NOS LLAMAN A ORAR DESDE LOS “SINFINES”
4 de julio de 2022
Nos llaman… hacia la
Eternidad.
Y hacia ella nos
llaman, con el ejercicio de la pulcritud, el testimonio de la claridad y la
sincera intención solidaria.
¡Nos llaman!... hacia
la Inmortalidad. Y con ella nos aderezan, necesariamente, con la entrega
incondicional, con la fidelidad testimonial, con la admiración permanente.
Nos llaman hacia el Amar.
Y con ello nos muestran la imagen del Océano de Amor… repleto de vida, de
equilibrio, de armonía, de imprevistos…
Nos sugieren un amar
sin… retroceso, con cumplimiento de promesas, con reservas para las dificultades.
Con disposición hacia
la “aventura”, como el navegante…
Nos llaman hacia el
hacer. Y nos piden que sea impecable, entregado y pulcro; con la consistencia
de que lo realizado continuará sin trabas, aunque precise su revisión.
¡Nos llaman hacia la excepcionalidad!...
Y especialmente ahora, en que se vislumbra la extinción, en que se evidencia el
deterioro, en que se repiten las mismas propuestas…
Nos llaman a la
excepcionalidad, para una creatividad renovada. Para una aplicación permanente
de… detalles.
La excepcionalidad no
admite imitaciones. Y está innatamente en cada ser, puesto que cada uno trae un
mensaje, un código, un proyecto de hacer.
Y en el momento
adecuado aparecerá esa llamada. Saberla distinguir y… no amedrentarse, no
desautorizarse, asumir la grandeza de lo excepcional, sin protagonismo
especial, sino con la ¡Fe!... y la ¡Esperanza! constante de que el Misterio
Creador nos asiste. ¡No quiere para nosotros una vulgar presencia!
La evolución de la
especie nos reclama excepcionalidades.
El vivir nos llama… Nos
llaman al vivir, con las cántigas de… el humor, el ¡ánimo! y la transparencia; y
sentirnos sublimes ignorantes, pero capaces de admirarse, de reconocerse en
nuevos caminos…
Nos llaman a vivir “singularmente”…
para que seamos admirables y admirados mutuamente, y establezcamos una
convivencia de admiración, de respeto, de ¡ilusión!...; de emociones
permanentes.
Nos llaman a ayudar… –en
ese vivir- ¡ayudar a lo necesitado! A lo que precisamente… o para lo que
precisamente estamos diseñados.
Y ahí debemos aportar
nuestra presencia, nuestra sapiencia, nuestra sensibilidad, nuestra
comprensión.
¡Nos llaman hacia el
equilibrio y la armonía!, para que nuestras acciones no dañen colateralmente a
nada ni a nadie. Seamos diversos, sí, pero no combatientes.
Nos llaman a
creativizar, sí, a poner ese “detalle” a esa actuación diaria: desde el “buenos
días” hasta el “buenas noches”. Un transcurrir de vigilia que tenga
la sonrisa clara y transparente, la respuesta sin “peros”, el ánimo creciente y
la queja ausente.
¡Nos llaman hacia la
Fidelidad de lo Revelado!, ¡de lo que nos revelan!; de lo que nos revelan a
cada uno, a través de nuestro transcurrir, para que seamos fieles devotos de
esa revelación… y cumplamos con los dones que nos han donado.
Y, claro, sí, cuando
nos llaman… es normal…
Palabra terrible. Sí.
Terrible, porque la vida no admite esa palabra: “normal”. ¿Qué es “normal”? Es
la terrible palabra que ha inventado el ser humano para cosificar, dominar,
controlar, manejar, manipular. Y una vez que ha hecho todo eso, eso que ha
conseguido es lo “normal”.
La vida no es un
acontecimiento “normal”. Hasta desde nuestra ignorancia en este lugar del
Universo, nos damos cuenta de que es un acontecimiento ¡excepcional!,
¡extraordinario! ¿¡Cómo podemos convertirlo en ordinario y vulgar… y “normal”!?
Nos llaman a ser… a
ser y estar, con la prudencia y el ¡entusiasmo! de la disposición “disponible”.
Y en esa Eternidad,
nos disponemos “¡ad infinitum!”. ¡Sí!; puede sonar a muy rocambolesco o
grandioso, ¡pero es que estamos en un Universo grandioso! ¡¡Habitamos en un
lugar increíble!! ¡Pero el ser humano está empeñado en controlarlo, dominarlo y
poseerlo… y asegurarse su parcela! ¡Y en el Infinito no hay parcelas! ¡En el
Infinito no hay casas ni terrenos! ¡Hay disposición para el viaje, para el
trance, para el éxtasis!
Para eso nos llama la
Oración: para que abandonemos toda “normalidad”… y seamos la excepcionalidad.
¡Y nos demos cuenta de ella, no de cara al entorno, no!; ¡de cara a nosotros
mismos en relación con lo Eterno!
Nos llaman hacia la
comprensión, la flexibilidad, la condescendencia… Características de la vida
que sabe adaptarse sin renuncia; aprender con valentía a ofrecer ¡siempre! –y vale la palabra, por lo
infinito que supone- lo mejor. Lo
que sentimos que es lo más virtuoso de nuestra estructura, de nuestros dones.
Será la sonrisa, será la mirada, será el canto, será la habilidad, será la
manualidad, será…
Cualquier punto es…
fundamental.
¿Es que acaso no
necesitamos de todos ellos…?
¿Es que acaso no
precisamos de infinitos detalles para… sentirnos plenos, ¡¡sanos!!? Y no, como habitualmente,
achacosos, incómodos, dolidos, preocupados…
Lo “normal”.
¡El ser humano no es
una entidad normal! Es una entidad extraordinaria.
Y esto no significa
que sea… bondadoso, generoso, vital. No. Pero significa que debe aspirar a ello
porque está diseñado para eso.
Darse cuenta de la
excepcionalidad que cada uno representa con respecto a otros. No como mejor ni
como peor, sino como diferente. ¡Eso es creativo!... ¡Eso es ejercitante!...
Eso nos promueve hacia nuevas y diferentes acciones.
Sí. La Llamada Orante
nos hace estas consideraciones, porque el ser camina hacia una nueva
esclavitud. Una esclavitud de impuestos, leyes, normas, costumbres… ¡horror!
Producción, consumo, renta… ¡horror!
La nueva esclavitud:
trabajar para pagar…; producir para rendir…
Y lo peor: que el ser
lo asuma como “normal”. ¡Que ni siquiera tenga la rebeldía interna! Esa que
asume la situación, pero que no la
comparte. Esa que se ve esclavo, pero aspira a liberarse.
Y ¡no! La costumbre
se hace ley –¡ay, la ley!, ¡la ley!-... Hasta se atreven a llamar “leyes de
vida”. ¿Qué ley tiene la vida? ¿Dónde está? ¿Quién la ha escrito? ¿Ese
escriba…? ¿Aquel gobernante…? ¿Aquel filósofo, aquel sabio, aquel místico…
escribió la ley? Si fue así… es impresentable. La vida no precisa de leyes. Es
más, no las tiene. Tiene ritmos,
frecuencias, adaptaciones, cambios, evoluciones… Y a poco que veamos, y a poco
que se haga, eso se puede observar.
Puedo permanecer una
eternidad en un lugar, y ser eternamente cambiante.
Que nada ni nadie
acalle mis voces libertarias. Las que se saben comprometer sin miedo. Las que
asumen su transcurrir, con esperanza. Esa ritmología de la esperanza que
espera, que sigue, que continúa, que anhela, que suspira… en ¡la Fe!, en
saberse ¡iluminado! –sí, iluminado-… por el Misterio Creador. Y saberse y
descubrirse cuando ¡nos ocultamos!… de esa iluminación –como nos recuerda el
Paraíso, cuando toma la fruta prohibida y el ser se oculta-.
Así transcurre la
Humanidad, hasta ahora: ocultándose de la iluminación; de la iluminación que le
da diariamente el Ama-necer.
Y se oculta bajo el
pretexto del miedo. ¡No! ¡El Misterio Creador no infunde miedo! Han sido los
suplantadores, los que han creado la figura del “Dios” que nos castiga y nos
persigue…
Ese no es el Misterio
Creador. Ese es un ídolo de barro… que se deshace con las primeras lluvias.
Advertirse…
advertirse continuadamente de que nos iluminan. ¡Es igual que cuando amanece! ¿¡Por
qué creen que llega la luz!...?: para iluminarnos.
Pero no solamente
para darnos la luz para que podamos ver. No. Para que podamos visualizar algo
más que el ver.
Y el ser se esconde
aprovechando la habilidad de su inteligencia. Y construye su hacer de
hormiguero, de ¡repeticiones!
Y cosechando fracasos
en la oscuridad, mientras le siguen iluminando para que no coseche fracasos,
sino que acumule –¡sin poseer!- luminarias, luces de habilidades, de
imaginaciones, ¡de nuevos poemas que aclaren el sentir!
Y darse cuenta… –¡ay!-…
y darse cuenta –y es tan fácil, pero es tan olvidadizo…- y darse cuenta de que,
en el “asegurarse”, en el buscar el acomodo, comodidad, ese bienestar y esa
normalidad… darse cuenta –e insisto, no es difícil darse cuenta- de que
aparecen momentos de desidia, de cansancio, de ¡abatimiento!…
¿Deberían estar? ¿O
son productos de un transcurrir equivocado… gris… opaco…?
Nos llaman a orar
diariamente para abrazarnos con la luz…; para hacernos luminarias conscientes.
Y la luz es clara. La
luz nos aclara. ¡Y claros debemos ser! ¡Aclarados debemos mostrarnos!
Confianza debemos
generar… La suficiente, al menos, para una mínima fidelidad.
Sí. Nos llaman a orar
para iluminarnos. Nos llaman a orar para que… descubramos lo que está ahí,
esperando a que lo veamos. Pero tenemos que tener la actitud y la disposición,
el abandono del fundamentalismo…; ese fundamentalismo que estrecha, que cierra,
que angustia, que ¡juzga!…
Nos llaman a orar
desde los “sinfines”…
Para hacernos
sentirnos infinitos.
Para que no
decaigamos en nuestras posiciones virtuosas.
Para que seamos
representaciones, en realizaciones, de lo Eterno.
Para que sigamos, amparados en las sorpresas que
nos presenta la luz de cada día.
¡Ese es nuestro
Auxilio!
Y al sentirlo,
dejamos de confiar en nuestro intelecto, en nuestra razón, en nuestro capricho,
en nuestra querencia… y nos abrimos a las claridades que nos ofrece permanentemente
la Creación.
Nuestro auxilio es “el
Nombre”. Nuestro Auxilio es ese Misterio Creador.
Cuando lo
sustituimos, lo borramos, lo apartamos, y hacemos de nuestro auxilio nuestra
razón, nuestra querencia… entramos en la negligencia; entramos en la
esclavitud.
Y, bajo el Auxilio de
“el Nombre”, nos atrevemos al mantra…
[1] “aAAAAAAAAAA…”
Nos llaman a meditar
en nuestro hacer de cada día.
Nos llaman a
contemplar nuestras acciones y las acciones del entorno.
Nos llaman a
descubrir… nuestras auténticas atracciones: esas que son imprevistas; esas que
nos pillan de sorpresa; esas que nos iluminan… y nos dan ¡alientos nuevos!
Nos llaman a no temer.
A habilitarnos para
sortear las dificultades; las nuevas situaciones.
¡No suplantar esa
Llamada, con la llamada de los impuestos, la llamada del trabajo, la llamada
del sitio, del lugar!... No.
Escuchar la Llamada.
¡Escuchar!... el
clamor con el que nos alumbran cada día… hacia una ¡Bondad Superior!
Sentirnos humildes
servidores…
Pero servidores ¡elegidos!
Sí. Elegidos por la Creación.
Y por ello,
singulares y excepcionales. ¡Y necesarios!... para esgrimir nuevas dimensiones
que, hoy por hoy, nos alejen de la esclavitud acrecentada.
Somos vida de
liberación; no, vida de libertades: de esas que te dan y te quitan… otros como
tú.
Si mi Auxilio es “el
Nombre”, mis seguridades no sirven. “No sirven”.
Serán un cúmulo de
contrariedades, de preocupaciones. Y no habrá aire para que la luz
resplandezca.
Escuchar la llamada
de la ¡luz!
***