DE LAS GRACIAS, DEL NACER POR AMOR, DEL DEJARNOS LLEVAR
25 de julio de 2022
Nos llaman a orar, para que tomemos consciencia de que el vivir es un acontecer excepcional.
Nos llaman a orar,
para que seamos testimonios de nuestro origen desde el Misterio Creador.
Nos llaman a orar
para que nuestra primera palabra, al despertar, sea “¡gracias!”.
Así, la oración se
convierte en el vehículo que nos conecta con la Creación y con lo Creado.
El despertar a la
consciencia de que cada acción de nuestro transcurrir repercute en todas las demás acciones, supone asumir
una Creación unitaria.
Una Creación unitaria
que está compuesta por una biodiversidad infinita.
Lo común y lo
individual se hacen unidad y excepcionalidad.
Con estas premisas,
nuestro hacer cotidiano no admite imposibles, no admite retardo, no admite “no
puedo”.
Nuestros reclamos
individuales y personales son, realmente, un acto de soberbia a la Creación.
Una desagradecida acción de Gracias.
La comunidad humana
sufre el permanente “desgaste” de sus capacidades, por la soberbia y la vanidad
de “la idea propia” y “la imposición” de criterios.
Cada uno se siente en
la posición verdadera. Suplanta a lo verdadero: al Misterio Creador. Y así,
cada vez que se tome una posición radical de desespero, de imposición, de
chantaje, estamos fuera de nuestra naturaleza Divina.
Al escuchar la Llamada Orante nos abrimos
a otras dimensiones, sin que ello nos desconecte de la dimensión concreta y
material en la que también
transcurrimos.
Necesitamos hacernos comunión entre las diferentes
posiciones de consciencia.
Y así, la Llamada Orante
acude para susurrarnos al oído que cualquier acción, realización y pensamiento
debe transcender.
Darse cuenta de que el empeño de la voluntad, de la razón y del poder personal, en
incidir en lo asuntos de nuestra trayectoria y en los asuntos de los demás,
para imponer nuestro criterio, es una grave ofensa a la vida.
Dejarse fluir, porque
nos llevan.
Dejarse imaginar,
porque nos inventan cada día.
Bien está que nos
cuidemos y nos veamos, pero nunca sustituyamos el cuidado y la visión que lo
Eterno ejerce permanentemente sobre cada criatura.
Cargadas de
preocupaciones viajan las humanidades; y, en consecuencia, llenas de sus
egoísmos, miedos y desesperos. ¡No hay espacio!, ¡no se deja el espacio!...
para la Nada Creadora del Misterio Creador.
Y con el fin de
mantener los poderes, las humanidades se preocupan de que ¡todo es complicado!,
¡todo es difícil!, ¡todo es… casi imposible!
Cualquier idea de ¡alivio!,
de calma, de ¡innovación!… es un
problema. Y así, el vivir cotidiano se hace una problemática convivencia.
Los acuerdos nunca llegan, las desavenencias son constantes, la conciliación se
muestra imposible…
Y se hace tan
poderoso el poder humano, que cada ser de humanidad deja de asumir su
responsabilidad y asume las responsabilidades que le impone el poder.
La Llamada Orante no
implica el asumir poderes
personales.
La Llamada Orante se
proyecta con las gracias de haber despertado porque el Amor ha hecho posible, el
Amor Creacional ha hecho posible nuestro… nuevo
día.
El poder, como norma
para establecer el orden y el equilibrio, es una vanidad de soberbia humana. Si
seguimos el fluir de las Gracias, del Nacer por Amor, del dejarnos llevar, es
probable que se despierte a otra consciencia; otra consciencia que ¡no imponga!
La confianza mutua
interhumana es un preámbulo material para la confianza en la que sobre lo Eterno
debemos vibrar; en la que debemos vibrar.
Se ha propagado, a lo
largo de la historia, esa sentencia que dice: “Conócete a ti mismo”.
Una increíble y
maravillosa egolatría encaminada a… gestar
un dominio.
Más bien habría que
decir: “Descubre, aprende… y reconoce lo
que actúa sobre ti, lo que hace que tú seas como eres”.
La insistencia en
“conocer” como vía de dominio, nos evita la creatividad, la espontaneidad y la
improvisación propias del flujo divino.
Llaman, desde el
orar, a que abramos la puerta de nuestra humildad, de nuestra sumisión, para
que realmente nos llenemos de Creación, con creatividad permanente.
No es, el vivir, una
dureza; es una blanda existencia.
Dejémonos moldear por
el acontecer de la casualidad, de la suerte, de la improvisación, de lo
imprevisto.
Sigamos la ruta de lo
impecable y lo excepcional, que es lo que nos da el brillo del asombro.
Si nuestras guías son
las leyes de humanidad, las imposiciones, los castigos, las trampas… si ésas
son nuestras guías, nos perderemos en lo inútil. En cambio, si nuestra guía es
la inspiración de lo generoso, lo bondadoso, lo comprometido, lo cuidadoso,
entraremos en otra dimensión en nuestra relación con nuestro entorno.
El descubrirnos –nos
dice la Llamada Orante- como expresión del Misterio Creador, “a su imagen y
semejanza”, nos debe suponer un cuidado, porque nos convierte en custodios
intermediarios de un mensaje de eternidad, de infinitud, de inmortalidad.
Nos llaman a orar
para recordarnos que somos… singulares, únicos, imprescindibles y necesarios. Todos. Y en esa medida, todos nos necesitamos. Y en consecuencia,
todos somos servidores… sin
suplantar ningún servicio que no sea el que tenemos asignado… y sabiendo asumir
y aceptar lo que nos corresponde.
Y algo significativo.
Todo ello: singularidad… excepcionalidad… irrepetible… imprescindible y
necesario, todo ello es “en abundancia”.
Cada ser está dotado
de abundancia de singularidad, de abundancia de imprescindiblidad… Los recursos
con los que se nos dota son ilimitados. ¡Pero implican una valentía para
ejercitarlos! ¡Implican un esfuerzo para realizarlos!... Pero la abundancia en
cada ser es evidente. Y más aún cuando nuestra consciencia de humildad y
sumisión está instaurada.
Todas las carestías
que vive la humanidad son producto de la soberbia y el egoísmo, y del
protagonismo de humanos que secuestran esa abundancia en su propio beneficio.
¡Atentos debemos
estar con la custodia de nuestros abundantes dones!, para que éstos sean
vehículos de servicio, inagotables.
Disponernos en el
vivir imprescindible y necesario nos facilita, nos amplifica y nos convierte en
servidores de lo Eterno, sin servidumbre, sin esclavitud, con
transcendencia.
Y damos continuidad a
las Gracias del inicio, para sentirnos agraciados;
llenos de Gracia.
Agraciados: llenos de
Gracia.
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