivir, el
ser lo que es cada uno, no se pertenece. Es una experiencia insondable que no
podemos abarcar, pero que se nos permite balbucear en ella.
“Todo es prestado”.
Y con esa percepción,
podemos sentirnos verdaderamente liberados. Porque, al no pertenecernos, no
tenemos que defendernos, ¡no tenemos que atacar ni tenemos que protegernos!, ni
establecer vallas, muros... ni prejuicios culturales, sociales, espirituales,
religiosos –¡bah!-... para “garantizar” nuestra posesión.
Por otra parte, somos
algo más que un puñado de libertades en artículos vahídos que fácilmente se
mutilan, se quitan y se ponen.
Somos algo más que
una Constitución, que una ley, que una orden, que una costumbre…; todo ello,
mecanismos ¡represivos, codificadores, posesivos!, que buscan ponernos en el
redil de la obediencia sin sentido; ¡del amar!... con querencia, no del Amar...
sin posesivo.
Y al decir que somos
“algo más”, nos sumergimos en ese Misterio Creador. ¡Y empezamos!... y
empezamos a interpretar el vivir como un don, como una ocasión ¡impresionante!...
realmente insondable.
Y es entonces cuando
nuestro nivel de consciencia se aparta de la parte estrecha del embudo, que
quiere, que busca, que acapara, que asegura, que desconfía permanentemente.
Es entonces cuando…
sí, se depara en el detalle, pero se lo contempla en lo insondable. ¡Un detalle
en lo insondable! Sí, pareciera que no existiera, pero está. ¡Es un lenguaje!...
Es un lenguaje que aporta lo Infinito.
No es, la vida, una
curva de Gauss: que nace, crece, se reproduce, se deteriora y muere. Esa es la
vulgar interpretación de los que dominan edades, momentos, circunstancias; de
lo que nos cosifican; de los que hacen filosofía de exterminio.
Sí: “filosofía de
exterminio” porque… en esa ondulada expresión de la vida, ¿qué sentido tiene, qué
sentido puede tener algo que está destinado… ¡al fracaso!; destinado –como un
destino inevitable- al sufrimiento, ¡al dolor!, al desespero, a la muerte…?
¿Tiene sentido…?
Es evidente que ese
“sin sentido” lleva a algunos –¡a tanto y tantos!- a desaparecer, a auto
eliminarse. Quizás… quizás sea la culminación de la posesión de sí mismo, y de
la inutilidad de ese proceso –entre otras cosas-, lo que precipita al ser a
destruirse ¡y a destruir!
Y así, el humano
pensante, filósofo y erudito… traza las líneas de su vida, en sus logros, en su sueldo, en su pensión, en su
seguridad, en su seguro…
¿Eso es la vida? ¿¡Eso
es vivir!...? ¿Someterse al castigo permanente del trabajo, para compensar a éste,
a aquél o al otro, de forma esclavista, deteriorante? ¡Y que se llegue a pensar
que es una bendición!, el estar sujeto a una esclavitud y a un amo que nos
controle, que nos dé lo que él sabe que necesitamos.
No es algo que nos
corresponda.
Nuestras necesidades
están implícitas en cada inspiración, en cada despertar, en cada vigilia.
El vivir es una
poesía infinita de verso y versos… que nos deslumbra.
Que nos deslumbra de
tal forma que nos sitúa en la ingravidez, en una fecundación ¡permanente! ¡Fecundos!
¡Gestados… cada segundo!
No necesitamos el
tiempo…
Ese es el recurso de
la guillotina, que nos advierte diariamente que “a lo mejor…”, que “quizás…”.
Es la espada de
Damocles que gravita sobre el vivir. Y claro, el ser entonces intenta ¡sobrevivir!...
y huye y corre y… ¡trabaja, trabaja!... según la norma, según la productividad,
según la renta.
Se olvida la vocación.
Se deja para luego el servicio. Se esconden debajo de la alfombra los talentos
personales, ¡y se espera a que nos den… lo que necesitamos y más!
Y con la disposición
de la obediencia al más poderoso, al más violento, al más represor, ése se
convierte en el líder: la prótesis de la Creación. Y se le venera y se le
admira y se le trata de imitar, cada uno en su posibilidad.
Atrás, escondida, queda
la humildad, queda la benevolencia, queda la convivencia, queda el compartir,
queda el convivir, queda lo solidario. ¡Atrás!
Se abre la puerta
para la imposición, la impostura… La mentira se hace ley; y hasta tal nivel y
punto que cierra los espacios, como si no habitáramos en un Universo infinito. ¡Es
increíble!... que el ser no encuentre espacios, con todos sus recursos. Y se
ciegue en obsesiones, y se maltrate en la consecución de logros, para ejercitar
su importancia personal.
Sí, nos llaman a orar
para que visionemos la posición en la que estamos. Nos llaman a orar para
decirnos lo que somos… que no sabremos nunca qué, en el plano en el que
estamos.
Nos llaman a orar
para que la fe, la fidelidad y la continua amplificación de nuestros sentires
hagan, de una semilla de amor, un bosque infinito de matices, de frutos, de
flores, de colores.
¡Es indigno acudir a
orar para buscar un apartamento o un trabajo, o para que nos bendigan y nos
quiten la dolencia, o alcancemos nuestras querencias. Eso es válido para la
prótesis divina que elabora el hombre. Pero no para el Misterio Creador.
Nos llaman para que,
de nuevo, de nuevo seamos lo nuevo ingrávido que se genera en cada instante.
Nos llaman para que…
el miedo al otro o a los otros desaparezca, puesto que quien nos llama no es
castigo. No nos persigue; nos guía. No nos condena; nos libera.
En consecuencia,
aquellos que se eligen y se erigen en referencia de acción, aquellos que medran
para conseguir y luego usar y luego tirar… esos no viven, no. Cortejan, a
sabiendas de que el otro, aquél o aquélla… tarde o temprano sucumbirán a “la
evidencia de la realidad”. Se suele decir así: “la evidencia de la realidad te dice que… bla, bla, bla, bla”; te
pone el corsé, con ballesta incorporada.
Nos llaman a orar
para ¡la inmediatez!, ¡de inmediato! ¡No hay… no hay plazos!: “luego”, “mañana”, “ya veremos…”. ¡No! ¡Inmediato!
La vida se hace día a día, al contado. ¡Al
contado!
El vivir no es una hipoteca
ni un préstamo.
Cada Llamada Orante
es una inmediatez. ¡Inmediato! De inmediato, lo que descubro, lo que aprendo,
lo que escucho e interpreto, ¡lo incorporo y lo ejercito! Con vigor, con rigor,
con… ¡infinitud!…
Pareciera que son
palabras que no pegan, ¿verdad? No. Al revés. El vigor y el rigor que nos da la
creencia, la fe y la esperanza, se abre hacia lo Infinito. No nos secuestra en
el gueto correspondiente al apellido, al nombre, a la nacionalidad. ¡No!
El plazo, los plazos,
prolongan la agonía; incluso incrementan la indecisión y la duda.
La inmediatez nos
ilumina.
No son razones, las
que crearon la vida. No.
No son casualidades,
las que hicieron la compleja armonía.
ES… un Misterio
Creador que no cesa… Y que late en cada ser que experimenta la vida.
Y surge lo orante, el
orar, ante el desvarío que el ser establece por su hedonismo y su importancia
personal. Si no, escucharíamos permanentemente el eco de la Creación… y
experimentaríamos constantemente la ingrávida Creación permanente.
Nos llaman a orar con
Piedad, con Infinita Piedad.
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