MISTERIO, INCERTIDUMBRE, IMPREVISTO, INESPERADO:
EL LENGUAJE DE LA VIDA
13
de febrero de 2023
En lo cotidiano, la
consciencia diaria se prepara, diseña, actúa…
Tiene sus planes,
cierto.
La razón, la causa,
el efecto, la lógica, la producción, la renta, la seguridad… son palabras y
hechos que muestran nuestra “habitual” forma de estar, como expresión del
momento en que vive la especie. Hay muchos más factores, pero ésos son los más
frecuentes... o los que resaltamos ahora.
La Llamada Orante nos
avisa de que, además de estar en esa lógica, razón, causa, efecto, planes –sí,
además de eso-, en la consciencia del ser está un factor que habitualmente
manejamos, pero no se hace del todo consciente. Nos referimos en primer lugar a
la palabra “misterio”.
Sí. Y la relevancia
que nos recalca la Llamada Orante es que lo tomamos, en consciencia ordinaria,
como... un asunto a resolver, como un asunto cotidiano que a través de la
historia hemos descubierto, hemos aprendido, hemos…
Ya. El asunto está en
que, a poco que la consciencia se salga de su “ordinariez”, se da cuenta de que
hay una parte –una gran parte- de lo que sucede, y cómo sucede, y por qué
sucede… que es un misterio.
Y decimos saber esto
y aquello y lo otro, pero si nos volvemos a preguntar, llegaremos a la idea de:
“Pero es un...”. “Sí, nos queda por
conocer…”.
Y cada vez que se
conoce algo, se descubre la inmensidad de lo desconocido.
El hombre, en su
vanidad como especie, martillea –en sus ‘descubri-mientos’- leyes, normas, verdades… que en el transcurrir del Misterio
van teniendo que modificarse, cambiarse, quitarse... –en cualquiera de las
áreas en las que estemos implicados-.
Es decir –nos dice la
Llamada Orante- que, sea cual sea nuestra vocación, intención, creencia,
estamos sumergidos en el Misterio. Y bajo la óptica orante es el Misterio
Creador.
Eso puede parecer
como… “Bueno, ya, creo, sí, es verdad y…
¡vale! Pero hoy tengo que hacer esto, mañana lo otro…“.
Ahí es donde la
consciencia se hace hedonista. Sí; porque intelectual o mentalmente admite
ciertos parámetros, pero existencialmente, en la consciencia de existir, no los
incluye. Porque a lo largo del tiempo –hasta llegar a ahora- se ha ido
domesticando y acostumbrando a sus logros, sus potencias, sus capacidades, su
poder.
En cambio, si en
nuestro planteamiento cotidiano incluimos la palabra “Misterio”, probablemente,
muy probablemente, muy seguramente, lo que vayamos a realizar o lo que vayamos
a vivir lo maticemos de forma creativa.
Esa es la manera de asumir el Misterio diario,
cotidiano.
Y en vez de aferrarse
al protocolo de lo que voy a hacer, cómo voy a hacerlo –que está bien, el plan
está-, pero… ¿cómo voy a realizar ese plan? ¿Según lo establecido, la
costumbre, la norma, la ley o, si incluyo el Misterio, voy a creativizar mi
posición?
Es la forma de asumir
el Misterio Creador... y hacer de nuestra consciencia un proceso amplificado,
novedoso, distinto.
Somos “conscientes” –entre
comillas- de que ese Misterio, o el
Misterio, juega con el factor de incertidumbre. Y, sí, decimos: “Puede pasar cualquier cosa” –por
ejemplo-. “Voy a hacer esto. Ya sé que
puede pasar cualquier cosa”. Pero nos quedamos ahí.
Es una forma de
eludir lo incierto de nuestras certezas.
Si además del
Misterio –o como expresión del Misterio- incluimos la incertidumbre, podremos
descubrir –“descubrir”- detalles, factores, lenguaje del Misterio, que nos permitan sentirnos, en esa
incertidumbre, como una certeza.
“¡Guau! ¿Una incertidumbre como una certeza? Parece una
contradicción ¿no?”.
No, no lo es. Doy por
cierto que mi naturaleza asienta en una incertidumbre que es expresión de un
Misterio Creador.
Y al tener esa
certeza orante, la incertidumbre ya no constituye un problema, ya no constituye una inquietud, un desasosiego. No. Es… es
“parte de”. Y en su lenguaje, nos hace recaer en detalles, en actitudes, en
procesos, en planes, en proyectos, en donde –como decíamos- creativizamos.
La incertidumbre que
nos hace certeros al asimilarla y al asumirla, nos permite una creatividad y un
descubrimiento ‘per-ma-nente’.
Y es así que las
seguridades y las exigencias de resultados, de éxitos, de logros, se diluyen.
Se deben diluir, si realmente escuchamos
el eco orante que nos advierte; el lenguaje que está ahí, pero que no se acaba
de asumir.
Esa incertidumbre,
como expresión del Misterio Creador, nos lleva en lo más cotidiano a lo imprevisible, a lo inesperado.
“No tenía previsto…”. “No esperaba que…”.
Fijémonos por un
instante. Misterio: está ahí. Incertidumbre: está ahí. Imprevistos: están ahí. Inesperados: están ahí.
En cambio, todo eso
que está ahí... y que en realidad es el lenguaje de la vida, no se tiene en
cuenta. Se tiene en cuenta que “yo tengo
la razón”, que “yo sé cómo eres tú”,
que “esto es la verdad”, que “tengo este derecho”, que “me quejo porque no estoy de acuerdo”…
Todo un correlato que no es ni bueno ni malo; que es un bloqueo de ignorancia
de consciencia, severa.
Sí, porque podemos
ver cómo el transcurrir de ese ser, de esos seres, de nosotros, se hace
repetitivo, se hace “normal”. ¡Qué palabra!: “normal”.
¿Quién dicta la
norma? ¿Cómo puede existir lo “normal” en un Misterio, en una incertidumbre, en
un imprevisto, en un inesperado? ¡No hay nada normal ¡La vida es un acontecer
excepcional y extraordinario! Pero el hombre ha querido “normalizar”, con su
dominio y su control. Entonces: “Esto es lo normal”. Hasta habla
de “nuevas normalidades”,
que son repeticiones –más- de reglas y normas que no funcionaron, pero que se
quieren rehabilitar.
Esta “normalidad”
anula todo proceso creativo, todo proceso imaginativo, lúdico. ¡Claro! Porque
tiene que ajustarse a la ley y a la orden; a la norma.
La norma, que va
imponiendo sus criterios dominantes, que, camuflados de libertades, imponen
eugenesias, eutanasias, abortos, guerras, estafas, persecuciones… Son aspectos
“normales”. Se convierten en “derechos” –como un logro-.
Esta “norma”, esta
“normalidad”... impide la excepcionalidad, lo extraordinario –en lo que hacemos
hincapié-. Y ese “extraordinario y excepcional” forma parte de lo Creativo, de
ese arte de vivir que asume el Misterio como el gran promotor de
búsqueda ¡para que nos encuentren!, que asume la incertidumbre como la certeza
de la sorpresa, de la suerte.
Y lo imprevisto y lo
inesperado se muestran, aunque se trata de evitar. Para eso está la regla y la
normalidad.
La Llamada Orante nos
invita a posicionarnos en estas evidencias.
A poco que la
consciencia se haga sincera y humilde, descubrirá que vivir es un Misterio;
descubrirá que la incertidumbre nos rodea; descubrirá que lo imprevisible, lo
inesperado, está ahí; se dará cuenta de que la sorpresa y la suerte aparecen.
Y la cuestión es: ¿Por qué no se incorpora eso en mi “normal”
actividad?
Y nos dice la Llamada
Orante que es la creatividad, la posición de arte, la que nos permite abordar
esa palabra adecuada en el momento, esa pincelada, esa imaginación, esa
ocurrencia…
Eso nos hace darnos
cuenta de lo excepcional, de lo extraordinario que rodea cada una de nuestras
vidas. Pero ¡debemos ejercerlo!... sin caer en los dogmas, los clichés y las
definiciones.
Y no es preciso hacer
un esfuerzo especial. Eso está ahí, como podemos ver en una consciencia
mínimamente amplificada. Donde tenemos que hacer el esfuerzo es en salir de ese
ordenamiento, de esa obligación, de esa imposición, de esa norma, de esa
costumbre.
Pero el esfuerzo es
tan simple como darse cuenta de lo evidente. ¡Voilà! Es evidente que estoy rodeado de misterios; que conozco
algo de algo… ¡y ya!
Asumir otro lenguaje, además de la ley, el
orden, lo “normal”...
Si me veo en la
excepcionalidad, en lo extraordinario, y me dejo de fustigar o me dejo de
ensalzar, estaré en condiciones de ver los dones con los que la Creación me ha
dotado.
Descubrir –como
actitud de sorpresa- es una posición amplificada de consciencia diferente al saber, al dominio.
Y ese descubrir
cotidiano en la incertidumbre, en lo imprevisible, en lo inesperado, en el
misterio, en la sorpresa, en la suerte…; ese sentir ese cuerpo de Universo, nos
lleva a la excepcionalidad, a lo extraordinario de cada momento.
Cuando nuestra
ciencia nos muestra –a través del Hubble, por ejemplo- esas imágenes
fantasiosas, fantasmagóricas, que nos dicen que si son gases, que si son
agujeros, que si estallan, que si se juntan... nos dicen que hay una guerra ahí
fuera –ahí fuera, ¿eh?-.
Eso, por una parte. Pero,
por otra parte –y es de actualidad-, nos dicen que nuestra pequeña bolita azul
tiene varias bolitas dentro, y cada una se mueve –parece ser- a su antojo,
aunque otros dicen que no se mueven –esto nos recuerda a Galileo: ¿se mueven o
no se mueven?-. Y que prácticamente nosotros estamos en la corteza, que es… es
una corteza. Una corteza, como la corteza de un árbol, la corteza de una fruta…
Pero lo que hay dentro… ¿Quién iba a sospechar que en un mango hubiera una semilla
así? Por ejemplo. Pues eso nos pasa ahora con nuestra bolita azul.
¿Quién iba a
sospechar que dentro de un aguacate existiera un modelo similar o semejante al
de la tierra?: un núcleo duro, cubierto de capas... Y nosotros apenas estamos
en la… eso: en la corteza. Y nos creemos que: ¡Oh!...
Pero a poco que –¡tan
poco, tan poco!- se sabe, nos dicen: “¡Ojo!,
¡cuidado!, que lo que ocurre aquí dentro es similar a lo que está ocurriendo
ahí afuera. Y sobre todo ello, nosotros no tenemos ninguna ascendencia”.
Sí, pero ya la
egolatría nos define que: “Ahora. Pero
descubriremos…”. El eslogan último de las ciencias es: “Tenemos que mejorar la naturaleza. Tenemos que mejorar la vida. No
está bien hecha”.
El hombre ha venido a
este planeta a mejorar la vida; la vida, en general: de los alacranes, las polillas,
los delfines, las ballenas o… los escarabajos. Porque según nuestro punto de
vista ¡no llevan buena vida!
Es mejor, como pez,
llevar una vida ordenada, una vida sensata, una vida normal, como es estar en una
piscifactoría y estar seguros gracias a los hombres. Nos dan los piensos
necesarios, y engordamos lo suficiente para luego poder satisfacer la
necesidad. ¿Qué es eso de salir a la mar, ahí, a coger cualquier cosa? ¡Cualquiera
sabe qué cosas podemos coger! Cuando podemos asegurar el peso exacto de una
lubina y…
¿Y su libertad? ¡Si
tampoco necesita tanta libertad! ¿Para qué? ¿Para estropearse? ¿Para comer
cualquier cosa, cualquier plástico o cualquier porquería, y luego afectarnos a
nosotros?
Nosotros mejoramos la
vida de la lubina, del delfín, de… ¡de todos! La naturaleza no está bien
hecha. Poco a poco conseguiremos…. como decía esa famosa frase del
libertador Simón Bolívar, después de que perdiera una batalla por un terremoto.
Dijo: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos
obedezca”.
Una frase. Pero la
traemos a colación en base a lo que está ocurriendo, de esa mejora, de ese
dominio sobre… ¿sobre qué?
Pero claro, si
cerramos nuestra consciencia a nuestro hábito cotidiano y a nuestro control,
evidentemente nos proponemos a que todo se haga a imagen y semejanza nuestra. Y queremos que Pepito sea así, que Juanita
sea “asao”, que esto se haga de esta forma...
No hay respeto a lo
extraordinario, a lo excepcional, al Misterio, a lo imprevisible, a lo
inesperado, a la incertidumbre. No.
Es… puede ser… el
momento de imprevisible actitud de borrar lo normal y acceder a lo excepcional
y lo extraordinario. Balbucear en el Misterio, a través de la incertidumbre, para
así sorprendernos.
Que la sorpresa nos
encuentre. Que la llamada “suerte” nos bendiga. Y así, sentirnos libres de la
esclavitud de nuestra convicción, razón, lógica.
Hagamos una sintonía
con estas dimensiones… para diluir la normalidad y entrar en la excepcionalidad.
aAAAAAAAAMMmmmmmm
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