SE LE TIENE MIEDO AL AMAR
18 de junio de 2018
Contemplando los sentires de
humanidad, es posible que, salvo excepciones, en el Principio –que era la Manifestación-,
los seres tenían los recursos y los medios paradisiacos en los que
desarrollarse.
Probablemente, su consciencia era…
de “plenitud hacia lo Creado”. Por así decirlo, no había separación entre el
Misterio Creador y su expresión Creadora.
Luego, algo ocurrió. Ese “algo” va
a permanecer en la órbita del Misterio, pero podemos aproximarnos con las
palabras… y decir que estaba en la frecuencia de “la desobediencia”.
A partir de ahí, la consciencia
continuista desde el Misterio hasta la Manifestación se diluyó. Seguía
existiendo porque… para ello era necesario la asistencia continuada, Creadora.
Pero la consciencia de lo creado no… no asimilaba esa Fuerza, y la empezó a
localizar en el sol, la luna, las estrellas… Empezó a perder inmaterialidad y a
ganar en materialidad. Fue ‘antropoformizando’ el Misterio Creador... y la
relación se hizo “peticional”.
Sí. Pedía y pedía: cosechas, caza,
buen tiempo…
Y a veces parece que coincidía, y
otras veces no. Y cada vez el ser fue confiando más en sus recursos, en sus medios,
en sus capacidades, en sus ¡alianzas!
Y cada vez necesitaba menos una
referencia con la Creación. Se hizo referencia él mismo. Y, de ser “imagen y
semejanza de”, pasó a ser, él, la
imagen y semejanza de todo lo demás.
Y así ocurre con cierta frecuencia,
¿no?
Luego se instauró rápidamente el
que… “quien no está conmigo, está contra
mí”, y entonces… no había posibilidad de diálogo.
Esa “plenitud” de sintonía con la
Fuerza Creadora, además de diluirse y desdibujarse, se fue convirtiendo… –en
base al descubrir de los recursos y de los logros que tenía el ser- se fue
convirtiendo en… querencias.
¡Sí! Era evidente que no se podía
vivir aislado absolutamente: no tenía suficiente configuración vital, el ser,
para autogestionarse, sino que necesitaba…
de todo.
Merced a esa… –desvaída ya-
relación entre la Fuerza Creadora y él, del Principio de los principios de la Manifestación
paradisiaca, eso se convirtió en querencia; en “querer”.
“Yo
quiero esto”… Yo quiero aquello”… “Yo quiero lo otro”…
Y ese querer se hizo Poder.
“Puesto
que quiero esto y aquello, y lo consigo, lo
poseo… tengo un sistema de
gratificación por el logro conseguido”.
De tal forma que las relaciones del
ánima se fueron y se van configurando básicamente en base a… el logro, lo que
puedo conseguir, lo que consigo, lo que puedo apropiarme…
“Querer”.
“Y
sí, te quiero mucho, pero lo que quiero de ti es esto y esto y esto y esto”.
“¡Oh!,
sí, te quiero muchísimo, pero lo que realmente quiero es aquello, lo otro y lo
de más allá”.
Y, entre quereres, las posesiones
se dividen, se combaten, ¡se enfrentan!…
La ascendencia que la Creación
tiene sobre sus criaturas… es infinita. Y en esa infinitud, y entre tantas
querencias, resplandece por momentos… el Amar; que no posee, que no reclama,
que no exige, que no pide; que no hace otra cosa que disponerse a ofrecerse, a
servir, a darse.
Esta tenue vibración se balancea… y
se hace espejo ante el querer.
¿Habrá que decidir entre amar o
querer?
¡Hombre! Globalmente, la decisión
que permanece ahora es ¡querer!
Ahora que se quiere seguridad, se
quiere economía, se quiere… todo puesto, sin esfuerzo; todo puesto, sin nada
que ofrecer.
Lo que debe alertar al ser, desde
la óptica Orante, es la falta de criterio… para saber si está queriendo o
amando.
Y entre otras cosas no hay ese
criterio, porque se confunden las dos opciones, como si fueran la misma. Y no.
La humanidad está ahora pendiente
de sus logros, de sus títulos, de sus premios, de sus alabanzas, de sus
ganancias…; de sus seguros, de sus posesiones.
El Amar resulta… poco
rentable.
No gana, no es exigente, no es
impulsivo, no es posesivo…
Es como la mar: está,
permanece; siempre diferente en el llegar de sus olas; siempre imprevisto en el
actuar de sus corrientes. Y aunque algo sabemos de ello, mucho oculta como
Misterio.
El querer sería semejante a los
ríos.
Y el Amar sería equivalente
a los
mares.
El hombre conquista los ríos, se
establece en sus veredas, surca los mares y… y de ello queda la nostalgia del
infinito océano que no tiene límites.
Se hace insondable.
Pero al río se lo controla, se lo
domina, se le ponen presas, se le hacen desagües, se le cambia la ruta… Se le
obtiene un beneficio, una renta, una ganancia.
Con el mar también se
intenta –y de hecho se logra-, pero… no es tan moldeable, no es tan cambiable.
Se pueden obtener sus recursos, pero… su permanencia en las tres cuartas partes
del planeta es como la huella divina del Amar.
Pero, como mucho, parece que el
hombre se atreve a navegar… sin ver en la mar el Reflejo Creador, la
apuesta por estar en el origen… y vibrar en nuestra ascendencia.
Se le tiene miedo al Amar.
Sí; porque… no se le puede manejar,
manipular, poseer, agarrar, guardar…
Es más fácil “ganar”… con el querer
y con el Poder que ello pueda generar.
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