La especie vida nos lleva,
no vamos
13
de noviembre de 2023
Los tambores de las contiendas se muestran incesantes y poderosos.
No hay canto que los
apague...
No hay palabras que
los ritmen o los calmen...
Y las contiendas se
hacen guerras, se hacen confrontaciones, se hacen insultos, se hacen ofensas,
se hacen mentiras, se hacen contras...
Y así, poco a poco,
el complejo social solidario... se hace tímido, se vuelve reacio, sospecha,
duda, indecisión, desconfianza.
Palabras que basculan
continuamente en la consciencia cotidiana, como la mejor ¡defensa!... ya que
cada vez, cada vez más, cualquier manifestación se interpreta como ataque.
Y así, las soluciones
–¿soluciones?- pasan por los vencedores y los vencidos, los triunfadores y los
perdedores, el dualismo radical entre ricos y pobres; una espesa y densa
herencia... que no le corresponde al ser. Que ha sido su vanidad y arrogancia
la que, en base a sus capacidades, se ha desarrollado como poderosa y,
decididamente, “verdades”.
Y la mejor verdad es
un ataque; si es preventivo, mejor.
Y la mejor verdad es
una defensa; si es con actitudes disuasorias, mejor.
Y la mejor posición
es la seguridad; si es con intimidación, mucho mejor.
Y así, cada uno se
siente atacado y es atacante.
Los intereses
predominan... y se hacen imprescindibles.
Y las necesidades se
trucan y se convierten en consumo.
Y la ruina por no
alcanzarlas se hace desespero.
El murmullo y la
envidia se confunden.
La intimidad se
descarna... y el silencio es un bullicio.
Por momentos, podemos
rebajarle algo a todas estas
posiciones. Por momentos, en algunos lugares... se hacen menores ofensas
universales.
Pero la fuerza
poderosa que desarrolla el estilo impositivo imperante, aunque pueda a sí mismo
reconocerse como injusto, inadecuado, improcedente... Pero –pero: el gran “pero”-
pero necesario, “porque si no, estaríamos peor”...
La coartada se hace,
así, perfecta.
Cualquier
transgresión se justifica, se culpa y se disculpa a la vez..., y adquiere
culminantemente la sentencia de que “la vida es así”.
Pero no es tiempo... –sin
tiempo- de pesimismo. No. Describir estas evidencias nos debe colocar –nos dice
la Llamada Orante- en contempladores de intransigencias, pero no en juzgados de
emergencia.
Si somos imágenes de
la Bondad Superior –y esa bondad no necesita ser superior, es “La Bondad”: la que se gesta en la
creación de la especie vida por el Misterio Creador-, aunque pueda pesar mucho
el desasosiego, el desespero..., el alivio bondadoso de la piedad, de la fe, de
la esperanza, del amar incondicional, son ¡también!
–dejémoslo ahí, en “también”- vibraciones de la vida. Son ¡también!... –sin
aspirar a ser verdades- son también evidencias excepcionales.
Y se nos puede
presentar la posibilidad de ser jueces clementes o inclementes de lo que
transcurre habitualmente, o ser un “también”. Si promovemos el “también” –”tan bien”; qué palabra- si promovemos el “tam-bien”, será otro toque de tambor,
será otra melodía, será otra fragancia.
Porque “tam-bien” es la expresión que nos
promueve en nuestras realizaciones, aunque se muestre tímida o soberbia.
Porque también, además de protagonistas,
podemos ser... ignorantes anónimos que regalan sonrisas.
Porque también... hacemos alegría ante los
amores, y hacemos fiesta ante los futuros esperanzadores.
Porque también, el creer... se hace rocío
esplendoroso que sacia la sed.
Porque también, el sentirse amado... es la
muestra inconfundible de nuestro verdadero estado: amar y ser amado.
La Llamada Orante nos
promueve hacia él “tam-bién”, sin
renunciar a todo lo descrito: evidencias sufrientes.
La vida del ser no
puede ser una renuncia...; es una alabanza.
“La vida del ser no
puede ser una renuncia. Es una alabanza”.
Por eso, cuando
habitualmente se dice: “¡Ah! Yo renuncié
a esto y aquello y a lo otro, por esto otro. Y luego, no sé...”, es señal de
que no hay alabanza por lo descubierto, por lo novedoso, sino que hay temor por
la renuncia; por perder lo conseguido.
No es, la vida, una
renuncia. No es, el vivir, una calamidad.
Es un festejo...
florido. Es una muestra de un destilado desconocido, de ese Misterio
insondable.
Mostremos nuestro
propósito de desarrollo de nuestra identidad, que se muestra ahora casi perdida,
y expresemos, en el sonido de nuestras palabras, otros ritmos que, aunque
parezcan lejanos o difíciles, son innatos, pero aguardan a que se los riegue, a
que se los promueva.
Así, podemos decir:
“Tam-bien, tam-bien, tam-bien”....
“Tam-bien”, pudiera
parecer una oferta de última hora. Pudiera parecer un añadido o una remota
posibilidad, cuando resulta ser todo lo contrario: es la genuina instancia de
nuestro ser.
Cuando las
perspectivas son que “vamos”..., tropezamos.
Cuando las
perspectivas son que “nos llevan”..., transitamos.
Y hacemos de cada
momento, de cada situación, un descubrimiento. Porque nos llevan para verlo,
para sentirlo, para vivirlo, para asimilarlo.
Y ya se suele decir: “Porque la vida me ha llevado a...”. Pero se dice sin consciencia,
o se dice con la consciencia de que otros han sido los culpables o responsables,
o los guiadores...
Sí. La especie vida
nos lleva. No vamos.
Y esto no nos quita
responsabilidad, pasión, conmoción...; más al contrario, nos brinda descubrir,
aprender...; sentirnos ignorantes perpetuos a los que se sorprende.
¡Y las sorpresas son
bondades!..., aunque puedan parecer castigos.
Y así lo parecen
cuando decidimos pensar que “vamos”, y no, que “nos llevan”.
Desde nuestra sublime
ignorancia, el sutil suspiro de la inocencia nos lleva a ser un asombro, un
despertador de luces.
Ser “los faros” que
orientan y que se dejan orientar.
Así no nos perderemos:
sabiendo que nos llevan.
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