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Lema Orante Semanal

 

LA REPARACIÓN NOS ALIENTA EN LA CONFIANZA

19 de diciembre de 2022


Quizás los primeros temores de humanidad surgieron cuando ésta empezó a ocupar, a controlar, a dominar; consciente de que lo que controlaba, lo que dominaba y donde estaba, no le correspondía.

Quizás las respuestas que recibió por su osadía generaron ese temor de cada día: ese temor que late, que a veces aflora más o menos… pero que se considera un acontecimiento “natural”. Sin duda hemos –como especie- invadido todas las demás especies. Y las hemos empleado para nuestro beneficio. Sin –y eso es significativo- sin aportar, con ese secuestro, una nota de alivio.

Hoy manejamos y manipulamos bacterias, virus, mamíferos, vertebrados, invertebrados, área marina… –piscifactorías alimentadas con restos de pollos, harinas de origen desconocido-… y un largo etcétera que todos más o menos conocen, pero que se ha ido incorporando de tal forma y manera que lo consideramos parte de nuestra vida. O parte de la vida evolucionada.

 

Y en ese afán de incorporarse, con el miedo latente, a cualquier índice de rebelión, la posición de humanidad se extiende a lo humano. Al uso y abuso del cercano, del conocido, del hermano, del padre, de la madre… de cualquiera que esté a mano.

Y si en algún momento fuimos manada grupal de defensa de intereses, hoy la gesta se concentra en intereses individuales… con la promoción de temores, miedos y preocupaciones.

Todo hecho con la sutil… –no siempre, ¿eh?- con la sutil actitud violenta del gesto, la palabra… y un largo etcétera de posiciones verbales y coyunturales, que hacen que los seres desconfíen. Se genere una desconfianza mutua. Y con ello, se promuevan estrategias para colocarse en posiciones ventajosas.

 

 

La Llamada Orante nos advierte ante estas situaciones:

Si se quiere, si se siente, si se desea el ejercicio de la Bondad, incluir una actitud “reparadora”, una posición de recuperar lo violentado, lo disfuncional que en un momento se ha generado.

 

Lareparación” constituye el vehículo que puede alentarnos en la confianza. Porque reparamos la incidencia de actitudes, gestos, respuestas… que chocan.

 

Entonces, si deparo y reparo mi juicio sobre un acontecer… probablemente restituya una discordia, una disfunción, un agravio.

 

Nuestra consciencia de “temor ancestral” por situarnos en posiciones inadecuadas, debe repararse. Y dentro del desorden –que no caos, “desorden”-, posicionarse con la actitud de restituir, de reconducir, reparadoramente, nuestras posiciones.

 

Y en ese deparar-reparar, tener muy en cuenta las justificaciones.

Siempre, siempre habrá una justificación para actuar distorsionadamente, inadecuadamente, impropiamente. Y ahí es donde debemos deparar y reparar, para que no utilicemos la justificación como el recurso inevitable para transgredir, usurpar, cambiar, castigar… y un largo etcétera.

 

Los temores palpitantes y latentes bloquean nuestras iniciativas, nuestras expresiones de emociones. Nos hacen regios, rígidos… y “correctos”. Reglas y cartabones andantes, incapaces de girar por una curva: se rompen.

 

La Llamada Orante nos incide en que tomemos consciencia de esa temerosa actitud de herencia, de continuidad, y lo justificada que se encuentra.

Esto nos lleva a buscar nuestra posición, dentro del marasmo actual.

Una posición en la que seamos reconocidos, respetados, cuidados. Una posición en la que podamos ejercitarnos, expresarnos, darnos.

Reparar nuestras consciencias para posicionarnos en la actitud y en el lugar adecuado. Para que no seamos motivo de miedo, preocupación, tensión… sino que más bien seamos motivos de inducción a la creación, a la manifestación, a la libre expresión que no es condenada ni atacada.

 

Claro está que nuestros dogmas, los que hemos traído y hemos construido, debemos diluirlos. Y si en un lugar el saludo es una leve inclinación de la cabeza, no podemos exigir o pedir que sea un abrazo, o exigir o sentirse ¡incómodo!... porque no han realizado nuestro equipamiento o no se han comportado según nuestros conceptos; en cuyo caso, fíjense: de la cortesía de uno que lo hace según entiende, se pasa a la ofensa del otro.

Con lo cual, la confusión y la incomodidad se establecen.

 

Hemos de valorar las bondades, detalles y aconteceres de cada uno, bajo la óptica de ese que da el detalle y la actitud y la posición. No bajo nuestra óptica. ¡Si nos están dando... agradezcamos la dádiva!

Pero si luego la cogemos, la instrumentalizamos y exigimos que respondan según nuestros modelos y nuestros moldes… estamos tergiversando las intenciones.

 

Estamos, según nuestros condicionantes culturales, en un tiempo –entre comillas- de “nacer”, de “deparar”, de “reparar lo ocurrido”, para culminar con la ilusión de lo trascendido.

Con independencia de creencias de carácter obligado o autoritario, pero sí con consciencia cultural del ritmo del acontecer. De esa llegada del invierno, que nos anuncia la introspección… la revisión… el plantearse y el recapacitarse.

 

La Fe, siempre presente –en mayor o menor intensidad, con mayor o menor consideración-, nos puede ser, en consciencia, un aliento para considerarnos y reconsiderarnos en deparar para reparar… nuestra condición, nuestras posiciones.

 

La Fe en la que depositamos nuestras capacidades, nos es dada a través de la Providencia, nos es dada través de cada detalle que somos capaces de observar en nuestro transcurrir diario. Nos es dada en cada necesidad que nos surge para establecer el equilibrio y la promoción de la Bondad.

 

El Misterio Creador –y tomémoslo en cuenta- está permanentemente pendiente de cada uno de los seres vivos.

Y eso implica el “saber” –entre comillas, “saber”- que disponemos de una influencia constante, cuyo sentido es… equilibrarnos, amplificarnos, recrearnos, ¡entregarnos!

Además de contar con mi voluntad, con mi sapiencia, con mi fuerza, con mi carácter… sí, añadan, ¡añadir a esa cuenta!, esa permanente entrega de la Creación, que se ejercita sobre ¡cada ser!…

Y así saldrán bien las cuentas. Así no faltará ni sobrará; serán las precisas y necesarias. Seremos lo que se necesita.

No suplantaremos ningún protagonismo de otros. No nos haremos imprescindibles… aunque sabemos que todos lo somos; pero, hacernos imprescindibles, en la mayoría de los casos consigue una abolición de la capacidad de otros.

No podemos suplir… a nada ni a nadie.

Somos siempre un complemento.

El complemento que depara y repara para poder continuar; para tener la capacidad de disolver el miedo latente, el temor constante.

Permitir la confianza.

Que ésta se desarrolle y que abarque la conjunción… y haga, del ser, una fusión con todo lo viviente. Y que alcancemos la consciencia de estar inmersos en lo viviente… para ser continuos reparadores de desviaciones, de desequilibrios, de desarmonías.

 

Con el latido del temor, al menos amortiguado –al menos-… podemos deparar en nuestras capacidades y reparar lo irreparable.

 

La vinculación del ser, en consciencia, a través del Misterio Creador, nos hace Fe permanente, porque amados somos… y en amor nos manifestamos.

Y así, podemos latir en una esperanza permanente y en una confianza evidente.

“Evidente”.

 

 

 

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