domingo

Lema Orante Semanal

 

LA CREACIÓN CONFÍA EN NOSOTROS DESDE EL MOMENTO EN QUE ESTAMOS

 

29 de agosto de 2022

 

Y al orar, nos disponemos a “con-sentir”… los designios del Misterio Creador que obran en nosotros. Y así testimoniar, en nuestro plano de configuración, nuestra procedencia.

Hacer uso de la Providencia, que nos provee de las ocasiones, de los momentos, de las circunstancias, de los testimonios, de las promesas… –de todo ello- para poder sentirme, en consciencia, procedente de ese Misterio Creador; que nos llama a orar… con la visión de que seamos escuchas que indaguemos en nuestros dones –que nos han dado-, y con ello seamos… evidencias… de nuestra procedencia.

 

Y ocurre –probablemente-… que, dada la abundancia de nuestros recursos, el ser se vanagloria de sus capacidades, de sus acciones… y de alguna manera se siente “auto creado”.

Y así, propaga sus vanidades, que ahora son alegres, mañana serán tristes, pasado serán de muecas, al otro serán de aplausos…

 

¡Qué extraño resulta el fenómeno de la vida de la especie humanidad, en la que cada ser trata de imponer sus posibilidades, sus recursos!…

Y hacerlo de tal forma, que no… no se mitiguen esos efectos, ante las secuelas que se esparcen alrededor.

Incluso se dice: “Lo siento”.

¿Qué siente…?

Lo que siente es… potencia, poder de haber –en alguna medida- doblegado al otro, a los otros, para conseguir una diferente posición. ¡La que sea! Y ante la dolencia ajena, producida, simplemente se dice: “lo siento” o “perdón” o…

Hay algunas cosas más como sentencias.

 

Pareciera, la especie, una tropelía de dioses que van arrasando lo que van encontrando, bajo la justificación de sus felicidades…

Y así también, cuando éstas no se ven cumplidas, el ser se mancilla, se desespera, se hace desolación. No acaba de asumir que el mundo no está hecho a su medida; que él tiene que asumir su posición.

 

Nos llaman a orar para que la virtud aflore…; para que demos muestras de nuestras capacidades…; para que las promesas no caigan en simples cortejos de “quedar bien”… y se hagan proyectos realizables.

 

Y es, lo humano, un proyecto ¡capacitador!... que, en la medida en que se desprende de su falso poder, aflora en él la esencia de su creación: el Amar, el Amor…; que se da y le dan “de gratis”.

Y en correspondencia, en gratuidad se ha de ejercer.

 

Nos llaman a orar y… enseguida, de inmediato… el reclamo de necesidades, el pliego de peticiones… como si cada ser no pudiera consigo mismo; menos aún, con el entorno que le rodea.

 

El acontecer cotidiano… –y es parte de la Llamada Orante- debe incluirse… en nuestra consciencia de Universo, en nuestra creencia de nuestro origen.

De esa manera, seremos ese microcosmos que… se equilibra, se referencia… y no se encapsula con lo cercano.

Ir descubriendo paulatinamente nuestras posiciones, nuestros deberes, nuestras “dis-posiciones”… para que así podamos interpretar universalmente, celestialmente, lo que acontece. Que, sin duda, implica un esfuerzo para despojarse del hedonismo… y para hacerse preguntas… y encontrar las respuestas que en alguna medida avalan lo que ocurre, lo que transcurre, lo que nos ocurre.

 

El ver a los otros como universos, y no como competidores…

El darse cuenta de que todo está “en torno a”…

Y así, por mucho protagonismo que se quiera realizar, éste se disuelve al contrastarlo con… lo que la vida nos da.

 

La Creación confía en nosotros desde el momento en que “estamos”. Y este detalle es significativo, puesto que la crisis habitual de desconfianza… ante todo y ante uno mismo, nos lleva al desvarío.

Si el hecho de “estar” implica una confianza universal del Misterio Creador… supone una complaciente posición –como mínimo-, ya que, al no poder alcanzar la magnitud de nuestra procedencia, el sí descubrir la confianza que en nosotros –en cada uno en particular- la Creación deposita, supone una iluminación en nuestra trayectoria.

Partiendo de ello, no precisamos de razones, explicaciones, estudios, preparaciones… y un largo etcétera de “dominios”…, sino que debemos ejercitarnos, en esa confianza, en los diferentes aspectos en los que nos vamos encontrando.

 

Así somos capaces de desarrollar proyectos, propuestas… imaginería suficiente como para optar hacia realizaciones.

 

Que toda actitud pase por el filtrado de nuestra consciencia de seres creados, en los que se confía, en los que se deposita un mensaje… para un hacer necesario.

 

Estamos transcurriendo en tiempos “necesitados”. La consciencia de nuestra confianza puede ser vital en nuestra comunión con lo cotidiano. La disgregación continuada del ego… que se cultiva y se promueve… nos aísla hasta el punto de dudar sobre nuestros recursos… y someternos a las imposiciones de colectivismos, de prestamismos, de falsas ayudas.

 

Y esa confianza que en cada uno de los seres se deposita… y que su verdadero ejercicio está cuando no la asumimos como propiedad, nos muestra… nos muestra otro nivel de confianza, que es esa fuerza que nos hace estar conectados, necesitados –los seres vivientes- unos de otros.

 

“Habita” entre nosotros… –y en nosotros, por la confianza que la Creación pone-… “habita entre nosotros” una cohesión, una fuerza de integración, un saber mirar a lo viviente como “imprescindible”…; un darse cuenta, desde la egolatría personal, de que estamos permanentemente necesitados.

En ningún sentido somos autosuficientes. Precisamos respirar, comer, dormir…

¿Cuál es nuestro nivel de autonomía real?

“Ninguno”.

 

Somos un diseño imaginario del Misterio Creador… –“un diseño imaginario del Misterio Creador”-, que nos rodea y nos coloca en una posición en esta Creación.

Y si nos descubrimos los unos a los otros, sin demandas impositivas, sin exigencias, sin dominios, sin controles, entraremos en la disposición de ver… esa otra confianza que afianza la comunión del vivir, y de asumir con gozo la confianza que en nosotros se deposita, y ponerla al servicio “de”.


No hagamos –no hagamos- de nuestro transcurrir, una individual capacidad. Asumamos la consciencia universal que sobre cada ser se deposita… y, a la vez… deslicémonos en esa presencia en nosotros, entre nosotros… para generar un convivir verdaderamente saludable; sin “sables”.

 

 

 

 

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