domingo

Lema Orante Semanal

 

LA LLAMADA ORANTE NOS RECLAMA LA TRANSCENDENCIA

31 de octubre de 2022

 

 

En el vértigo del acontecer, la inmediatez se convierte en verdugo de decisiones, de respuestas, de actitudes…, que pierden la sintonía con lo transcendente; que pierden la percepción de lo futuro; que se adhieren exclusivamente al inmediato dictamen, y cierran opciones, posibilidades.

La Llamada Orante nos advierte de la necesidad de la escucha, la percepción de las opciones que lo cotidiano ofrece… y saber descubrir la universalidad.

Los personalismos se hacen cada vez más fuertes. Los radicalismos se hacen precipitaciones. Y es así que el convivir plantea retos que… incluso –incluso- solucionables, el pensamiento humano continúa pensando –valga la redundancia- en que existe tal o cual dificultad, y se considera incapaz de asumir la solución.

 

Pareciera que es más fácil quedarse en el radicalismo justiciero. ¡Ya ha habido bastante de eso!... ¡Ya hay bastante, aún!

Pero pareciera que las situaciones –¡de cualquier índole!- que se produzcan, socialmente hablando, se consideran como una… agresión.

Y surge ese criterio de: “Cada uno debe defender lo suyo”.

Es la más ignorante de las sentencias. En el momento de decirlo ya excluye al resto de los restos de todos, y se convierte en un ególatra predominante.

Es así como el avance de la civilización humana progresa sin miramientos…

Y aunque tenga la solución del conflicto, enfrente, sigue obcecado en el conflicto. Y ni ve, ni menos aún participa en la solución.

 

Lo que difiera de nuestras consciencias… no se constituye como un ataque. Y eso ocurre cuando hay una “prevalencia”: cada cual se siente prevalente a cualquier otra opción que no sea la suya.

 

En ese estatus, se desarrolla una queja y una crítica… ¡permanente! Sea cual sea la propuesta.

No es ése el trato que la vida recibe, desde el Misterio Creador.

Ya la experiencia misma de vivir supone… un estado de infinitud, de liberación, de “milagro”.


 

Es generoso el aire, y no discute, cuando se ofrece en nuestra inspirada presencia.

Es bondadoso el alimento, cuando restituye nuestra fatiga, nuestro deseo.

Y debería ser complaciente la convivencia, comunicación… como parte de esa necesidad de comunión.

 

La comunidad humana vive en un permanente descontento, desacuerdo, rivalidad, inconveniencias.

El eje del desarrollo se ha centrado en la prepotencia de cada ser, y no… y no en la convivencia de amplificación de consciencias. Y menos aún en la consciencia de referencia de “La Providencia”.

La Llamada Orante nos llama a “providencializarnos”, a disminuir nuestra presión… gestada por la exigencia del estilo convivencial.

 

La posición de consciencia de poder ¡en todos los niveles!… supone un desafío constante a esa Providencia permanente que nos provee de recursos, de sugerencias…

Pero cierto es que, como humanidad, se ha alcanzado una posición de “solvencia”         –entre comillas-, de autogestión… que impide, impide percibir las sutiles influencias que permanentemente nos adornan.

La Llamada Orante nos reclama nuestra vinculación –por ser vida- con una Creación.

Y cada vez que actuamos con radicalismos, con autoritarismos, con posiciones de desenlace… estamos anulando nuestra referencia, nuestra auténtica referencia: el sentirnos situados en un Misterio Creador.

 

Se nos muestra, en el cotidiano acontecer, el dualismo expresado en el optimismo y en el pesimismo.

El optimista, que encuentra motivos de desarrollo, de avance y de logros.

Y el pesimista, que se debate en el deterioro.

Lo impecable lo ha desechado.

Y entre esas dos posiciones, entre ese dualismo, la Llamada Orante nos reclama el transcendentalismo. Sí, esa posición en la que no cuenta “lo positivo” y “lo negativo”, sino que cuenta “lo que transciende”, que es la experiencia de sabernos capaces –por la Providencia- de ser un acontecimiento ¡único!

“De ser un acontecimiento único”. Pero conscientes de que esa Unicidad se hace fusión con todos y… es una expresión del Misterio Creador. No hay dependencias. No es preciso la crítica continuada y el desespero inminente.

Es la búsqueda de la transcendencia en el hacer; el sentirnos ligados a la vida como una experiencia única, y así hacer únicos cada uno de los instantes.

Y tener y generar la capacidad de conversión; de reconvertir lo estropeado, lo echado a perder, lo erróneo, en algo recuperable, “redimido”.

 

En el magma de la vida, y en concreto de la humanidad, redimir es una necesidad, hoy. ¡Y siempre lo ha sido!, pero hoy parece como más necesaria. No está incluida en el catálogo de palabras ante la problemática de cualquier tipo. No.

Pero el orante ha de tomar consciencia de ello, y hacer del estropicio, del deterioro, de lo critico, de lo desesperado, una reconversión, una redención inevitable.

 

Suspira el pájaro en silencio, antes de su canto.

Se inspira… se inspira lo humano, y aguarda lo retenido, antes de expresar sus palabras.

Y así, en el mostrarse, no se contempla el error, no es precisa la crítica, y es posible respirar…

Respirar con anhelos de volar. Suspirar como plumas que se bandean al caer, sin tropezar.

 

Es preciso generar el adorno. Sí, ese adorno que esgrime habitualmente el poeta. Ese adorno que nos permite evaporar la dureza, la rigurosidad de los planteamientos.

En la medida en que somos capaces de adornar un acontecer, éste se hace más fluido, atractivo, posibilitante.

La búsqueda de rendimientos y de resultados despoja al hacer de la belleza del adorno. Sitúa nuestro cotidiano, en un rendimiento que priva del aliento, de la belleza del adorno, de ese instante de silencio, de ese momento de sonrisa… o de esa palabra de alivio.

 

Los augurios de la vida siempre son halagüeños.

La interpretación humana de ella –la vida- permanentemente es… reivindicativa, exigente, demandante. Y es así como la virtud del vivir se diluye, y se sustituye por una renta… que empobrece la mente y desliga, al ser, de lo transcendente.

 

Ámen

 

 

 

 

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