ES LA MISMÍSIMA CREACIÓN LA QUE NOS HA PRESTADO LA VIDA
3
de octubre de 2022
Nos llaman a orar…
para que incidamos en descubrir nuestra naturaleza. Una naturaleza procedente
de un Misterio Creador. Una naturaleza de una imaginación fantástica. Una
naturaleza con recursos complejos y amplificados, con capacidad de evolución,
de descubrir, de ¡asombrarse!, de reflejarse en el amor que le ha creado, y
enamorarse de todo lo que le rodea.
Una naturaleza del
ser que sabe que es sintonía con su especie y con todas las demás, que formamos
una unidad diversa, pero unificada por la palabra “crear”.
Sentirnos creados… es descubrirnos en el insólito
proceder singular, irrepetible, de unas capacidades que se han gestado… ajenas
a cualquier voluntad propia. Y que luego, que luego paulatinamente, al no ser
reconocidas en su origen, se van descubriendo como propias. Y así el ser se va desnaturalizando.
Y se va haciendo individual. Deja de ser singular y se hace propietario…; propietario de su ser. Y con
ello, adversario de su entorno.
“Propietario de su ser y adversario de su entorno”.
Y aunque resulta
fácil mirar las estrellas…, al apoderase el ser de su naturaleza, prefiere un
puñado de tierra.
Necesitamos, como
especie, recalar en nuestra identidad… para desechar nuestra propiedad y estar
verdaderamente liberados. Y no enclaustrados en nuestras leyes, nuestras
normas, nuestra opinión, nuestro criterio, nuestro punto de vista… que
indudablemente está, pero que no nos pertenece.
Es la mismísima Creación
la que nos ha “prestado” la vida. Es un préstamo del Misterio Creador, en su ‘imaginería’.
Sí. Somos una
imaginación… insondable.
Y es por eso que, al
indagar sobre uno mismo, no terminamos, no culminamos, no conseguimos realmente
saber… quiénes somos.
Tan sólo con el
invento –“invento”- de la egolatría y la idolatría podemos clasificarnos,
definirnos. Y, claro, ya indefectiblemente, morirnos. El mejor plan que se le
puede ocurrir a una egolatría.
Y no se trata de
sacar el látigo –como tantas veces se hace y se ha hecho- y fustigarse: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi
grandísima culpa”. Y así una vez y otra vez y otra vez…
¿Y si… y si se
recurre a la suavidad de la ternura? ¿Y si nos imaginamos la Misericordia
generosa? ¿Y si asumimos la Piedad… condescendiente? ¿Y si estamos dispuestos a
renunciar a nuestras imposiciones, intransigencias, prejuicios… y abrirnos a la
escucha, al compartir, al descubrir…?
Y eso nos va a
mostrar nuestra singularidad, nuestra insólita presencia, nuestra
imprescindible participación, nuestra necesaria entrega.
Pudiera parecer todo
ello una propuesta descorazonada. ¡No!
Es una propuesta cargada de corazón.
¡Irrazonable!
Que adquiere el
saber… “que adquiere el saber en cada latido”. Y así no hay error. Así no hay
dualidad en el pensar y en el sentir. Así hay un sentido.
El sentido abarca “hacia dónde”…, “de qué manera”…, “la
intención”…, “la excepción”…; que
adquiere cada vez más sentido en la medida en que se comparte, se convive, se
coincide… ¡o no! Pero no es motivo, en ningún caso, de agravio o desorden.
Somos –a la vez y
simultáneamente- hormigas, hipopótamos y estrellas. Cualquier sustracción hacia
un personalismo es… un fracaso.
El sentirnos
integrados… –con todo lo que tenemos de capacidad para ver ‘lo creado’- nos
libera del yugo de la posesión.
Y no solamente es una
opinión, sino que hay que “ejercitarse” en complacerse en el entorno de nuestra
especie y de otras… sin entrar en el sistemático rechazo, combate, descontento…
Cualquiera puede
darse cuenta de que… estar en un sentir –“estar en un sentir”- disconforme,
rabioso, impositor, desagradable, inconformista y constantemente crítico, todo
ello es… ¡agotador! Es fácil darse cuenta de ello. Es agotador. ¡Agota, vivir
bajo esas premisas!
Y el vivir no es
agotador. Es descubridor, es clarividente, es sorprendente.
Solamente el
escuchar, el ver, el saborear…, el sentir la ternura de una caricia… es
suficiente para revitalizarnos y descubrir el vivir ¡con ligereza!, ¡sin
limitaciones! Con la destreza innata. Con la serenidad con la que el viento
lleva sus aires.
Hacer del vivir una
pesada carga de responsabilidades, de ocupaciones, de imposiciones, de
sufrimientos, como reglas inevitables del vivir… son las opciones que se han
tomado para controlar y dominar.
Y son las que la Llamada
Orante denuncia… como “anuncio” de una precisa y decidida actitud
transformadora.
Sentires sentidos…. que
dan sentido a nuestras realizaciones. Que abren continuas realizaciones… y que
posibilitan esa esperanza permanente.
Como humanidad, hemos
recorrido un camino ¡quebrado!, ¡resquebrajado!, ¡fracturado!
Y da igual quién haya
escrito la Historia. Pero son quiebros y requiebros, fracturas y más… las que
jalonan nuestra presencia en este Universo.
Y se ha convertido,
la humanidad, en un callo de fractura que no se articula, que se duele, que el
rencor la puede.
Nuestra articulada
posición con la Creación, no se ha dado. Por momentos, se ha suspirado por
ella, pero… no ha constituido una forma de estar. Nos articularon, como diseño,
magníficamente. Y fuimos convirtiéndolo en… “damnificadamente”.
Y luego queremos
arreglarlo con los mismos medios –aunque con distinto collar- con los que nos
hemos fracturado. Con lo cual, nos convertimos en repetidos fracturados crónicos.
“Repetidos
fracturados crónicos”.
Es ya –“es ya”-
momento de rehabilitar…
De dar sentido a
nuestras habilidades…
¡De asumir nuestras
ilimitadas capacidades!...
Sabiendo de los
ritmos, las pausas, las esperas, las perseverancias…
¡Somos otros, y debemos
descubrirnos!...
Porque, hasta ahora,
hemos sido ¡lo que otros han dicho
que somos!: los que nos recibieron cuando nos estructuramos; los que nos
educaron, culturalizaron, enseñaron…
No había tiempo para
saber quiénes éramos. Otros ya nos decían quiénes somos. Como mucho –“como
mucho”- el mote, el nombre figurado, podía darnos alguna pista de nuestra
naturaleza.
El saber que no somos
lo que somos, sino que somos “otros”,
nos sitúa en la dimensión ilimitada; nos sitúa en la aventura, en el verdadero sentido,
en el desprendernos de la pesada carga del protagonismo.
Y en contra de lo que
se puede pensar como un ser quebrado, no supone, el declararnos rehabilitados
rehabilitadores, un esfuerzo especial.
Es –para entenderlo
mejor- el quitarse el yelmo y la armadura; esa que se llevaba en el combate
para protegerse de los golpes. Que es así como se está. “Es así como se está”:
yelmo, armadura, protección, lanza, ataque….
Aspirar el aire
fresco de quién soy y no lo sabía…
Aspirar el aire
fresco de quién soy y no lo sabía…
es descubrirse en la humildad y en la transparencia. Es abordar la aventura,
con valentía, sin busca de logros y posesiones.
Tan solo con los
suspiros del aliento, que vuelan.
“Tan solo con los
suspiros del aliento, que vuelan”.
Seamos plumas de alas…
“por venir”, con un porvenir de habilidades que nos sitúen en el sueño, en los
ensueños… y en las fantasías de “todo posible”; de “lo siempre posible”.
Sentir los sentidos
latidos de cada emoción… sin el ejercicio del oficio de pensarlo.
Simplemente, orando.
***