Nos necesitamos
en nuestras virtudes, no en nuestros desechos
30 de enero de 2023
Nos llaman a orar para que el sujeto,
el verbo y el predicado… ejerzan sus funciones.
Nos llaman a orar para que las
palabras… dejen de ser un eco desechable, olvidable.
Nos llaman a orar para que reconozcamos,
en las palabras, la esencia del Misterio Creador. Conocerlo en el sentido de… descubrir
nuestra procedencia, calibrar nuestra presencia y ejercitarnos según las
necesidades.
Nos llaman a orar para que dejemos de
ser carne vendible, instintual, vulgar y aprovechable.
Hoy nos llaman a orar, como “presente”,
para que el ser se replantee su
posición y asuma su dignidad…; que seamos dignos de entrar en “la casa de la
vida”.
Esa casa de la vida que reclama nuestros
ejercicios de realización, en base a los dones recibidos.
Nos dieron semillas que dan frutos. Y es nuestra
verdadera vocación ser sembradores de virtudes. Que nuestra bondad rigurosa se
haga presente.
No somos una prueba de “a ver qué
pasa”: “Hago esto a ver qué pasa, qué ocurre, no sé, ya veré…”. ¿Qué es eso? Eso
no es digno, no es presentable, en un ser de humanidad dotado de capacidad
cognitiva, de recursos verbales.
En ningún caso somos marionetas de alguien.
Somos enviados de “el Misterio Creador”. A Él, Ello, Ella debemos… le debemos fidelidad
por nuestra vida. Buscamos su lenguaje en nuestra cotidiana disposición.
Nos encontramos, como humanidad, ante
una oferta y demanda…; ante “un comercio del vivir”: el ejercicio más poderoso que
se ha desarrollado para lograr una supremacía de unos sobre todos… bajo
las apariencias de palabras trucadas, de promesas permanentemente incumplidas, de
adicciones entretenidas… y del eslogan cotidiano de que “la vida es así”: como
se diseña y se rediseña diariamente por los poderes que controlan el comercio de
ideas, proyectos, cantidades, calidades…
Estamos inmersos en esa cotidianidad…
Y debemos sacar de nuestro templo, de nuestro ser, los mercaderes
que comercian, que han entrado por la propaganda, la promoción, la astucia… Y nuestro
templo sagrado se ha convertido en un lugar de “rancho”… donde se comercia, se vende,
se guerrea.
La Llamada Orante nos recuerda nuestra
templaria posición.
Como enviados de la Creación, todos –cada uno en su especial papel- albergamos
en nuestra ánima ese espacio, ese cuenco vacío, limpio… en el que van a aparecer,
si lo mantenemos dispuesto, las señales, los signos, las sugerencias, las
ocurrencias, los estudios, las capacidades para “saber”, en el sentido de orientar
nuestra trayectoria.
No somos rocas esclavas, afectivas, mentales,
instrumentales. Somos alientos de viento, trascendentales.
¡Al menos, identifiquemos nuestra naturaleza!…
para que no caigamos en el chantaje de la inteligencia, del conocimiento, del
afecto, del seguro.
No es un mercado de dotes en el que
se compra y se vende, de una u otra forma, a los seres. No. Aunque así suceda. Sí,
claro. Por eso la denuncia Orante: para que nos demos cuenta… de la necesidad
de purificar nuestro templo.
Nos llaman a orar para recordarnos –hace
falta, sí- nuestra necesaria dignidad…
Esa posición que se hace flexible,
adaptable, pero no negociable. Sí, dialogante, comprensiva, generosa y servidora.
Nos recogemos en la implicación con
el Misterio Creador. Nos hacemos reflejo, testimonio de esa vida que nos anima,
esa ánima que nos promociona, y todo ese contingente de vida que nos rodea.
Que el alga sabe ocupar su lugar. El águila
sabe planear en los espacios. El pez sabe desplazarse hacia sus necesidades.
Y el ser, el ser de humanidad… ¿qué hace
deambulando entre sus naturalezas…? ¿Qué hace destrozando su entorno…? ¿Qué
hace rechazando lo virtuoso, lo extraordinario, lo excepcional… e inclinarse
por lo corriente, lo vulgar, lo repetitivo, lo fracasado…?
Como seres templarios que albergamos las
semillas del amor, del amar, del amante… ese crisol debe ser mantenido y
cuidado… para que sea un reflejo del amor que nos sostiene, nos mantiene, nos entretiene.
Y al ser “amantes del vivir”… vibramos
en las atracciones auténticas, en las entregas sin chantaje, en las convivencias
sin condiciones, en el compartir alegre y generoso, en el respeto a la escucha,
librándonos de los adjetivos que se suelen atribuir a éste, a aquél o al otro… y
que nos impiden sentirnos.
Consentirse en lo creativo, como
reflejo de que Creación somos; convertirse en el detalle del arte permanente; convertirse
en referencia: referencia de disposición, de actitud, de dis-posición; convertirse
en una realización evidente… en la que todos “nos necesitamos”.
Pero nos necesitamos en nuestras
virtudes.
Nos necesitamos en nuestras virtudes,
no en nuestros desechos.
Las opciones, las oportunidades, las necesidades…
nos aguardan permanentemente.
La vida nos reclama nuestra vitalidad,
para renovarla, para recrearla, para
enamorarla y hacerla libre, liberada de la renta, el beneficio, la ganancia, la
importancia.
Hacer, del vivir cotidiano, un
manantial inagotable de agua de vida… y un respirar de aire invisible… que nos
inspira… y que nos hace suspirar… por la Eternidad.
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