DECLARARSE VITALIDAD UNIVERSAL
19
de junio de 2023
Acuciantes se
muestran los transcursos de los acontecimientos. Reclaman respuestas rápidas, o
bien, retrasan olvidados... problemas crónicos.
En ambos casos, el
ser de humanidad, sensible, se muestra... inquieto. Y la inquietud es producto
de su consciencia, declarada ya incapacitante para responder a lo acuciante,
que depende de otras y otras capacidades que se agrupan en poderes y en
influencias.
Y así, lo acuciante
se vuelve temeroso, inquieto... y con un grado de indecisión preocupante.
Pudiera decirse que
transcurren y ocurren acontecimientos, al
margen de la consciencia de cada uno. Se ha creado esa versión de que, lo
que sucede en cualquier área en la que uno no esté implicado, no tiene nada que
ver con cada cual, puesto que no está ahí.
Podría decirse que
hay un secuestro de la realidad, gestado por la información y la versión de los
medios, que muestran lo que sucede como si ocurriera al margen del que escucha,
ve, lee y observa. Y así cada situación declara, al entorno, inútil, incapaz y
sin capacidad para incidir en la cuestión A, B o C que se presente.
La Llamada Orante nos
conmina a darnos cuenta de que cualquier acontecer está ligado a todos los
seres; y, en consecuencia, los seres interactúan. No somos ajenos, aunque en
consciencia lo pensemos o lo creamos, y es lo que debemos cambiar.
No somos ajenos a
cualquier movimiento que se produzca, de... desgracia, miedo, terror, guerra,
etc.
El egocentrismo
personal se secuestra de la realidad evidente; y, sí, permanece por un tiempo,
por un lapso, ajeno “a”. Pero en los niveles de percepción, de contacto, aunque
no sean conscientes, la situación no puede ser secuestrable.
Cada ser de humanidad
se resiente o se congratula con el acontecer de cualquier lugar en donde habita
la humanidad.
E incide en nuestra...
ánima.
No es muy difícil
darse cuenta de que una incidencia significativa en países productores de A, B
o C producto, repercuta en todo el orbe, porque incide en el transporte, incide
en la calidad, incide en el sueldo, incide....
Hay muchos ejemplos
de este tipo.
Pero, claro, la idea
que subyace es que... es un camino de ida, sin que nuestra capacitación,
transformación, transfiguración, pueda hacer un camino de vuelta.
Algunos escasos
ejemplos nos muestran, por ejemplo, cómo gobiernos dictaminan e imponen determinadas
órdenes o leyes; y en pocos casos, sí, las comunidades se revelan con
suficiente intensidad, y ese proyecto, esa ley deja de imponerse, deja de
realizarse. ¡En pocos casos, sin duda!
Pero así, en lo
macroscópico, sí hay –como muestran- ida y vuelta.
Si en lo cuantitativo hay ida y vuelta,
interacción, comunicación, contacto, en lo cualitativo
es... permanente.
En lo cuantitativo es
ocasional, circunstancial; es la visión cerrada y escueta. En lo cualitativo
nos impresiona aquello o lo otro, e influye en nuestra economía energética.
Varía nuestros parámetros, se modifican nuestros 3.000 millones de genes. De
genes, no; de capacidades neuroquímicas del genoma.
Pero, sí, eso
conlleva la activación o el freno de unos, para crear estructuras con recursos de respuesta.
Si nuestra
consciencia se sitúa en su verdadera posición como universo, interactuando con
todo y –bajo el Sentido Orante- interactuando con el Misterio Creador..., ya no
sólo hay un “ida y vuelta”, sino que hay un rebote que incide cuando estamos despiertos, cuando estamos ‘des-pegados’ del preocuparse, del
angustiarse.
Y sí, puede parecer
fácil decirlo, y luego se justifica cada uno diciendo: "pero difícil
hacerlo".
Y el hacer consiste
en deshacer el emporio
ególatra, egocentrista. Y de inmediato el globo se llena... y flota, y vuela.
Mientras el globo está lleno de piedras, posesiones, intereses, dominios,
controles… el globo se queda. Deja de ser un globo.
Cuando empezamos a quitar ese peso, el
aliento, el aire llena el espacio, y el globo se eleva.
Y así contemplamos
las vivencias, con trascendencia. Y así nos sabemos ligados –“y así nos sabemos
ligados”- en ese rebote. Después de la consciencia práctica del “ida y vuelta”,
nos vemos ligados en ese rebote providencial.
Sí. Y así podemos
asumir que somos el reflejo, la semejanza, el emisario de un designio de
Misterio Creador. Y nuestras vivencias y nuestro transcurrir inciden sobre la
totalidad.
La ciencia, en su
vanidad, se rinde cuando descubre que, en la intimidad de nuestras
configuraciones –en esos millones de nucleótidos-, una pequeña variable produce
un gran beneficio o... una gran conmoción. Y sobre todo, esa vanidad se tiene
que acomodar a cierto grado de humildad, cuando se descubre que, ante una
pequeña variación que conduce a un trastoque de vida, se muestra cada vez más
claro que hay, en esa intimidad de letras, la posible combinación para resolver
el acontecer que conmueve, que preocupa.
Así que, quizás –todavía
muy muy incipiente-, la cuestión de una perturbación no consista en combatirla,
sino en promover, en aquilatar los recursos propios para diluirla.
Sí. Ahí incide esa
frase de: “Una palabra tuya bastará para
sanar”.
Una palabra, de esas
letras que componen ese íntimo recurso, inmensamente desconocido, aunque
aparentemente –en la vanidad- es muy... muy avanzado su conocimiento.
Esto nos muestra,
desde nuestra intimidad, nuestras capacitaciones como recursos de seres de
universo. Y nos muestra también que los cambios, las modificaciones, son
producto de los incidentes que nos
sitúan en una parte del transcurso de la historia.
Que, en la medida en
que recogemos ese “rebote”, se nos aclara la consciencia y ponemos en marcha
las intenciones, las vocaciones… todo ese caudal invisible que ahí está, y que
aguarda, a la espera de que nuestra ánima, nuestra conciencia de Creación, de
Creación permanente…
¡No nos crearon y nos
dejaron ahí!... La Creación es un proceso continuo, ¡infinito! Ese Misterio
Creador actúa permanentemente en todo lo que llamamos “vida”.
Y podríamos decir
atrevidamente, desde la intelectualidad: “Pero
¿hay algo que no sea vida?”.
Hemos sido tan
secuestradores de la realidad, que hemos acotado esa palabra. La hemos restringido
a unos cuantos.
Y resulta que, en
este atrevimiento, decimos: “Es que no
hay... no hay, para nuestra consciencia de universo, algo que no sea vida”.
Todo está vivo. Y cada minúsculo detalle es un universo de vitalidad... y actúa sobre
todos los demás universos.
Por poner un ejemplo
muy de kindergarten: el sol... ¿el sol sale sólo para nosotros? ¿O también sale para Júpiter, Saturno, Venus,
Urano, Neptuno, Mercurio...? Empleando la palabra “salir”, para entendernos,
simplemente.
¡Pues parece que sí!
Parece que astronómicamente sí.
Porque no era lo que
se pensaba –aunque se sigue pensando de otra forma, de la misma manera-, que el
sol giraba a nuestro alrededor –el egocentrismo absolutista-. Y resulta que no.
Resulta que nosotros, y otros, y otros, y todos los otros “otros”, también
seguimos –y se sigue- gravitando en torno ¿a dónde?, ¿a qué? A la Creación; al
Misterio Creador. Por ello todo es vida, en diferentes configuraciones.
Hacerse eco de vida
ante todo lo que contactamos, ante todo lo que nuestros sentidos son capaces de
percibir, nos abre las puertas de esas dos palabras que parecen tan lejanas:
Vida Eterna. Y que parecen sacadas de un baúl antiguo, en el que así se
pensaba, pero que ahora... las cosas son diferentes.
Entonces tampoco se asumían esas dos palabras.
Era un anticipo. Un anticipo que dependía de la muerte... Y que ésta marcaba el
final. Entonces, la frase no servía:
Vida Eterna; porque se presentaba de inmediato la muerte, y entonces ya no era
eternidad. Había entonces que fabular, con purgatorios, cielos, infiernos...
Y se dirá –y se dice,
claro-: “Pero... la muerte es evidente”.
Sí. En el plano de lo
estructural, de lo cuantitativo, sí.
En el plano de lo cualitativo,
vivencial, anímico, no. Es un transitar en diferente momento, en otras
estancias, de manera consciente,
aunque al observador le parezca que no.
Y no es tampoco, ni
siquiera cuantitativamente, un paso obligado. Esa es otra de las egolatrías.
Si “vida” es un
acontecer infinito, porque habita en un espacio sin límites, en eternidades,
los procesos más íntimos, los procesos más amplificados, están sujetos a ese
Misterio Creador.
Y así, cuando
entramos en Sintonía Orante... a través de las ventanas que se nos abren... debemos
incorporar, a nuestra capacidad cognitiva, esa ánima, ese aliento que nos anima; que nos hace permanecer,
transcurrir.
Sí. Es cierto que
todo este desarrollo es de difícil asimilación. No porque en sí sea difícil,
sino porque la consciencia está cerrada. Está convencida... –con-vencida: ha sido vencida- convencida de
sus poderes, de sus cantidades. Y entonces, puede escuchar cualquier cosa y
echarla al saco roto, claro.
Porque, cuando la
consciencia está petrificada, teme perder sus piedras.
Quiere poseer el
globo. No se atreve a dejarlo volar, porque perdería su control.
Configurarse en la
percepción providencial. Configurarse en la interpretación... “casual” –que es
causal-. Configurarse en la disposición de universalidad. Saberse mensajero
permanente, y despojarse del peso que nos impide volar.
Asumir que, en cada
respirar, recogemos los alientos invisibles que nos sitúan en otras
perspectivas. Y, cuando inspiramos, ese Universo se hace interno. Y, cuando
espiramos, nuestra fracción, nuestro detalle de ser... va a esa universalidad.
Y en el orar,
encontramos el aliento de consciencia que nos lleva a contemplar, el vivir,
como la extraordinaria e inigualable experiencia.
Dejamos de ser...
dejamos de ser A, B, C o D.
Nos convertimos en
todos los reinos vivientes. Porque, además, todos ellos, en nuestra composición
están presentes.
Declararse vitalidad
universal.
“Declararse vitalidad
universal”.
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