NACEMOS CADA DÍA, NUEVOS
12 de diciembre de 2022
Los destellos de la
noche se abren a la vigilia de la luz. Otra oportunidad de ser conscientes… del
milagro de estar, de la presencia de
la Bondad Providencial, que nos hace despertar para una nueva oportunidad… en
un nuevo lugar del Universo.
Sí. En apariencia
venimos cargados de ayer, de antes de ayer, de hace años. Pero… el nuevo
espacio de cada amanecer es un amor diferente que nos hace nacer a otras
perspectivas.
El Misterio Creador
ha gestado un Universo en plena expansión, con transformaciones, mutaciones y
caos… que implican innovaciones, y que tenemos que verificar en nosotros… aunque
aparentemente todos esos cambios de Universo no nos afecten.
No solo inciden –todos
esos cambios- en nosotros, sino que lo hacen misteriosamente, a través de esa
pausa del sueño, preparándonos para el nuevo envite, el nuevo sitio, el nuevo
mundo en el que nos vamos a recrear. Que no es lunes, ni martes, ni jueves, ni
viernes, ni sábado, ni domingo. Que es un nuevo amanecer… en el que la Llamada
Orante nos reclama estar despiertos
ante los pequeños detalles de cada momento…, que nos van a dar la pista, la
señal, el sentido de cómo innovarnos, reinventarnos, evolucionar según la
expansión de la Creación.
La consciencia humana
se ha secuestrado y se ha quedado anclada en “lo de ayer”, “qué hay que hacer
mañana”, “qué toca hacerlo hoy”…
Y es preciso –nos
reclama la Oración- que, cualquier cumplimiento que requiera nuestra
trayectoria y nuestra presencia, esté adornado por esa novedad… de una nueva
ocasión, de una nueva oportunidad. Y, como todo lo nuevo, se hace resplandor,
se hace innovador, se hace sorpresa, se hace investigación, se hace curiosidad.
Y todo ello es…
producto de ese “amar” que nos hace nacer. Así nacemos cada día: ¡nuevos!
Pero… atrapado por la
egolatría, idolatría e importancia personal, el ser se queda en el riel del
tren, cuando resulta que su presencia es la de un pájaro que vuela… guiado por
las maravillas del viento.
Somos diseños
liberadores, voladores… Porque nuestra consciencia nos permite el verso. Nos da
acceso a la fantasía, a la imaginación, a la ilusión. Y, en el día a día, a la
esperanza perseverante.
Y al estar en Oración,
debemos recoger “cada palabra”. Que no es una más de la composición de lo que
se va a escuchar. ¡No! Es una revelación más… que probablemente nos la hayan
dicho otras veces, pero a lo mejor no la hemos escuchado suficientemente como
para “aprehenderla”, es decir, ¡incorporarla!...
Como sentirme
innovación –¡ahora en este instante!-, sentirme en otro lugar, en un nuevo
acontecer. Sentir que todas las preocupaciones, todas las inconveniencias, todo
eso que nos fijamos que no es bueno, son tintes de bondad, camuflados, que no
hemos sabido –“no hemos sabido”- reciclar, retomarlo. Puesto que “vida” es “bondad”, no admite otros
ingredientes.
Cuando, en lo
cotidiano, aparece ese anuncio, esa noticia, ese hablar de unos a otros, en los
que: “Hay una oportunidad…”. “Tienes la oportunidad…”. “Ahora tienes la ocasión…”, y que de inmediato nos
ponemos en marcha.
Fíjense la cantidad de
miles de millones que el viernes negro se consumieron, por “la ocasión”, “la
oportunidad”… en todo un terreno material.
Pero al llegar al
espacio intangible, al espacio invisible de nuestra consciencia, aparece como
un muro que incide en cada ilusión y en cada fantasía, para que ésta no
progrese o para exigirle una materialidad.
No somos muros…; no
somos especie de explotación de recursos…; no somos especie de arrastre… Pero
ejercemos así. En la medida en que recordemos, en consciencia, nuestra
naturaleza providencial, dejaremos de arrastrar pesados pasados que tienden a
repetirse ¡hasta la saciedad!, anulando cualquier nuevo día.
Esa no es nuestra
naturaleza de humanidad.
Abrir los ojos para
visionar. Abrir los oídos… para algo más que escuchar. Identificar los aromas
que nos envuelven y nos llaman. Hablar con los sabores que nos inundan. Y
darnos cuenta de las caricias que el acontecer diario nos aporta.
Así hacemos, de
nuestros sentidos, nuevos sentires.
Sin apropiarnos de ellos. Transcurriendo con ellos. Dándonos cuenta de que nos aman… y, en consecuencia, somos
seres de amor. Que hemos nacido hoy. Y lo que sabemos es amar. Pero pareciera
que nos diera vergüenza, porque claro, no podemos poseerlo. ¡Pero no hace falta
poseerlo! ¡Es nuestra naturaleza innata!
Ella nos posee… en
todo caso.
Así que ese “querer
poseer el amar” es una terrible trampa de nuestra consciencia prepotente.
Ahí debe aflorar –cuando
eso aparece- nuestra consciencia de nacer, de amanecer.
Que nuestros sentidos
se alerten, y así nuestro sentido recupere… nuestra naturaleza de amantes de la vida. De amantes de la
vida que contemplan en cada detalle que surge de la propia consciencia y de los
infinitos detalles que nos rodean. Con todo ello, sentirnos realmente
innovados, novedosos, sorprendidos, dispuestos a aprehender, a descubrir, a
asumir lo transparente, el Misterioso Misterio de la Creación permanente.
Busquemos, en
nuestros sonidos, los recursos que en la escucha nos den la incorporación de
este amanecer:
AAAAAAAAMEEN…
El silencio, que es
el Verbo Creador, nos inspira.
Al asumir el
contemplar los detalles de cada instante, como lenguaje Creador que está ahí
para orientarnos, con esa atención alertada, disolvemos la obsesiva compulsión
protagonista; nos hacemos porosos… ligeros… dispuestos a volar.
Las cargas de los
prejuicios, sinsabores y demás lastres se disuelven, careciendo de importancia.
Nos convertimos, así,
en entusiastas renovadores, que no se aferran, en su forma de ser o estar, a
aquello que pasó que ocurrió, sino que se renuevan y disuelven aquello que
ocurrió, que pasó, en base a aprender y “aprehender”, de descubrirme en una
nueva posición.
Hacer de cada
instante, con nuestros gestos, palabras, actitudes, una sorpresa innovadora.
Que nuestra
consciencia de carácter sea sinuosa y flexible. Que deje de endurecerse como
señal de prestigio… o para hacerse respetar.
El verdadero respeto
es el que surge de nuestra indefensa actitud, por la inocencia de cada
descubrimiento.
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