LAS REPRESALIAS
26 de diciembre de 2022
Y el transcurrir de
la humanidad… tiene de característica un detalle –entre otros-: la actitud de represaliar, de represalias, sobre sí
mismo cada individuo, y sobre otros; de tal forma que es fácil consumir gran
parte de lo cotidiano en represaliarse a sí mismo, y vivir pensando en tomar
represalias sobre los demás.
Nos advierte –en este
sentido- la Llamada Orante, de lo que esto significa de… quedarse parado en el
proyecto y en el trayecto. Por una parte. Y, por otra parte, lo que significa
el ir cargado, “tarado” por el peso de esas represalias.
Como bien dice la palabra,
y jugando con ella: “represalias”
nos implica una represión, una posición de estar “presos”; casi sin salida.
Es decir que, por una
parte, ejercitamos represiones sobre nuestro libre imaginar, por otra parte nos
apresamos, y por otra parte
nos quedamos en esa… “trampa”… de lo que pasa y de lo que pasó.
Porque, a todo esto,
la capacidad de acumular represalias por parte del ser es ilimitada. Puede
empezar a tomar represalias sobre otros porque le trataron mal, pero
progresivamente las represalias se amplifican porque no me saludó, porque no
tuvo este detalle, porque… Siempre hay un “porqué” para reprimir, reprimirse,
apresarse, apresar… y quedarse ahí, con la celda medio abierta, medio cerrada…
Y es así como pasan
años y años, y aparecen semejantes –o iguales, pero camuflados- procesos, que
en teoría ya tenían que estar resueltos.
Somos luz, pero no
vamos a la velocidad de la luz. Vamos a la velocidad del sonido, cuando
hablamos o cuando escuchamos. Aunque si hablamos y no sabemos escuchar, ni
siquiera vamos a la velocidad del sonido, vamos a la velocidad de la garrapata…;
bueno, de la cucaracha.
Y así es fácil que
cada cual recuerde sus traumas, sus venganzas, sus daños recibidos…
“Y aquello me dolió tanto que todavía me duele”.
¡Jo! ¡Muy largo!,
¿no?
Es de suponer –o
sería de suponer- que, en el transcurrir, si fuéramos a la velocidad de la luz…
Pero no. Vamos a la velocidad de… bueno, de lo que quiera proponerse cada cual.
Pero olvídense de momento de la luz.
.- Pero somos seres de luz.
.- Sí, pero luz atrapada en un circuito de represión, de
represalias, contra sí mismos y contra los demás.
Presos.
Recuerden que –y lo
hemos repetido varias veces- estamos, como humanidad, en cautiverio.
Esta Llamada Orante
ahonda en una franja de ese cautiverio: las
represalias.
Y se supone –y es una
buena suposición- que, a cambio, por el transcurrir, se aprende. Y en ese
aprender, el trauma, la represión que se vivió en su tiempo –pero bajo otro
estado de consciencia-, que en aquel tiempo fue terrible o doloroso –sí-, pero
que en la medida en que nuestra consciencia se amplifica y se hace visionaria,
aquello empieza a perder valor y preponderancia.
Y si, por ejemplo,
vivimos aquel tiempo –a los que les tocó- de “por mi culpa, por mi culpa,
por mi grandísima culpa, por tanto ruego a la bienaventurada siempre Virgen
María y a San Miguel arcángel…” la retahíla de sentirnos culpables,
pecadores… y eso nos represalió, y tomamos represalias y rabias y huidas. Pero…
a poco que nos aceleremos –sin llegar a la luz-, poco a poco, aquello ya… como
que no ha marcado, no debe marcar mi
proceso, mi proyecto, no solamente actual sino pre-futuro.
No, no. No me
siento culpable. No es “por mi culpa” ni “por mi grandísima culpa”…
Pero esas prácticas,
que entonces eran normales -y siguen siendo en muchos niveles-, con el
transcurrir de descubrir, aprender, adaptarse… sanan las heridas, las suturan,
las regeneran. Y ya “aquello”…
.- Pero es que aquello pasó y…
.- ¡Yaaa! No solamente ya pasó, sino que la significancia
no puede seguir actuando negativamente.
Ahí está. El que
esté, va a estar, por supuesto, pero hasta el punto de… ¿represaliarnos?,
¿represaliar a lo demás?, ¿de hacerme preso?, ¿de reprimirme?
La Llamada Orante se
presenta siempre como una opción liberadora. No se niega el pasado; se tiene
presente para mejorar nuestro actual estado y para no llevar la rémora ni la
cárcel puesta… ni esa queja permanente ¡contra todo!
Que a veces, sin
darse cuenta, el propio sujeto no se da cuenta de que está yendo contra sí
mismo, porque en el Todo está él.
Si por un momento nos
sentimos luz, como la luz que ahora nos ilumina, como realmente es nuestra luz –producto
de la Gran Luz-… debemos considerar nuestros pasados, nuestros… hoy vistos como
“errores” –entonces como “terrores”, a lo mejor-, bajo una valoración que no
suponga un peso en nuestra novedad cotidiana, en nuestro hacer privilegiado, en
nuestra innovación cotidiana.
Y no que se esté “condicionado”
por aquello que pasó, por aquello que ocurrió…
Es toda una
trayectoria de condicionamientos, de justicias, de “educación”.
¡Qué mala, la
educación! Nos educan de tal forma que nos hacen presos de las normas, de las
costumbres, de las leyes…
Todo esto no es
producto de nuestra naturaleza. Es producto de los que se erigieron en
dominadores y fueron aceptados como tales.
Cada acontecer del
ser obedece a una oportunidad de aprender, de conocer, de saber. Y “aprender”, “conocer”,
“saber” no significa reprimir, encarcelar y sentirse en cadena perpetua.
La Llamada Orante nos
viene a advertir de ello, para que nos quitemos las costras de la educación.
Esa que nos hizo ser como los demás querían que fuéramos. “Los demás” son
entidades y funciones precisas de una sociedad, que igual nos dice que hay que
llevar el verde, el negro… o que hay que ponerse botas largas o cortas. Y el
gran problema está en obedecer a esas tendencias, que las marcan los que han
asumido un poder, y se les ha concedido.
Por un momento –“por
un momento”- podría, el ser, reclamarse un privilegio –por un momento, ¿eh?-…
un privilegio de decirse lo que siente, de escucharse en lo que piensa. Pero
hacerlo de tal forma y manera que no
esté condicionado… por lo que le hicieron, por lo que hizo, por lo que se
debía hacer…
Y, sí: a base de
pequeños momentos, es posible el descubrir… si no la gran evasión, sí la
evasiva forma de ‘trans-formarse’, aspirando a transfigurarse.
Insinuarse como luz…
para ser un aporte real de innovación, de cambio. Y no seguir con la historia
de la historia repetida.
Tenemos la
responsabilidad de que, bajo cualquier circunstancia, por designios de nuestra
presencia, por encargo del Misterio Creador, por los recursos con los que hemos
sido dotados, tenemos la responsabilidad de que todo tipo de vivencias se
constituya en un descubrimiento, en un aprendizaje, en una variable, en una innovación
que nos lleve cada vez a mayor purificación, a mayor ligereza, a mayor agilidad…;
a ir transformando los barrotes de las represalias, en nubes de vapor que se
apartan cuando soplamos…
Eso sí
corresponde a nuestra naturaleza.
Que las condiciones dejen de condicionar, y que
sean situaciones de transcurso, sin que supongan una carga a represaliar.
Es, la creencia en
esa disposición, la que nos puede sacar… ese peso que aminora y retrasa nuestro
transcurso, nos estanca y nos impide
ver los nuevos amaneceres.
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