LA HUMANIDAD HUYE DE LO CREADO, HUYE DEL
MISTERIO
21 de noviembre de 2022
La vida se nos presenta como un
exquisito entramado suspendido en el Universo, que transita…
Y por sus diferentes conocimientos,
acontecen sucesos que, en el caso de la especie humanidad, se achacaban a la
falta de correspondencia entre lo humano y lo Creador –y lo Divino-.
Y así, las sequías, las inundaciones,
los trastornos de cualquier índole más particular o general, las guerras, las
pandemias, eran atribuibles a castigos divinos, por no haber cumplido con la
ley: la ley de las religiones, las filosofías o los planteamientos espirituales
de diversa índole.
Transcurriendo, se descubren –como humanidad-
diferentes aspectos que justifican el dolor, el drama, el sufrimiento… por
diferentes causas.
Y se abre progresivamente una
consciencia de ‘conoci-miento’… en
la que sólo cuenta “la erudición”, como recurso explicativo de los diferentes
aconteceres.
Y así progresivamente, el ser humano
se convierte en el centro; en la causa y el efecto; en el origen y en el
desarrollo. No precisa de premios o castigos misteriosos y divinos.
Un acontecer universal, la vida, se convierte así en un
encapsulado suceso que se auto alimenta, se auto destruye, se auto justifica…
Así que, si bien en un “antes” estaba
–en alguna forma- universalizado, dando deidades a las lluvias, a los
relámpagos, a las sequías, a la abundancia, a la carencia…, hoy se encuentra
retraída la vida de humanidad, dando explicación a todo lo que acontece.
Pero… sin incluir cualquier acontecer
desconocido, misterioso, imprevisto, inesperado…
Estos son rasgos generales que conviene tener presentes de manera
cotidiana.
La Llamada Orante nos pone en aviso a
propósito de “el claustro”; a propósito del cierre de la consciencia universal…;
de la incógnita del porqué de la vida; del misterio permanente del desconocer… Y
así dejar –por esas evidencias-… dejar de lado lo centrípeto, lo exclusivo, la
referencia única que da explicación a todo a partir de lo humano.
En otro tiempo, por ejemplo, se pensaba
que todo giraba alrededor de la tierra. Ahora se piensa que todo gira alrededor
del ser humano.
Puede ser un pensamiento muy
simplista, sí, pero cada vez más el ser se aísla y se retrae y se concentra…;
se culpa, se premia…; premia y culpa… Y eso le da el protagonismo suficiente
para constituirse en el principio y fin de la vida.
La madurez del ego, del yo, alcanza un
sentido absolutista… y se desconecta de los sistemas vivientes de sus propias especies
y de sus recursos imprescindibles.
Se proclama así, el humano, como el
ser poderoso de la vida y la muerte…; de la guerra, la paz…; del conflicto, de
la calma…
La personalización se hace
contundente.
Podría decirse, desde el Misterio, Misterio
Creador:
“Dejaré que llegues a las
profundidades de los abismos. Y cuando no sepas cómo detener la caída y el
golpe, sabrás y descubrirás quién te recoge”.
Cada ser es una representación, un equivalente
de la humanidad.
Y cada uno tiene su correspondencia
con la Creación.
Y es así como podemos descubrir
posiciones individuales y posiciones grupales… en torno al vivir, al estar, al
pensar, al sentir…
La razón, con su lógica de causa y
efecto, es más o menos habitual y conocida,
aunque no funciona, en consciencia, de la misma manera en cada ser. Va a
depender de muchos factores. Aunque habrá respuestas globales, no dejan de
existir respuestas diferentes, individuales.
Terreno más o menos conocido… en los
módulos del saber que establece el centralismo humano.
Esa es la que va a propulsar el hacer,
la que va a hacer el cálculo, la que va a organizar y va a establecer lo
pragmático, lo cotidiano, lo diario: la casa, la calle, la cuchara, el tenedor…
Pero ahí no se agota. Cada vez que un
núcleo de razón se activa –“uno”-, una inmensidad de sensaciones, de sentires,
de emociones, de imaginaciones, de fantasías, de ilusiones… se genera.
Ese mundo de sentires es un mundo sin
anclajes, sin seguridades, sin cálculos, sin dominios. Y es más: cuando se lo
trata de dominar, calcular, educar, corregir… el ser se altera, se deprime, se
angustia, se desespera.
Y puesto que todo ese acontecer es… imprevisible, el Misterio se hace
presente en esos sentidos, sentires, emociones, ilusiones, etcétera.
La Llamada Orante nos incita a percibir, a darnos cuenta de
los sentidos y emociones que se gestan. Que algunos serán el adorno de una
buena razón, sí, pero la mayoría serán desconocidos. Desconocidos en su origen.
Y estarán ahí –“y estarán ahí”- las
permanentes influencias Providenciales.
Estarán ahí, en esas áreas infinitas,
las conexiones con la Providencia.
Estarán ahí las posibilidades de
desligarnos de ser el centro… para pasar a ser un elemento –uno más- que se
mueve –que lo mueven-; que hace –que
le hacen hacer-; que llega –porque le dejan llegar-.
Un reconocerse como testimonio creador. “Un reconocerse
como testimonio creador”. Que no precisa ser centro. Que no… no existe un
centro del Universo.
El mismo ‘conoci-miento’ del ser nos lleva a escudriñar la profundidad de la materia…
y nos hace poetizar en una inmensa incertidumbre.
Al deparar en nuestra posición como equivalente
de la Creación, como un equivalente
de la Creación…, la validez de cualquier acción está en sintonía con el Misterio
Creador.
Como no podía ser menos en este
desarrollo de vida humana, al plantear esta situación el ser opta por la
dualidad. Y tiene una parte, una acción en la que… razona, explica, calcula,
hace… y otra área en la que siente, se emociona, llora, ríe, imagina, fantasea…
Separa.
Y fíjense en la palabra: “se-para”. Con ese doble sentido: por una parte, separar algo que es inseparable; y por
otra parte, pararse: se para en su
evolución.
Y esto hace que, evidentemente,
repita y repita aconteceres… de retraso; aconteceres ya conocidos, con
respuestas ya estipuladas. Se para.
Y el vivir como ser de Universo… ¡no
se para! Nos mueven sí o sí.
No obstante, el entrañable Misterio Creador
nos… –por así decir- nos “permite” –para luego sentir su necesidad-… nos permite
el parar, el separar; que trae el aislar y, en consecuencia, la insolidaridad,
la pérdida de empatía, la falta de comunicación, la falta de interpretar…
Y para salvar esa dualidad –pero que
se ejercite- establece los compartimentos, establece los apartados, codifica los
comportamientos… y de nuevo se vuelve a parar. Porque, aunque se sienta
satisfecho por esto o aquello logrado, eso poco va a durar. Porque le falta el
aliento. Le falta el suspiro Creador. Le falta la consciencia de un acontecer de
Universo.
Estamos en ese tránsito… de dualidad,
de especialidad, de cálculo, de centralismo, de absolutismo… Y es la Llamada Orante
la que nos llama para que
descubramos que… el llegar ahí se nos ha permitido, pero eso es un motivo para
descubrirnos en nuestra pequeñez, para alertarnos sobre nuestro egoísmo,
egocentrismo, egolatría.
Desde nuestra centrada y condensada
consciencia, se podría decir: ¿Por qué
nos han dejado llegar hasta aquí? ¿Por qué no se ha evitado, si somos una
esencia del Misterio Creador?
Es el mayor error que podemos conscienciar.
Sí. Porque en esa pregunta está incluido el debate del ser, con la Creación. En
esa pregunta está incluida la exclusión del Misterio. Está incluida, en la
pregunta, la exigencia de una explicación.
Visto así, nos salimos del
centralismo y nos podemos decir, en la intimidad:
¿Le tengo yo que pedir cuentas a la Creación?
¿Tengo que reclamarle si lo ha hecho bien o lo ha hecho mal? ¿Si ha sido justo o
injusto? Realmente, ¿tengo la solvencia para hacer esas preguntas? ¿O yo he gestado… y me han dejado? He gestado
una explicación en base a trozos de razones…, para declararme y declarar mi
autonomía, mi independencia.
Es así como la humanidad huye de lo
creado, huye de… el Misterio. Porque trata de abordarlo, de cogerlo, de dominarlo.
Y ante la impotencia y la incapacidad huye, para refugiarse en su hedonismo.
Y en vez de ser una especie de
exaltación, de agradecimiento, de asombro y admiración, se convierte en una
especie ¡cobarde! Cobarde, conformista, confundida… y congregada en torno a su vulgar
y razonable opinión.
Airear esa consciencia de vida de Universo.
Airear esa evidencia de que nos encuentran –no encontramos-. Airear esa evidencia
de que nos llevan –no vamos-. Airear esa evidencia de que estamos por misterio,
por afecto, por emoción, por sensación.
Somos una imagen creativa del Misterio
Creador. Y recogerse en esa consciencia en el hacer de cada día, en cualquier circunstancia, nos hace conscienciarnos
de manera diferente a lo que nos imponen, nos obligan; a lo que nos imponemos y
nos obligamos personalmente.
Lo humano es una obra grandiosa, única,
excepcional, sutil… y elegante.
Todo lo que se ejerza fuera de esas
coordenadas se hace mortal, deteriorante, áspero, rugoso, quieto.
Nos llaman hacia esas dimensiones. Certeramente,
las que nos alivian de las presiones, de las prisiones, de las posesiones.
Sí.
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