Si somos habitantes de universo, no hay límites
22 de septiembre de 2025
Y acudimos a orar ante, al menos, la sensación de que es preciso desarrollarse en otras maneras.
Y acudimos a orar con la sensación de que algo falta.
Acudimos a orar, también, por el Misterio que intuimos… que nos llama. De ahí la “Llamada Orante”.
Y no es el orar el último reducto a la espera del milagro, a la espera de la gran solución… Pero cierto es que tampoco se excluye.
Nos llaman a orar para orientar nuestras búsquedas, para descubrir nuestras naturalezas, para apercibir nuestros dones, nuestras potencialidades, y ser equivalentes de la Creación. Y como seres creados, proyectarnos hacia una evolución de infinito, de ilimitados, ilimitados, ilimitados… e ilimitadas posibilidades.
Nos llaman a orar para sentirnos que habitamos en el Universo…
Que el personalismo de declararnos habitantes de tal o cual país, o de tal o cual lugar es pura vanidad.
Nos llaman a orar para advertirnos de que estamos en un proceso de Creación ¡insondable! Y en la medida en que nos sentimos universos, nos desprendemos de las egolatrías e idolatrías –pequeñas, medianas, grandes- que se tienen por motivos religiosos, políticos, económicos… y que enredan nuestra consciencia liberada y la someten a la razón manipulada.
Nos llaman a orar para que aspiremos a ese sentido libertario, no de libertades: de esas que nos dan como… esclavos.
No. No somos esclavos. Somos habitantes liberados, liberadores, que transitan en el universo.
Ahí debemos mantenernos al orar, para que como lluvia se derrame sobre nuestra cotidiana ansiedad, angustia, preocupación… y todo ese psiquismo de seguridades, de querencias, que constituyen habitualmente la gravedad; la gravedad de la permanencia bajo ese estilo de hedonismo personal.
Aunque sea por un instante, dejar de ser lo que creemos que somos y apercibirnos de nuestra vinculación y nuestra génesis desde el Misterio Creador.
Dejar de ser Pedro, María, Luis, Antonio… para ser el habitante, los habitantes, los que habitan en galaxias, en novas, en supernovas, rodeados de continuo transporte, continuo seguir hacia lo desconocido, hacia el misterio, ¡sin el ansia de descubrirlo!, sin el protagonismo de entenderlo.
Dejar de entender para sentir lo que ciertamente sentimos… Puesto que, habitualmente, sentimos lo que aprendimos, lo que nos enseñaron, lo que nos obligaron, lo que nos manipularon.
Sentir es algo más. Es justamente desprenderse del condicionante, de los condicionantes.
Quitar la cáscara y evidenciar la semilla.
Preocupados, ocupados, permanentemente llenos, el vaso se rebosa de egos… y no se airea, ¡ni entra la luz!, ni hay aroma en sus aguas.
Es la tónica que transcurre ahora. Es la tónica que nos lleva paulatinamente a aislamientos, consumos, materialismos, comodidades, dependencias…; insolidarias posiciones; determinismos y radicalismos que llegan a ser obscenos.
Ocupados en las amenazas, ocupados por las leyes, ocupados por las normas.
Ocupados.
¡Nos hemos ocupado a nosotros mismos!… y ocupamos a todo el entorno.
Sí: “okupas” permanentes que están fuera de su sitio.
Como humanidad, ocupados en interminables reuniones, extraordinarias y exageradas conclusiones que ocupan nuestra preocupación. ¡Ah, sí! ¡Además de ocupados estamos pre-ocupados!
Atentos a esta idea.
Por mínima historia que se conozca, se sabe cuándo hemos sido ocupados, cuándo han usurpado nuestras posiciones. Y, en consecuencia, nos han prohibido esto, aquello, lo otro, y han cambiado nuestras costumbres, nuestras ritualidades…
Y a todo esto, la humanidad no conoce cuáles son todas esas características. Aún nuestra naturaleza no está aclarada. Y cada uno define la vida y la humanidad como mejor le convenga a sus intereses, hasta el punto de que se llega a decir que el sentido de vivir es la muerte. Y nos parece normal. Y lo único que medianamente intuimos es el vivir.
Que el sentido del vivir sea la muerte… es la ambición de autogestarse –es la ambición de autogestarse- y no asumir ninguna descendencia.
Es un acto de egolatría disfrazado de independencia, de criterios y sabiduría.
Así que preocupados y ocupados. Preocupados de que nos ocupan.
Y no solamente nos ocupan nuestras queridas bacterias –que constituyen la base prioritaria del funcionalismo de nuestra estructura-, sino que, a nosotros mismos, y nosotros mismos, nos tratamos de ocupar: de ocupar el puesto de aquél, ocupar la posición del otro…
Y preocupados, claro, de no perder el privilegio, la prestancia o la importancia.
Ese es el máximo de poder al que ha llegado la especie. Y se felicita por ello.
Y no se trata de decir si es malo o si es... ¡No! Es darse cuenta.
La vida es un acto de bondad. Lo malo nunca ha existido. Nunca. Es un sentido unitario el que gesta eso que, sin saber lo que es, llamamos “vida”.
Y es bondad en sus muy diferentes e insólitas manifestaciones.
Somos unidad. Y en la medida en que nos damos cuenta de ello, nos desprendemos de esa posesión, de esa ocupación, de esa preocupación.
La Llamada Orante nos invita a deambular con la vida y por la vida.
Y es así que entonces dejaremos de ocupar y de preocuparnos permanentemente…; y, en consecuencia, nos evocaremos en la bondad de creativizar nuestros haceres, nuestra forma de estar, sin ninguna radicalización.
El reconocernos expresión creadora, con misión a cumplir en base a los dones que se nos depositan, supone una representación auténtica de nuestras misiones.
Y así sabremos sintonizarnos con… quien precisa nuestro servir. Y así sabremos servirnos de nuestras necesidades.
Un incesante encontrar, encontrarnos y que nos encuentren.
Cortejados, ocupados y preocupados por el ‘mie-do’, asediados por los castigos de infinitas formas… se llega a conceptualizar que la vida es sangre, sudor y lágrimas.
Y es así que tiene que surgir –en consecuencia- el impostor que mande, que ordene, que condene, que enjuicie, que penalice, que castigue.
Y cada uno a su nivel replica en esas… demandas, en esos mandatos.
La Llamada Orante nos advierte de esas posiciones… que se hacen universales, salvo excepciones. Y que inhabilitan, por la parálisis del miedo, cualquier propuesta, promoción, motivación o idea.
Y así, ahí están las ideas de la patria, de la bandera, de los ejércitos, de las religiones, de los políticos, de las economías, de las posesiones, de las pertenencias… Todo ello, una batería de disparos permanentes que bloquean cualquier iniciativa que no esté adherida a alguna idea ya establecida, ya impuesta, ya obligada, ya definida.
La oración representa el embrujo y el sortilegio de sentirse desligado de la propiedad de uno mismo y de la propiedad de cualquier situación.
Y nos hace suspiro, nos hace exhalar la íntima convicción de sentirnos instantes de bondades… y no estar paralizados en los continuos criterios de impactos, de traumas, de historias lineales que justifican mi rictus, mi ira, mi indolencia, mi temor.
¡No somos linealidad! Somos ondulaciones de frecuencias, de vibraciones.
El protagonismo del poder de cada uno, hoy se inclina al análisis racional, lógico y entendible… de que pasó esto, y luego por esto pasó lo otro, y por lo otro pasó aquello.
Sí. Se puede caer en la consciencia de certeza de que así es, pero es una ¡burla!
¡No somos “dos más dos, cuatro”!
El afán por tenerlo todo controlado, dominado, nos lleva incesantemente al dominio, a dominar… con el instrumento habitual del poder: la violencia, ¡de tantas formas!...
La Llamada Orante nos reclama una disposición a disponernos, a descubrirnos –nos reclama una disposición a descubrirnos-… y ver que no somos el complot de una serie de traumas, complejos…
Que esos son conceptos que hemos elaborado para controlar, dominar y establecer un estilo de vivir… que se convierte –como vemos- en una ‘desvida’, en una desvitalización; en el que la enfermedad es habitual, en el que el deterioro es normal, en el que la traición es lógica, en el que el daño es inevitable… y en el que “todo tiene un límite”.
Pero ¡si somos habitantes de universo!, no hay límites. El infinito nos aguarda, nos guarda, no soporta, no reconforta.
En el momento en que nos limitamos, precisamos de aniquilarnos… y necesitamos morirnos.
Podría decirse que, en esta infinitud en la que habitamos, es el ser, en su trayectoria, el que engendra el límite; y con ello, la muerte.
El Misterio Creador, en el Sentido Orante, nos reclama nuestra permanente inmortalidad, nuestro constante estar en el infinito, nuestra eternidad en diferentes formas y manifestaciones.
¡Y eso no permite!... –bajo esos criterios- ¡eso no permite esclavitudes de ningún tipo!, sino que, al revés: airea nuestras trayectorias, nos hace innovadores continuos… y nos permite tomar consciencia de nuestra procedencia.
La consciencia habitual, la conciencia habitual, cierto es que atraviesa un periodo de turbulencias, significativo. Y con la perspectiva del transcurrir, se descubre que ese estado de turbulencia inunda todos los sentidos.
Y, en consecuencia, el sentido de cada ser –como sus idealismos y sus proyecciones creativas- está condicionado.
Libertad condicional.
Y nos puede parecer, y en lo cotidiano de concienciarse parece que es así. Es así lo que toca, y no puede modificarse, no puede cambiarse.
“No puede modificarse”. Es la idea más falsa que existe para un habitante del universo.
En consecuencia, la Llamada Orante nos recalca que tenemos la potencialidad, los recursos y los medios para ejercitar nuestra liberación.
Y, en consecuencia, los elementos que nos impiden, que nos bloquean, que nos amenazan, son… elementos fantasmas.
Sí. Que en la medida en que nosotros nos hacemos habitantes de universo, no caemos en la “obligación”: obligados a lo familiar, a lo personal, a lo social, a lo cultural…
Sí. Pero, aunque todo eso está, el potencial de recursos de cada ser es ilimitado.
Y así nos quedamos sin justificaciones, con lo cual descubrimos nuestras capacitaciones.
***
If we are inhabitants of the universe, there are no limits
2025-09-22
And we come to pray with at least the feeling that we need to develop in other ways.
And we come to pray with the feeling that something is missing.
We also come to pray for the Mystery we sense... that calls us. Hence the "Prayerful Call".
And prayer is not the last redoubt, while waiting for a miracle, waiting for the great solution... But it is certainly not excluded either.
We are called to pray in order to orientate our search, to discover our natures, to perceive our gifts, our potentialities, and to be equivalent to Creation. And as created beings, to project ourselves towards an evolution of infinity, of limitless, limitless, limitless... and limitless possibilities.
We are called to pray to feel that we inhabit the Universe...
The personalism declaring ourselves inhabitants of this or that country, or this or that place is pure vanity.
We are called to pray to warn us that we are in an unfathomable process of Creation! And to the extent that we experience ourselves as universes, we detach ourselves from the egomania and idolatries –small, medium, large- that are held for religious, political, economic reasons... and that entangle our liberated consciousness and subject it to manipulated reason.
We are called to pray to aspire to that sense of liberty, not of freedoms: those that are given to us as... slaves.
No. We are not slaves. We are liberated, liberating inhabitants transiting the universe.
That is where we must stay when we pray, so that like rain it pours down on our daily anxiety, anguish, worry... and all that psyche of securities, of cherishes, which usually constitute gravity; the gravity of permanence under that style of personal hedonism.
Even if it’s just a moment, let’s stop being what we think we are and realize our connection and our genesis from the Creator Mystery.
Stop being Pedro, Maria, Luis, Antonio... to become the inhabitant, the inhabitants, those who live in galaxies, in novae, in supernovae, surrounded by continuous transport, continuous following towards the unknown, towards the mystery, without the desire to discover it!, without the spotlight of understanding it.
To stop understanding in order to feel what we truly feel... Since, usually, we feel what we learnt, what we were taught, what we were forced to feel, what we were manipulated to feel.
Feeling is something else. It is precisely to detach oneself from the conditioning, from the conditioning factors.
Removing the shell and revealing the seed.
Worried, busy, permanently full, the glass overflows with egos... and it doesn’t air out, nor does the light enter!, nor is there any aroma in its waters.
This is the trend now. It is the trend that gradually leads us to isolation, consumption, materialism, comfort, dependence...; unsupportive positions; determinism and radicalism that become obscene.
Busy with threats, busy with laws, busy with rules.
Busy.
We have occupied ourselves!... and we are busying the whole environment.
Yes: permanent "squatters" who are out of place.
As humanity, occupied in endless meetings, extraordinary and exaggerated conclusions that occupy our preoccupation. Ah, yes! In addition to being occupied we are pre-occupied!
Pay attention to this idea.
No matter how little history is known, we know when we have been occupied, when our positions have been usurped. And, consequently, they have forbidden us this, that, the other, and they have changed our customs, our rituals...
And yet, humanity does not know what all these characteristics are. Our nature is still unclear. And everyone defines life and humanity as best suits his or her interests, to the point that it is even said that the meaning of living is death. And that seems normal to us. And the only thing we can even remotely intuit is living.
That the meaning of living is death... is the ambition of self-creation –it is the ambition of self-creation- and not to assume any descendance.
It is an act of egotism disguised as independence, criteria and wisdom.
So, preoccupied and occupied. Preoccupied that we have been occupied.
And we are not only occupied by our beloved bacteria –which constitute the priority basis of the functionalism of our structure- but we ourselves, we try to occupy ourselves: to occupy the position of the one, to occupy the position of the other…
And preoccupied, of course, about not losing the privilege, prestige or importance.
That’s the maximum power the species has reached. And it congratulates itself for it.
And it's not about saying whether it's bad or whether it's.... No! It's about realising it.
Life is an act of goodness. Evil has never existed. Never. It's a unitary sense that gestated that which, without knowing what it is, we call "life".
And it is goodness in its very different and unusual manifestations.
We are unity. And to the extent that we realise this, we let go of that possession, that occupation, that preoccupation.
The Prayerful Call invites us to wander with life and through life.
And thus, we will cease to be occupied and preoccupied permanently...; and, consequently, we will evoke in the goodness of creatively orienting our actions, our way of being, without any radicalisation.
Recognising ourselves as a creative expression, with a mission to fulfil based on the gifts we have been given, implies an authentic representation of our missions.
And thus, we will know how to tune in to... whoever needs our service. And thus, we will know how to serve us of our needs.
An incessant finding, finding ourselves and being found.
Wooed, occupied and preoccupied by fear, besieged by punishments in infinite forms... one comes to conceptualise that life is blood, sweat and tears.
And so, consequently, the impostor who commands, who orders, who condemns, who judges, who punishes, who penalises, who punishes, has to emerge.
And each one at their own level replies to those... demands, to those commands.
The Prayerful Call warns us of these positions... that become universal, with few exceptions. And that, through the paralysis of fear, disable any proposal, promotion, motivation or idea.
And so, there are the ideas of the homeland, the flag, armies, religions, politicians, economies, possessions, belongings... All of this, a permanent battery of shots that block any initiative that is not adhered to some already established, already imposed, already obligated, already defined.
Prayer represents the enchantment and the sortilege of feeling detached from the ownership of oneself and from the ownership of any situation.
And it makes us sigh, it makes us exhale the intimate conviction of feeling like moments of goodness... and not being paralysed in the continuous criteria of impacts, of traumas, of linear stories that justify my rictus, my anger, my indolence, my fear.
We are not linearity! We are undulations of frequencies, of vibrations.
The protagonism of the power of each one of us today is inclined towards rational, logical and understandable analysis... that this happened, and then because of this, that happened, and because of that, that happened.
Yes, it is possible to become aware of the certainty that this is the case, but it is a joke!
We are not "two plus two, four"!
The desire to have everything controlled, dominated, leads us incessantly to domination, to dominate... with the usual instrument of power: violence, in so many forms!...
The Prayerful Call demand us a willingness to open ourselves, to discover ourselves –it demands of us to a disposition to discover ourselves-... and to see that we are not the plot of a series of traumas, complexes...
That these are concepts we have developed to control, dominate and establish a lifestyle... that becomes –as we see- a 'lifelessness', a devitalisation; in which illness is common, deterioration is normal, betrayal is logical, harm is inevitable... and in which "everything has a limit".
But if we are inhabitants of the universe!, there are no limits. The infinite awaits us, guards us, does not tolerate us, and does not comfort us.
The moment we limit ourselves, we need to annihilate ourselves... and we need to die.
It could be said that, in this infinity in which we dwell, it is the being, in its trajectory, that engenders the limit; and with it, death.
The Creator Mystery, in the Prayerful Sense, demands from us our permanent immortality, our constant being in the infinite, our eternity in different forms and manifestations.
And that does not allow!... –under that criteria- it does not allow slavery of any kind, but, on the contrary: it airs our trajectories, it makes us continuous innovators... and allows us to become aware of our origin.
The usual consciousness, the usual conscience, is certainly going through a significant period of turbulence. And with the perspective of the passing, one discovers that this state of turbulence floods all the senses.
And, consequently, the meaning of each being –like his idealisms and his creative projections- is conditioned.
Conditional freedom.
And it may seem to us, and in everyday awareness it seems to be so. This is what it is, and it cannot be modified, it cannot be changed.
"It cannot be changed". It is the falsest idea that exists for an inhabitant of the universe.
Consequently, the Prayerful Call emphasizes that we have the potentiality, the resources and the means to exercise our liberation.
And, consequently, the elements that impede us, that block us, that threaten us, are... phantom elements.
Yes, that to the extent that we have the potential, the resources and the means to exercise our liberation.
Yes, that to the extent that we become inhabitants of the universe, we do not fall into "obligation": obliged to the family, to the personal, to the social, to the cultural...
Yes, but even though all this is there, the resource potential of each being is unlimited.
And so, we are left without justification, and so we discover our capacities.
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