HAY QUE GESTAR UN IMPULSO DE ALIENTO DE OTRA DIMENSIÓN
18 de noviembre de 2019
Precipitadamente, como buscando desahogo, transcurre este nuevo
–¿nuevo?-... tiempo de siglo; esta segunda decena. Y el desasosiego se hace
patente… en su precipitación, en todo los espacios en los que el ser de
humanidad habita, como… como huyendo, como temiendo.
Una insatisfactoria
actitud que, en la globalizada humanidad, se hace… vértigo.
El Sentido Orante
nos advierte de esa posición de torbellino… que llega y llega, y en la que
tenemos que disponernos de alguna manera para no ser arrollados y lanzados a la
mejor oferta destructora, desconfiada e insolvente.
Es un estado de
consciencia que se percibe en cada noticia, en cada manifestación. Y, salvo
excepciones, el descontento ahonda en el sentido egolátrico del
individuo, por no tener, alcanzar o conservar lo que cree que le
pertenece, que le es propio.
Se muestra así una
cadencia y una carencia de comunión…
Esa guerra de
opiniones… se hace profunda, descontenta, dudosa y desconfiada.
Y el Sentido Orante
nos advierte de que en esas condiciones, el ser, enclaustrado en sí mismo, se
agrupa en sus desesperos, se aferra a los estatismos establecidos y renuncia a
su creatividad.
La Oración nos
muestra un vivir complacido, confiado –confiado en lo invisible, en lo
intangible, en lo enamorado-, que haga del ser un escudo, para que no se
referencie por la confianza de lo humano, por la respuesta de los otros, sino
que se referencie por… lo que es amado, por lo que es aceptado, por lo que es
asumido, por lo que de él emana de bondadoso.
Si se le da cabida
al continuo desencanto, a la amenaza del futuro, a los radicalismos fáciles que
se niegan a evolucionar, a cambiar, a experimentar, a renovar, ¡a
descubrir!...
Sí, esos que
prefieren un pájaro en mano, que contemplar cien, volando.
Ese mundo que
aspira a la posesión del grillete, del orden; a que se establezcan como losas
”¡los principios!” –¿qué principios…?-, que se establezcan como losas los
principios de la violencia, de la imposición, de la mordaza, de la
corrupción…
No es eso lo que
proclama lo Orante.
No es, la vida, una
carne de cañón… que huele a pólvora y a quemado; que augura desencantos
encarnizados.
Y es tan penetrante
esa globalizante trama de desespero, que busca y busca… en los rincones de
cualquier duda, para fabricar el disparo, para arrogarse el ácido que destruye.
¡Sí! Puede parecer
exagerado, pero… ¿cuántas buenas nuevas se reciben en lo cotidiano? ¿Cuántas
susurrantes noticias de agrado, ¡de gozo!, se escuchan?
Sí, ¿cuántos
chismes de opiniones gozosas, de aplausos silenciosos… rondan nuestra vida?
¿Hay muchos? ¿O más bien hay esa queja latente de… descontento, que echa
siempre de menos lo pasado y que da por bueno y por buena la justicia que nos
ha precedido, que nos ha mandado, que nos ha ¡mutilado!, que nos ha castigado.
Y como si fuera el mejor aprendizaje, se conserva como una nostalgia de
seguridad.
Pareciera… y
quizás no sólo sea “parecer”, sino que el ser no se atreve a nadar, ¡no se
atreve a volar!
El miedo se le
encarnó tanto, la filiación se le hizo tan profunda, ¡tan esclava!... que
confió y confió en lo que ¡ataba!, en lo que presionaba, en lo que
¡prohibía!
Y cuando… cuando
aparecía el aliento del viento, que susurraba y que decía, y que invitaba a ir
con el viento…, el ser se retraía, los seres se retraen, ¡se escudan en la
seguridad ocluida!: esa que no tiene salidas y que nada asegura.
La humanidad avanza
en desespero. Y cada ser está en ese remolino. ¡Y para salirse de ese arrastre
demoledor!, hay que gestar… hay que gestar un impulso de aliento… de otra
dimensión. Un impulso de escape hacia la digna liberación, no de huida hacia la
destrucción.
Un aliento que
confía en otra dimensión. Sabe que está en ésta, pero… vive en otra.
Pronto, en la
vigilia de la luz… que ya acecha, se esgrimen los motivos, las razones de las
miradas, de los gustos, de las protestas, de los aciertos, ¡de las venturas y
desventuras!... de un muy parecido día al que pasó, pero que está.
Y todo ello…
¡rapta!, si no se pone en marcha ese aliento de salida, ese aliento de escape,
de fuga hacia otra dimensión.
Esa luz que se
avecina… para dar claridad a la vigilia, ¡hoy!... –y así es de ejemplar lo
Orante- hoy es ¡diferente!
Esto nos permite
alentarnos, ¡nos permite confiarnos!, nos da las fuerzas para diluir cadenas de
filiaciones, credos, juramentos… ¡y demás! –“y demás” en demasía-… radicales
posturas.
¡Hoy! –sí, sin
que sea fecha fija, sino que sean todas las fechas-, poder contemplar lo que se
siente, poder discernir ¡lo que sobra!, poder afiliarse a lo que nos ama, ¡a lo
que amamos!, poder entusiasmarse en lo idealizado: en esos pájaros, en esos
cientos de pájaros volando.
Así, es posible que
un día se vuele. Pero si se sujeta al pájaro con la mano, los dos se quedarán
en tierra. De nada habrán servido las plumas. De nada habrán servido las manos.
Serán ¡pasto de cementerio!
Y sí, la
Advertencia Orante dice hoy –puesto que es costumbre de esclavitud, de
eslabón, dejarlo para luego, “ya veré mañana”…-: “¡como si el
mañana dependiera de la fuerza, del poder del que lo dice!”.
Mientras, el hoy…
el hoy transcurre bajo la demanda prejuiciosa de lo habitual, dando por bueno,
el esclavo, su filiación, su obediencia, su juicio que ya está echado, su
condena y su pesar.
Sí. Y como buen
esclavo, ¡comprende y entiende a su amo!... Y es buena persona, y le ha
cuidado. Le ha dado de comer y de beber. Le ha ayudado en sus heridas. ¡Las ha
curado!...
Pero nunca le ha
enseñado la luz. Siempre le ha custodiado entre las tinieblas. Siempre se ha
hecho pasar por imprescindible. Siempre se ha arrogado la palabra doliente, el
juicio latente.
Pero el esclavo…
¡lo comprende!, ¡lo entiende! Ha perdido, ha perdido su consciencia voladora,
su consciencia enamorada.
Necesita del
beneplácito de quien le ata, ¡de quienes le atan!... para poder suspirar
libre.
¿Y es que acaso va
a llegar ese beneplácito? No.
¿Es que acaso el
amo quiere quedarse sin esclavos ni esclavas? No.
Pero éstos –los
esclavos- han nacido bajo ese yugo, y difícilmente establecen una rebelión
liberadora. Antes se paran a pensar en el pobre esclavizador: “¿¡Qué
será de él, si le desobedezco!? ¿¡Qué será de él!? ¿Cómo vivirá, cómo sentirá…
al ver que ya no obedezco?”.
Y así… ¡transcurre
el día!
Por eso el Sentido
Orante dice “hoy”. Y que el ser se pregunte:
“¿Por qué me duele
tanto que, quien me esclaviza, sufra porque quiero desprenderme?
¡Ahhhhh! Me enamoró
con su poder. Me enamoró con su imposición. Me enamoró con sus bienes, con sus
dones. ¡Ah!... ya. Ya. Me puso la ley, el apellido, el nombre… Sí. Ahora se
entiende por qué el perro es el mejor amigo del hombre”.
Y así, el esclavo
dice:
“¡No puedo
defraudar! ¡Cómo me voy a enfrentar…? No…”.
Y entre esclavos,
hay también sus niveles. Claro, el patrón establece sus clases subyugadas, para
que éstas a su vez subyuguen a otras y a otras y a otras. ¡Ah!, sí. Y lo hace
por tu bien. ¡Claro, claro! Siempre pensando en tu bien; en que quedes atado y
bien atado –¿verdad?- y que estés eternamente agradecido: “porque sin mi cuido
no hubieras vivido”.
¡Ayyy!...
¿Creen… creen que
en ese marasmo, cabe alguna idea de Dios?, ¿cabe alguna idea de Misterio
Insondable…?
Difícil.
Deja que horade el
aliento del Eterno, en tu latido oculto.
Deja que la gota
orante caiga en el sentido justo.
Celébrala en tu
silencio, cuando la luz aparezca. Guárdala y cuídala cuando la oscuridad
llegue: tu aliada en la lejanía.
Date cuenta… de qué
aliento eres…
Que a nadie
perteneces…
Descúbrete
¡liberado!…; liberado por lo amado, por lo sentido… sin renta, sin beneficio;
con arrullado aliento de cuidado, ¡de beneficio! De beneficio de sentirte
aupado hacia lo Innombrable…
Hacia el respeto de
la mirada, del tacto y de la palabra…
Hacia el cuido
sutil… ¡de lo inesperado!
***