SUPREMOS
IGNORANTES, EMISARIOS DE REMEDIOS
27 de marzo de 2023
Y como humanidad, como especie,
estamos en un tránsito que mantiene coordenadas antiguas de poder, de
violencia, de dominio... como características que aparecieron globalmente en el
desarrollo de la consciencia humana.
Pero, además, estamos transitando en
un convivir, en un relacionarse inquieto, inseguro, indeciso, con miedo, con
tendencia a la desilusión, al desencanto; con ver la desgracia, el martirio, la
tragedia..., y hacerse ciego al entusiasmo, a la ilusión, a la fantasía, a la
poesía, a la belleza.
Se podría decir que un desamor
tiñe la vibración de la especie, por las mentiras repetitivas, por los engaños consiguientes,
con las faltas de promesas y la indolencia de la impunidad.
Esa indolencia de impunidad que se
crea en las sociedades en las que estamos, en las que vale el insulto, el
improperio, como norma de libertad; en las que se establecen derechos a
eugenesia, eutanasia, abortos, sedaciones y demás métodos de eliminación, estipulados como “derechos”,
que puede ejercerlos cualquiera y pueden ejercerlos los poderosos.
Y se expande la ‘desvinculización’
del ser, en sus facetas primitivas como especie.
Todo ello nos lo recoge la Llamada
Orante, para que lo incorporemos...; incorporemos como los elementos que
deterioran, aminoran, menoscaban y amenazan la fe del ser, la esperanza, la consciencia
de vivir... como expresión inédita, insólita, en un Universo absolutamente
desconocido.
Que, obviamente, bajo nuestra
minúscula visión de prisma, se ha organizado, por alguna misteriosa razón, en
un lugar como aquí –en este plato redondo-, lo que llamamos “vida”.
Que, si bien transitamos en esos
aspectos, no menos cierto es que las semillas germinan, el viento bambolea, el
amanecer aparece, las estrellas tintinean, los mares hacen su oleaje, las
montañas crean sus hielos... y la biodiversidad de flora y fauna se hace resistente
a todas las injurias que, en nuestra expansión productivista y rentista, como
especie, asolan... tierra, mar, aire.
Es en ese estadio en el que, como
especie, como individuos, como personas, debemos atender... a que la vida se
hace y es generosa, expansiva, revolucionaria, capacitadora, adaptable,
solidaria...
Y que todas esas potencialidades que
nos rodean, debemos activarlas en nosotros, porque pertenecemos a todo ello.
Por la evolución de sus capacidades,
el ser se ha sentido ¡distinto!; por
la convicción de los dictámenes de religiones, filosofías, pensamientos, se ha
sentido superior, con derecho a controlar, a destruir, a manipular, a mejorar
la vida. Y ha establecido planes de cuál es su mejoría de vida, aunque los ha
tenido que cambiar una y otra vez, hasta el punto de que, hoy en día, todavía
no sabe qué debe comer.
Desde el momento en que el ser se
siente privilegiado, elogiado por la Creación –según sus propias revelaciones,
bajo expresas interpretaciones ególatras y hedonistas-, se establece un vivir
de permanente y constante actitud de combate, de dominio.
Y siendo especie de vida, y con
capacidad de descubrir –y, en consecuencia, con recursos para sintonizar con todo lo viviente-, realiza
lo opuesto y hace poder sobre ello.
Y es a lo que, bajo esa situación, nos
llama la Llamada Orante, para que asumamos la situación, pero reconozcamos
nuestra posición de supremos ignorantes.
Y, bajo nuestra consciencia, emisarios
de remedios.
Y, en consecuencia, ante lo que
transita ahora, demos otra respuesta... y podamos interpretar lo que transcurre,
sin el encuadre guerrero de la contra, del inhibir, del castigar, del controlar.
“Reformatear” –dícese del lenguaje
actual, o aplicado al lenguaje actual- nuestras palabras. Y ante un fenómeno o
acontecimiento, no aplicarle sistemáticamente el calificativo de “malo”, de “bueno”,
de “contra”, de “la lucha”...
¿Cómo es posible que estemos luchando
contra una infinidad de enfermedades?
¿Con qué infinidad de enfermedades
luchan los demás seres vivos? No.
Pero, en nuestro caso, en la medida
en que aumenta el llamado “conocimiento”, aumenta el número de enfermos.
Y cabría preguntarse si, esa consciencia
de enfermedad, que tratamos de llamarla –y la llamamos- “una adaptación
saludable” –entre otras formas, para buscar el lenguaje adecuado-, “salud
adaptativa”...
Porque, bajo el criterio que se
evalúe, así vamos a considerar lo que acontece.
Y es que, además, no contentos con
nuestra evaluación guerrera de todo nuestro entorno, cuando contemplamos la
pizca de universo que conocemos, toda la interpretación es en base a choques,
explosiones...
Las galaxias se pelean unas con otras.
No sabemos quién va ganando, pero... ahí están.
No hay... –podríamos decir,
generalizando- no hay tema en el que no se aplique la guerra, la lucha: en
política, en economía, en religión, en convivencia, en rendimiento, en
creencias.
Es que resulta hasta... no aburrido,
sino ansiosamente desesperante. Porque hay otras formas “de”, pero...
El gran “pero” es que esas otras
formas difícilmente se expresan. Y a veces, cuando lo hacen, tímidamente se
manifiestan; lo hacen sin la fuerza de la convicción, como pidiendo perdón por la virtud; como pidiendo
perdón y disculpas por no ir cargado de injurias, críticas y... visiones
catastrofistas.
Y así se llega a la conclusión de que
“es que no queda más remedio”.
¿No queda más remedio? ¿No hay más remedios?
Quizás, si hubiéramos pensado que no
había remedios para determinadas situaciones, seguiríamos con cóleras mensuales
o con otras infectadas situaciones.
Si no nos hubiéramos dado cuenta de
que la limpieza es necesaria y que el agua es preciso que esté inmaculada,
hacía tiempo ya que no estaríamos.
Pero, sí: nos hemos apercibido.
Y ese apercibimiento es el que nos
debe impulsar a manejar el lenguaje y la búsqueda, sin la interpretación y sin
la visión ganadora y de logro y de conquista.
Los mismos poderes que especulan y
controlan y dominan, son los mismos que proporcionan movimientos de ecología,
de paz, de... “etcéteras”.
Los mismos. Así que sólo queda una
pizca –¡pizca!-, una pizca de seres, de pequeños grupos que visionan la
situación de otra manera, sin ser dependientes “de”, pero conscientes de estar
rodeados.
Porque los mismos que generan el
progresismo avanzado, naturista, ecologista, etcétera, son y están
promocionados, todos, por los mismos que mantienen lo establecido, lo dominado,
lo controlado.
La Llamada Orante nos sitúa, en
consecuencia, en esas pizcas de seres que buscan su identidad. Su identidad
como vida de Universo. Su identidad como constancia de armonía, de equilibrio.
Los miedos, las advertencias, las
amenazas, en todas las circunstancias, están ahí para advertirnos de que,
cualquier movimiento, cualquier actitud, cualquier posición, cualquier
actuación, puede ser tachada “de”.
Y con el miedo de que te pueden
denunciar, te pueden castigar, te pueden multar, te pueden... Con todos esos
miedos, el ser se paraliza y vive para defenderse de ellos. Y entra en el
combate.
Bien es cierto que hay que saber en
qué magma me muevo, ¡claro!, pero sin el darme por culpable, sin el darme por
atacado.
Proponerme en la bondad, en el
desarrollo, en la virtud del servicio y del hacer.
¡Tan pendientes!, tan pendientes están
los seres, de si esto se puede hacer o no, si esto es legal o no, si esto está
permitido o no, que terminan paralizados en una burocracia... y terminan
hacinando sus proyectos.
El encomendarse a los designios de la
Providencia, el amplificar el sentir común en el hacer, sin el miedo anhelante
de... el entorno, que no está sólo para vigilarnos, que también tiene su hacer.
Bajo esa actitud de cultivo de la
palabra, del estar, del ‘des-miedarse’, de quitar el lastre de la persecución y
del castigo, sin que por ello seamos un desafío. No.
Es difícil calcular los signos
vitales de una especie.
Es evidente que la vitalidad de la
vida, en su sentido universal, es... ¡enorme!
Lo poco que podemos conocer de la
vida, nos demuestra una capacidad totalmente solvente. Pero cierto es que...
especies aparecen y desaparecen por diferentes acciones. Y “desaparecer” no
significa que dejen de existir, sino que existen de otra forma y manera,
incorporadas a otras formas y otras estructuras.
Si estamos en la Eternidad y en la Infinitud,
no se puede producir algo que no sea eterno e infinito.
Igual que se dice que “no hay que
pedirle peras al olmo”. El olmo no da peras. Pues la vida eterna no da vida-muerte;
no da vida final. Pero sí es cierto que, en los diferentes tránsitos –como
hemos dicho en la alerta orante del comienzo-, están, y ahora parece que son
más abundantes.
Preservar la pizca de sentir común,
de entrega sincera, de convivir equilibrado, creativo.
Huir del susto de la amenaza... por
la convicción de lo que se cree.
Despertar a un nuevo amanecer, que
siempre ha sido nuevo, pero... que se le ha considerado estático, quieto...
Ese nuevo amanecer de consciencia que,
si lo comparamos con el amanecer luminoso de nuestra posición en el Universo,
siempre es diferente. Y en consecuencia, nuestra consciencia, en el amanecer de
la vigilia, debe tener los suficientes –¡y tiene!- recursos para adaptarse,
equilibrarse, armonizarse...
Y no, un despertar guerrero de
defensa, un despertar guerrero de queja, un despertar guerrero de prejuicios y
críticas.
La pizca no es un privilegio.
Por su pequeñez, pareciera que no
influye o que no actúa, pero la vida es integración expansiva, y cualquier
pequeño movimiento se refleja... a través del viento del tiempo.
Nada de lo que ocurre queda sin
efecto.
El quilate no es grande, es muy
pequeño, pero le da un gran valor al relucir de la piedra.
Hacer, de esa pizca, un quilate que
brille...
Un asumirse como verdadero
intermediario...
Con la misión de ejercitarse, de
plasmar, de convertir el mensaje en realización... en el día a día.
En el día a día, sí, porque la vida
sigue, no espera.
Aunque debemos ser discípulos de la
esperanza, que incluye la espera; pero una espera que no exige ni impone, sino
que sigue simultáneamente el transcurrir.
Lo simultáneo debe ser considerado
permanentemente.
Que, al amparo de la Bondad Superior
que emana de la Providencia, generemos esa actitud de humildad y sumisión a
nuestra potencialidad, con la belleza y el arte suficiente... para
desarrollarnos como piadosos.
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