A PROPÓSITO DE LA HISTORIA DE VIDA
13 de julio de 2020
De la historia de
vida, cada ser va paulatinamente descubriendo cómo aquel acontecer, aquel
encuentro, aquel trabajo, aquella aventura… no parecen ser tan casuales.
También es fácil
darse cuenta –quizás más… no por la ingeniosa razón, pero sí por la exigente
razón- de que “como ocurrió aquello,
ahora pasa esto, y ahora esto otro; y por eso soy así o asao…”.
Justificación
perfecta para imponer cada uno su personalidad. “Imponer”.
Ese es el criterio razonable.
Y ciertamente, bajo
un punto de vista, no está carente de razón el decir que “porque aquello ocurrió, la respuesta fue ésta, y ahora la situación
que se vive es esta otra”. Cierto.
Pero el Sentido Orante
nos reclama, hoy, que hagamos una lectura de nuestra historia de vida, basada no
ya en lo racional que cada cual psicoanalíticamente ya conoce por la cultura
general que nos han impuesto; porque sabemos también que no es así, ni del todo
ni en parte. Simplemente es una perspectiva razonable. Y no es así, ni en todo
ni en parte, porque si lo fuera, bastaría con razonar de otra forma y cambiar
el resultado.
“Si esto me ocurre por lo que pasó, pues razonablemente
retiro mi respuesta de aquello, y ahora establezco otra; o razono de otra
manera e impongo otra que elimine a ésta –cortar y pegar, cortar y pegar,
cortar y pegar-… y me hago, efectivamente, un nuevo perfil, llámese Facebook,
llámese Instagram, llámese Twitter… ¡qué más da!”.
¡Ah!… Ese es el
mundo de la razonable razón: cortar y pegar, cortar y pegar; que no sólo se
queda en ese finalismo analítico, sino que también se aplica ya a nuestro
genoma y es lo último de lo último.
Así podremos hacer…
¡bueno!, seres a la carta.
Ahora bien, cuando
entramos en otro nivel de perspectiva no razonable, sino sentida, intuida,
percibida, como es la Llamada Orante, como es el entrar en otros mundos –donde
el chamán tiene alas y el alimento es el canto, por ejemplo-, el entrar en
otras perspectivas –no llamémosles dimensiones, por lo menos aún-… pero entrar
a sabiendas de que están. Y no es preciso ser lo que se suele llamar
“creyente”, no. La evidencia de la imaginación, de la fantasía, de la
creatividad, nos coloca en otras áreas, ¿no?
Si además nos
descubrimos en un Universo increíblemente infinito, al menos para nosotros,
entonces no queda más remedio que asumir otras perspectivas.
Y la Oración, al
menos bajo la óptica en que nosotros la vivimos, permite que el ateo, el
agnóstico, el creyente, el cristiano, el musulmán, todos los que tienen
apellido, se junten con los que tienen nombre y, a propósito de la historia de
vida, seamos capaces de darnos cuenta de las “casualidades” de ese Universo que llaman “caótico”.
Bueno, no tiene más
recursos el ser humano y tiene que llamarlo “caos”. Luego le añade “perfecto”.
Bueno… en realidad, a ese nivel no sabemos lo que decimos, pero se dicen cosas.
¡Ah! Pero ya en
nuestra pequeña intimidad, sí, en nuestro microcosmos, cuando repasamos
nuestros andares con las culturas y las enseñanzas impuestas, además de esa faceta
razonable que hemos dicho, descubrimos que aparecen circunstancias, palabras,
mañanas o tardes, o alguna noche, o alguna charla… –aparecen- que no tienen
justificación. Creo que eso es innegable. No tienen justificación racional,
pero aparecen a lo largo de nuestra historia de vida.
Y no solamente los
pequeños detalles, como acabamos de decir, sino que también –si ampliamos un
poco más nuestro horizonte- vemos que lo razonable nos explica causa-efecto,
pero no nos explica por qué aparece este o aquel otro momento. Por qué me encuentro
con un profesor o un maestro que me ilustra y que me atiende, o por qué me
encuentro con uno que me destroza y me aparta de cualquier saber; por qué ese
padre justiciero, o esa madre ignorante que me castiga y ¡me persigue!… ¡Horror!
¿Qué razón hay ahí?
¿Por qué aparece eso? La razón explica: “¡Ah!
Y por eso eres así y te pasa esto”. Pero ¿por qué aparece eso, en éste de
una forma, en este otro de otra forma…?
Y el ser, habitualmente,
por su cultura y su formación –todo ello impuesto- lo toma como: “Bueno, es lo que me ha tocado”. Como “natural”.
¿Natural? ¿”Natural”?
¿Qué es eso?
No existe algo
natural. Esa frase, “lo natural”, es una frase de ignorancia, de vanidad y de
soberbia: “Lo natural en estos casos...”.
“Porque lo natural es…”. ¿Qué natural? Es como querer apropiarse de la propísima vida.
Sí. Y se emplea
genéricamente para… Tanto-tanto se emplea genéricamente, que finalmente, genéricamente,
todos somos esclavos, idiotas y estúpidos. Como es “genéricamente”, “genéricamente”…
Pero, claro, se sobreentiende que también hay inteligentes, capaces, suficientes…
¡Ah! “Se
sobreentiende”. Entonces, cuidado con lo “genéricamente”. Hay que precisarlo.
Así que lo “natural”
debemos convertirlo en sobrenatural. ¿Qué les parece? Por lo menos un momentito,
ahora que estamos en oración. Así no nos despegamos del todo de esa farsa de lo
natural.
.- ¡Lo natural en estos casos! Te empujan, y tú ¡le
cortas la cabeza!
.- ¡Ah! Es verdad, mira. A mí no me da por ahí, me da por
cortarles las manos.
.- ¡Ah! ¡Oye!… eso es en Filipinas ¿no?
.- Sí. ¿Qué te parece?
.- ¡Pché! ¡Hombre! Un poco más duro, pero está bien…
Natural.
Cuando entramos en
“lo sobrenatural” –que queda como una palabra así… ¡Hala!; no, no es una palabra de “¡hala!”, de “Allah” quizás sí- todo
lo que sucede, desde los pequeños detalles esos que hemos dicho al principio,
hasta los grandes acontecimientos de prohibiciones, de castigos, de
permisividades, de historia personal, no
ha sido natural, no ha sido casualidad.
La casualidad,
llevada al Sentido Orante, se convierte en causalidad –de fuerza desconocida,
claro-.
“Y esto ocurre y
tiene que ocurrir para que… aquello
o lo otro suceda de esta o aquella forma”. Planes divinos: “El hombre propone, y Dios –por así decir, para seguir el refrán- dispone”.
Y sí, el Sentido Orante
de hoy nos reclama… que nos acojamos a este momento para hacer una visión así, “a vista de pájaro”
–que se dice-, de esos momentos, casi siempre inolvidables, que marcaron, que marcan nuestra posición actual.
¡Y claro! –¡fíjense
bien!- si no le damos ese sentido sobrenatural –permitamos la palabra aún, o
misterioso, o místico- y le damos el sentido natural, lógico y racional,
seguiremos haciendo y cometiendo los mismos errores, terrores y horrores –como
bien nos demuestra la historia, ¿no?-.
Así que cuando nos
inmiscuimos en ese otro mundo,
probablemente… probablemente nuestra orientación y nuestra percepción de vida,
de actuación, de “¿por qué esto ahora?”, “¿por qué aquello, entonces?”, “¿qué
sentido tenía aquel encuentro?” –porque ése marcó una actitud-…
Es decir,
preguntarse un poco: “¿Hacia dónde me
llevan?”. El “quién” es un Misterio Creador, y tenemos que asumirlo con la
grandeza del Amor que nos dispensa. Entonces, no precisamos que sepamos su
naturaleza o dónde vive, qué hace y a qué se dedica. ¡No!...
Nos deja la semilla
del Amor, como referencia.
Y es justo a través
de eso, que tenemos que ver cómo nos ama la Creación: de forma diferente a como
a veces racional y lógicamente nosotros amamos; que en el fondo es “querer”, no
es “amar”, en la mayoría de la mayoría de la mayoría de la mayoría de las
veces. Y se confunde, claro.
Cuando recogemos
este detalle y este otro, y aquel acontecimiento y este otro, nos empezamos a
dar cuenta –bajo la influencia orante- de que no son casualidades; que nos
llevan hacia un sitio. Y seguramente podemos encontrar hacia dónde: “hacia dónde”
nos llevan. No “a dónde”, sino hacia
dónde. No existe el “a dónde”, en el Universo. Existe el hacia dónde.
El “a dónde”
implica un sitio concreto, estable, quieto. No existe tal lugar. Y es ahí donde
la mayoría de los seres se agotan. Y éste vuelve a casa “porque como en casa no se está”…, y el otro retorna a su dinámica
habitual porque, claro, ya ha recorrido bastante…
No va “hacia”, sino
que va “a dónde” y se queda en “a dónde”. Y desde “a dónde” repite y repite las
mismas deterioradas ideas, que hacen que la humanidad, hoy, en el siglo XXI,
esté rayada, esté asustada, esté… impresentable como humanidad.
Porque la razón les
decía: “y voy a”…
No. Voy “hacia”…
.- Voy hacia el sur. No sé más.
.- ¿Pero a qué parte del Sur? Porque el sur es ¡tan
largo!… Es larguísimo. Tú sigues al sur, al sur, al sur… y te encuentras hasta
con la Cruz del Sur.
.- ¡Uf! Y sigues...
.- Pues si sigues, allí hay más estrellas.
.- ¡Guau!
Y al ir atando
pequeños cabos o grandes cabos, vemos que “nos
llevan hacia”. Y “nos llevan hacia” a través de aconteceres que no son
casuales. Que no es que a Pepito le guste eso, y por eso hace eso y es un
egoísta y es un vanidoso… ¡Bah! Ni Pepito ni Juan ni Antoñita ni María tienen
recursos para hacer lo que quieren, lo que quieran, lo que dicen que quieren.
Son llevados. ¡Y hasta razonablemente se puede comprobar que han sido educados
y culturalizados para ser así!
Con lo cual, si nos
quitamos un poquito de importancia personal –un poco- y decimos: Más bien “nos llevan a”, “hacia”, más que
“voy a, hacia” allí. Me llevan. Y me
llevan a veces a bofetadas. Otras veces me llevan tranquilamente, en infancia
feliz y en pubertad desastrosa. Otras veces me llevan… ¡Bah! No citemos
cosas desagradables. ¡Pero nos llevan! ¡No hemos podido hacer nada!
Y como consecuencia
de ese no poder hacer nada, hacemos “algo”, que va en contra, que va a favor,
que…
Vistas así las
cosas, la oración se convierte –de lo natural a lo sobrenatural- en la única
vía –¿única?; sí, con todo lo que lleva la oración- en la que podemos sentirnos
liberados. Sí. Porque si no… o nos sentimos castigados por lo sobrenatural, o
premiados –no sabemos por qué-, o nos sentimos realmente manejados,
manipulados, enquistados, destrozados por la cultura y la educación que nos han
dado. Y que a veces nos ha ido bien, y otras –la mayoría- regular. Dejémoslo en
“regular”. Aunque siempre hay personas a las que les ha ido muy bien. ¡Estupendo!
Pero sólo hace falta echar un vistazo a los 7.780 millones de habitantes, así,
a vuelo de pájaro, con esos numerólogos y numerajos que nos dan de esto y de
aquello, para ver que es… una comunidad impresentable.
Hasta ayer mismo a
las 7 de la tarde llevábamos 18 millones de suicidios. En estos mesecillos. Por
ejemplo.
En consecuencia, si
realmente –“realmente”- sentimos –“sentir”- la necesidad de modificar nuestras
posiciones, puesto que están regidas básicamente por lo razonable, lo natural,
lo cultural, lo educacional y la casualidad; si nos hemos… no digamos cansado, pero
si nos hemos dado cuenta de que todo eso es una vida de esclavos, y que encima
influye la suerte: si tienes suerte, a lo mejor…
Pero ¿y si no?
Claro, podemos
preguntarnos también: ¿Es que realmente somos esclavos?
No. Soy habitante
del Universo. Y todo lo que habita en el Universo no es esclavo. Es
interpendiente y es un misterio. Así que no voy a caer en la trampa de mi
propia vanidad, y análisis histórico, existencial y sicoanalítico de
considerarme un estúpido, imbécil e idiota esclavo.
Respiro unas
condiciones que se han creado –¡creado, creado, creado, creado!-.
Convivo en un
entorno increíble que se ha creado –creado, creado, creado, creado-.
No soy esclavo de
nadie. Pero sí, si afirmo que no soy esclavo de nadie es porque sé que soy
heredero de la Creación. Soy un equivalente creador. Y como Creación, que es la
que veo, no la veo esclava; la veo creativa, la veo misteriosa, ¡la veo que se
mueve!, que se precipita, no se hacia dónde ni por qué.
Y veo que otra vez
es domingo y, como “el día de la marmota”…
.- ¡Otra vez es domingo!
.- ¡Pues si hace poco fue domingo!…
.- ¡Pues otra vez es domingo!
.- ¿Y otra vez pasará lo mismo que el domingo pasado?
.- ¡No!
Pero sí es fácil
que caigamos y se caiga en la idea de que “otra vez es domingo”. Como hacen los
gobiernos: “Y el martes diremos…”. Y
el próximo martes, el día de la marmota, va a ocurrir más o menos lo mismo.
Si estamos atentos no ocurre lo mismo. Hay una orientación
–sí, claro-, pero no ocurre lo mismo.
Y así que, bajo lo
sobrenatural, lo místico, bajo esa perspectiva, no soy esclavo de nada ni de
nadie. Y todo lo que ha ocurrido ha sido porque ese Misterio lo ha querido, y me
ha diseñado así para que lo descubra. Y en la medida en que lo descubro me
libero. Y lo descubro orando, meditando, contemplando… Amando verdaderamente.
Y cuando lo
descubro dejo de ser esclavo. ¡Y no por ello destruyo, ni me vuelvo, ni ataco,
ni reclamo! No. Amplifico mis visiones, mis sensaciones. Y observo cómo me
llevan hacia el infinito, con un cierto vértigo…
Dense la
oportunidad de liberarse. Es gratis. Tan solo consiste en desprenderse de la
egolatría personal, de la importancia personal y… y ver en vez de mirar.
Y poco a poco, o de
repente, los aconteceres nos hablarán tan claro, y nos dirán con precisión hacia dónde nos llevan.
Y con ese
llevarnos, nuestra creatividad, nuestra imaginación, nuestra fantasía, nuestra
capacitación, nuestro saber, se incrementará de forma exponencial.
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