“Lo pendiente”. “Yo soy así”
3
de abril de 2023
Y en nuestras humanidades se acumulan los “pendientes”. Sí: las causas, sucesos, promesas, proyectos… pendientes.
Precipitados por la conquista
reciente, el ser se envalentona con sus logros sin deparar en las consecuencias.
Cuando éstas se presentan, se aplazan sus soluciones. Se actúa como seres
individualizados, sin el decoro del
conjunto, de la consciencia de unicidad, en relación con lo que llamamos “vida”.
El acúmulo de lo pendiente se hace “residuos”,
y éstos inciden sobre nuestro ánimo, nuestras ánimas, nuestras prospecciones de
ahora, de luego, de mañana.
La Llamada Orante nos sitúa en ese
plano de lo pendiente, bajo la eterna promesa de ser un vehículo redentor.
Y, en esa medida, cada vez que acuden
a nuestra consciencia esos débitos-deudas de muy diversa índole, y que los
vemos lejanos, difíciles, casi imposibles de solventar, y es preferible
llevarlos cargados con –obviamente- los efectos colaterales de sus olvidos, es
ahí cuando la Llamada Orante “redentora” es el auxilio que nos permite entrar en asumir y aceptar las
provisiones de la Providencia, y afrontar eso pendiente –eso que en consciencia
cada uno sienta que está pendiente-, de su realización, de sus traumas, de sus
complejos, de sus…
No sólo –consecuentemente- de lo
pendiente ajeno, sino de lo propio. De lo que llamamos “propio”, que no es “propio”.
No nos pertenecemos. Somos “de la
vida”.
Esa invocación a la Providencia. Ese
aceptar y asumir la redención como algo necesario, diríamos que “urgente”,
sobre todo cuando vemos que se hacen acuciantes las rencillas, los rencores,
los prejuicios, los juicios, los racismos, los diferentes y terribles
desenlaces de las categorías que se establecen entre unos seres y otros, por su
profesión, por su color, por su actitud…
Existe un pendiente cotidiano que
se acumula como hábito, como costumbre.
Sí. Cada ser va tallando... –merced a
su relación con el medio- va tallando una personalidad, una actitud, un ánimo. Va
tallando lo que se dice: “Es que yo soy así”. Claro, ese “yo soy así” es como... “Aquí
llegué y aquí me paré. Y de aquí no sigo”.
Y ese “yo soy así”, cotidiano… evidentemente
no encaja siempre con los otros “yo
soy así”, y se generan –obviamente- llamémoslo “conflictos”, porque cada uno es así.
¿Cuántos, cuántos acontecimientos se
acumulan por el “yo soy así” –que
podamos recordar-, con aquella persona, con aquel proyecto, con aquel trabajo,
con aquel...?
¿Qué grado –y tiene, obviamente,
sintonía con la Providencia, con la redención-, qué grado de transformación, de
aprendizaje, se tiene o no se tiene, para modificar, cambiar, adecuar, adaptar,
compartir, aprender...? ¿Qué grado cotidiano hay de ello? ¿Qué posibilidades tiene
el “es que yo soy así”, de modificar un poco la sonrisa, un poco
la escucha, un poco el prejuicio, un poco la imposición, un poco el rechazo?
Así, a base de “pocos”, probablemente
podamos ir acomodando el “yo soy así”,
diferente. Diferente a no solamente
ayer o antes de ayer, sino diferente en cuanto a posición, a actitud.
¡Sí! Sabemos que es evidente que no
pensamos y sentimos lo mismo cuando tenemos una edad que cuando tenemos otra. ¡Cierto,
cierto! Pero sí se va estableciendo, como sedimento ‘tortuorio’ –”tortuorio”:
de tortura-, un estar: “Es que soy así, y me molesta
esto”, “es que soy así, y no soporto esto”, “es que soy así, y no aguanto
aquello”, “y es que soy así, y yo quiero esto”.
Parece que faltan recursos –¿no?- para:
“Yo
soy lo que debe ser”.
Que no lo sé; que lo voy viendo y
descubriendo; que no tengo una plantilla fija; que en la medida en que aprendo,
descubro y cambio, dejo de ser el “así”.
Porque ese “así” ya es como un sello: “Bueno, ya sabes que este señor,
esta señora, este hombre, esta mujer, este niño… es así. No lo vas a cambiar.
No va a cambiar”.
¡Qué triste!, ¿no? ¡Qué pre-tumba! Pero
incluso las tumbas cambian, porque la tierra se mueve, porque los gusanos
emigran… ¡Cambia!
Las eternidades de los Universos –en
lo poco que descubrimos- nos cambian. Nos cambian tanto que cada día
descubrimos imágenes, sugerencias, hipótesis, teorías…. Hasta el punto de que a
veces se producen noticias, como esas de las que desafían la soberbia y la
vanidad, cuando unos astrónomos nos dicen:
“¡No es posible! Ahí, ahí, donde hemos enchufado
nuestros catalejos, no hay nada. ¿Cómo es que ahora encontramos un montón de
galaxias? ¿De dónde han salido? ¡Eso no puede ser! ¡Ahí nada había! ¿Cómo es
que hay ahora?”.
Por ejemplo. Es un ejemplo de una
noticia reciente.
¿Las pusieron el otro día o...
llegaron de repente? ¿O más bien, usted no las vio? Porque estaba distraído,
porque no calibró su objetivo, porque no enfocó adecuadamente… Muchos errores,
¿no? Pero, sin entrar en el error: es pura soberbia y vanidad. Estaban ahí.
Producto de un cambio y evolución,
vamos descubriendo pequeños matices que nos indican que las cosas... –no es una
buena palabra, “cosas”, pero nos puede valer en este momento- que las cosas no son así, como yo
soy así. No. Las cosas son ‘transformer’,
transformables, variables. Contemplamos un amanecer y contemplamos otro, y no
es... No. No son así; son
diferentes. Y eso que un amanecer es una cosa, ¡buah!… Todos los días amanece. Sí.
En consecuencia, el sentido de la
intención orante nos incide en estas dos posiciones de vida cotidiana: en
aquello –de eso, de aquél- que está pendiente y que hay que providenciarlo y
redimirlo; y lo más inmediato cotidiano: “yo soy así”, que nos impide sincronizarnos con ¡tantas
y tantas realidades!...
Y ya solo el hecho de descubrirse
supremo ignorante nos bambolea diariamente, para que el “así” deje de ser un
puñal, deje de ser un cuchillo, deje de ser un filo: “Es que yo soy así, y al que no se adapte, le corto, lo hiero”.
Y más bien –bajo lo providencial y lo
redentor- somos piezas de un puzle, que son capaces de adaptarse a la necesidad
del espacio del que se dispone en ese momento.
Si ahora se precisa “A”, me hago “A”.
Si ahora se precisa “P”, me hago “P”.
Con mi naturaleza, sin duda; con mi
peculiaridad. No dejo por ello de ser insólito, único e irrepetible, e imprescindible
y necesario. Todo ello sigo siendo. Pero dejo de ser una punta que hiere, que
duele, a aquél, a aquello... Me hago modulación que sabe, por su ignorancia, que
todo lo diferente y nuevo es aprendible y asumible. Y no puedo decir:
.-
No, es que yo... Yo es que me dedico a esto. Yo no tengo ni idea de aquello
otro.
.-
Pero ese “aquello otro” te ha llegado, se te ha mostrado, y te ha mostrado tu
ignorancia. Debes asumirlo, comprenderlo mínimamente, atenderlo.
Es como los gustos –“los gustos”- que
se establecen:
.-
No, es que a mí no me gusta esto, a mí no me…
.-
Pero ¿tú has probado esto?, ¿tú sabes lo que es esto?
.-
No, ni idea. Pero no.
.-
Pero no, ¿por qué?
.-
Porque no.
.-
Ya.
.-
Te sorprendería saber cuál es el hábito sexual de las hienas.
.-
¿Las hienas? A mí no me interesa el hábito sexual de las hienas.
.-
¡Qué pena! ¡Podrías aprender algo!
Y quien dice eso, dice:
.-
¿Cuál es el comportamiento vital de la madre pulpo?
.-
¿La madre pulpo? ¡Dios santo! No se me pudiera ocurrir a mí que en una oración
saliera la madre pulpo.
.-
¡Pfff! ¡Ya ves! ¡Es madrísima!, porque ¡hay que ver! Todos conocen lo de la mantis
religiosa, ¿no?: que la hembra, después de copular, se come al macho para
festejar. Pues ‘la pulpa’ –que no se llama ‘la pulpa’-, el pulpo hembra, después
de dejarlo todo listo y sus pulpitos listos, ella desaparece. Es madrísima.
.-
¡Ah! ¿Y eso para qué me vale a mí?
.-
No, si valer, valer… aquí no vale nada. ¡Nada! Pero… como que te da una pista
¿no?
.-
Una pista ¿de qué?
.-
No sé... Igual que tú eres “así”, pues hay otras circunstancias que son diferentes,
y también son vitales. Pertenecen a la vida. Y eso, lo que nos hace ver, es que
cualquier posición estancada, y “así”,
no conduce a una prosperidad.
Porque, evidentemente –como los
ejemplos que hemos puesto-, podríamos decir:
.-
Ah, ¿ves? Eso es así.
.-
Sí; eso es “así” porque
la evolución lo ha llevado a estar de esa forma, por diferentes motivos. Pero
no es algo parado y detenido. Se ha llegado ahí, a ese momento. Seguirá
evolucionando.
Lo biodiverso nos enseña lo Providencial
de los recursos y lo adaptables que se hacen para que no queden residuos; para
que todo sea aprovechable. En el sentido de que el ser se haga cada vez más
creativo, más artista, más innovador, más valiente.
Habitualmente se da la justificación –y
tiene su lógica- de que redimir providencialmente, puede ser demasiado tarde. Atrapado
por la falacia del tiempo, el ser por eso aplaza y va dejando el reguero de
residuos. No, no es demasiado tarde. No existe “demasiado tarde” ni “demasiado
pronto”. Lo que existe está.
Si estamos sujetos al hilo de lo de “antes”
y lo de “ahora” y lo de “después”, se romperá muchas veces.
Somos vibraciones atemporales.
Y en la medida en que lo asumimos,
nuestro estar, nuestro hacer, se hace diferente. Y el Sentido Orante nos lleva
a esa posición, para poder recogernos en los recursos propios y permanentemente
disponibles, para redimir.
“Re-di-mir”: decirme a mí mismo, por
los dones que me adornan, que soy capaz de transformarme en la necesidad que me
demande.
Que no hay mejores ni peores ofertas.
Que la mejor es la que se cumple
cuando aparece y nos demanda.
Si está el siempre –“si está el
siempre”-, siempre
es eterno, y nunca es tarde.
***