miércoles

Lema Orante Semanal

 

MISTERIO, INCERTIDUMBRE, IMPREVISTO, INESPERADO: 

EL LENGUAJE DE LA VIDA

13 de febrero de 2023

 

En lo cotidiano, la consciencia diaria se prepara, diseña, actúa…

Tiene sus planes, cierto.

La razón, la causa, el efecto, la lógica, la producción, la renta, la seguridad… son palabras y hechos que muestran nuestra “habitual” forma de estar, como expresión del momento en que vive la especie. Hay muchos más factores, pero ésos son los más frecuentes... o los que resaltamos ahora.

La Llamada Orante nos avisa de que, además de estar en esa lógica, razón, causa, efecto, planes –sí, además de eso-, en la consciencia del ser está un factor que habitualmente manejamos, pero no se hace del todo consciente. Nos referimos en primer lugar a la palabra “misterio”.

Sí. Y la relevancia que nos recalca la Llamada Orante es que lo tomamos, en consciencia ordinaria, como... un asunto a resolver, como un asunto cotidiano que a través de la historia hemos descubierto, hemos aprendido, hemos…

Ya. El asunto está en que, a poco que la consciencia se salga de su “ordinariez”, se da cuenta de que hay una parte –una gran parte- de lo que sucede, y cómo sucede, y por qué sucede… que es un misterio.

Y decimos saber esto y aquello y lo otro, pero si nos volvemos a preguntar, llegaremos a la idea de: “Pero es un...”. “Sí, nos queda por conocer…”.

Y cada vez que se conoce algo, se descubre la inmensidad de lo desconocido.

 

El hombre, en su vanidad como especie, martillea –en sus ‘descubri-mientos’- leyes, normas, verdades… que en el transcurrir del Misterio van teniendo que modificarse, cambiarse, quitarse... –en cualquiera de las áreas en las que estemos implicados-.

Es decir –nos dice la Llamada Orante- que, sea cual sea nuestra vocación, intención, creencia, estamos sumergidos en el Misterio. Y bajo la óptica orante es el Misterio Creador.

Eso puede parecer como… “Bueno, ya, creo, sí, es verdad y… ¡vale! Pero hoy tengo que hacer esto, mañana lo otro…“.

Ahí es donde la consciencia se hace hedonista. Sí; porque intelectual o mentalmente admite ciertos parámetros, pero existencialmente, en la consciencia de existir, no los incluye. Porque a lo largo del tiempo –hasta llegar a ahora- se ha ido domesticando y acostumbrando a sus logros, sus potencias, sus capacidades, su poder.

 

En cambio, si en nuestro planteamiento cotidiano incluimos la palabra “Misterio”, probablemente, muy probablemente, muy seguramente, lo que vayamos a realizar o lo que vayamos a vivir lo maticemos de forma creativa.

Esa es la manera de asumir el Misterio diario, cotidiano.

Y en vez de aferrarse al protocolo de lo que voy a hacer, cómo voy a hacerlo –que está bien, el plan está-, pero… ¿cómo voy a realizar ese plan? ¿Según lo establecido, la costumbre, la norma, la ley o, si incluyo el Misterio, voy a creativizar mi posición?

Es la forma de asumir el Misterio Creador... y hacer de nuestra consciencia un proceso amplificado, novedoso, distinto.

Somos “conscientes” –entre comillas- de que ese Misterio, o el Misterio, juega con el factor de incertidumbre. Y, sí, decimos: “Puede pasar cualquier cosa” –por ejemplo-. “Voy a hacer esto. Ya sé que puede pasar cualquier cosa”. Pero nos quedamos ahí.

Es una forma de eludir lo incierto de nuestras certezas.

Si además del Misterio –o como expresión del Misterio- incluimos la incertidumbre, podremos descubrir –“descubrir”- detalles, factores, lenguaje del Misterio, que nos permitan sentirnos, en esa incertidumbre, como una certeza.

“¡Guau! ¿Una incertidumbre como una certeza? Parece una contradicción ¿no?”.

No, no lo es. Doy por cierto que mi naturaleza asienta en una incertidumbre que es expresión de un Misterio Creador.

 

Y al tener esa certeza orante, la incertidumbre ya no constituye un problema, ya no constituye una inquietud, un desasosiego. No. Es… es “parte de”. Y en su lenguaje, nos hace recaer en detalles, en actitudes, en procesos, en planes, en proyectos, en donde –como decíamos- creativizamos.

La incertidumbre que nos hace certeros al asimilarla y al asumirla, nos permite una creatividad y un descubrimiento ‘per-ma-nente’.

Y es así que las seguridades y las exigencias de resultados, de éxitos, de logros, se diluyen. Se deben diluir, si realmente escuchamos el eco orante que nos advierte; el lenguaje que está ahí, pero que no se acaba de asumir.

 

Esa incertidumbre, como expresión del Misterio Creador, nos lleva en lo más cotidiano a lo imprevisible, a lo inesperado.

“No tenía previsto…”. “No esperaba que…”.

Fijémonos por un instante. Misterio: está ahí. Incertidumbre: está ahí. Imprevistos: están ahí. Inesperados: están ahí.

En cambio, todo eso que está ahí... y que en realidad es el lenguaje de la vida, no se tiene en cuenta. Se tiene en cuenta que “yo tengo la razón”, que “yo sé cómo eres tú”, que “esto es la verdad”, que “tengo este derecho”, que “me quejo porque no estoy de acuerdo”… Todo un correlato que no es ni bueno ni malo; que es un bloqueo de ignorancia de consciencia, severa.

Sí, porque podemos ver cómo el transcurrir de ese ser, de esos seres, de nosotros, se hace repetitivo, se hace “normal”. ¡Qué palabra!: “normal”.

¿Quién dicta la norma? ¿Cómo puede existir lo “normal” en un Misterio, en una incertidumbre, en un imprevisto, en un inesperado? ¡No hay nada normal ¡La vida es un acontecer excepcional y extraordinario! Pero el hombre ha querido “normalizar”, con su dominio y su control. Entonces: Esto es lo normal”. Hasta habla de “nuevas normalidades”, que son repeticiones –más- de reglas y normas que no funcionaron, pero que se quieren rehabilitar.

Esta “normalidad” anula todo proceso creativo, todo proceso imaginativo, lúdico. ¡Claro! Porque tiene que ajustarse a la ley y a la orden; a la norma.

La norma, que va imponiendo sus criterios dominantes, que, camuflados de libertades, imponen eugenesias, eutanasias, abortos, guerras, estafas, persecuciones… Son aspectos “normales”. Se convierten en “derechos” –como un logro-.

 

Esta “norma”, esta “normalidad”... impide la excepcionalidad, lo extraordinario –en lo que hacemos hincapié-. Y ese “extraordinario y excepcional” forma parte de lo Creativo, de ese arte de vivir que asume el Misterio como el gran promotor de búsqueda ¡para que nos encuentren!, que asume la incertidumbre como la certeza de la sorpresa, de la suerte.

Y lo imprevisto y lo inesperado se muestran, aunque se trata de evitar. Para eso está la regla y la normalidad.

 

La Llamada Orante nos invita a posicionarnos en estas evidencias.

A poco que la consciencia se haga sincera y humilde, descubrirá que vivir es un Misterio; descubrirá que la incertidumbre nos rodea; descubrirá que lo imprevisible, lo inesperado, está ahí; se dará cuenta de que la sorpresa y la suerte aparecen.

Y la cuestión es: ¿Por qué no se incorpora eso en mi “normal” actividad?

 

Y nos dice la Llamada Orante que es la creatividad, la posición de arte, la que nos permite abordar esa palabra adecuada en el momento, esa pincelada, esa imaginación, esa ocurrencia…

Eso nos hace darnos cuenta de lo excepcional, de lo extraordinario que rodea cada una de nuestras vidas. Pero ¡debemos ejercerlo!... sin caer en los dogmas, los clichés y las definiciones.

 

Y no es preciso hacer un esfuerzo especial. Eso está ahí, como podemos ver en una consciencia mínimamente amplificada. Donde tenemos que hacer el esfuerzo es en salir de ese ordenamiento, de esa obligación, de esa imposición, de esa norma, de esa costumbre.

 

Pero el esfuerzo es tan simple como darse cuenta de lo evidente. ¡Voilà! Es evidente que estoy rodeado de misterios; que conozco algo de algo… ¡y ya!

 

Asumir otro lenguaje, además de la ley, el orden, lo “normal”...

Si me veo en la excepcionalidad, en lo extraordinario, y me dejo de fustigar o me dejo de ensalzar, estaré en condiciones de ver los dones con los que la Creación me ha dotado.

 

Descubrir –como actitud de sorpresa- es una posición amplificada de consciencia diferente al saber, al dominio.

Y ese descubrir cotidiano en la incertidumbre, en lo imprevisible, en lo inesperado, en el misterio, en la sorpresa, en la suerte…; ese sentir ese cuerpo de Universo, nos lleva a la excepcionalidad, a lo extraordinario de cada momento.

Cuando nuestra ciencia nos muestra –a través del Hubble, por ejemplo- esas imágenes fantasiosas, fantasmagóricas, que nos dicen que si son gases, que si son agujeros, que si estallan, que si se juntan... nos dicen que hay una guerra ahí fuera –ahí fuera, ¿eh?-.

Eso, por una parte. Pero, por otra parte –y es de actualidad-, nos dicen que nuestra pequeña bolita azul tiene varias bolitas dentro, y cada una se mueve –parece ser- a su antojo, aunque otros dicen que no se mueven –esto nos recuerda a Galileo: ¿se mueven o no se mueven?-. Y que prácticamente nosotros estamos en la corteza, que es… es una corteza. Una corteza, como la corteza de un árbol, la corteza de una fruta… Pero lo que hay dentro… ¿Quién iba a sospechar que en un mango hubiera una semilla así? Por ejemplo. Pues eso nos pasa ahora con nuestra bolita azul.

¿Quién iba a sospechar que dentro de un aguacate existiera un modelo similar o semejante al de la tierra?: un núcleo duro, cubierto de capas... Y nosotros apenas estamos en la… eso: en la corteza. Y nos creemos que: ¡Oh!...

Pero a poco que –¡tan poco, tan poco!- se sabe, nos dicen: “¡Ojo!, ¡cuidado!, que lo que ocurre aquí dentro es similar a lo que está ocurriendo ahí afuera. Y sobre todo ello, nosotros no tenemos ninguna ascendencia”.

 

Sí, pero ya la egolatría nos define que: “Ahora. Pero descubriremos…”. El eslogan último de las ciencias es: “Tenemos que mejorar la naturaleza. Tenemos que mejorar la vida. No está bien hecha”.

El hombre ha venido a este planeta a mejorar la vida; la vida, en general: de los alacranes, las polillas, los delfines, las ballenas o… los escarabajos. Porque según nuestro punto de vista ¡no llevan buena vida!

Es mejor, como pez, llevar una vida ordenada, una vida sensata, una vida normal, como es estar en una piscifactoría y estar seguros gracias a los hombres. Nos dan los piensos necesarios, y engordamos lo suficiente para luego poder satisfacer la necesidad. ¿Qué es eso de salir a la mar, ahí, a coger cualquier cosa? ¡Cualquiera sabe qué cosas podemos coger! Cuando podemos asegurar el peso exacto de una lubina y…

¿Y su libertad? ¡Si tampoco necesita tanta libertad! ¿Para qué? ¿Para estropearse? ¿Para comer cualquier cosa, cualquier plástico o cualquier porquería, y luego afectarnos a nosotros?

Nosotros mejoramos la vida de la lubina, del delfín, de… ¡de todos! La naturaleza no está bien hecha. Poco a poco conseguiremos…. como decía esa famosa frase del libertador Simón Bolívar, después de que perdiera una batalla por un terremoto. Dijo: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

Una frase. Pero la traemos a colación en base a lo que está ocurriendo, de esa mejora, de ese dominio sobre… ¿sobre qué?

 

Pero claro, si cerramos nuestra consciencia a nuestro hábito cotidiano y a nuestro control, evidentemente nos proponemos a que todo se haga a imagen y semejanza nuestra. Y queremos que Pepito sea así, que Juanita sea “asao”, que esto se haga de esta forma...

No hay respeto a lo extraordinario, a lo excepcional, al Misterio, a lo imprevisible, a lo inesperado, a la incertidumbre. No.

 

Es… puede ser… el momento de imprevisible actitud de borrar lo normal y acceder a lo excepcional y lo extraordinario. Balbucear en el Misterio, a través de la incertidumbre, para así sorprendernos.

Que la sorpresa nos encuentre. Que la llamada “suerte” nos bendiga. Y así, sentirnos libres de la esclavitud de nuestra convicción, razón, lógica.

 

Hagamos una sintonía con estas dimensiones… para diluir la normalidad y entrar en la excepcionalidad.

 

aAAAAAAAAMMmmmmmm

 

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domingo

Lema Orante Semanal

 

EL FUTURO DE LO CREATIVO NO ESTÁ ESCRITO

6 de febrero de 2023

 

Las tendencias de “el hacer”, que el estilo de vivir conlleva diariamente, tienen una influencia decidida hacia lo rápido, lo inmediato…

No hay mesura, la calma es hipotética y… el equilibrio, a la hora de decidir, es muy frágil y se inclina hacia la comodidad, el bienestar, la seguridad… Ese eslogan de “la calidad de vida”, que no es otro que aquel que busca tener el sueldo, el seguro, la renta, la posesión –no importa si mucho o poco- y la evasión constante de cualquier imprevisto, aventura, creatividad o… o algo que se salga del patrón que establece “la calidad de vida”.

 

Y es así como los poderosos establecen qué es “calidad”; qué es “vida”: aquella que está sometida, aquella que obedece, aquella que no replica, aquella que acepta, aquella que no aporta, aquella que trabaja, aquella que produce…

 

Y evidentemente, cuando aparece una tendencia diferente… que apuesta por el ir, el decidirse, el comprometerse, el buscar la realización de ideales, proyectos, creatividades, etc., esa otra tendencia supone, en el tiempo de ahora, un esfuerzo, un cambio de actitud.

Un esfuerzo y un cambio de actitud que conlleva… objetivos, que no son los que propone la calidad de vida.

La Llamada Orante nos recalca la necesidad de asumir el esfuerzo, que es la fuerza que el ser implica a sus actos, con la intención de realizarse, aportar, demostrar, aplicar…

 

Y claro, esto supone entrar en una cierta tensión, porque la mayoría –en esta especial filosofía demagógica de la democracia-, “la mayoría opina y piensa que lo mejor es…”.

Y claro, la minoría se encuentra cercada, criticada, señalada…

 

La filosofía cotidiana ha pasado a ser una “dictadura” de esa mayoría que busca tener una posición –cada cual en su nivel- de importancia, de valor, de poder.

Una cuota.

Una cuota del poder de esa mayoría, que se ampara en decretos, en reglas, en estatutos, en leyes…

Y pareciera –pareciera- que la mayoría –la mayoría- busca la mayoría –“la mayoría busca la mayoría”-… para subyugar a cualquier minoría que tenga otra tendencia, otra…

De ahí la necesidad del ‘esfuerzo’.

Que no consiste en atacar ni en defenderse, sino que consiste en conviccionarse, intencionarse, convertirse –a propósito del lema del año- y testimoniar: ejercitarse en esa conversión.

Ahí reside el esfuerzo. A sabiendas de que “la calidad” de vida que se va a… aventurar no persigue la seguridad, no busca la renta, las ganancias, el triunfo. No busca el desafío ni la contienda. Busca la expresión creativa y el desarrollo innovador que supone un idealismo, un proyecto, una innovación.

En definitiva, una creatividad, un arte de vivir. No, un consumo de vida.

 

 

La Llamada Orante nos orienta; nos orienta hacia ese desarrollo solidario, ese desarrollo de sintonizar con el equilibrio, la armonía. No con la lucha, no con la contra, no con el combate… persistente y perseverante. ¡Agotador!

 

Esa mayoría de costumbres, de normas, de obligaciones, de radicalismos, de acusaciones –bueno, creo que se describe sola, cotidianamente, esa calidad de vida-, evidentemente no va a favorecer, no va ayudar a que toquemos la guitarra… o hagamos un poema… o pintemos una pared… No. Nos quiere productivos, rentables, obedientes, pagables, pagaderos.

 

 

El futuro de lo establecido está escrito hasta... en las últimas cenizas.

El futuro de lo creativo no está escrito; se descubre cada día, se aprende en cada de jornada, se admira a cada momento.

Y, sin miedo, se acepta la incertidumbre. “Y sin miedo se acepta la incertidumbre”. Una aceptación complaciente. Una aceptación de sintonía, de equilibrio, de ósmosis… pero con los criterios claros.

 

Toda forma de vida cuenta con la Providencia... como vehículo intermediario del Misterio Creador. Se sea o no consciente de ello, está.

 

Y este detalle es de especial significancia, para cuando se dispone la aventura de vivir… asumiendo que no es mayoría, ¡aceptando la incertidumbre!… Porque la verdad nos encuentra, nos busca, aunque aparentemente la buscamos nosotros.

 

Si nos libramos de la importancia personal de nuestros logros personales –que, en definitiva, es la mayoría la que opina así-, estaremos conviviendo con esa incertidumbre, pero no con el significado que habitualmente se le da, sino con el significado creativo de lo imprevisto, lo inesperado, lo sorprendente... ¡Muy diferente!

El saber…  el saberse “providencialmente” asistido, nos da la vigorosidad, nos da la alentadora actitud de ejercitarnos en esos proyectos; el saber regularse con… con esa mayoría de efectos. Interactuamos, por supuesto.

 

Unos –esa mayoría-, con motivaciones de poder; y otros –esa minoría-, con motivaciones de liberarse.

Pero somos de la misma especie.

La diferencia se evidencia cuando el poder se esgrime: necesita dominar, necesita esclavizar, necesita hacer pensar y sentir y vivir, a los otros, como dependientes inevitables.

Y a buen decir que lo consigue.

Pero –¡atención!- no lo consigue por el poder de sus aportes, el poder de su violencia, el poder de su sugestión, el poder de su consumo… No. Lo consigue en base a la renuncia de liberación de los otros. Lo consigue en base al miedo de los otros. Esos otros que no tuvieron la convicción, la intención, la conversión y la ejemplarización cotidiana.

 

Y el poder, ¡claro que consigue logros y obtiene rentas y beneficios! No hay más que ver cómo funciona el sistema de economías, de… Bueno, es evidente ¿no?

Pero liberarse como expresión de vivir en sintonía y en sincronismo con la vida, en términos de Universo, eso no es posible a través del poder.

El poder se hace hegemónico, dominante, ególatra, egocéntrico.

La liberación se hace expansiva, diluida, invisible, generosa.

Pareciera que estamos poniendo “lo bueno” y “lo malo”. No, no, no. Es describir cómo transcurre el paso de nuestra especie.

Y lo hace, la Llamada Orante, mostrándonos cuáles son las características en las que ahora nos toca estar.

Pero la vida siempre ha exigido, antes de que apareciera cualquier tipo de poder, una liberación. Cualquier forma de vida se expresa liberadamente con el entorno… y asume las vicisitudes y las sorpresas. Pero no renuncia a su sentido liberador, que es el de ser un nómada peregrino que emana desde el Infinito… y al que le llaman a la contemplación.

 

Si asumo mi procedencia desde lo Infinito, y la llamada hacia la contemplación, el tránsito que supone –que llamamos “vida”- en lo estructurado… es un ejercicio de liberación.

 

Sin el cuidado adecuado de los dones recibidos; sin la consideración de la Providencia en sus dones mantenidos; sin la consciencia liberadora en su intención perseverante, es fácil caer en el vértigo de la solución, es fácil caer en la comodidad del acomodo, del engaño de los sentires, con razones, con las lógicas establecidas de los poderes, con las seguridades prometidas… con todo eso que, aunque se le vea fracasar –y tengamos constancia de ello-, ¡tiene una fuerza de insistir!…

Tanto que, si no se está con la atención y el esfuerzo necesario, se empieza con el coqueteo de la comparación, la posibilidad del logro, de alcanzar, de tener…

 

La fuerza del poder en sus criterios terminales de comienzo y fin… esgrime permanentemente la evidencia material.

 

Y, so pena de estar debidamente alertado, es fácil –¡fácil!- caer en la razonable, la lógica y la típica actitud de someterse a la normalidad...; que, aunque la pinten de “nueva”, es la que se ha vivido, la que se ve, la que muestra sus terribles desigualdades, la que nos ofrece bandejas de guerra, colas de hambrientos…

Pero es el descaro del poder: que, a pesar de ello, apuesta. Porque ese poder pretende ser un reflejo de la imagen y semejanza de... el Misterio Creador.

Y aunque fracase una y otra vez, asume en cada intento la posibilidad del triunfo.

 

Disponerse liberadoramente… desde los inicios ¡sin inicios!, en los culminantes sin terminales, nos hace transitar con la certeza del aporte permanente de la Providencia, hacia un estar creativo; de recursos.

 

Una posición de arte. De arte… sano. Sí; ese que nos propicie una permanencia saludable... y que sea –entre otros- un testimonio ante lo poderoso.

 

Con-vivir” en la convivencia de un estar… con el sentido infinito liberador que haga, del tránsito, el juego hacia las complacencias.

Ese es el rumbo que orienta la Llamada Orante. Ese es el rumbo que emana el Misterio Creador. Ese es el rumbo que burbujea en nuestro interior.

 

Escucharse…

Escucharse.

 

 

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Lema Orante Semanal

 

Nos necesitamos en nuestras virtudes, no en nuestros desechos

30 de enero de 2023

 

Nos llaman a orar para que el sujeto, el verbo y el predicado… ejerzan sus funciones.

Nos llaman a orar para que las palabras… dejen de ser un eco desechable, olvidable.

Nos llaman a orar para que reconozcamos, en las palabras, la esencia del Misterio Creador. Conocerlo en el sentido de… descubrir nuestra procedencia, calibrar nuestra presencia y ejercitarnos según las necesidades.

 

Nos llaman a orar para que dejemos de ser carne vendible, instintual, vulgar y aprovechable.

Hoy nos llaman a orar, como “presente”, para que el ser se replantee su posición y asuma su dignidad…; que seamos dignos de entrar en “la casa de la vida”.

Esa casa de la vida que reclama nuestros ejercicios de realización, en base a los dones recibidos.

 Nos dieron semillas que dan frutos. Y es nuestra verdadera vocación ser sembradores de virtudes. Que nuestra bondad rigurosa se haga presente.

 

No somos una prueba de “a ver qué pasa”: “Hago esto a ver qué pasa, qué ocurre, no sé, ya veré…”. ¿Qué es eso? Eso no es digno, no es presentable, en un ser de humanidad dotado de capacidad cognitiva, de recursos verbales.

 

En ningún caso somos marionetas de alguien. Somos enviados de “el Misterio Creador”. A Él, Ello, Ella debemos… le debemos fidelidad por nuestra vida. Buscamos su lenguaje en nuestra cotidiana disposición.

 

Nos encontramos, como humanidad, ante una oferta y demanda…; ante “un comercio del vivir”: el ejercicio más poderoso que se ha desarrollado para lograr una supremacía de unos sobre todos… bajo las apariencias de palabras trucadas, de promesas permanentemente incumplidas, de adicciones entretenidas… y del eslogan cotidiano de que “la vida es así”: como se diseña y se rediseña diariamente por los poderes que controlan el comercio de ideas, proyectos, cantidades, calidades…

Estamos inmersos en esa cotidianidad…

Y debemos sacar de nuestro templo, de nuestro ser, los mercaderes que comercian, que han entrado por la propaganda, la promoción, la astucia… Y nuestro templo sagrado se ha convertido en un lugar de “rancho”… donde se comercia, se vende, se guerrea.

La Llamada Orante nos recuerda nuestra templaria posición.

Como enviados de la Creación, todos –cada uno en su especial papel- albergamos en nuestra ánima ese espacio, ese cuenco vacío, limpio… en el que van a aparecer, si lo mantenemos dispuesto, las señales, los signos, las sugerencias, las ocurrencias, los estudios, las capacidades para “saber”, en el sentido de orientar nuestra trayectoria.

 

No somos rocas esclavas, afectivas, mentales, instrumentales. Somos alientos de viento, trascendentales.

¡Al menos, identifiquemos nuestra naturaleza!… para que no caigamos en el chantaje de la inteligencia, del conocimiento, del afecto, del seguro.

No es un mercado de dotes en el que se compra y se vende, de una u otra forma, a los seres. No. Aunque así suceda. Sí, claro. Por eso la denuncia Orante: para que nos demos cuenta… de la necesidad de purificar nuestro templo.

 

Nos llaman a orar para recordarnos –hace falta, sí- nuestra necesaria dignidad…

Esa posición que se hace flexible, adaptable, pero no negociable. Sí, dialogante, comprensiva, generosa y servidora.

 

Nos recogemos en la implicación con el Misterio Creador. Nos hacemos reflejo, testimonio de esa vida que nos anima, esa ánima que nos promociona, y todo ese contingente de vida que nos rodea.

Que el alga sabe ocupar su lugar. El águila sabe planear en los espacios. El pez sabe desplazarse hacia sus necesidades.

Y el ser, el ser de humanidad… ¿qué hace deambulando entre sus naturalezas…? ¿Qué hace destrozando su entorno…? ¿Qué hace rechazando lo virtuoso, lo extraordinario, lo excepcional… e inclinarse por lo corriente, lo vulgar, lo repetitivo, lo fracasado…?

 

Como seres templarios que albergamos las semillas del amor, del amar, del amante… ese crisol debe ser mantenido y cuidado… para que sea un reflejo del amor que nos sostiene, nos mantiene, nos entretiene.

Y al ser “amantes del vivir”… vibramos en las atracciones auténticas, en las entregas sin chantaje, en las convivencias sin condiciones, en el compartir alegre y generoso, en el respeto a la escucha, librándonos de los adjetivos que se suelen atribuir a éste, a aquél o al otro… y que nos impiden sentirnos.

 

Consentirse en lo creativo, como reflejo de que Creación somos; convertirse en el detalle del arte permanente; convertirse en referencia: referencia de disposición, de actitud, de dis-posición; convertirse en una realización evidente… en la que todos “nos necesitamos”.

Pero nos necesitamos en nuestras virtudes.

Nos necesitamos en nuestras virtudes, no en nuestros desechos.

 

Las opciones, las oportunidades, las necesidades… nos aguardan permanentemente.

 

La vida nos reclama nuestra vitalidad, para renovarla, para recrearla, para enamorarla y hacerla libre, liberada de la renta, el beneficio, la ganancia, la importancia.

 

 

Hacer, del vivir cotidiano, un manantial inagotable de agua de vida… y un respirar de aire invisible… que nos inspira… y que nos hace suspirar… por la Eternidad.

 

 

 

 

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sábado

Lema Orante Semanal

 

SIN PRINCIPIO NI FIN, NOS ETERNIZAMOS EN CONTINUAS TRANSFORMACIONES

23 de enero de 2023

 

Y el vivir se hace arte cuando, a través del orar, nuestra consciencia sintoniza con nuestro origen de Infinito…; con nuestro Misterio Creador. Que al decir “nuestro” no indica ninguna pertenencia, sino simple referencia.

Y así nos hacemos arte de vivir, al meditar lo orante y al contemplar lo que transcurre.

Así hacemos arte en las diferentes acciones, y nuestra consciencia se hace transcendente, asume el Misterio… y elabora la lectura que ello supone. Y nos libera del protagonismo del “mí-mismo” reclamante, que nunca está satisfecho; que siempre está demandante… porque se ha hecho referencia a sí mismo.

 

Si nuestra referencia es la Eternidad y no la consciencia finita del principio y final, nuestro vivir se convierte en un testimonio de ese Amor que nos mantiene, nos entretiene, nos guía, nos orienta.

 

La Llamada Orante incide en nuestra posición, en nuestra dis-posición con respecto a las demandas que nos rodean.

Y ahí no caben las peticiones y las decisiones de gustos, de imposiciones o de ofertas.

Estas ocurren y se dan cuando el ser se referencia en sí mismo e impone sus haceres, sus actitudes, con independencia de si son necesarias, demandantes, reales o no.

 

 

Las consecuencias de la consciencia de la infinitud de lo Eterno, plasmado en el vivir, nos abren hacia actitudes, acciones y realizaciones que no emanan de nuestra preparación, de nuestra cultura, de nuestras costumbres. Emanan de la inspiración de… esa chispa de casualidad, ese momento de incertidumbre, ese instante imprevisto, ese flash que nos deslumbra… que no tiene explicación; que carece de razón. Y es ahí donde el Amor abunda.

 

Pero se hace el ser ¡tan personal! –personal-… que se invagina en su pensar, se envuelve sobre sí… y sólo mira su ególatra satisfacción, que transcurre, que corre, que se agota.

Y habitualmente el ser se aísla en su reflexión y en su referencia, y queda remitido a la vulgar acción de cotidiana obediencia a lo establecido, a lo previsto, a lo ordenado, a lo esclavista… Y esclaviza. Obedece a sus tendencias, y no a la disposición de sus vivencias y creencias.

 

Cuando el orar se hace vehículo de nuestra constancia de Universo, y nuestro vivir se hace un arte en la realización, en esa vibrante consciencia no cabe el miedo y la preocupación.

Estamos en permanente expansión, ejercitándonos en la excepcionalidad, en la originalidad…; en lo que realmente somos: enviados servidores de la vida… embarcados en un Misterio que nos da el aliento vital, que nos coordina y nos orienta en el vuelo de las mariposas, en el amanecer, en el atardecer, en la suerte. En ese enamorado momento en el que el sentir está pleno… pero que precisa mantenerse en esa consciencia de plenitud.

Y es ahí cuando el ser abandona sus tendencias, pertenencias, inclinaciones, reclamos… y se hace liberado, y en esa disposición hacia lo verdaderamente necesitado.

Porque es fácil convertirse en limosna o en alivio de aquello o de aquél. Y es gratificante para el ego. Pero precisa del protagonismo. No asume el anonimato.

 

Se ha ido ordenando, el vivir, con reclamos, ganancias, pérdidas, promociones: proyectos que buscan el reclamo del aplauso… sin deparar en el despertar de cada día; sin deparar en los dones de nuestra naturaleza; sin deparar en las oportunidades, ocasiones, circunstancias, momentos… en los que la Providencia nos aquilata, nos abrillanta, para que seamos decididos liberados. Y no escapistas de turno… de los que buscan las rentas, los beneficios, las ganancias, y siempre la huida “por seguridad”. En realidad, es por egoísmo y por hedonismo personal.

Y no es difícil darse cuenta de todo ello, pero tiene tal nivel de posesión, que el ser olvida que está inmerso en un Universo Creador… y que su posesión no modificará ni un ápice ese Universo que… se hace incógnita, pero a la vez se hace cosecha permanente.

 

El Misterio Creador nos permite, a través de la oración, del meditar sobre ella, del contemplar el transcurrir…, nos permite la consciencia de vida, sin llegar a definirla. Porque si pudiéramos –¡ay, con el poder!- definir la vida, se haría finita. Y eso es lo que suele ocurrir en la consciencia ordinaria: que el acontecer se hace finito: “¡Ah! Esto empieza y esto termina”.

Y eso hace que el ser se distorsione, se deteriore, se haga roce de herida.

Va convirtiendo el vivir en un consumo: “¡Ah! Esto empieza y termina…”. Sí; porque ya no responde a mi egolatría personal, social, cultural, ambiental, argumental…

Y así el ser, en su vulgaridad ególatra, empieza y termina, empieza y termina, empieza y termina…

Y, claro, acumula ¡tantas! terminaciones, que se hace un fiel creyente de que todo tiene un principio y un fin.

Él mismo, en consciencia, va elaborando ese proyecto, hasta culminarlo en la observación material, en la que se muestra una foto de la infancia y una foto de la vejez… y así demuestra claramente –¿claramente?- que todo tiene un principio y un fin.

Y resulta que no sabemos nada del principio, y el fin se diluye en particiones, en componentes. Con lo cual, realmente, la teoría práctica de la vulgaridad cotidiana se puede quedar satisfecha, sí, pero sin recursos ‘con-vin-cen-tes’.

Si resulta que –nos dice la Llamada Orante- no tenemos principio ni fin, porque somos una ideación del Misterio Creador…

Que, por mucho que queramos especular en nuestra mente, no vamos a entrar en él. En cambio, si lo asumimos, sentimos la complacencia permanente de su asistencia Providencial.

 

Y así como nos atrevemos a decir, científicamente, cuándo comenzó el universo, cuándo terminará, cómo será… Es una forma de no atreverse a ser amante jamás, sino a ser “una morcilla constitucional”: esa que va queriendo, va cogiendo, va soltando…; esa que termina concibiendo que todo es un desperdicio. Y en su esclavitud, termina por demostrar que es así, cuando no se abre la consciencia a otra realidad.

 

¡Y no hay que teorizar ni especular mucho! Es tan solo en base a nuestra mínima             –¡mínima!- consciencia de saber dónde más o menos estamos –que no lo sabemos-. Pero ahí, suspendidos, como dicen los tratados antiguos: “Habitamos suspendidos en la Creación”.

Es suficiente con ver las estrellas o… con sentir el Ama-necer. No hace falta más. Lo demás, bajo la visión vulgar, lo acotamos, lo limitamos.

Y por motivos operativos de posesión, de querencias, ponemos un principio y un fin. Y a vivir con ello, arrastrándolo una vez y otra, y las veces “que haga falta” –entre comillas-.

Si nos situamos en la perspectiva del “sin principio” y –en consecuencia- “sin fin”, no hay arrastre de terminaciones. Hay contemplaciones y meditaciones de transformaciones.

 

Si hasta los sabios más ilustres nos dicen que la materia ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Y lo aceptamos como teoría, sin saber lo que hemos dicho; porque, si se aceptara en consciencia, pues entraríamos en esa perspectiva orante: “sin principio ni fin, nos eternizamos en continuas transformaciones”.

Y cada amanecer somos nuevos seres. Nos han corregido, en el sueño, determinadas situaciones, para que… cuando la luz se muestre, nuestros ojos se abran.

Y ¡sí!, tenemos esos compromisos, deberes, funciones, sí. Pero… no somos los mismos.

 

 

Hacer de nuestro estar un arte, por la plegaria de orar… sin búsqueda de renta, sino con ansia de identidad, nos proyecta a una realización estética, cuidadosa, de calidad.

Con esa calidez con la que la luz nos arropa.

De esa calidad con que la ternura del vivir nos acaricia.

 

Situarnos en un transcurrir de poesías, sí, en donde la mirada es un encanto; el suspiro, un anhelo; el andar, un sosiego; el imaginar, una fantasía. No hay nada que friccione. ¡Todo fluye en sintonía!...

 

No negarse al verso, al verse “artista de cada día”. A ese verso que escribimos con el amor reflejo que somos… de la imaginería del Misterio Creador.

 

Testigos somos de las escuchas, de las lecturas del acontecer que, a su vez, nos reclama el testimonio de un Arte de Hacer.

 

 

 

 

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