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Lema Orante Semanal



   Habitamos en un Universo abierto
11 de noviembre de 2019

Las creencias de la especie, en estos tiempos, son creencias cerradas que parten de una condición humana que basa sus decisiones en el poder de la fuerza y la decisión de la violencia; en las búsquedas de posesiones, en sus defensas, y en la persuasión de ataques.
Da por zanjada la evolución… y no se prevé –ni se prevé ni se cree- que ésta sigue actuando.

Es como un círculo cerrado, en el que se vuelve una y otra vez a pasar por las mismas, parecidas, semejantes, similares circunstancias, con respuestas equivalentes, como si el tiempo y el espacio se hubieran acotado; y así siguieran en su círculo, hasta –en algún momento- agotarse y deteriorarse y… fundirse en residuos.

Así, bajo estas perspectivas, las propuestas, proyectos, posibilidades, quedan siempre ceñidas… a unas encuestas que, en mayor o menor medida, aciertan.

El Sentido Orante nos viene a recordar que habitamos en un Universo ¡abierto! 
No es… un espacio-tiempo-velocidad… 
No es un Universo cerrado.
Y esto, de forma balbuceada, lo dice también la ciencia; aunque –“aunque”- también en sus planteamientos se insinúa como algo –el Universo- acotado, limitado… Y aunque ahora pueda estar en expansión, su momento llegará de contracción.

El Sentido Orante, recogiendo también esas perspectivas de consciencia, de ciencia, de saber, nos muestra la imagen de una Creación incesante, continuada, asistida, mantenida.
Nos llama desde el Misterio Creador, para que nuestras consciencias… se adviertan de esa posición permanentemente inacabada, constantemente recreada, permanentemente diferente.


La diferencia ante el abordaje de cualquier actividad, proceso, desarrollo…, supone, en un caso –el del círculo cerrado, completado-… un sentido de derrota, de ganancia ocasional, de límite, de repetición… 
Supone un… nacimiento, crecimiento, desarrollo y muerte… 
Supone que cualquier creatividad está abocada a un fin… de terminar; de ser residual.

Mientras que, cuando asumimos un Universo abierto que se expande y que va creando nuevos espacios en continua transformación, en una evolución incesante…, en ese Universo inconcluso las posibilidades se hacen infinitas; las opciones no… no gustan inevitablemente repetirse.

El sentirnos bajo la expresión de un reflejo de vida que está abierto, y ejercitarnos en este sentido, nos aparta de la repetición innecesaria, nos aparta del error sistemático, nos transporta a otra perspectiva… ¡desconocida! Un verdadero descubrir, en el que cualquier previsión resulta innecesaria.


Si se presta atención, nos podremos dar cuenta de un cierto grado de precipitación, de un cierto grado de aceleración, de un cierto grado de inquietud. 
Quizás, ese “cierto grado” sea el anuncio de… abrir el círculo. El anuncio de darnos cuenta de que no estamos ahí; que hemos gestado un “ahí” para controlarnos, para dominar, para manejar, manipular…

Se da el caso –lo sabemos- de que… manifestaciones de vida, cuando se ven cerradas, sin opciones abiertas, se auto aniquilan, y con ello aniquilan a todo lo que tienen cercano.
Y también se da el hecho de… permanecer, aguardar, esperanzar, saber que llegará la ocasión de… ¡manifestarse como se es!: un Universo abierto, sin cortapisas.
Fíjense. En un caso, la precipitación conduce a “final”: a ratificarse encerrado, a considerarse ya una evolución completada. En el otro, consciente de eso que acabamos de describir, de eso cerrado, sabe que no lo es, pero aguarda. Aguarda porque habrá, sucederá la circunstancia en que se pueda expresar sin drama, sin tragedia, sin final; con esperanza, con cambios, con evolución.
Pareciera que hay una vida que desespera, y otra que espera.
La que espera se sabe que está sujeta, no a sus caprichos y decisiones, sino a las providenciales circunstancias. La que desespera, se siente protagonista, director, ejecutor, de un nivel de autosuficiencia y de cierre… que sólo las creencias fatalistas hacen permanecer, al ser, viviendo de forma trágica.

En lo cerrado, la creencia se agota en sí misma. 
En el Universo abierto, la creencia se acrecienta, no por sí misma, sino por la Creación misma. Pero se ha de estar dispuesto y disponible para ello, como un receptor. 
¿Acaso sale la voz, la música… se crea y se desarrolla ahí, en el aparato que tenemos? ¿O, más bien, eso que oímos o escuchamos, se puede estar produciendo a miles… a miles de kilómetros?

El ser del siglo XXI se cree en una autosuficiencia fatalista. Y como tal actúa y contagia. Hace inútil cualquier oración. Siempre le pondrá fecha de caducidad.

Buscamos un sonido, una expresión mántrica que nos induzca a… ¡disponernos!... en la manera orante de escuchar, para que asumamos una consciencia verdaderamente evolutiva en la que los seres se precisan para poder expresar la vida; y que en la medida en que no se necesitan, se separan, se aíslan, se agotan como expresión de vida.


AAMMMMMMAAAAAmmmmm
AAMMMMMMAAAAAmmmmm
AAMMMMMMAAAAAmmmmm

(Se repite 17 veces)


Si entramos en esa permanente apertura, sentiremos la vibración de la Verdad… y nos mostraremos en nuestro hacer, “fieles a lo revelado”, a lo que reveladamente se nos muestra a través del Sentido Orante, a través de la muestra meditativa, a través de la actitud contempladora.

Dispuestos, disponibles… en el Aliento Creador… sin fin…



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