La
Eterna Primavera
27 de marzo de 2017
Hubo… –seguramente- tiempos en los
que “creer” era… inevitable.
Salía el sol cada mañana y se
ocultaba dando pie a la noche.
Seguramente hubo tiempos en los
que… “creer” se hizo dogma.
Y por ello, se expandieron las
creencias, y con ellas, las conquistas, las imposiciones, las reglas, las
leyes…
Hubo tiempos en los que creer era ¡un
deber!, y con ello se convivía como… como un aditamento más de la vida.
Luego, siguieron tiempos de ¡discusiones!...
en torno a las creencias: unos creían unas cosas, otros creían otras. Y entre
creencias y creencias se disputaban la verdad.
Vinieron tiempos en los que las
creencias siguieron discutiendo, pero empezaron a declinar. Ya no era un deber
ni obligación “creer”; ya no era un aditamento de la vida.
Y vinieron –y están- tiempos en los
que… radicales creencias se aposentan, y emplean el miedo y todo tipo de
violencias para reclamar su credo.Y a la vez –y a la vez- más y más… más y más
incredulidad se genera.
Malos tiempos para creer.
Y creer es crecer, es
‘creativizar’, es confiar; es esperanza, es primavera…
Y todo este desarrollo,
evidentemente, no es sólo de religiones y filosofías, ¡no!, sobre todo –“sobre
todo”, aunque tenga esas representaciones religiosas, filosóficas- sobre todo
es personal; que hace que luego sea social; que hace que luego sea universal
–bueno, eso es mucho todavía, digamos “planetario”-.
Al dejar de creer unos en otros,
las opciones de crecimiento, alianza, colaboración… –casi decimos “amor”- son inviables.
Sí.Se parte ya de un nivel de
desconfianza; se parte ya de ocultar “parte de”; se parte ya… de lo partido, de
lo resquebrajado; se parte del “ya veremos”, y obviamente, la tendencia es ver,
entre lo peor, y lo peor que me puedo imaginar.
Y lo curioso de ese descrédito que
el ser hace a los seres de su propia especie, lo peor de ese descrédito, es que
cada desacreditador cree, ¡cree! –¡sí, cree!- que tiene la verdad, que tiene
razón, que tiene sentido, que tiene lógica.
¡Es terrible!, ¿no?
“No
creo en nada ni en nadie, pero creo que tengo razón. Creo que poseo la verdad y
creo que mi opinión es la buena. Creo que mi visión es la exacta. Creo que mi
juicio es el adecuado. Creo que mi condena es justa. Creo que mi castigo es… el
adecuado.”
Parece que no se puede vivir sin
creer.
Pero se ha llegado a un punto
¡crítico!, ¡cítrico, ¡ácido!...
Y el Sentido Orante de hoy nos
advierte de esa situación, para que cuando los radicales… incrédulos, cuando
los planteamientos ¡rompen y quiebran!, se alerten de que empiezan a creer… que
el mundo es “lo que creen que es”.
¡No saben nada!
Pero como… en la manada, cada
miembro se mueve en esa dimensión, todos creen saber la verdadera posición. Y
están seguros de su creencia, con su carácter, con su criterio…En definitiva,
con su imposición.
Es semejante al juego de billar, el
pool, en el que una bola golpea a un triángulo de bolas agrupadas, pretendiendo
encasillarlas en un agujero; semejante al juego del “bowling”, en el que una
bola gigantesca se precipita sobre muñecos estructurados y destinados a ser
dinamitados.Porque cada propuesta de creencia radical, en nuestro hacer
cotidiano, que implique dominancia, soberbia… y –sobretodo- posesión de la
verdad, es un golpe severo a la comunidad humana. ¡No es primavera!;no es
estación.Es inmovilismo; es imposición…; es sectarismo; es… ¡terror!.
¡Sí!, semejante a lo que antes de
ayer ocurrió en Inglaterra –por cifrar algo cercano y momentáneo-.Pero también,
ayer, bombardearon salvajemente Mosul, y saltaron por los aires, “en el nombre
de la verdad”, miles de seres… inocentes. ¡Inocentes!
Unos se catalogan de creyentes
radicales; los otros, de incrédulos, pero creyentes de “su verdad”.
No es difícil… deducir… el porqué
de una contienda, el porqué de un terror.No. Es fácil,
bajo ese magma, esperar cualquier sorpresa.
No. No son buenos tiempos para
creer; no son buenos tiempos para enamorarse; no, no son buenos tiempos para
entusiasmarse.
¡Pero...
pero a pesar de la omnipresencia, omnipotencia, y la decisión tajante de los
que tienen y poseen la verdad, a pesar de ese caudal humano de ¡terror!, a
pesar de ello…llega la primavera! ¡Y amanece, y anochece, y salen las
estrellas!Y aparece el arcoíris… Y el rocío se hace invisible, pero llega.
No hace falta plantearse creencias.Somos
producto de ello.
La traición, cuando usurpamos la
verdad y decidimos el hacer irremediable, es simplemente… una traición,¡sin más!;
espesa, dura y retráctil; que no sintoniza con la Creación; que ha declarado la
guerra a las galaxias, a las estrellas, ¡a todo lo que encuentra a su alrededor!,
que no sea lo que el individuo crea que es, ¡que debeser!, o ¡como debe ser! Se
echa por tierra cualquier –¡cualquier!- experiencia, vivencia o… simple
ilusión.
Porque la verdad propia ¡exige!
¡Exige importancia!Demanda… ¡valor! Un pulso a la Creación.
La oración nos advierte de esa
posición que encela a los humanos en
este tiempo; en este ritmo… de destrucción.
Puntualmente, amanece.
Puntualmente anochece.
Y con esa confianza, ¡con esa fe!,
con esa ¡creencia!, despertamos y nos dormimos. Si no fuera por esa evidencia y
constancia creadora, amorosa, generosa, ¡no habría vida!... Debería ser –en consecuencia-
el vivir, el convivir, el compartir, el congeniar –el “con”: conamanecer y
conanochecer-… depositar la misma confianza, el mismo credo, las mismas
evidencias que cuando amanece y anochece. ¿No son acaso modelos, como lo es –a
otro ritmo- la primavera, el verano, el otoño, el estío, el invierno…?
Constancia de creencias de…
previsiones de vida.
Mientras la especie se desangra
entre hambres, ignorancias, guerras, engaños, mentiras, estafas, vigilancias,
persecuciones… y un largo etcétera, curioso, la Creación sigue confiando en la
Vida.
Y parece que la Vida de humanidad sólo
confía en la muerte. En la muerte de sentir, en la muerte de emocionarse, en la
muerte de ilusionarse, en la muerte de convivir, en la muerte de deshacerse, en
la muerte de consumirse,¡consiguiendo así!… que el sentido de la vida sea la
muerte.
Mientras, ¡la Creación se empeña en
mostrarnos que el sentido de la Vida es la vida!
¡Sí!¡Sí, sí!La Oración es
primavera. Es primavera, porque recoge el deshielo de la desconfianza… y lo
hace riachuelo, río y mar. Y en su paso… crece el vegetal, con su verde, con
sus flores y frutos…; con “el alimento”.
Oración
es alimento. ¡Es una Eterna Primavera!... que
nos conduce a nuestro eterno origen de agua, ¡para hacernos sutiles ante la
evaporación!, hacernos sublimes ante las nubes, y hacernos generosos ante la
lluvia y la nieve.
Cada vez… cada vez que se abandona
la Eterna Primavera, por la verdad personal de un invierno ya deshelado, el
pétalo de una flor se marchita.
Las promesas de Eterna Primavera
siguen ahí… creadoramente, a disposición del que quiera tomarlas, aspirarlas,
¡sentirlas… como ideales que son! Seguramente luego, después de un análisis
concienzudo y una razón “lógica”, se destruirán. Pero… mágicamente –es difícil
que el que destruye crea en la magia- pero… sí, mágicamente, ahí seguirán.
.-¡Pero
si la he destruido!...
.-“Has
destruido”… ¡no! “Te has destruido”. La promesa sigue intacta. Tú crees haber
destruido una promesa ideal, idealista, porque has descubierto, porque has
creído, porque has descreído, porque te has desengañado, etc., etc.“Destrucción”.
Y el individuo cree que con ello ha
terminado con esa promesa que la
Creación ha brindado. No.
Darse cuenta de… el impedimento que
el tiempo actual del ser impone: bloquea el libre circular de ese deshielo;
desvía el cauce de las aguas; vacía la cuenca de los ríos…; hace al mar…
entristecer;el Océano de Amor se lamenta:un llanto silencioso que se expresa en
la orilla, cuando la ola tímida llega y derrocha su espuma. ¡No, no! No son
espumas, son lágrimas. ¡Hoy!
¡Pero sigue insistiendo!… en llegar
a la orilla, porque se sabe cómplice de las estrellas. ¡Se sabe que no
pertenece a ninguna voluntad, y a ninguna humanidad! Se sabe que es
‘interpendiente’ de una Creación.
Y amanece y anochece.
Y en la escuela de la vida reina la
Eterna Primavera; porque el creer en la promesa de vida… se hace oración
permanente, y se hace alimento sin contaminar…
Pase lo que pase, seguirá.
***