domingo

Lema Orante Semanal

 

ALMADAS ESTÁN LAS VIDAS, Y GRACIAS A ELLO PERMANECEN

14 de noviembre de 2022

 

Y el acontecer se ciñe en… tensiones, preocupaciones, miedos, inseguridades, desesperos.

Y en ese estar, el ser se “des-alma”… y se arma.

Se arma de queja, violencia, desafuero… y se desalma de ternura, de amabilidad, de generosidad, de entrega.

 

Lo almado, que daba pie a lo amado, se convierte en armado, que da pie a armando y armando y rearmando… contemplando como única salida el poder del arma económica, que se ayude con la exigencia, con la suficiente violencia como para establecer un mando.

Se hace así un convivir de poderes… de infinitos rangos. Y, salvo los más ostentosos que se puedan ver, el resto es lo cotidiano: lo que se ha hecho selva humana, que dista mucho de ser una selva de vida.

 

La Llamada Orante nos insiste en la perspectiva de lo que acontece; insiste en la participación de cada uno; insiste en darnos cuenta de las maniobras que, al ser generales… –de poder, de dominio-, se consideran normales.

 

 

El Misterio Creador resulta ausente, en la consciencia cotidiana de la seguridad, de la ganancia, de la competencia, del reclamo…

 

Lo doloroso pasa a ser necesario para entender y comprender. El sufrir pasa a ser imprescindible para evaluar. Y así, la presencia, el estar, carece de calma, de sosiego y de empatía… y cada ser se vuelve competencia con otro.

Una competencia de comparaciones, de privilegios, de ganancias, de posesiones.

 

 

Todo parece saberse. Todo parece conocerse. Todo parece entenderse. Y todo se muestra en incambiable.

 

Y así, la vida se hace la monótona renta –“renta”- de cada día.

 

Almadas están las vidas… y gracias a ello permanecen; mientras que el ser las hace armadas, y piensa que gracias a ello sobrevive.

 

Es menester el descubrirse cotidianamente en lo que se propone, en lo que se dice, en lo que se expresa, en lo que se muestra.

 

Descubrirse en la textura de un velo, en la transparencia de una bruma, en la espuma de una nube.

Descubrirse en la sonrisa que no reclama.

Descubrirse en el servicio que no demanda.

Descubrirse en sentirse intermedio.

Descubrirse en la necesidad de ser, diariamente, una gota de bondad.

Descubrirse en no ser un obstáculo, sino un puente de suavidad…

 

Y que la inquietud… ¡y que la inquietud sea ese vibrar en lo almado!, en palabras que expresen nuestra profunda gratitud por la experiencia de vivir… y se vaya la queja de la incomodidad cotidiana.

 

Si contemplamos con humildad y sumisión el arte de vivir, tendremos continuamente… –“continuamente”- motivos para incrementar nuevos motivos que nos impulsen a creer y a creativizar nuestro transcurso.

 

La dualidad acecha con su duda, y la indecisión agobia con su urgencia.

 

Llegan las horas de [1]“la hache”: esas mudas, que son el basamento de un hacer anónimo que no reclama protagonismo, que no exige aplauso, pero que se evidencia su estela.

 

 Sí. Desde el silencio cómplice, rescatar y recuperar la inocencia de vida; rescatar y recuperar la ignorancia sublime: esa que de todo se asombra.

Sentirse digno… de expresarse, de escuchar, de mostrarse.

 

Atreverse, sin miedo, a asumir la luz que transportamos; a seguir la senda de la luz que nos proyecta, y las luces que nos orientan, para hacer del vivir un acontecer inusitado, único.

 

Dejar atrás lo anquilosado, lo despreciado, lo inadecuado, lo que se consideró impropio, y no cargar con ello como resultado del vivir.

 

Nos llaman a orar para recrear nuestras creencias.

Nos llaman a orar para que el credo sea representado, expresado, mostrado.

 

 

 

 

***

[1]  La letra “H”, que en castellano es muda: no se pronuncia.