TENEMOS UN CAMINO COMO ESPECIE.
TENEMOS UN “POR-VENIR”
3
de enero de 2022
Se suele decir
coloquialmente que cada ser, cada persona, es “un mundo”. “Un mundo”… quizás
como alusión –sin querer- a lo de cada ser es un microcosmos.
Cada ser es un mundo,
sí. Y en ese sentido, podría decirse que hay 8000 millones de mundos humanos.
Pero extrapolándolo
en otro sentido más social, hay mundos dentro de otros mundos. Como por ejemplo
el mundo de los pobres, el mundo de los ricos, el mundo de los emigrantes, el
mundo de los artistas, el mundo de los vagabundos, el mundo de los peregrinos… Es
infinito.
Y pareciera –pareciera,
y en la práctica es así- que cada mundo tiene sus códigos, sus normas, sus
costumbres, sus leyes, sus dogmas. Y bueno, tiene cierto contacto con otros
mundos. Y el peregrino tiene contacto con las autoridades, y las autoridades tienen
contacto con los políticos, y los políticos tienen contacto con los banqueros.
Pero los campesinos no tienen contacto con los banqueros, salvo cuando les
esquilman –los banqueros, a los campesinos-. Y así sucesivamente, los puntos de
contacto de los diferentes mundos son absolutamente… –digamos- los precisos y
los justos; hasta el punto de que son mundos diferentes, con reglas diferentes,
con estatus diferentes.
Y es así que, en cada
estatus de mundos, nacen, crecen, se reproducen y desaparecen, manteniendo –como
grupo- un mínimo contacto.
La globalización
permitió –o “consiguió”, mejor dicho- hacer un gran mundo que englobara a todos
los pequeños mundos –los infinitos mundos o los sociales mundos-. Era la
envoltura… o es la envoltura del
mundo que envuelve prácticamente a todos los mundos. Y que no sólo se queda en
los movimientos, en las actividades de cada mundo –en los comercios, en los
negocios…- sino que también penetra en las consciencias, ¿verdad?: la
propaganda, la información, el marketing, la opinión…
Y se va gestando una
globalización de opiniones, de credos “uniformes”; como si realmente nos
hubieran uniformado, nos hubieran puesto el mismo traje, al menos en las cosas
más significativas.
Igual que para viajar
hace falta un pasaporte, y todos los que viajan necesitan llevar pasaporte.
Sí. Hay un grupo de
personas que entran por fronteras falsas, etc., pero es mínimo.
¿Cómo se fue consiguiendo
esto?
Sin duda, por la
transformación consciente e inconsciente de un modo de vivir rentista,
acomodado, sedentario, competitivo.
Y eso caló, caló en
esa globalización, como algo necesario. Fue la llamada “calidad de vida”:
seguridad, trabajo, confort, bienestar, diversión… jubilación y desaparición.
Todo un modelo de evidencias.
Y planteado así, claro,
la globalización se hace tan contundente que es difícil abstraerse a ella. No
hay, además, mucho espacio para otras opciones o posibilidades. Todo debe estar
calculado y... rentabilizado.
La Llamada Orante nos
hace esta presentación, muy sintética, del estado en el que estamos envueltos
por la dinámica humana.
Y nos preguntamos, orantemente,
que si este paso actual es un paso obligado… –parece que sí- o es un paso que hay que
combatir o es un paso del que hay que defenderse.
Porque ese
condicionamiento humano lo han gestado los que se han sentido privilegiados,
dominantes y convincentes. Y lo han ido instaurando poco a poco, pero… con
prisas. Y se ha logrado –en esa globalización- instaurar la debida competencia
para que la renta, la “excelencia” –entre comillas- de cualquier actividad, sea
beneficiosa para mantener este estatus en el que estamos.
El Sentido Orante nos
advierte de que esta situación forma parte del camino que sigue la especie. Que
el Misterio Creador es consciente de todo ello. Que no hay potencias especiales
–pero sí sobresalientes unas de otras- de humanidades, que sustituyan la Consciencia
Creadora. Pueden aparentar sustituirla, pero es parte de la expresión
egolátrica –una más-.
Esa salvedad es
importante, para que no se caiga justamente en lo que se propone: competencia,
competitividad, combate. Y ponerlo –en resumidas cuentas- como “los buenos y
los malos”, con el consuelo de que al final –al final, ¿eh?- los buenos ganarán
a los malos. Pero, mientras tanto, los malos siempre ganan.
La Llamada Orante nos
llama a despojarnos de esa consciencia competitiva, de esa “lucha contra” la
mentira, la egolatría, la idolatría, la impunidad… Eso es precisamente lo que
se pretende en esa globalización. Pero cada uno de nosotros, y todos, somos
pertenecientes a una humanidad: a unos que nacen, cada amanecer, gracias a “el
Amar del Misterio Creador”.
No hay unos peores y
otros mejores. Eso puede valer para el kindergarten. Pero ya cuando el ser
alcanza una adultez esperada, que es antes de la anciana compensación del vivir
–que esa es otra conceptualización, claro-... pues en esa adultez hay que
alertarse de no caer en ese combate, de saber que esos otros mundos que quieren
conquistar y que conquistan y que dominan a estos otros mundos, son parte de la
dinámica de la especie.
Es una nueva
oportunidad de aprender que se puede –sin “poder”- abandonar la estrategia de
suplantar al Misterio Creador, de suplantar a la Divina Providencia, de
suplantar…
Que es posible. Que
es posible en base a que cada ser despierte y se dé cuenta.
Aunque en lo
cotidiano critique y resalte lo desastroso o lo que le parece inadecuado. Sí;
eso es… peccata minuta.
Lo significativamente
transcendente –nos reclama la Llamada Orante- es que se tenga la consciencia,
que despertemos al desarrollo de la consciencia de Universo, con las múltiples
facetas de un poliedro de caras infinitas. Y que todo aquello que me impida esa
visión de la humanidad, de mi especie, sin juzgarla, sin criticarla… es necesario
tenerlo en cuenta.
Y si sé que no he de
suplantar, que no he de competir, que no he de propietarizarme, que no he de
acomodarme, que no he de sedentarizarme, y ejerzo… –¡ejerzo!-
en ese sentido, es obvio –para el orante al menos- que la situación, las
situaciones, las vivencias cambian.
Si cada pequeño gran
destrozo –que bajo nuestra consciencia es así- lo trato de compensar
combatiendo e instaurando otra situación “mejor” –entre comillas-, terminaré
por realizar algo parecido.
En cambio, si como
ser de universo me posiciono en esa itinerancia, en ese transcurrir, en ese
servicio, en esa humildad, en esa entrega, en esa alegría por sentir, todo ese
caudal, todo ese caudal de aconteceres
va a incidir sobre esa globalización.
Ya sabemos que no
podemos decir: “Es que no puedo hacer
nada”. Falso: ¡puedo! Pero no es un “puedo” de Poder. Es un “puedo” de transfiguración de mis posiciones, para
situarme en otra esfera de vibración… en la que pueda sentirme una entidad de
la Creación. Y ver lo creado como… algo necesario, algo imprescindible para
poder establecer una vía de convivencia que nos permita transitar con una
esperanza cotidiana, diaria. Quitar la mueca de la queja, del desinterés, de la
apatía, de “el mundo es así”…; de ese sentido dogmático de cada palabra; de esa
continua rectificación de lo que dice éste o aquél o el otro.
Más preocupada –la
especie- de no estar de acuerdo, que
en llegar a acuerdos.
Y pareciera que uno está
a la caza del otro: religiosamente, políticamente, socialmente,
convivencialmente; está esperando que haya el más mínimo “error” –entre
comillas- para fijarse, para señalar, para indicar, para corregir.
¡Qué fácil es
destruir! ¡Qué fácil es perturbar! Qué fácil es poner la zancadilla. Qué fácil
es especular, inventar lo que no es. ¡Y cambiar la historia!... Porque al no
saber y al no tener consciencia de lo que ocurre, de lo que transcurre, mi
hacer y mi estar se guía por esas referencias que, al ser falsas o modificadas,
falsean y modifican, obviamente, mi camino.
¡Tenemos un camino
como especie!, los ocho mil, nueve mil, diez mil millones: una especie
multi-dimensionada. Tenemos un “por-venir”.
Y ese porvenir de especie debemos incorporarlo bajo el Sentido Orante del
Misterio Creador. Y en ese porvenir de especie, sí, descubriremos multitud de
detalles a corregir, a variar. Pero no podremos quedarnos en el combate y en el
asedio permanente, porque no es ésa la muestra que el Universo nos da –aunque
desde aquí podamos interpretarlo como un Universo viejo, anciano, que se acaba,
que… dará origen a otra cosa que no sabemos qué es, pero que nos atrevemos a
especular fácilmente-.
Esta consciencia de
“proyecto de especie”… nos amplifica nuestra consciencia cotidiana y hace que
nos fijemos en las virtudes y en las capacidades de los otros, más que en los
defectos y en los errores y en las continuas rectificaciones.
Ya podríamos decir
que hay suficiente experiencia para saber que el enfrentamiento y la competitividad
nos llevan al deterioro. Pero pareciera que aún es necesaria mayor incidencia ‘deteriorante’
para darnos cuenta de que por ahí no es.
¡El orante ha de
tomar consciencia de ello!: “Por ahí no
es”. Y en la medida en que nos ejercitamos en que “por ahí no es”, nos
aliamos, nos conjuntamos, nos convivimos, nos respetamos, nos apreciamos, nos
admiramos.
¿¡Es que eso no
se puede hacer!? ¡Es que
pareciera que estamos condenados a criticar, a perseguir, a condenar, a
rectificar, a imponer…!
¿¡Tanto, tanto!… ¡a
tanto nos han acostumbrado otros como nosotros!?
Pareciera que fuera
error o pecado exaltar y ensalzar las virtudes de uno y otro; respetar y
admirar lo bien realizado. ¡Es convivir sin competir!
Pareciera que diera
vergüenza –“pareciera que diera vergüenza”- y que perdiéramos hegemonía y
perdiéramos autoridad por no competir, por no mandar, por no ordenar…
¿Es una vergüenza ser
prudente? ¿Es una vergüenza respetar la intimidad? ¿Es vergonzoso no pelear? ¿Está
mal el saber cultivar el silencio? ¿Es de cobardes el eludir el combate...?
Se van estableciendo
normativas con tanto vigor y fuerza, que es difícil no caer en ellas. Pero la Llamada
Orante está ahí para advertirnos, para susurrarnos o gritarnos a propósito de nuestra naturaleza, de nuestra consciencia
de especie, que guiada por la Providencia está. ¡Que estamos… con todos
nuestros desmanes, producto de la envidia de la Creación, producto de la
envidia de… del derroche de Amor Creador.
La especie no ha
llegado hasta aquí –nos dice el Sentido Orante- para claudicar. No ha llegado
hasta aquí, en lo viviente, para exterminarse. Ha llegado hasta aquí para
purificarse, para reconocerse, para descubrirse, para clarearse, para “vivificarse”:
hacer culto al vivir.
Nuestra consciencia
de especie no ha llegado hasta aquí para sentir cansancio vital y solicitar la
eutanasia guerrera, solapada o enmascarada.
No. La Llamada Orante
nos dice que hemos llegado hasta aquí porque, siguiendo las pautas que hemos
mantenido como especie, nos podemos dar cuenta de que no son las que nos
corresponden; que debemos rectificar ese motor que está gripado, que está con
síntomas de fatiga, debilidad y desespero: limpiarlo, corregirlo, pulirlo… para
que vuelvan las bielas a fluir con naturalidad, con precisión.
Una consciencia
de nueva especie.
Sí: un nuevo
nacimiento, una transfigurada posición ¡que comienza con cada ser!… y que se
transmite a otro y a otro. Que no tiene que vencer ni ser vencido, ni convencer
ni ser convencido. Tiene que saber permanecer en la íntima presencia del ser y
en la comunitaria actuación solidaria, que no están reñidas…; que nos llaman a
un consenso de universalidad.
Y sí, pondremos en
evidencia las transgresiones, claro, pero sin dogmatizar, ¡sin culpar!,
reclamando las responsabilidades y facilitando las rectificaciones, las
correcciones.
¿Es que acaso no
corregimos una y otra vez al pequeño, en su desarrollo? Y una y otra vez, el
pequeño “transgrede” –entre comillas- la norma y se vuelve a manchar y vuelve a
tropezar. Pero… el amor que sentimos hacia ese ser nos
permite volver a limpiarle, volver a levantarle, volver a jugar a no mancharse
y a no caerse.
Y ver la recompensa
de una sonrisa, de una cómplice ‘gustosidad’ –“gustosidad”: de gustarse-.
Estamos en las
puertas de la gran oportunidad, la gran ocasión de replantear, de conscientizarnos
como especie; de asumir el camino recorrido hasta ahora y de sabernos herederos
de cambios transcendentales… que nos conducen a otras dimensiones.
Es ahora.
Y en la Llamada Orante
siempre tendremos ese eco de otras perspectivas, pero que se acopla a nuestros
entenderes, a nuestros saberes, a nuestros sentires, para que demos esa
modificada transfiguración. Que salgamos de ese globo. Que asumamos lo “liberto”
como la verdadera opción. Y que si hemos llegado hasta aquí es porque así lo ha
querido la… increíble Providencia.
Y en sus dones orantes
nos reclama modificaciones… como parte de nuestro transcurrir. Porque, en
consciencia, estamos preparados para ello…
Sí.
Piedad, piedad,
piedad…
***