DETALLES
20 de julio de 2020
Observando con
nuestro pequeño prisma de la curiosidad, la investigación… nos damos cuenta de
que evolutiva o no evolutivamente –que haya opinión amplia para todos-, los
cambios significativos ocurren tras una infinitud… –por extenderla en el
tiempo- infinitud de pequeños detalles.
Sí. Si observamos
los detalles que tuvieron las primitivas algas hasta llegar a ser toda esta
biodiversidad que nos rodea, han pasado cientos de miles de millones de años. Pero
han sido detalles: que si ahora el Oxígeno, que si antes el CO2, pero luego lo
cambio, ahora no, ahora busco alianzas con otras, y entonces nos hacemos y nos
volvemos…
Bueno, no es
difícil, hoy, leer lo que se ha investigado. Aunque volvemos a advertir que
puede ser una visión muy estereotipada e incluso falsa. Incluso. Pero es la
versión que tenemos. Verán. Cuando –lo saben- en el organismo falta una
pequeña, pequeñísima sustancia como un enzima –algo que está encima de algo,
¿vale?; pero pequeñísimo, una cosa insignificante-, pues cuando falta eso –porque
en el desarrollo embriológico no se ha producido, por X factores-, puede
producir un cambio espectacular en el sujeto: puede ser que no crezca, puede
ser que no desarrolle su inteligencia, puede ser que desarrolle enfermedades
tempranamente y puede ser que vea muy limitada su vida.
.- ¿Y todo por ese pequeñísimo enzima?
.- Sí.
.- Un detalle, ¿no?
.- Era un detalle, sí.
Podemos describir
un número casi ilimitado de detalles que constituyen un salto, no decimos que a
favor ni en contra, pero un salto en la actitud, en la sensibilidad.
.- Y ha sido un detalle. ¡Umm! Curioso.
Pero luego resulta
que cuando observamos –ya desde el punto de vista general- a ese ser humano, con
cabeza, tronco, extremidades –o sea, completo-; con enzimas, con debajos, con
todo, los detalles como que…
¡Sí! Sigue habiendo
detalles, claro, pero no aparecen como colaborantes
para una evolución, sino que aparecen como decepcionantes para un deterioro.
.- ¡Ah!
Es la resultante
–ahí sí se puede decir- de la evolución del comportamiento de la especie, en su
cultura, en su educación, en sus relaciones, en sus concepciones de las cosas.
Y si bien un detalle hizo que se descubriera la penicilina… Y no fue Fleming
precisamente, antes lo había hecho otro, pero como no tenía el rango no valió.
Bueno, pero “un detalle”.
Pero si miráramos
globalmente la historia contemporánea, los detalles del comportamiento del ser
han sido, en general, hacia su deterioro. Y pocos han sido hacia su
crecimiento, evolución…
A veces –piensen un
instante en esto que vamos a decir, para quien pueda interesar-, a veces
contemplas, ¿no? Contemplas ¡sin querer! Al decir “sin querer” queremos decir
sin ponerte a meditar y a contemplar; no, contemplas lo que transcurre y lo que
ocurre, ¡y te llevas unas sorpresas!…
Claro, luego es muy
difícil –por no decir imposible- verificar con las personas y decir:
.- Oye, y este detalle ¿qué significa?
.- ¡Nooooo! Eso es que tú ves pajaritos embarazados.
.-¡Ah! Es verdad, que ponen huevos. Es verdad.
Sí. Sin pretenderlo,
con la actitud contemplativa, descubrimos elementos que no podíamos concebir
inicialmente que ocurrieran. Además, son a veces tan cercanos que, evidentemente,
como suele ocurrir en esos casos, pues… “No
tiene importancia, no pasa nada”. Y así vamos acumulando detalles
corrosivos, detalles residuales, detalles que estropean ideales, proyectos… Por
lo menos los cimbrean –depende ya de lo fuertes que sean esos proyectos, esos
ideales, esas fantasías-.
Y todo esto nos lo
brinda… –es algo sabido todo esto; no descubrimos aparentemente nada- nos lo
brinda la Oración de hoy, como… como “hablando consigo misma”.
.- ¿La Oración, hablando consigo misma? ¿Así?
Pero se la escucha.
O sea, se la puede oír, mejor dicho. Otra cosa es escucharla.
Y nos expresa que
probablemente, probablemente –claro, desde el punto de vista del escuchante-,
probablemente, si se tuviera el detalle –detalle, ¿eh?- de dejarse escuchar, de
dejarse llevar, de dejarse –¡es un momentito!-… impregnar por quien llama –por
quien llama: Llamada Orante-, quizás nuestra actitud, nuestra posición… podría
incluso dar un vuelco.
.- ¿Un vuelco? ¿Tanto?
Sí. Pero no se
pretende tal cosa. Pero incluso podría dar un vuelco a nuestra posición de
actuación de vida, de disposición incluso.
Al decir “un vuelco”
no queremos decir que sea positivo o negativo. La oración no entiende de eso. Al
decir “no entiende” es decir que está en otro nivel. Después, para la persona
puede ser negativo, y darle un vuelco hacia algo que no esperaba y que luego no
le gusta o, al revés, darle un vuelco hacia algo que no esperaba y que le
resulta novedoso.
Pero lo importante,
en cualquiera de los casos –porque hay una infinidad entre medias-, es que ha
sido “un detalle”; ha sido un detalle de esa Llamada Orante, el que ha
propiciado un mecanismo de reflexión, de comparación, de…
Decía un sabio: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”
–refiriéndose a la palanca-. Y tenía razón: un punto; ¡un punto de apoyo!
.- ¿Un punto?
Sí. Igual podría
decir un acupuntor: “Dadme un punto
adecuado y veréis cómo las cosas pueden cambiar increíblemente”.
.- ¿Uno solo?
.- ¡Uno solo!
Claro, hay que
creerlo. Es un detalle. “Un detalle”.
Así que resulta que
hace falta una dosis de creencia.
.- ¡Ah!, entonces no es intravenoso.
.- No, no, no. Entra por otra vía.
El detalle del
creyente es ese posicionamiento de saber que orar es el alimento. Sí. Es el
sustento. Porque es el recurso… –habrá otros, por supuesto; el Misterio Creador
no se agota-. Pero, dentro de nuestra pequeñez, es el recurso que nos permite
sintonizarnos con la Creación y dar a nuestra vida una actitud creativa, clara.
“Clara”: sin
medias, cuartas, mitad de cuarto… y cuarto y mitad de verdades.
Sí. Si nuestra
creencia se aviva orando y nos sentimos inmersos en una Creación, a sabiendas
de que nos cuidan, a sabiendas de que nos colocan en las mejores posiciones
para rendir con nuestras mejores capacidades –¡que nos han dado!-, entonces,
cualquier detalle –si estoy con ese basamento-… cualquier detalle tengo que
incorporarlo, porque alimenta. Y al incorporarlo, me gustará más, me gustará
menos… ya vendrán mis miserias.
.- ¿Miserias?
Sí: “miserias”. Cada
vez que una persona recoge un detalle orante –si es creyente-y le gusta o no le
gusta lo que escucha –sobre todo si no le gusta-, está sometiendo a lo Creador
a las miserias de sus gustos. Sí: a ese cúmulo de residuos que se van dejando y
se van dejando, y que no se van aclarando. Porque residuos va a haber, pero los
puedo aclarar, ¿verdad? Pero se va dejando, se va dejando…
Copa a copa, el
señor se va alcoholizando. Y lo va dejando y lo va dejando… Quiero decir, que
piensa en dejarlo algún día, pero no lo deja: “lo va dejando, lo va dejando”. Y
eso le va minando, le va minando. Y un día tiene un despiste y se cae, otro día
tiene un inconveniente y choca… ¡Cosas!
.- Mala suerte, ¿verdad?
¡Noooo, por favor! Respeten
la suerte. Eso no ha sido “mala suerte”, eso ha sido un acúmulo y cúmulo
progresivo de residuos que han culminado bloqueando y obstaculizando la
capacidad cognitiva del ser.
¿Alguna vez habrá
que ponerse serios? O no. ¡Total!, ¡para qué!, ¿no?
Pero detalle a
detalle, las historias personales van viajando y se van haciendo grandes
residuos argumentales, que cualquier cosa que cae en su esfera es como un
agujero negro: lo engulle, lo exagera, lo dramatiza, lo aterroriza…
Pero es un detalle…
sin importancia.
Es evidente que
todos ustedes saben que, en base a los detalles sin importancia… –tampoco hay
que ponerse así, ¿no?-, cremaron, es decir quemaron, y no por el Covid sino por
ser judíos, a seis millones. Ustedes no… seguramente no los han contado,
¿verdad? ¡Bueno!, pues a lo mejor fueron 5.320.000 –siguiendo las tónicas del
gobierno-. ¡Los quemaron! Pero los quemaron hasta matarlos.
.- ¿Ah, sí?
Sí. También
aniquilaron a cientos de miles de gitanos, cientos de miles de cristianos… es
decir, que fue una máquina muy experta en aniquilación.
Esto fue apenas
hace un rato, en 1940 y algo. Hace un momento. Se suponía que después de todo
aquel… bueno, todo iba a ir mucho mejor. “Se suponía”.
A “pequeños detalles” se repartieron el mundo.
.- Oye, ¿y por qué el detalle de los judíos y los
gitanos?
.- ¡Ya ves!…
Y es curioso,
porque hay una historia –probablemente cierta- de que Adolf Hitler se planteó
considerar a los gitanos como una raza distinta, no como para quemarla sino
para cuidarla. Fue un trastorno mental transitorio, claro. Rápidamente vio
algún detalle ahí, algún cante, alguna cosa que no le gustó y dijo: ¡Nada! Estos también a la hoguera.
Luego vinieron más
guerras y más guerras, y más matanzas y más matanzas, y más muros y más muros,
y más hambre y más enfermedad… Pequeños detalles de síndrome de
inmunodeficiencia, pequeños detalles de Alzheimer, pequeños detalles cardíacos,
pequeños detalles tumorales sin importancia… ¡Cosas propias de la especie!.
.- ¡Ah!, ¿sí?
Sí. Pero ya los
hemos asimilado. Hemos creado centros para el tratamiento, el cuidado y…
paliativos. ¡Eso! Bonita palabra: “paliativos”. “Pali-ativos”. No se sabe si es
que te van a dar palos activos o te van a… eso, a quemar vivo, pero dormido.
.- ¡Ahhh! Claro, es muy diferente eso. No te das cuenta.
No, no te das
cuenta. Te han dormido. Te pueden quemar o hacer lo que sea.
Sí. Quizás estamos exagerando.
Seguramente.
Detalle a detalle,
poquito a poquito… se ha gestado una civilización que, detalle a detalle,
poquito a poquito, tiene una internet oscura donde usted puede alquilar un
matón para aniquilar a alguien, donde usted puede encontrar atractivas
posibilidades pedófilas… ¡Está ahí! No se cierra, no se persigue… Se avisa de
que es oscura, eso sí.
Es un ejemplo
tonto. ¡¿Cuántos ejemplos tontos de detalles más podemos añadir?!
En ese monólogo
orante que se ha gestado hoy, se establece: “Bueno,
y en mi creencia, ¿soy una excepción?” –se pregunta el ser-. Puede ser que
diga que sí: “Soy una excepción y yo no
estoy en nada de eso. En nada de nada de nada de nada de eso. Y soy un
espíritu… puro o casi puro”.
Puede ser. Cierto.
Pero puede ser
también –y probablemente sea- que la mayoría diga: “Pues ciertamente resbalo por aquí, resbalo por allá, me choco por
aquí, me choco por allá”…
Y sin ánimo… ¡sin
ánimo de dramatizar! ¡No! El drama sirve para exagerar una situación y que la
persona tome consciencia de ello. Ya lo hicieron los griegos con sus tragedias,
y bien, vale. ¡Ya!, pero day per day,
día por día, no nos sirve –¡ahhhhh!-
gritar y decir: “¡Qué horrorrrr!”. ¡Nooo!
Nos han dado talentos, nos han dado recursos para –eso sí- alertarnos: “¿Y esto? ¿Y este comportamiento? ¿Y esta
actitud? ¿Y esta cercanía? ¿Y estas palabras? ¡Huy! ¿Qué significa esto?”.
.- ¡No!, eso es un detalle sin importancia. No tiene…
.- ¡Ahhh!
¡Qué fácil! –¿verdad?-
es ver la paja en el ojo ajeno –y tenía plena contemplación el Cristo- y qué
difícil es ver la viga en el ojo propio. ¡Es increíble!, pero cierto.
Entonces, puedo
acusar a éste, a aquel, al otro, de que tienen una pajita en su ojo, y
demonizar a todo el mundo pero sin ver la viga en el ojo propio. Y si se te
ocurre insinuar con tu pajita:
.- Oye ¿y tú? ¿Y este detalle?
.- ¡Noooo! ¿¡Vas a pensar que soy como tú!…?
.- Ah. Es verdad. No.
Los radicalismos
mentales tienen poca capacidad creativa, y menos aún de creencias. En
consecuencia, no van a variar sus coordenadas. Estas les han permitido un grupo
de amigos, de relaciones, de tolerancias y tolerancias y tolerancias que han
creado un micro mundo, y el resto es… el resto. El resto es… impresentable,
¿verdad?
Como cuando se oye
hablar a un político. Él habla de su proyecto y de sus cosas como algo
absolutamente beatífico. Pero es incapaz de reconocer algo en otro. Pero es
incapaz –por supuesto- de reconocer su pequeña pajita, suponiendo que no tenga
una viga.
Podemos, sin duda –como
se ve- acumular residuos de detalles y hacer con ellos bombas arrojadizas. Sí.
O podemos seguirlos metiendo debajo de la alfombra. También. Podemos demonizar
al resto, que no seamos nosotros mismos y nuestros amigos. Y nuestros
familiares, por supuesto. Familiares y amigos son intocables. El resto es… ¡psss!…
¡pssss!
La canción es
bonita: It’s a wonderful world. Sí,
es bonita la canción.
Pero será mejor
guardarla para escucharla en tiempos mejores, cuando se esté en condiciones de
sentir que participamos, actuamos, sentimos, vivimos… ¡creando!, creativamente,
un mundo mejor. Entonces, cuando eso ocurra, saquemos la canción. Mientras
tanto, al archivo.
It’s not
a wonderful world. Not now.
Hablando de
detalles y siguiendo con ellos, evidentemente, como son detalles, salpican. Es
decir, es como si salen y pican. Ya lo dice el nombre: “sal-pican”.
Sí. Y es fácil que…
Como una anécdota que sucedió en unas jornadas meditativas en Medellín: después
de una jornada, vino una persona a reclamarnos que por qué hablábamos de ella
en público. Yo le dije que no lo conocía lo suficiente como para hablar de él
en público, pero si se dio por aludido, pues… Pero es que al rato vino otro, y
otro, y finalmente nos reímos, claro, porque eran como 15 o 20 que se habían
dado por aludidos. Porque parece ser que pertenecemos a la misma especie y se
cometen similares o semejantes desvaríos –por decirlo de alguna manera- y,
claro, esto cada cual lo interpreta: “Ah,
esto lo dirá por mí“. “Seguramente, esto lo ha dicho claramente sin decir mi
nombre, pero…”.
Fíjense –para quien
se haya podido dar por aludido-, fíjense en el detalle de It’s a wonderful world. Pensábamos en una mujer que tenía la idea
de que, si alguna vez se tenía que ir de este plano, el día de su sepelio o
entierro le pusieran esta música: It’s a
wonderful world. Y las vueltas que da la vida: un pequeño detalle suicida,
y le pusieron la música. Claro, era su deseo. ¡Qué cosa!, ¿no?
Está bien
conformarse, congratularse o alegrarse de situaciones bellas, gozosas,
atractivas. Sí, es bien, es bien. Pero… sin desmerecer esa experiencia, debemos
más bien preocuparnos de nuestra aportación impecable, agradable, clara, para
no dar pie a…
Y que realmente
podamos observar, que realmente veamos –porque se puede ver, se puede
contemplar- que lo que estamos haciendo, que lo que estamos promocionando, que
lo que estamos diciendo tiene una resultante grata, agradable, risueña incluso.
Y no esa tensión, esa discusión, ese soterrado dedo en el gatillo que, ante
cualquier cosa, dispara. Pero, vamos, dispara a una velocidad ¡impresionante! ¡Pero
impresionante!, ¿no? Más rápido que “Billy el Niño” y estos famosos de las
pistolas. Pero impresionante. Es decir una cosa, y a continuación vienen: ¡Brbrbrbrbbrb!… ¡Vale, vale, vale, vale!…
¡Impresionante, la capacidad de disparo que tiene el ser humano cuando algo no
le gusta! ¡Madre de Dios!
Este es el mundo –¿verdad?-
que se fabrica, pero también se puede fabricar otro, que es el que “a detalles”
nos está insinuando el Sentido Orante; en el que no haya que ladrar, no haya
que disparar de inmediato, sino esperar… contemplar… aportar…
Así que podríamos
culminar diciendo: “Un detalle por favor. ¡Uno!, uno solo”.
***