SOMOS COMUNIÓN CON LAS DIFERENTES EXPRESIONES DEL TODO
28 de noviembre de 2022
Y se cuelan o
florecen las angustias, los temores, las ansiedades, las huidas, las
apariencias…
¡Ay! Y la consciencia
se hace revuelta… Apenas si divisa más allá de su propia inquietud.
Y entre rincones… se
puede escuchar, como un eco, el aullido de “¡auxilio!,
¡auxilio!”… sin saber hacia dónde va, pero con la consciencia dispuesta a
asumir que… hay otra realidad.
Los ecos a veces se hacen
murmullos, susurros… que no alcanzan a la voz clara y transparente; la voz
clara y transparente de reconocerse como una configuración de equilibrio, de
armonía, de colaboración, de sensatez, de capacitación, de entrega, de
evidencias… –murmullos muchos-.
Y no se atreven, por
las amenazas: las fuerzas que tienen los que vociferan… y señalan y acusan, y
están en queja permanente, en discusión constante.
Son los que afirman “así es la vida”, mientras el murmullo
de las esquinas dice que no, que no…; que así se ha adulterado la vida; así se ha descomprometido la vida del ser de
humanidad. Pero no es la vida una angustia, un prejuicio, una ansiedad, una
queja y un “en contra” permanente. No han traído la vida… –esa Inspiración del
Misterio, del Misterio Creador- no la han traído para la disputa. La han traído
para muestra de la Gloria de la Eternidad, es decir: la sintonía, el acuerdo,
la armonía, el equilibrio, el color, la danza, el sonido…
Y es que, hoy, ¡es tan
fácil, en lo cotidiano, olvidar nuestra naturaleza!... Y es la Llamada Orante
la que nos reclama, la que nos advierte, la que nos proclama cuál es nuestra
naturaleza.
Pero no se la ve con
renta ni beneficio; no se la ve con amenazas, ni guadañas, ni machetes.
No tiene cuerpo –la
voz orante- de dominador, héroe o… caudillo.
Es rigurosa, pero a
la vez es flexible, es bondadosa…
¡Es un destilado de
amor, de auxilio!…
Es la que recoge las
esquinas que susurran –la oración-; es la que las recoge y las hace voz. Y con ello, palabras… que se
muestran sin terror, que se esgrimen sin pudor, con la inocencia de la
transparencia.
Y sí, cierto es que pareciera
imposible –“pareciera”-… que la voz orante estuviera continuamente recordando,
reclamando el propósito de vivir.
Porque el reclamo de
lo cotidiano es “cumplir” con lo que otros y otros, o aquéllos, imponen. Otros
y aquellos que han perdido la fe, la esperanza… y se aferran al poder, al
dominio o a la generación de miedo; al acoso.
Otros que ven… –aunque
intuyan su naturaleza auténtica- ven que no es posible ser testigos,
testimonios de transparencias, de evidencias.
Y es así que ¡se
arrinconan!… las expresiones de auténtica vida, barridas por incapaces… ante el
temor de que puedan ser vistas. Y en consecuencia, se establecen ritos,
aniversarios… momentos muy circunscritos en los que el orar, por ejemplo, es un
cumplido. O algo más –o algo más-, pero que tiene acotado su tiempo. Y luego: “hasta luego”, “ya ves, así es la vida”.
Un continuo
resentimiento.
Nos dieron ¡todo y más! Nos dan todo y más… para el disfrute de todos,
para el compartir, el buscar, el indagar, el descubrir…; el salto al continuo
asombro, por la hoja que acaba de aparecer, por la nube que se acaba de
insinuar, por el “hola” que me acaban
de decir…
Así, nuestra
naturaleza queda restringida, reprimida y circunscrita al rito religioso,
social o circunstancial. Y todo, todo…,
que era para el compartir, el convivir, se convirtió en acopio. Se convirtió –y
lo convirtió el ser- en propiedad. Lo extrajo y lo secuestró de la generosidad.
Seguramente, fue
tanto el asombro de ver que era capaz de retenerlo…
“Por un tiempo”. Porque
cada retención, cada posesión, cada dominio, resta eternidades, resta
infinitudes.
Y en ese transcurrir,
y en ese asombro y atracción que generó la idea de “¡tenerlo!”... –tener la
tierra, tener las flores, tener el fruto, tener el agua, “tener”…-, en ese
ansioso proceso se borra la bondad de la vida. Se borra la generosa
condescendencia providencial de ese todo
que nos da la primavera, el otoño, el invierno, el verano, la lluvia, el
amanecer, el atardecer, el arcoíris, ¡las miles e infinitas criaturas que se
asoman para mostrarse!… y que el hombre pasa esquivo, “a sus asuntos”.
Y no importa el
grillo ni la mariposa… En todo caso, para clavarlas en un panel y
clasificarlas.
Y en ese “todo” que se da en abundancia, en ese
sorprendente y atrayente y generoso darse, de las envolturas de la vida, las
atracciones de tomar, de poseer, de controlar, de dominar… se extienden también a nuestras propias naturalezas…;
a nuestra especie. Y así se ve al otro o a los otros o a aquéllos como a un
trofeo, y se les combate y se les domina y se les esclaviza.
Y de igual forma al
cercano, porque es “mi” pareja, “mi” hijo, “mi” marido, “mi” esposa, “mi” país,
“mi”…
Todo lo que estaba
dispuesto para constituir un estar generoso, ¡liberador!… se ha ido
convirtiendo en un estado de dominio, de control y de imposición.
La Llamada Orante nos
busca por los resquicios para poder entrar, para poder ser escuchada, para que
ese susurro de las esquinas, que auxilio pide, pueda reconfortarse al menos. Y
saber que ¡hay otra realidad! ¡Que es otra, la realidad! Que es otra… la vida. Que no es esta que lo humano
ha concebido, ha estructurado, ha calculado… y se siente “honrado”.
Cierto es que le
gustaría también poseer la luna, los planetas y aquella o aquella otra
estrella. Pero no pierde esas esperanzas.
Pero mientras tanto…
el logro del dominio y de la conquista es el mejor desarrollo para ejercitar el
poder.
No. No se gestó todo para que nos lo repartiéramos como
carnaza. No. No se gesta diariamente la lluvia y el rocío para que lo
secuestremos y nos apropiemos de ello.
Sí. Sí somos
intermediarios de todas las bondades y providencias que nos envuelven, ¡que nos
dan el aliento para ser consciencias que proclamen la vida!
Y que aquello que nos
sea –“nos sea”- sintonía, podamos custodiarlo; podamos ejercitarnos –porque
para ello nos han traído- y sentirnos dotados con capacidades para ser
testimonios. Y por esas cualidades, sentirnos –en su ejercicio- realizados. ‘Go-zosos’.
Sí. Hoy, escuchar todo esto… puede resultar de inmediato –por
la angustia, la ansiedad y el miedo-… puede resultar imposible de ejercitarse.
Las reglas nos reclaman. Las leyes nos exigen.
Suponiendo que
fuéramos esa otra realidad, es imposible de realizar.
Y se dice –sin darse
cuenta, en consciencia- que todo lo que se realiza es… del todo que nos dan; que, como malos administradores, que como pésimos
intermediarios –como humanidad- no hemos sabido gestionar, compartir. Hemos
puesto la línea que “de aquí en adelante, no”, “de aquí en adelante, sí”… Hemos
rotulado cada año de vida. Hemos rotulado cada palmo de tierra. Hemos repartido
el todo.
Y así, resulta
imposible unir las partes.
Pero… ahondando… –nos
dice el Sentido Orante- ahondando en la naturaleza del todo, éste se nos muestra, desde su Misterio Creador, como desbordante. No tiene el límite de lo
imposible. Carece de fronteras. No necesita el redil, ni el jardín, ni la
pecera. El todo abarca… todo.
En consecuencia, desde
la minucia del todo sabemos, en cada
latido –“en cada latido”- que no hay imposibles. ¡Que no existen imposibles!...
Que esos imposibles son la expresión del dominio y del control que, como
humanidad, se ha ejercido en aquellos procesos que no se comprenden ni
entienden; y, sobre todo, por la rapiña que ha hecho cada ser –y le han educado,
ha sido educado-… la rapiña que ha hecho del ¡todo!
Cada uno secuestrando
un espacio, tiempo, lugar y actividad como si fuera… ¡suyo!
La nube no se
pertenece… Se evidencia, se muestra, se diluye… y vuelve a aparecer.
No reclama ninguna
exigencia.
Las estrellas, ahí,
ahí parpadeantes, miran y miran y parecen no cansarse de mirarnos. Y no se las
ve indecisas, aunque desde aquí, los que afirman saber, establecen historias de
combates y de guerras ¡terribles!... entre las diferentes luminarias. Pero qué
respetuosas se muestran ante este acontecer extraño de la vida. ¡No se precipitan sobre nosotros para poseernos, para
dominarnos, para controlarnos!
Testimonios
parpadeantes intermediarios, expresión del todo…
y más.
Y puntualmente nos
sirven con la llegada del ‘ama-necer’.
Y puntualmente la
luna se insinúa en diferentes formas, para ejercer su intermediación.
¡Y así podemos poner
tantos ejemplos!... tantos que… ¡que nos abruman!
Si sabemos –no por
sapiencia sino por consciencia- admirar las sintonías, las sincronías que hacen
posible la vida; si intuimos la presencia constante del Misterio; si sabemos –por
entrega- que, en cada actitud de amar, tenemos la referencia de que previamente
somos amados; si en ese trayecto… nos contemplamos y contemplamos con el
objetivo abierto, quizás no precisemos de utensilios, no precisemos de ninguna
ayuda. Quizás podamos darnos cuenta de que nuestra naturaleza de vida es
desbordante, capacitante, recursiva. Y que somos comunión con las diferentes expresiones del todo.
Y por ser comunión,
cada actitud, cada intención, cada movimiento de consciencia, se va a conectar
con otros. No va a quedar suspendido o controlado o dominado por nosotros. No.
Un aparente límite
nos separa de aquél, de aquello, de aquéllas.
Una piel porosa –porosa-
que parece ser una barrera, pero, dada su porosidad, realmente es una
transparencia.
Y así, nos sentimos
fundidos… en la hoja de otoño, en el frío de invierno, en el brillante amanecer
del verano…
No hay separación;
hay fusión.
No hay confusión; hay consustanciación.
Y esa abundancia que
supone vivir, nos abre los
horizontes de las Eternidades, que raquíticamente llamamos “futuro.
“Nos abre los
horizontes de las Eternidades”.
Y es así como los
imposibles se diluyen. ¡Nunca existieron! Sólo se formaron por la avaricia y el
dominio, que se dio cuenta de que podía ejercer uno sobre otro ¡o sobre otros!
Dominios que, en realidad,
luego se mostraron tan frágiles como el tiempo: se agotaron…; mientras
perduraba permanentemente la abundancia de la vida, el todo y más.
Ir y seguir sin
imposibles…
Ir y seguir sin
impedimentos…
Con la paciencia y la
pasión… de la Providencia.
Con la paciencia y la
Pasión… de lo Eterno, que no desfallece.
Ir…
Ir siendo llevados…
Ir…
***