Sintonizar la voz del Universo
22
de diciembre de 2025
La Creación
está en perpetuo estado recreativo. Y, en consecuencia, lo creado se ejercita
en la misma dimensión, aunque en otras proporciones.
Y en este sentido, comprobamos cómo
la humanidad se aferra a sus costumbres, a sus normas, a sus códigos, a sus
muestras creadoras, las cuales fija y atesora como el mejor bien.
Cierto, cierto es que, pasados y
pasados tiempos, las costumbres se han y se han ido modificando, y ciertos
criterios se han ido… ¿cambiando? –interrogación-.
La Llamada Orante nos advierte de
esta contradicción, al
evaluar por qué persiste el afán por conservar, atesorar… “algo” –lo que esté
en ese momento más vigente y más propicio para rentabilizarse-, y no se expresa
como Creación, el ser, en recrear lo que ya descubre, lo que aprende… Pareciera
como si ya todo
estuviera hecho.
Y en las culminaciones de
repeticiones y repeticiones se vuelve a poner en evidencia que… ¿no hay nada
nuevo? ¿Seguiremos con las fiestas de moros y cristianos? ¿Continuaremos con
los ritos religiosos de las fiestas? El día de “no sé qué”, el día de “no sé
cuántos”… ¿Qué aportan –como creación, como recreación- esos hábitos?
Hoy diríamos que esos hábitos
aportan días libres, días de puentes –o “transatlánticos”, depende-. Y eso, y
ese aparente cambio, ¿es realmente un cambio?
La Llamada Orante nos invoca a
recogernos en nuestra naturaleza y exponernos a creativizarnos, a recrearnos de
una manera permanente y continuada, sin tener el freno de lo
costumbrista, lo habitual, lo…
Cierto es que, al contemplar la
naturaleza del entorno, los delfines siguen una ruta habitual para sus
cortejos, las arañas no han generado más patas que las que tienen, y las
mariposas llegan en primavera.
Y en base a eso, podríamos decir que
la “ritología” –permitamos la palabra- de la naturaleza es siempre la misma. Y
sus variaciones son mínimas u ocurren cada muchísimo tiempo.
Eso puede ser un argumento para que,
el ser, entronizado dentro de la naturaleza, justifique sus apegos, costumbres,
manías… y, en definitiva, aposentarse en una posición teóricamente importante o
teóricamente de poder, cada cual en sus niveles: desde los intocables, los
menesterosos, hasta los ricos y poderosos.
Y mientras tanto, la función
recreadora brilla por su ausencia. Se repiten moldes que no se evalúan, al
menos con una cierta periodicidad. Y así se vuelven –claro- costumbres
inamovibles y continuas referencias pasadas para justificar presentes rancios.
En estos transcursos en que ahora
estamos, en los que el poder, con las características ahora de “economía” –como
base de sustento fundamental-, que conlleva obviamente la confrontación para
ver quién más, quién tiene más, quién más influencia posee… en todos los
niveles de sociedades y en todos los elementos sociales, podría ser un signo de
que, después de la batalla, vendría la innovación, la renovación, la
recreación.
Pero han pasado muchas batallas, han
pasado muchas confrontaciones, han pasado muchos perdones y muchas actitudes de
disculpas, pero se vuelve. Se vuelve a un punto que representó en su momento
una innovación.
Y, en consecuencia, de nada
sirvieron las confrontaciones, porque vienen otras nuevas; “nuevas” en cuanto a
recursos, pero idénticas en cuanto a resultados.
Todo ello es una auto-evaluación en
la que nos compromete la Llamada Orante, de tal manera que, ante las habituales
demandas, ritmos… nos planteemos la necesidad de innovar, como un
pequeño paso –pequeño, muy pequeño- a la recreación; como un equivalente a una
Creación que continuamente, permanentemente, se mueve, se recrea, se renueva…
E, insisto –e insiste la Llamada
Orante-: aunque no llevemos esos ritmos estelares, tenemos la evidencia de que
somos expresión, somos Ello, y deberíamos, en nuestra medida, reevaluar –al menos-
las posiciones en las que cada cual se encuentra.
Una revisión –podría ser- de manías,
gustos, apetencias, verdades… ¡Huy! ¡verdades! Sí; la cantidad de verdades que
tiene cada uno, con el “yo
soy así”.
Esa es la forma práctica que tiene
el ser de aposentarse en sus dominios. Es como si tratara el ser de dominarse a
sí mismo. Sí; como si existiera una fuerza que domina nuestras ansias
creadoras.
Si además lo confirmamos con nuestro
saber (sic) de nuestros códigos, nuestras lecturas genomáticas, etcétera, pues…
parece como una repetición insaciable, sin salida, con un tope. Y lo que
intuimos de la Creación –de lo Misterioso del proceso- no tiene tope, no tiene
freno, no trata de instaurarse.
Cada vez que contemplamos
mínimamente eso que llamamos “universo” –que está bien por aquello de ser un
verso, aunque no se trate así-, descubrimos que hay una incesante actividad,
pero que no para, que no tiene freno.
Y obviamente, al comparar con
nuestro movimiento, nos parece desorbitante, ya que lo nuestro es muy pequeño.
Mas… mas si recordamos que somos
microcosmos, sería un buen punto para “sintonizar” la emisora del universo. Sí;
sintonizarlo como cuando cogemos una radio y buscamos el dial de… tal o cual
programa. Sintonizar la actividad de la Creación en una de sus misteriosas
expresiones –el universo-, del que conocemos apenas fracciones.
Quizás –hay que plantearlo así-,
quizás con esa sintonía, los ritmos, modos, maneras… se empiecen a contemplar y
a vivir de otra manera. Que sí, hará falta una serie de repeticiones, sí, pero
en cada repetición habrá un matiz diferente, y llegará un momento en que esas
repeticiones se conviertan en otra acción, en otra visión, en otro
planteamiento.
Sintonizar la voz del Universo,
hacer nuestros poemas vitales realmente “a imagen y semejanza”, porque somos
Ello también. Y no hay nada que no sea Ello. Todo es Misterio Creador.
Pero pareciera como si se tuviera
miedo a mostrarse, a destilarse en lo que somos, y hubiera un freno ¡propio!
¿De dónde sale
ese freno?
Sale de la costumbre, de la
educación, de la cultura, de todo lo que en principio consideramos bueno, pero
que se convierte en una cápsula que nos envuelve y no nos deja ser,
operativamente, expresiones creadoras.
Y, probablemente, ese freno se deba
a querer mantener una posición de predominio, ya que al expresarse y al
mostrarse como una Creación continuada no habría primeros ni segundos, no
habría más importantes y menos importantes, no habría confrontaciones. Hay
universo suficiente para todos los seres.
Y, en consecuencia, para
salvaguardar mi posición privilegiada como expresión de Misterio Creador,
reprimo esas expansiones porque perdería esa falsa hegemonía en la que hemos
sido culturalizados en estratos de peldaños: o de arriba, o de abajo, o de
derecha, o de izquierda…
Nada de eso existe. Lo manejó el ser
en su trastoque… ante su asombro de ver lo que realmente era. No sabemos ni
cómo ocurrió, ni cuándo ocurrió, pero tuvo una “descendencia” –en la que
estamos-, en la que cada ser se consideró el rey, el príncipe, el… ¡el dios!
Y lo era, y lo
es, mas no de la forma en que lo ejerce.
Las texturas de las formas de
nuestras configuraciones, las texturas del pensar de nuestras elucubraciones y
las texturas del amar de las creaciones están distorsionadas, están escalonadas,
están separadas.
Y sólo hay una textura –por ponerle…
y seguir con nuestro lenguaje de uno o dos, tres-: la textura de la Creación. Pero
no podemos apoderarla con la razón, con la lógica, con la espiritualidad… con
nuestro cuerpo. ¡No! Es que no es un motivo de apoderamiento.
Sí, sí. Es posible, ciertamente, que
esta Llamada Orante en este sentido, resulte como otras recientes: difíciles,
incómodas de asumir. Y más aún de practicar. Porque inevitablemente tenemos que
seguir con estos instrumentos de lógicas, razones, explicaciones… Y los amores
del ama-necer,
dejarlos así, a la intemperie; que son los que en alguna medida nos dan un
toque de cambio, de recreación, pero que se tiene muy poca confianza en ello.
Sí, sin duda hay excepciones, claro.
Pero eso no nos consuela, porque en
la excepción –cuando se habla de la excepción- se habla de eso, de que hay tal
o cual excepción, pero se la muestra y se la desarrolla como algo inalcanzable.
Voilà! Entonces
no sirve de nada.
.-
¡Ah!, esta excepción…
.- Sí, pero yo tengo que seguir así,
porque…
El amar y el amor se convierten
circunstancialmente en excepciones, pero vivencialmente en “usar y tirar”. Y ya
se define como procesos hormonales que ocurren; y aunque sean experiencias
asombrosas o… mágicas –pongámosle el adjetivo más grandioso que encontremos-,
aunque sean así, ya se terminan acostumbrando, y continuamente hacen referencia
al pasado: “Porque antes
era así, y ahora ya no es así, o ya no quiero saber nada de eso…”,
o una infinidad de posturas.
Apostando –apostando, hay que
apostar ahí; nuestro lenguaje realmente es limitado, muy limitado- apostando
por esa sintonía de la Creación –“Radio Creación”-, podríamos decir: “Pues ya no soy así. No voy a ser
así”. Es una apuesta; evidentemente, de riesgo. Porque si dejas de
ser “así”, como la costumbre, la norma, la ley y todos esos condicionantes te
han clasificado, pues probablemente vas a tener problemas.
¡O no! El problema residirá en que
tú valores las respuestas y las condenas que se formen en torno a tu “ya no soy así”. Si las
valoras, entonces sigue siendo igual.
Se nos presentan, estas opciones,
como complicadas, como difíciles. Porque parece ser –y es así- que cualquier
pequeño cambio se plantea como algo costoso, como algo difícil, como algo que
nos puede perjudicar. Si sintonizamos con la “Radio Universo”, y hacemos una
sintonía adecuada, eso no ocurrirá.
La “lo-cura” –lo que cura-, la locura de amar,
de ser un amanecer permanente, continuado, se desentiende de lo normal, de lo
correcto, de lo adecuado, de la verdad…
Y esto no significa que haya que
sacar el sable y eliminar a los infieles. No. Significa una consciencia de
amar, una actitud de sentirse Creación y Creador, una vocación de fidelidad a
lo que nos revela, en cada momento orante, el Misterio.
Pareciera difícil, sí, pero todos
los seres de humanidad tienen un instante en el que vivieron la locura de amar.
Un instante. Ese instante es el promotor
de la incesante actitud creadora. Y a él y a ello nos tenemos
que referir, para poder –sin poder- sintonizarnos con la Creación, con el
Misterio Creador. Que no es un escalafón, que somos todos misterios creadores,
pero en diferentes plataformas. Pero es una sola. Pero que tiene multitud de
caras, como un poliedro de infinitas carátulas.
Sí. Y bastaría un pequeño –pequeño-
plus diario. Como cuando decimos: “No
te acuestes si no has realizado un instante de bondad a lo largo del día”.
Pues similar.
Tienes que, cotidianamente, como si
fuera una costumbre –y no lo es- recoger, de ese instante de locura, la
consciencia liberadora de experimentar para transformar y transformarnos,
dentro de esa cápsula, en algo que puede abrirla. ¡Y claro que puede abrirla!
Sí, claro: hacia
lo desconocido. Por supuesto.
Lo conocido es lo que nos hace
arraigarnos y espetarnos continuamente: “Como
la tarta
de la tía Manola no
hay ninguna”.
“Como el gazpacho de tal… como la evidencia científica de cual… como la ley… no hay…”. Y así, todo eso, es
un eslabón de esclavitud.
Y está bien recordarlo para no caer
en ello… y entrar en lo desconocido
Que el creer nos facilita
la posibilidad de estar sin susto, sin miedo.
Las nubes no se preocupan de hacia
dónde ir. El viento las mueve, y el propio viento no sabe por qué; ni se lo
pregunta. Pero ello nos da la luz, la claridad, la lluvia, la nieve… siempre
diferente.
Como nubes a los caprichos del
viento, así sintonizamos con el Misterio Creador.
***
Tune in to the voice
of the Universe
2025-12-22
Creation is in a perpetual recreational
state. And, consequently, what’s created operates in the same dimension,
although in different proportions.
And in this sense, we observe how
humanity clings to its customs, its norms, its codes, its creative displays,
which it fixes and treasures as its greatest good.
True, it is true that, as time and time
have passed, customs have been and have continued to be modified, and certain
criteria have been… changed? –a question-.
The Prayerful Call warns us of this contradiction,
as it evaluates why the urge persists to conserve, to treasure… “something”
–whatever is at that moment, most current and most convenient to capitalize on-
and why the being does not express itself as Creation does, by recreating what
it already discovers, what it learns… It seems as though everything were already
done.
And in the culmination of repetition
after repetition, it again becomes evident that… is there nothing new? Will we
continue with the Moors and Christians festivals? Will we continue with the
religious rites of traditional celebrations? The day of “I don’t know what”,
the day of “I don’t know how many”… What do these habits –as creation, as
recreation- contribute?
Today we would say that these habits
contribute days off, long weekends –or “transatlantic weekends”, depending-.
And this apparent change, is it really a change?
The Prayerful Call invokes us to gather
ourselves into our own nature and expose ourselves to becoming creative, to
recreating ourselves in a continuous and permanent way, without the brake
of customariness, of habit, of…
The truth is that, when we contemplate
the nature around us, dolphins follow a habitual route for their courtship,
spiders have not produced more legs than they have, and butterflies arrive in
spring.
And based on that, we could say that
nature’s “ritualogy” –let us allow the word- is always the same. And its
variations are minimal or take place over vast spans of time.
This might serve as an argument for the
being, enthroned within nature, to justify its attachments, customs,
obsessions… and ultimately to settle into a theoretically important or
theoretically powerful position, each one at their own level: from the
untouchables, the destitute, to the rich and powerful.
Meanwhile, the recreative function is
conspicuously absent. Patterns repeat without being evaluated, at least with
any regularity. And thus, they become –of course-immovable customs and
continual past references to justify stale presents.
In these passages we now find ourselves
in, where power, now with the characteristics of “economy” –as the fundamental
basis of sustenance-, entails the obvious confrontation to determine who has
more, who possesses more, who holds more influence… at all levels of society
and in all social elements, could be the sign that after the battle would come
innovation, renewal, recreation.
But many battles have passed, many
confrontations have passed, many acts of forgiveness and many apologetic
attitudes have passed, yet we return. We return to a point that once
represented an innovation.
And, consequently, none of the
confrontations served any purpose, because new ones arise; “new” in terms of
their resources, but identical in their results.
All of this is a self-evaluation into
which the Prayerful Call commits us, in such a way that, faced with the usual
demands, rhythms… we consider the need to innovate,
as a small step –small, very small- toward recreation; as an equivalent to a
Creation that continuously, perpetually moves, recreates itself, renews itself…
And I insist –and the Prayerful Call
insists-: although we may not follow those stellar rhythms, we have the
evidence that we are expression, we are That, and we should, to the extent of
our ability, reevaluate –at least- the positions in which each of us finds
ourselves.
A revision –it could be- of our fixations,
tastes, desires, truths… Oh!,truths! Yes, the quantity of truths each one holds
under the “that’s just how I am”.
This is the being’s practical way of
settling into its domains. It is as if the being tried to dominate itself. Yes;
as though there existed a force that dominates our creative urges.
If we add to this our so-called
knowledge (sic) of our codes, our genomic readings, etcetera, then… it all
seems like an insatiable repetition, with no way out, with a ceiling. And what
we intuit about Creation –about the Mysterious nature of the process- has no
ceiling, no brake, no intention to establish itself.
Each time we minimally contemplate what
we call the “universe” –a fitting term for being a verse, although it is not
treated as such- we discover there is incessant activity that neither stops nor
slows.
And obviously, when we compare it to
our own movement, it seems out of proportion, since ours is very small.
But… but if we recall that we are
microcosms, it would be a good starting point to “tune in” to the universe’s
broadcasting station. Yes; to tune it as when we pick up a radio and search the
dial for… this or that program. To tune in to the activity of Creation in one
of its mysterious expressions –the universe-, of which we know only fractions.
Perhaps –one must pose it that way-
perhaps with that tuning, the rhythms, modes, manners… might begin to be
contemplated and lived differently. Yes, a number of repetitions will be
needed, yes, but in each repetition, there will be a different nuance, and a
moment will come when those repetitions become another action, another vision,
another approach.
To tune in to the voice of the
Universe, to make our vital poems truly “in its image and likeness”, because we
are That as well. And there is nothing that is not That. Everything is Creative
Mystery.
But it seems as though we were afraid
to show ourselves, to distill ourselves into what we are, and that there were a
brake of our own!
Where does that
brake come from?
It arises from custom, from education,
from culture, from all that we initially consider good, but which becomes a
capsule that envelops us and does not allow us, in practical terms, to be
expressions of creation.
And, probably, that brake has to do
with wanting to maintain a position of predominance, because if we expressed
ourselves and revealed ourselves as an ongoing Creation, there would be neither
firsts nor seconds, neither more important nor less important beings, there
would be no confrontations. There is enough universe for all beings.
And, consequently, to safeguard my
privileged position as an expression of Creative Mystery, I suppress these
expansions because I would lose that false hegemony into which we have been
cultured through layers of hierarchy: above or below, right or left…
None of that exists. The being
manipulated it in its distortion… upon being astonished at seeing what it truly
was. We do not know how it happened, nor when it happened, but it had an
“offspring” –in which we find ourselves-, in which each being considered itself
the king, the prince, the… the god!
And it was, and it
is, but not in the way it is exercised.
The textures of the forms of our
configurations, the textures of the thinking of our speculations, and the
textures of the loving of the creations are distorted, staggered, separated.
And there is only one texture –just to
give it… and to remain within our language of one or two, three-: the
texture of Creation. But we cannot seize it with reason, with
logic, with spirituality… with our body. No! It is not something to take
possession of.
Yes, yes. Certainly, it is possible
that this Prayerful Call, in this sense, may feel like other recent ones:
difficult, uncomfortable to take on. And even more so to practice. Because
inevitably we must continue with these instruments of logic, reasons,
explanations… And the loves of the loving dawn, leave them out
in the open; which are, in some measure, what give us a touch of change, of
recreation, yet there is very little trust placed in them. Yes, no doubt there
are exceptions, of course.
But that does not console us, because
in the exception –when one speaks of the exception- one speaks precisely of
that, of such-and-such an exception, but it is presented and developed as
something unreachable. Voilà! Then it is useless.
.- Ah!
this exception…
.- Yes, but I have to keep going like this, because…
Loving and love become circumstantial
exceptions, but in lived experience they become “use and discard”. And they are
already defined as hormonal processes that occur; and even if they are
astonishing or magical experiences –let us use the grandest adjective we can
find- even if they are so, we eventually grow accustomed to them, and
continually refer to the past: “Because before it was like this, and now
it isn’t like that anymore, or I don’t want anything to do with that…”, and
an endless number of positions.
Betting –betting, yes; we must bet
there; our language is truly limited, very limited- betting on that tuning with
Creation – “Creation Radio”- we could say: “Well, I am no longer like that. I will not
be like that”. It is a bet; obviously, a risky one. Because if you stop being “like that”, as
custom, norm, law, and all those conditionings have classified you, then you
will probably run into problems.
Or not! The problem will lie in if you
value the reactions and condemnations that form around your “I
am no longer like that”. If you value them, then everything remains
the same.
These options are presented to us as
complicated, as difficult. Because it seems –and it is so- that any small
change is posed as something costly, something difficult, something that could
harm us. If we tune in to “Radio Universe,” and make an adequate tuning, that
will not happen.
The “[1]madness” –what heals- the madness of
loving, of being a permanent, continuous dawn, disengages
itself from what is normal, correct, proper, true…
And this does not mean that one must
draw the sword and eliminate the infidels. No. It means an consciousness of
loving, an attitude of feeling oneself as Creation and Creator, a vocation of
fidelity to what the Mystery reveals to us, in each prayerful moment.
It may seem difficult, yes, but every
human being has had an instant in which they lived the madness of loving. One
instant. That instant is the promoter of the incessant
creative attitude. And to it, and to that, we must refer, in order to be able
to tune ourselves with Creation, with the Creative Mystery. Which is not a
hierarchy; we are all creative mysteries, but on different platforms. But it is
a single one. With a multitude of faces, like a polyhedron of infinite facets.
Yes. And a small –small- daily plus
would be enough. As when we say: “Do not go to bed without having carried
out one moment of kindness throughout the day”. Something similar.
You must, daily, as if it were a habit
–though it is not- gather from that instant of madness the liberating
consciousness of experiencing in order to transform and transform ourselves
within that capsule, into something that can open it. And of course it can open
it!
Yes, of course:
toward the unknown. Certainly.
The known is what roots us and causes
us to declare again and again: “There is
no cake like
Aunt Manola’s”. “There is no gazpacho like
so-and-so’s… no scientific evidence like
such-and-such… no law like…There
is no…”. And all of that is a link
in a chain of enslavement.
And it is good to remember this so as
not to fall into it… and to enter into the unknown.
For believing
gives us the possibility of being without fright, without fear.
The clouds do not worry about where
they are going. The wind moves them, and the wind itself does not know why, nor
does it ask. But this it gives us light, clarity, rain, snow… always different.
Like clouds at the whims of the wind,
thus we tune ourselves to the Creative Mystery.
[1] In Spanish “madness” is “locura”
and has in it the word “cura” which means to “heal”.
***
