HUMILDE, PEREGRINO Y SERVIDOR
3 de agosto de 2020
Y… apareciera –y
así sucede con frecuencia, con mucha frecuencia- el arrebato del ser, cuando
los aconteceres no son de su agrado, no son de su exactitud. De inmediato la
rebelión, la incomodidad, el autocastigo o… algún otro culpable…
Decía un refrán que
“nunca llueve a gusto de todos”, y otro –también-, que “el hombre propone y
Dios dispone”.
Y sucede que el ser
calcula por sí mismo y –por supuesto- calcula por lo que piensan los otros, sin
darse cuenta a veces de que los otros también piensan que… lo que piensan ellos
–los otros- influye, y piensan ellos –los otros- lo que tú piensas. En resumen:
pensar por los demás. Y ocurre que a “los demás” también les ocurre algo
parecido. Así que estamos inmersos en una comunión de intereses “privados”
–vamos a llamarlos así- en los que difícil es compartir, congeniar.
Sí, porque siempre
se le encontrará un defecto. Y hagas lo que hagas… el error estará por ahí
rondando. Muy mal planteamiento.
Así nos reclama la Llamada
Orante. Sí. “Muy mal”, en el sentido de fuera de contexto orante y fuera de
comunión trascendente. Puesto que partir de esa base es erigirse en
protagonista absoluto de cualquier realidad y esgrimir la incomodidad
permanente, además de generalizar y no saber ‘excepcionalizar’ el momento, los momentos.
Y sí: es cierto,
bajo esos criterios, que el ser humano tiene una capacidad insólita –sin duda
por la cultura recibida a lo largo del tiempo- de estropear cualquier cosa. Es
fantástico. No creo que exista otro ser vivo capaz de estropear cualquier cosa.
Mejorar cualquier cosa ya es otra cosa. Eso es diferente. No entra en este
criterio. Pero ¿estropear cualquier cosa? Tiene una capacidad destructora
nuestra especie, de demolición, insondable.
Con razón algunos
piensan en el demonio. No es para menos. “No es para menos”.
Pero ¿eso es propio
de nuestra naturaleza? Decididamente NO. Eso ha sido un acopio de egolatrías e
idolatrías, de partidismos, de sectorismos,
de intereses, de prejuicios, de ganancias, de racismos, de egoísmos… acumulados
de generación en generación –“acumulados de generación en generación”-, estableciendo
sus privados criterios y conceptos –incompatibles, inconvivibles, impresentables- que hacen evidentemente, de nuestra
especie, en este planeta, un desolador panorama.
¡Sí! Claro que
existen acciones bondadosas, ¡por supuesto! Mas la Llamada Orante nos conmina a
darnos cuenta de la labor de continua confrontación del ser, con todo lo demás
y con todo lo que le rodea.
Basta con que
alguien dijera, por ejemplo: “¡Ay, la
Mancha! ¡Qué paisaje!”.
Seguro que alguien
al lado diría: “Si tuviera el mar…
ganaría mucho”.
Y ya ha ejecutado a
los hermanos Machado, toda la poesía… Ejecutado. Ya… ya no suspiras en la
Mancha, no.
Y de la misma forma,
si estás en la playa y dices:
.- ¡Hay que ver, el mar, qué impresionante es!
.- ¿Sabes? Sí, pero yo echo de menos un poquito el
desierto; porque estás ahí solo, no el bullicio de los bañistas y el corretear
de los niños. ¡Eso resulta incómodo! Pero bueno, por lo demás, sí, se está
bien.
O sea, es
suficiente un venenillo letal, suave, para arruinar un día de playa. Y dicen:
.- ¿Y cuántos días tenías de playa?
.- Uno. Ese nada más.
.- ¡Ah!
Pero, sin duda, no
cabría decir que la culpa es de la compañía y de la opinión de éste o de aquél.
No, no. Es que eso ocurre en permanente actividad. Y salvo contadas excepciones
en las que se comparte una misma situación, en el resto es desfase, desilusión,
desagrado, incomodidad…
El hombre, como
especie en su evolución, sigue mutilando perspectivas, sigue recortando y
cortando inspiraciones…; poda los retoños, mutila las ramas que le incomodan, a
destiempo. Y a destiempo se… egolatra
con sus logros o sus sacrificios.
¿Se podrá ver
alguna vez las estrellas, sin compararlas con otro día de estrellas?
Porque, ¡claro!,
dices:
.- ¡Huy! ¡Qué noche estrellada tan bonita!
Y dice:
.- No creas. En Arizona, el cielo es mucho más claro.
.- ¿En Arizona? Ya… ¡Qué suerte que tú has estado en
Arizona! En Tucson, por ejemplo, ¿no?
.- Sí, en Tucson.
.- ¡Ah!
.- ¿Y qué te parece este amanecer? ¿Te parece espléndido,
brillante, vibrante… y a la vez sereno…?
.- Mucha luz, ¡mucha! A mí, tanta luz… me deslumbra,
¿eh?, me deslumbra. Si el sol estuviera un poquito más opaco… ¿verdad?
¡Pero esto es
verdad!...
Y así sucesivamente
cuando hace calor, frío… ¡da igual!
Decía un dicho
popular: “¡Qué difícil es conformarse!”.
Y es un conformarse
–bajo el Sentido Orante- de configurarse en todo lo que nos rodea; por
supuesto, incluidos los de nuestra especie.
“Tener un buen
conformar”. “Buen”. Una bondadosa conformidad. Y eso no nos quita vigor en
nuestras opiniones, criterios, en nuestras opciones… Pero, al tener un buen
conformar, sabremos adaptarnos “complacientemente”.
Y ese “adaptarse
complacientemente” no significa renunciar. Significa dejar de obsesionarse con
imponer, mandar… y dejar de desesperarse ante la evolución de los aconteceres.
Saber ver lo
imprevisto, lo inesperado, lo sorprendente, la suerte…
Y sobre todo –en
ese “saber tener un buen conformar”- apreciar lo que está, lo que llega, lo que
nos adorna.
Saberse peregrino… humilde y sirviente.
Dejar la corona del
reinado del príncipe y del heredero del sol, a las arenas que el desierto
pulverice.
Si peregrinos y
humildes sirvientes somos en nuestro estar, en nuestro ser, en nuestro hacer,
será más –simplemente más- fácil sintonizar, comprender, equilibrar,
sorprender, aprender…
Humilde, porque la grandeza de lo que nos rodea nos obliga. Es fácil.
Peregrino, porque
evidentemente nos llevan. Es evidente.
Y servidor, porque
hemos venido, hemos llegado a este lugar del Universo a cumplir un cometido en
base a unos talentos, a una situación, a una necesidad.
En consecuencia,
“un humilde peregrino servidor” no debe resultar ser una asignatura de estudio,
de preparación, de años de prácticas… Basta simplemente recordar “en punto”.
.- ¿Recordar “en punto”?
Sí. Como hemos
dicho:
Humilde, inevitable.
Mira alrededor y… agacha la cabeza.
¿Peregrino? ¡Pues
ya ves! ¿Qué haces tú para mover la tierra, el planeta, la luminosidad del
sol..? ¡Nada! En todo caso estropearlo, lo cual no es ningún éxito.
¿Y sabes en qué
sirves? Sabes que sirves para laborar con las manos, para cantar, para
arreglar, para estudiar, para…. ¡Hay millones de acciones en las que cada ser
encuentra su cobijo porque es su servicial deber, que le congratula y que se
confabula en su beneficio. Y en el beneficio de los demás.
Entonces, tener
memoria “en punto” es tener ese trío de palabras ahí, ¡en punto! Ni acordarte
tarde, ni que se olvide pronto; porque entre medias… saltará el tigre de la
importancia personal, de lo injusto del resultado o de lo inapropiado de… y etc.,
etc., etc.
Como aditamento de elegancia, de ética –o de estética, si lo prefieren- las GRACIAS nunca sobran –salvo cuando se vuelven zalameras e interesadas, ¡claro!-.
También es cierto que,
en determinadas circunstancias, las gracias son absolutamente insuficientes,
porque entramos en otros niveles de percepción, de sensación, de emoción… Pero,
en ese “estar” cotidiano en el que nos encauzamos en el servicio, en la
humildad y en el peregrinaje, el detalle de las gracias es como… asumir y darse
cuenta de los medios, recursos, etc., que evidentemente se tienen, no por la
gracia de uno sino porque ha habido una serie de circunstancias, hechos,
aconteceres… que han posibilitado nacer aquí, allí o allá, y tener este o aquel
recurso…
En esa medida de
GRACIAS, además de sentirse agraciado podemos contemplar las gracias de otros.
Y si somos capaces
de congeniarlas, indudablemente estaremos “llenos de Gracia”.
***