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Lema Orante Semanal


EL SER HUMANO ES UN PEREGRINO DE UNIVERSOS
27 de julio de 2020

En la medida en que la especie humanidad se establece, controla y domina a su entorno, va adquiriendo costumbres…, va desarrollando rutinas… va buscando seguridades.
Su sedentarismo le lleva a… el acopio, en mayor o menor medida. Por ello también debe guardar su estancia. En consecuencia, se hace desconfiado. Se empodera de su lugar y establece defensas o ataques para lograr lo que precise.
Al contemplar este cortísimo y brevísimo panorama, en un tiempo que cósmicamente es casi inexistente o despreciable –despreciable en el sentido de demasiado corto, que parece no influir en el resto de los tiempos-, pues pareciera que la especie ya ha culminado su evolución.
Sí, se recrea y mejora y “perfecciona” –entre comillas- lo que ya tiene y como lo tiene, pero pareciera que ha llegado a un tope. “Tope”, obviamente impuesto por él mismo, por su estilo de vivir.

Ante esta situación, la Llamada Orante nos reclama el que nos demos cuenta y respondamos, cada uno con su respuesta, a propósito de si ha… o se siente ya cumplido, culminado; que ya ha llegado a su máximo. Esto pensando en que somos curvas de Gauss, que llegamos al máximo y luego decrecemos.
O, por el contrario –que es el Llamado Orante: reclama y llama a la vez-, podemos apercibir que, como mínimo, aún quedan procesos por realizar; aún se pueden sentir ecos de novedad.

Pareciera que cuando nos aproximamos a diferentes áreas de la actividad humana, éstas estuvieran ya repletas, rebosantes. Obviamente, en los círculos en donde se está con preponderancia; en otros se aspira a llegar a esa preponderancia.
Los millones de analfabetos aspiran a leer y escribir, por ejemplo, pero no aspiran a la clarividencia, a la intuición o a la actitud visionaria…
Es decir que otra característica es que pareciera que el camino ya está marcado. Y al estar marcado, sólo queda ‘rutinizar’, repetir…
El continuismo de cada repetición supone un pequeño deterioro en el transcurrir. Es como decir: “¡Ay!, como mi abuela, nadie hacía los buñuelos”. Y han pasado dos generaciones y: “Como mi abuela, nadie hacía los buñuelos”.
Se van perdiendo características de la abuela buñuelera. Y finalmente –por ponerle un final- el biznieto hace pastiche de buñuelos. Difícil de mantener la misma senda.
Es decir que al repetir y repetir, se ve que la costumbre, la continuidad, la rutina, la repetición, hace que cualquier proceso –los buñuelos incluidos- vaya perdiendo su naturaleza.
Así que fijémonos en algo muy llamativo: se trata de hacer y de repetir y repetir lo teóricamente mejor o lo que uno cree que es más adecuado, pero que ya se ha hecho. Ni qué decir tiene que, como dice el refrán, “segundos platos nunca son los mejores”.
Y así, poco a poco se va degradando lo que en su origen aspiraba a ser una cúspide, y se va convirtiendo en una apariencia.
A la vez, a la vez… tratando y actuando para mantener lo que se tiene, lo que se siente, lo que se piensa, el sujeto repite una y otra vez: “Yo soy así, éste es mi carácter, ésta es mi forma, ésta es mi manera”…
Y además de parecerse a su padre, a su madre, a su abuelo –no sólo genéticamente sino conceptualmente-, trata de mantener sus propios logros; con lo cual establece dos rutinas o costumbres: la que trata de mantener –por herencia, tradición- modos y costumbres, y la que precisa desarrollar para tener su seguridad.
Y ¡claro!, aquí podemos –con esta simplicidad- ver o preguntarnos:
¿Y dónde está lo original? ¿Cuál es el aporte evolutivo, novedoso, distinto? ¿O realmente no lo hay, porque todo lo ocupa el continuismo de lo que pasó y el mantenimiento de lo que se tiene?

Se supone, bajo el criterio creacionista, que cada ser vivo, que cada ser de humanidad trae un código diferente y, en consecuencia, una información y una capacitación distinta que aportar ante las necesidades de la evolución de las especies, y de ésta en concreto: la humana.
Y sí podemos ampararnos en decir que los cambios y las transformaciones necesitan cientos, millones, ¡miles de años!…
Está bien, está bien. Pero fijarse en algo significativo: si se hace esta pregunta, esta llamada-reclamo orante, es porque se echan en falta las suficientes novedades que impliquen una evolución, que impliquen una novedad, que impliquen una creatividad, que se hagan eco del viaje –porque estamos de viaje-. Y aunque parcialmente, en la infinitud –¡infinitud!- de nuestra consciencia –podríamos decir “en la pequeñez de nuestra consciencia”- estemos ‘sedentarizados’, el Universo no lo está. Y pertenecemos a ese Universo.
La consciencia ‘nomádica’ universal del ser, le debe hacer recapacitar a propósito de sus pertenencias, de sus posesiones, de su carácter, de sus manías… Y al saberse un peregrino de la Creación, es inevitable –puesto que ya lo ha vivido y lo está repitiendo demasiado- adaptarse a las nuevas condiciones.
Y para ello tiene que ‘creativizarse’.
Y se dirá: “Bueno, es que ya se han producido muchos cambios, y las personas se han adaptado”
¡Ah!, ¿sí? ¿Cuáles cambios?
Veamos. Cuando el ser se empeña –por su capacitación- en controlar, dominar, poseer, guardar, reservar… y eso lo hace generación tras generación, sí, modifica la valla eléctrica, modifica el sistema de disparo, mejora la capacidad comunicativa de los medios… Sí. Todo eso sí. Pero todo eso está circunscrito a lo mismo: al Poder.

Y esa repetitiva circulación en torno a un sentido poderoso que repite y repite para hacerse más contundente, parece que está acercándose a su propia… destrucción.

Es obvio que surja: “Bueno, pero es… inevitable. Y el camino que se ha tomado debe culminar con un holocausto global”.
Bajo el sistema de pensamiento de poderes, sí, es cierto. Es la mejor forma de terminar. Y sí: el poder se logra, se alcanza y luego… se hereda, se transmite, se suplanta por otros poderes, y así sucesivamente. Pero tiene fijado el final. Tiene estandarizado terminar. Y eso lo establece como ley de vida.

No es eso lo que nos muestra el Sentido Orante. El Sentido Orante nos muestra al humano como un peregrino de Universos; ¡que él mismo ha descubierto que se mueve, que lo mueven! Y que pequeños y significativos cambios del entorno anuncian… no el final, sino que anuncian mutaciones, anuncian revoluciones, anuncian imprescindibles cambios… de posiciones, de pensamientos, de actitudes.

El Universo, en su eternidad, sólo transmite eternidades.
Es eterno. Y en su –imposible medirla- expansión, nos muestra la necesidad de recuperar ese nomadismo de Universo que nos hace diariamente nuevos, que nos brinda la oportunidad de gestarnos de otra manera que no sea repetir y repetir y repetir. Para luego emplear esa repetición para decir: “¿Ves? Las cosas son así y así y así”.
Claro, bajo las condiciones y bajo las referencias de logro, alcanzar, poder, control, manejo, etc., sí, efectivamente las cosas son así. Su sedentarismo ‘posesionista’ no le permite ver otra cosa.
Pero el Sentido Orante llama a ese ser a amplificar su capacidad de percepción. Le llama a dejar de ser, cada día, lo que es, para ser una novedad que se gesta continuamente.

Esto, sin duda –o esta postura- genera incomodidades en lo establecido; para lo establecido, y para el que se mueve en el terreno de un peregrino de Universo.

Pero fijémonos en algo significativo: cuando la consciencia del ser es de peregrinar en el Universo, y en consecuencia ‘creativizarse’ continuamente, no supone un peligro para lo establecido; porque no es un poder el que lo mueve, es una creencia, una sensación, una emoción, un sueño, una fantasía, un amor… el que le proyecta.
El repetitivo afán de “los establecidos” no se ve conmovido; incómodo, por momentos, pero… ¿conmovido? Lo tiene todo ya ganado y perdido a la vez.
Por tanto, al declararse el ser un peregrino de Universo y ser una creativización permanente, respetando sin duda el gran poder que el ser humano ha adquirido para su propia especie y contra las demás –“contra las demás”-, quizás en ese momento de creativización se valora en exceso el empuje de la costumbre, de la norma, de la imposición. Y el ser no se da cuenta de que el que [1]‘normatiza’ y el que impone está arraigado, y el peregrino de Universo está volando.

Sí, tratará en alguna medida de traer hacia su control… ese vuelo. Pero también… –seguro como está de su posesión-… no le prestará excesiva atención. Tiene mucho de qué preocuparse para conservar sus seguridades, sus pensiones, sus ganancias, sus tradiciones.
Y como el objetivo del peregrino de Universo no es “este mundo”, sino los mundos que vienen, los que están ya y en los que tenemos que participar… no tienen que temer ni unos ni otros: ni los que se han quedado en el ejercicio del poder y el control, ni los que han decidido coger y amplificar su consciencia para ¡beber de los vientos de la Creación!
Unos culminarán sus trayectos en cementerios y a recrear la materia viviente subterránea…
Y otros… se harán fusión con los vientos. Se harán alimento intangible. Se harán suspiros eternos…

ANAANNMMMMAAAAAAAMMMMM




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 [1] “El que pone normas”, interpreto