martes

Lema Orante Semanal

 

PERSEVERANCIA, CONFIANZA Y ESPERANZA

23 de noviembre de 2020


 

Transcurre… la humanidad, entre tolerancias-intolerancias… rigideces y blanduras. Y con permanente impunidad.

Los tolerantes dan por buena cualquier respuesta. Los intolerantes sólo se escuchan a sí mismos. Los rígidos imponen sus criterios, y los blandos no los tienen. Todo ello con impunidad, es decir, sin que sea punible cualquiera de las actuaciones de rigideces, blanduras…

Esta impunidad surge de los extremismos, y de los permisivos procesos que dan por buena cualquier respuesta.

Lo flexible se encuentra ausente. Y en consecuencia, la adaptación a los aconteceres, y al medio en general, se hace torpemente: o con rigideces o con blanduras, o con tolerancias o con intolerancias.

 

Desaparece paulatinamente esa flexible naturaleza que se adapta, que oscila… y se adoptan las posturas extremas; con lo cual, la incomunicación y el enfrentamiento es inevitable.

El Sentido Orante nos plantea este magma, esta vibración en la que se está moviendo nuestra especie. Nos llama a esa flexibilidad que contempla las excepciones, que no asume la impunidad, que reclama las responsabilidades.

“Flexibilidad”, “adaptación”, “responsabilidad”…

Y todo ello se muestra cuando el ser se ejemplariza a través de la “austeridad”.

Sí, ése es el toque que permite esa flexible excepcionalidad.

 

Y en esa austeridad de “lo imprescindible y lo necesario”… la exigencia, la productividad, la imposición no deben vibrar.

Sin duda, es preciso un esfuerzo, pero adaptado a la naturaleza de cada ser y contemplando las excepciones.

Así, la consciencia se desarrolla con recursos para ver la intuición…, para sentir el lenguaje de la Providencia, para descubrirse en el Universo Creador, para sentirse creatividad permanente, para escuchar al que habla, para alejar el prejuicio, para favorecer la imaginación, para aclarar los sentidos, los sentires, y para hacer del convivir cotidiano una emoción; una emoción que nos lleve a ver los diferentes lenguajes que se nos presentan cada día.

 

El esfuerzo no ha de ser ni agotador, ni exigente, ni impositivo, ni ¡comparativo!

Cada ser se debe ajustar a sus recursos, a sus medios, a sus capacitaciones. ¡Y no por ello renunciar a su evolución!, a sus nuevas adquisiciones, a sus amplificaciones de consciencia. No atribuir a la aceptación y a la adaptación complaciente, el inmovilismo; más bien darse cuenta de que esa adaptación, esa modulación ante el medio, lo que hace es reconocer a cada ser en lo que es… y promoverle hacia nuevas perspectivas.

 

La Llamada Orante nos “resuena” en el servicio, en el cumplir, en el saber estar según las necesidades, que en ningún caso deben constituirse en dependencias, porque ello anula la relación y encapsula la comunicación.

 

El Sentido Orante, con su llamada, anuncia la necesidad de estar “dispuesto”, “disponible”… para corregir, para rectificar, para remodelar, para restaurar… tanto a sí mismo como al entorno o los medios en los que nos encontremos.

 

Los extremismos y las tolerancias, aupadas por la impunidad, llevan al ser a la desconfianza. En cualquier momento salta como un cortocircuito, y nos deja sin luz.

.- ¿Pero no confiabas tú? Y tú, ¿no confiabas?

.- Sí, pero….

 

La confianza no guarda “peros”. Confía.

Y ese “confiar” produce en el otro, en los otros, respuestas confiadas. Aunque tengamos que pasar por tránsitos incómodos… en los que se presentan situaciones ¡poco fiables!, o muy poco fiables. Aún así, la confianza es imprescindible, porque somos seres de comunión, seres de comunicación, seres de solidaridad. Porque gracias a ello podemos conseguir, lograr, alcanzar…

 

Es cierto. Es cierto que, en esa impunidad, a los confiados se les engaña. Es cierto. ¿Y…?

Alguna ventaja sacarán los engañadores. Pero si asumimos las posturas belicosas o de rechazo, no favoreceremos el sentido solidario. Más bien anunciemos, anunciemos desde la confianza, al que nos engaña, que somos conscientes de eso, ¡que nos damos cuenta! Igual que nos damos cuenta, cuando realizamos cualquier labor en común, de quién participa y de quién no participa.

Pero la perseverancia, la confianza y la esperanza nos pueden dar o pueden dar la sensación de ignorancia, de no darse cuenta. Puede dar la sensación de que es fácilmente abusable.

Gravísimo error. Porque el exceso de abuso, el exceso de engaño, cuando el confiado persevera en la confianza, ese exceso puede encontrarse con el rigor.

¿Es que acaso se pensaba que la confianza, la perseverancia y la esperanza eran flanes débiles, insensibles y ¡estúpidos!, que no se apercibían, porque no combatían, porque no llamaban la atención, porque no exigían…? Grave error.

La perseverancia, la confianza y la esperanza se fundamentan en el rigor que el ser asume como intermediario, como ser inspirado por la naturaleza del Misterio Creador. Es un rigor ¡amable!, amoroso, pero riguroso. Pareciera una contradicción, mas no lo es… Porque alberga multitud de posiciones. Porque orienta como el faro al navegante. No le engañan. Es riguroso en su luz. Como es riguroso el amanecer, el anochecer y la permanencia de las estrellas.

Pero no nos atacan, no nos confunden. Nos orientan, nos ayudan, nos aclaran.

 

¿Acaso no hay perseverancia, confianza y esperanza en cada uno de nosotros, por parte de la Creación, por parte de las casualidades, de la suerte?

¿Acaso no nos brindan regalías que no se corresponden con nuestras aportaciones, con nuestras capacidades? Que lo digno sería decir: “No soy digno”. Pero el rigor nos implica aceptarlo, y con ello admirarlo. Y necesariamente hacerse humilde.

 

Que nadie prevalezca sobre alguien, porque será como una bota sobre su cuello. Que, más bien, el que mejor dotado esté de cualquier habilidad, done sus dones y capacite a otros.

Que la biodiversidad de nuestras naturalezas comparta sus capacidades. ¡No para ser iguales, no! Cada ser tiene su universo personal… del que ha de dar cuenta permanentemente. Pero cualquier arrogancia por el saber, por la erudición, por la posición, ¡por el carácter que se tenga!… es una grave ofensa a la confianza, a la perseverancia y a la esperanza.

Grave ofensa.

Porque ¡ay de aquellos que, aprovechando su erudición, contemplan y escuchan al ignorante que expresa lo que siente, y lo desprecian!, y no le aportan su erudita posición. Le escucha para sentirse superior.

Ciertamente, el actuar así conllevará el temor y las debilidades.

 

Los avisos de las Llamadas Orantes encierran una generosidad infinita. Orientan hacia horizontes sin límites. Recogen a cada ser en su identidad, y a la vez lo sitúan en sintonía con los demás seres.

De esa forma, la importancia personal, la egolatría y la idolatría habitual no tienen cabida… porque es el Misterio Creador el que todo lo alberga, el que todo lo expande, el que no se limita.

Ninguna criatura puede alcanzar esa magnitud. Pero sí sintonizarse con ella, porque de ella procedemos… y con ella estamos, porque ESTÁ.

Sin su presencia, no hay vida.

 

 

 

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