martes

Lema Orante Semanal

 

¿SOMOS REALMENTE UN DISEÑO PARA VIVIR, CON ESTE ESTILO EN QUE SE VIVE?

7 de marzo de 2022

 

Se apresuran, con premura, los anuncios fatalistas.

Amenazas… desde el Universo mismo.

Catástrofes en nuestras propias entrañas: los volcanes escupen, los mares se estremecen, las tierras se deslizan…

Y la humanidad, como tamborileros, transita en su desfile de agoreras propuestas…

¡Y tantas y tantas veces anunciando!: “¡El final está cerca! ¡Arrepentíos!, ¡el final está cerca!”.

Y permanentemente se está en la mentalidad del abismo. Del Abismo rocoso que duele y sangra.

Y el… “Es así, es así” se repite una y otra vez, como el látigo del esclavista sobre la espalda del esclavo, que termina por claudicar y decir: “Sí, amo”.

 

Signos de una especie desesperada… que se siente divinizada, y se encoleriza porque no ocurre lo que piensa, quiere y desea.

Y cada cual se hace rey de todos los reyes… y el roce está asegurado. Cada uno defiende su parcela con arrogancia, con “justicia”…

El horror está servido. Solo hace falta un poco más de interés para que el terror se instaure.

Mientras, batiendo el ala sin volar, las propuestas, las asociaciones, las sociedades defensoras, protectoras… tratan de amainar la gran marea. Pero lo hacen sin convicción. Lo hacen… obviamente en minoría, pero lo hacen con resignación.

Sin duda, individualmente, las cosas son diferentes. Pero esa “diferencia” se mantiene en base a una enorme disposición, en base a una enorme disponibilidad, en base a una enorme humildad. Sin reclamos. Con servicios… dados, no prestados.

 

La Llamada Orante, de nuevo, nos sitúa en la consciencia global. Y es “de nuevo”, pero con una particularidad, sí: nos advierte de consciencias que se sienten, que creen y actúan… de forma “liberada”, cuando en realidad están respondiendo de forma condicionada.

 

El poder del vértigo de la disolución y del desespero, es capaz de transfigurar… a cada transeúnte, y convertirlo en un idílico y próspero vividor... Y que se lo crea. Cuando en realidad, lo que es, es un juguete de servidumbre.

 

 Sensato silencio el que nos debe adornar antes de replicar según las estructuras y estamentos que nos llaman a triunfar, a ganar, a luchar, a competir, a aparentar…

¿Y somos…? –nos hace preguntar la Llamada Orante- ¿Y somos realmente un diseño para vivir? ¿Así, con este estilo en que se vive?

¿Nuestra configuración se corresponde con un ser perseguidor, controlador, almacenador, castigador, depredador permanente?

¿Es… –entre otras cosas- es un modelo estructural, el humano, para ejercitarse en esas labores? ¿O más bien, por el contrario, es un modelo límite, frágil, necesitado?

Y en consecuencia, a lo que se expone y hace, es una… ¡torpeza! Una torpeza, porque su configuración no se corresponde con sus acciones. Quizás cabría pensar que, en algún momento perverso, se le ocurrió renegar de su estructura, de su recurso… y empezó una carrera frenética por ser elefante, tigre, viento, lluvia, temblor, huracán…

Un ataque de envidia ¡tan feroz!, que le hizo ejercitarse… –sin recursos, sin recursos propios- le hizo ejercitarse en dominar, controlar y secuestrar su verdadera naturaleza.

Su verdadera naturaleza: frágil, necesitada y en vías de adaptación.

 

Los últimos en llegar –la humanidad- y los peores en adaptarse.

 

Pero nos mandaron, en nuestra frágil inestabilidad, con bondad natural innata. Nos mandaron con recursos de versos… sin tener que aprenderlos.

Nos mandaron con medios creativos… para alegrar la convivencia.

Nos enviaron con sutiles habilidades… para expresar colores, movernos en danza, ejercitar sonidos… y hacerlos atractivos, recordables.

Nos enviaron con recursos para abrazar, para acercarnos, para cuidarnos, para cuidar, para servirnos y para ser útiles.

¡Nos enviaron con recursos para admirar!, para asombrarnos; con recursos para respetar.

Nos enviaron con recursos para ¡descubrir!… una increíble –¡increíble!- Creación.

Nos enviaron con los recursos de creer… de creer que, al mirar las estrellas, suspiraríamos por volver a ellas.

 

Enviaron “briznas” del Misterio Creador: humanidades… generaciones tras generaciones… con recursos para admiraciones continuas y permanentes.

 

Sí. En cierta medida, sí sabemos lo que somos… Pero ejercitarnos como tal resulta dificultoso, engorroso. Todo lo contrario de lo que debería ser.

¿Es que acaso estamos preparados para guerras, desmanes… y ese permanente afán de poseer? ¿No es acaso eso desgastante, deteriorante…? De una gloria tan efímera, que le sobra la palabra “gloria”.

 

Permanentemente nos llaman… nos llaman a orar, para que reconozcamos nuestra naturaleza y nos ejercitemos en nuestras virtudes… con la humildad ante todo el entorno y la sumisión ante la Creación.

 

Un cambio de rumbo… Que no nos lleven el timón… Que cada uno se descubra en la Alta Mar del Amar, como un timonel que sabe percibir las corrientes. Y que, en consecuencia, orienta su timón hacia ellas.

No habrá error ni naufragio.

 

Parecen aguardar, los amaneceres, uno y otro día. Parecen aguardar… que el ser se descubra y ponga fin a su permanente osadía. Y se vea en sus texturas finas, delicadas, de sutiles armonías. Que se aprecie en su hacer de belleza. Y que exalte permanentemente lo que le inspira: esa ruta del agua, esa flor encendida, esa arena sinuosa, ese vuelo calmo… de plumas fundidas.

 

Nuestro vaciado envoltorio fue relleno de infinitas posibilidades. Fue habilitado para ser preciso en sus dedos… y labrar el barro. Fue decidido, en sus sentidos, para ver el asombro, para escuchar el silencio, para olfatear el perfume de la belleza, para saborear los dones que se nos ofrecen, para acariciar la piel del animal, para palpar con cuidado la tierra… sin provocar su continua productividad.

 

Recogerse en el A-mar, como la inmensidad de los océanos, sin buscar la renta…

Ahí están las cuencas repletas de floras y faunas increíbles. Ahí están las tierras firmes, dispuestas para transitar por ellas y navegar por las otras… con la consciencia de no interrumpir, con la consciencia de no rentabilizar… ¡sabiendo, evidentemente, que todo se nos da!

 

 

Que cada amanecer sea la digna propuesta… honesta, sin renta, con ganancia; con ganancia por ser prestancia, por ser servicio…

Recogiendo la recompensa, sin buscarla…

Haciendo honores al Misterio Creador, que nos posibilita…; que nos llama a la Creencia. Y que bien sabemos –cuando apartamos la indolencia- que esa creencia nos promueve, nos exalta, nos hace… sonrisa.

Porque una apuesta han hecho sobre nosotros. Sí: nada acontece en la Creación, sin estar avalado por el Misterio Profundo. Y lo que acontece no es… no es destrucción; es flexible adaptación, que se complace en respetar, en admirar, en aprender, en buscar, en dejarse encontrar.

 

Somos una propuesta de belleza, cuya función es engalanar la vida… y ser equivalentes del brillo de las estrellas.

 

 

 

 

 

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