lunes

Lema Orante Semanal

 

Vivir no es poder; vivir es sentir

12 de junio de 2023

 

Y el transcurrir de la vida de nuestra especie se nos muestra ahora en una pluralidad de costumbres, normas, leyes, poder, ganancias, pérdidas, guerras...

En cualquiera de los parámetros que toquemos, en cualquiera de ellos, encontraremos una “escala”; sí, una desproporción, una diferenciación de recursos, de posibilidades, de capacidades...

No podemos hacer un mapa uniforme; por ejemplo: “ricos y pobres”. Uniforme, no. Resulta muy heterogéneo.

Y esto nos conduce a evitar generalidades y a hacer puntualizaciones. Porque, en definitiva –sin ser finalistas-, cada ser es un universo, cada comunidad es una galaxia. Y así sucesivamente podemos categorizar la trayectoria actual.

Y dentro de esa pluralidad, hay algunos signos que parecen estar constantes en cuanto a más desarrollados, más activos.

El primero es, sin duda, el poder.

El poder, en sus diferentes formas, se encuentra expandido –en las diferentes variables- de una manera muchísimo más marcada e intensa, porque se ha generalizado. Y hay ganas, hay deseos, hay tendencias a “poder”.

“Todo se puede”, “todo es posible”...

 

Otra consecuencia, quizás, de ese poder, es el conocimiento. Y, con él, la materialización de cualquier actividad.

Y ese ‘conocimiento’ materialista aporta un mayor aumento de poder. Se retroalimenta.

 

La Llamada Orante nos sitúa en esa posición, para mostrarnos que vivir no es poder; que sí es cierto que las posibilidades son infinitas, pero con el poder, con la idea de poder, no podemos abarcarlas.

La idea de que vivir es poder, y sin él no puedes progresar, avanzar, descubrir, saber... se extiende como la mejor forma de cuidarse, de asegurarse; y extensivamente, claro, de apoderarse, de empoderarse.

 

Quizás, a la hora de preguntarse cómo surge ese incremento de poder –seguramente en base a la retroalimentación del conocimiento-, podríamos decir que el conocer, que el conocimiento de nuestro entorno, y el consiguiente dominio sobre él, hace que el poder se haga cada vez mayor, y establezca referencias de tal forma que... igual que antes se hablaba de “el rey sol”, se hablaba del elegido por los dioses, el representante de Dios en la tierra, etcétera: una forma de asumir –¡increíble!- la Creación, como una responsabilidad, como un poder... ¡nuestro!

Todo esto, por supuesto, con esa diversidad que escuchábamos al principio.

Pero cierto es que un grupo pequeño de humanidad –¡pequeño!- marca los ritmos de poder, empoderamiento, conocimiento, estrategias, etc. Y, como decíamos, se expande de forma del saber, del conocer, pero con ese ‘conoci-miento’ que manipula y hace, de todo ese saber, una materialización.

 

Y así, podríamos decir que la idea predominante de esa minoría –pero que ha gestado un gran poder- es considerarse el origen de la vida...; es considerarse el patrón de la existencia...; es buscar cada vez más poder, y que éste esté más concretado, más materializado.

No hacen falta poesías, ni floreros, ni pinturas, ni... alegrías.

¿Para qué? Son cosas que no producen. No generan renta controlable.

 

La epidemia del poder se extiende en la materialización, en la obtención, en el acopio y en el desarrollo de un hacer en materia, en resultados, en dominios.

Y no es y no se trata de dar una versión de catástrofe, aunque en una sensibilidad orante resulte doloroso el ver cómo se transcurre. Pero sí se trata de tomar consciencia de que esa epidemia de poder se cuela por cualquier rincón. Y ya no es sólo el poder del gobernante y del... no, sino que es una pirámide de poder que se ejercita cada vez más en lo pragmático, en lo concreto, y que va sustituyendo progresivamente al sentir, al imaginar, al fantasear, con el simple mazo de “el pan pan, y el vino vino”.

Ya se ve, el sentir y la emoción, como una costra que perjudica a la realización. Y se tiende, el que más o el que menos, a la búsqueda de seguridades y de... posesiones, controles, ¡dominios!

Esto se puede ver a gran escala y a pequeñísima escala.

Por ello, la Llamada Orante nos recala en que recojamos nuestro sentir, que es el que nos da la consciencia de ¡vivir! Que luego lo concretamos en cabeza, tronco, extremidades, sí, pero la consciencia de vivir no la da un dinero, una posesión o un dominio.

La consciencia de vivir nos la da lo que sentimos.

Entonces, vivir no es poder; vivir es sentir.

Y no es nuevo, es…

Cierto es que ese sentir se ve perturbado por ese ‘conoci-miento’ de génesis de poder, que trata de explicar –como poder, claro- cómo manejar o manipular nuestra consciencia.

¡Y vaya que si se hace!: con la propaganda, con las innovaciones, con la tecnología...

“La ciencia, como soporte de la verdad”.

Y no es fácil mantenerse... no al margen, porque no podemos estar al margen.

Cualquiera que diga: “No, yo estoy al margen de eso”. ¡Bueno! Es problema de tu inconsciencia. Pero si eres consciente, no podemos estar al margen de nada, porque todo nos rebota. Porque somos una unidad, con una muestra de pluralidad.

 

El sentirme procedente de una Creación, tan amplia que no hay capacidad para entenderla, para comprenderla, para conocerla; el sentirse inmerso en un Universo, ser parte de él, debería abolir cualquier intento de poder.

 

Y en esa línea de... ese estar en lo material, en el conocimiento, en el poder, si damos, ¡por un segundo!, la posibilidad de la consciencia de sentir, podría ser –¡podría ser!- que esa génesis del poder se pueda nutrir de nuestra consciencia de sentir, y el sentir se vaya transformando por tanta información y tanta exigencia de posesión, y sea el sentir el que estimule la actitud de lograr, conseguir, tener...

La Llamada Orante nos advierte de esa... “fuga”.

 

Fuga que, por otra parte –para entender bien la consciencia-, cuando el ser pierde la hegemonía de poder, pierde lo logrado, pierde lo conseguido, y se encuentra arruinado –es un ejemplo- por los conflictos, por los tiempos, curiosamente brota la consciencia; brota la consciencia de ¡sentir!... Quizás, la misma consciencia y el mismo sentir que hizo empoderarse anteriormente.

 

Así que podríamos decir que estamos atravesando una franja de humanidad, en la que lo material, lo poderoso, lo controlador, lo dominador... es la pauta; la pauta de la consciencia.

Podría hasta decirse que ha habido una conversión del sentir, en el tener; en el poder.

Y en base al conocimiento, el ser se ha sentido poderoso, y ha ido abandonando progresivamente sus sentires, sus emociones, sus promesas, sus fantasías...

En definitiva –valga la palabra, sin final-, sus amores.

Va abandonando progresivamente sus amores, y los va transformando en posesiones, dominios, controles, seguridades...

 

Podría decirse que eso es “lo que toca” ahora. Pero si la Llamada Orante nos reclama esa situación, nos hace hincapié en esa “evolución”, es para que tomemos consciencia de esa fuga conversora del sentir en poder, de “vivir es poder”, y retomemos la consciencia reveladora orante de “sentir es vivir”.

El descubrir lo que nos permite la Creación es vivir. El suspiro es vivir. El entusiasmo es vivir.

Y en todo ello, el amar es el vivir.

Y sí: necesitamos comer, necesitamos descansar, necesitamos abrigo, necesitamos recursos, sí. Pero ¿qué valor le damos a ello?

Ahí viene el terreno práctico.

Si, en base al poder, le damos un valor exagerado a lo material, estaremos perdiendo cada vez más consciencia, más sentir.

Si, en cambio, consideramos los recursos y los medios que precisamos, como un tránsito... Igual que de infante se comía mucho y se corría mucho, después se come menos y se corre menos.

La “valorización”, el gran valor que se da a lo material, gracias al ejercicio del poder, nos aparta de la sensibilidad emocional.

“Es que sin esto no puedes vivir. Es que necesitas esto para vivir”.

Y cada vez, claro, en base a ese poder, en base a ese conocimiento, en base a ese ejercicio de valoración, “del valor de las cosas”, en base a ello, cada vez necesitas más.

Y es así como, asumiendo más necesidades, nos hacemos más endebles en la emoción, en el sentir general.

 

Y así se hace duro vivir. La vida se hace dura. Y, la vida, resulta que es flexible en su naturaleza; adaptable.

Y así se hace un sacrificio, un esfuerzo, una “lucha por la vida”. ¡Qué frase!

La vida, que nos la ha dado la Creación... ¿Tenemos que luchar para –como criterio, como actitud- luchar para vivir, porque si no, nos van a quitar la vida? ¿Quién nos la va a quitar?

¡Ah! El poder de otros; de otros como nosotros, pero que han convertido su sentir en poder... y propagan esa “verdad”.

Y nos han ido gestando ese “recuelo” de siglos, de “la lucha por la vida”: dominar la tierra, dominar el clima, dominar las aguas...

 

Los más entusiastas poderosos aspiran a un control total y a una expansión de nuestra naturaleza, hacia el Universo; hacia el control y el poder de otros mundos.

Los menos, se conforman con dominar este, este mundo.

Y la mayoría se conforma con dominar, apoderarse de lo cada vez más numeroso y necesario.

 

Si asumimos la consciencia de vivir en el sentir, seremos operativos para generar los recursos y ver el animismo que esa materialidad tiene.

Y en consecuencia, todos son sentires.

Y no somos poderes.

 

No resulta –ciertamente- fácil, en este transcurso, el posicionarse... “filosóficamente” –vamos a llamarlo así, aunque es “orantemente”- con otras perspectivas.

El avance del poder, con su materialismo, su ciencia, su tecnología, es... abrumador.

Pero es ánima también. Es sentir, también. Pero se ha convertido “en”.

Por eso tenemos la opción de interactuar y de posicionarnos, para seguir cultivando nuestra creencia, ¡nuestras creencias!, que nos llevan a la Creación, que nos llevan al Universo, que nos llevan al verso, que nos llevan al amor.

 

Vivir no es poder. Vivir no es una lucha.

Vivir es sentir. Vivir es descubrir... cómo todo es sentido. “Cómo todo es sentido”.

Reconocernos creados, recrearnos en lo creativo. Reconocernos creados y crear en lo creativo; o recrearnos en lo creativo.

 

Ejercer con el ánima del sentir... y, así, lo que hoy llamamos “material”, será “sentimental”, será “consciencia”.

Y así nos hacemos intercambios, nos hacemos solidarios y nos damos cuenta de que somos necesitados y necesitadores.

Somos “necesarios para” y “necesitamos para”.

Nuestro convivir y compartir es una necesidad continuada.

Y así, todo adquiere un ánima almada, amada.

Y así, todo adquiere una necesidad almada, amada.

 

 

 

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