domingo

Lema Orante Semanal

 

CADA SER REPRESENTA Y ES EL EQUIVALENTE DE LA HUMANIDAD

18 de julio de 2022

 

La humanidad se muestra convulsa.

Nuestros criterios de referencia se diluyen.

El escándalo de la corrupción gravita con un tinte de normalidad, como si fuera un mecanismo de defensa, a la vez que los poderes y las leyes esclavizan, con sus exigencias cada vez más prepotentes.

En no hace mucho tiempo –podemos decir el siglo pasado- podríamos decir que había conflictos y tensiones en determinadas estancias o en determinados lugares, mientras que otros permanecían… no digamos que serenos, pero sí estables; no digamos que confortables, pero sí mejorando.

Entrados en el siglo XXI, los desarrollos de humanidad, que se han globalizado, se extienden –nunca mejor dicho- “como la pólvora”, puesto que el poder de la violencia marca las señales. Y ya no encontramos –“y ya no encontramos”- esos espacios, esos lugares en donde… se pueda atisbar una evolución saludable; en todo caso, una evolución condicionada. Si bien es cierto que existen abismales diferencias –que ahora se pueden poner en evidencia- en todas las áreas de la humanidad: en cultura, en salud, en ciencia, en tecnología... ¡Abismos!

Una humanidad ¡tan desigual!… que está entrando en la vía de la costumbre de que así es el transitar de nuestra especie y, en consecuencia, ese mecanismo de protesta, rebelión… –que, en todo caso, queda reducido a las huelgas, que producen efectos colaterales muy significativos- apenas si se manifiesta.

El recurso de la protesta era –fíjense bien: ¡era!- como algo… necesario. Hoy ya no es tan necesario. Se tiende a asumir todas las quejas, protestas y desengaños, como la natural convivencia.

A poco… a poco que consideremos esta situación, nuestra sensibilidad se siente entre avergonzada, dolida y des-animada, en un laberinto o callejón sin salida… donde los intentos visibles no son más que una repetición de otros que ya fracasaron.

Y parecerá –ante esta situación-… parecerá que una propuesta de ¡sanar la humanidad!... es descabellada; parecerá que es algo exagerado, ¡que no está en nuestras manos!

Pero la Llamada Orante nos reclama: ante la dolencia, la calma; ante el deterioro, el cuido; ante la incapacidad, el auxilio. ¡Todo ello es sanador!

Y cada ser representa y es el equivalente de la humanidad.

Y si nos situamos en esa propuesta de sanar la humanidad, ha de ser sin ningún tipo de liderazgo, sin ningún tipo de importancia; pero sí con una ¡creencia contundente!, según la cual, cada vez que contactamos, nos relacionamos, hablamos… estamos contactando, relacionándonos y hablando con la humanidad. Porque cada ser es el equivalente de esa humanidad.

Y estamos ante la necesidad –por el deterioro reinante, por la gravedad del paciente “humanidad”- de actuar.

Y “actuar” significa ¡escuchar, convivir, compartir, sonreír, replantear, considerar, flexibilizar, adaptarse, creativizar cada instante, respetar!

Todas son palabras que evidentemente pueden quedar en “bla, bla, bla”. Pero son palabras de ejercicio, son palabras de realización, son palabras que, para el orante, le llevan al compromiso de sanar, al compromiso de sanarse, al compromiso de sentirse humanidad y, como tal, proceder con el ejemplo, con la perseverancia, con la actitud de tener la referencia de ese Misterio Creador que nos… reclama, nos llama, nos dice.

Y que hoy nos propone sanar la humanidad, como si nosotros fuéramos... Nosotros somos cada uno de los seres humanos. Nosotros somos todos a la vez. Nosotros somos también, simultáneamente, cada uno de nosotros.

Nosotros somos… –cierto es- una unidad que escucha, a la que llaman, que ora… y que propone, que proyecta.

Y así, cada vez que sintonicemos con alguien, pongamos en ejercicio la Llamada Orante a saber que, no solamente su síntoma, su cuita, su penar debe ser auxiliado, sino que veamos también una acción sobre el ser, que trasciende a él –a ese ser que demanda-.

Y a la hora de actuar, a la hora de ayudar, a la hora de colaborar, saber que lo estoy haciendo no solamente hacia ese ser sino hacia la humanidad, porque cada uno es un replicante, una vibración de todos.

Y en la medida en que abordamos a uno, a todos les llega lo que hacemos, lo que ocurre.

 

Y no es descabellado afirmar que nuestras dolencias de humanidad son consecuencia de un estar, de una manera de vivir, de una actitud de responder…

En consecuencia, cada vez que ejercitemos nuestra posición orante, estaremos repercutiendo no solamente en aquél, aquéllos o éste, sino en todos.

Pero, en consciencia, debemos conservar esa intención: saber que, cuando calmo un dolor, voy a ‘intencionar’ calmar el dolor de humanidad, de esa humanidad que gime por… infinitud de causas.

Que sí, podemos clasificar en más importantes o menos importantes, pero cada universo de cada ser… cultiva una dolencia. Y en la medida en que calmamos la sed de uno, se amortigua la sed de otros.

 

Este proceso, en sí, ocurre: la materia viviente se encuentra conectada permanentemente.

Pero el plus que ahora precisa… por el deterioro que atraviesa, debe provenir de la intención de la consciencia de saberse intermediario universal… que promueve una actitud de una nueva consciencia.

Una nueva consciencia que nos trasporte a la dignidad que el ser de humanidad precisa.

Una nueva consciencia que nos sitúe en disposición liberadora, con virtudes crecientes.

Una nueva consciencia que nos haga sentirnos capaces de replicar, según la creencia, en un Misterio Creador que hace posible nuestra presencia, en un halo protector que se extiende, y en una perseverante esperanza de testimonio; que a la vez que actúa, aguarda; que a la vez que actúa, sabe de la pausa; que a la vez que actúa, conoce la espera.

Una nueva consciencia que emana del Ama-necer.

Y que, con ello, tiene el suficiente sustento para sentirse humanidad, para representarla y para que, cada vez que se proyecte, que se muestre, lo haga hacia la humanidad… y a través de cada uno: de cada cercano, de cada hijo, de cada padre, madre, anciano, conocido, desconocido…

¡No nos ha traído un Amor inconmensurable, a este lugar del Universo, para transcurrir vulgarmente en una repetición y en una obsesión de poder y de violencia!, que ya se extiende, en cada ser y en cada rincón, como el mejor criterio para mantener el orden y la seguridad, por ejemplo.

 

¿Acaso cada naci-miento es una mentira? Naci-miento.

¿Acaso cada nacimiento no es una certeza de un nuevo enviado, que trae recursos necesarios?

Un nacer no es un naci-miento.     

En consecuencia, no... no es de humanidad dejarse arrastrar por el reclamo productivo, rentista, propietarista, defensivo, proteccionista…

No es de Amor, el nacer en la desconfianza, en la defensa, en la esclava actitud de ¡lo inevitable!

¡No nos han traído a este universo para ser inevitables!

Nos han traído para transcurrir en él.

¡No nos han puesto aquí para ser deterministas!... y esclavos de dictámenes que comprueban, que aseguran, que dictaminan.

No son nuestros oídos –y no deben ser- los cómplices de ese mensaje ‘de-crépito’.

El Universo no es decrépito. El Universo se nos muestra expansivo, creador, innovador, sorprendente, fantástico, ¡excepcional! Y todo lo que en él se produce así es –¡y así lo es!-.

Con qué atrevimiento, lo humano se propaga en el desquicio, en el desequilibrio, en la rabia, en la venganza.

“Sin duda”, la Piedad, la Misericordia, la Compasión, el Perdón del Misterio Creador gravita permanentemente sobre nuestra especie.

Si así no fuera, ya nos habríamos devorado todos.

Por ello, es consecuente, en el nombre de la Piedad, de la Misericordia, de ‘el Perdón’, asumir el rol de la escucha orante, de contemplar nuestra actitud sanadora de humanidad. Es darnos por enterados de que la Piedad gravita sobre nosotros; que la Bondad superior nos apoya permanentemente; que la Misericordia nos alivia de las miserias y nos hace sonreír, aunque sea a última hora.

Que el Perdón, como expresión de complacencia, como expresión de infinito Amor, está ahí para que no nos sintamos culpables, ¡para que no nos auto-agredamos!, para que seamos fieles a la “esperanza” que se deposita sobre nosotros.

 

Momentos llaman a nuestra consciencia, a nuestras consciencias; momentos llaman, ¡ahora!, para que seamos testimonios, para que seamos reflejos de una nueva consciencia… que asume la Llamada Orante de “sanar humanidad”.

 

Siempre aparecerán las disculpas; siempre aparecerán los prejuicios, las excusas, ¡las justificaciones!... Aun así, a sabiendas de que están como fantasmas al acecho, nuestra consciencia debe flotar por encima de todo ello; debe estar al día en su proceso.

Y “estar al día” en el transcurrir de cada uno, es estar por encima de esas consideraciones de avisos de temor, de cuidados, de seguridades...

¡Estar al servicio de la Creación!

Y cuando el ser se dispone a ser un servidor de la Creación, el aliento individual se hace fundido con el Misterio Creador…, y es posible sentir ese fluir que emana permanentemente hacia cada ser y que nos hace posible la experiencia de ¡Vivir!

Y que, a través de ella, liberadoramente, sentimos que nuestra presencia es permanente; ¡sentimos la eternidad en nuestras espaldas… y la infinitud en nuestro vientre!

Y así nuestros pasos se hacen inmortales; y nuestros sentidos, enamorados permanentes.

 

Ninguna... ninguna propuesta humana, por muy potente que sea –y esa potencia se la dan y se la damos los demás-, es capaz –aunque su actitud sea de desafío-… es capaz de doblegar una consciencia creadora, una consciencia liberadora. Porque cualquier humano proceder que pueda ser considerado “perverso”, tiene la instancia de la sonrisa divina, tiene el cortejo de la bondad.

De ahí que nuestra función no sea juzgar, sino recrear, perdonar, evolucionar hacia posiciones indiscutibles. Sí, aquellas que tienen la universalidad por respaldo.

 

Sentirme en sintonía con la Bondad Superior no es discutible.

Alguien o algo dirá:

-  Ah, pues yo no creo en eso.

-  Bien.

-  Podemos hablar sobre...

-  No hay nada que hablar.

Cuando se parte de lo no-creencia, las palabras se vuelven traición, se hacen esquirlas, se hacen violentas.

En cambio, cuando las palabras salen de la Creación, del creer, se hacen plegables, se hacen flexibles, se hacen ¡cómplices!

 

No es momento de imposibilidad; es momento de permanente disposición ¡posibilitante!

No es momento de debilidad; es momento de ¡entusiasmo!, de esperanza perseverante.

No es momento de “luego”..., “más tarde”..., “otro día”…

Es momento de ¡ahora!, de cada día.

Es momento de ejercitarse en la excepcionalidad de una nueva consciencia.

 

“Luego” es demasiado tarde.

 

¡“Ahora”! ¡“En punto”!

 

¡¡Ámen, Amen, Amén!!

 

 

 

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