lunes

Lema Orante Semanal

 

HAY ALGO MÁS QUE UNO MISMO, QUE TODOS

28 de febrero de 2022

 

La desconfianza se hace fructífera en las competiciones. Competiciones de humanidades que buscan liderar… y con ello mandar, controlar y dominar. Y generar francas divisiones, desproporciones.

 

Se establece una cadena de desconfianzas… y se transmiten los errores como formas de aprender. Y el que recibe violencia, y vive en sus carnes ese drama, tiende a repetir lo mismo que le hicieron.

 

Se le podría llamar “venganza”, pero… no es así, porque las actuaciones se hacen indiscriminadamente.

 

Pareciera que el estilo de vivir se empeña en desafiar a la propia vida, como si tratara de descubrir en dónde están… “en dónde están sus límites”.

 

            Y así especulan, las civilizaciones, con diferentes evoluciones-revoluciones que insisten una y otra vez en ese desconfiar permanente, para así preservar su dominio.

 

Si la perseverancia en un error puede dar la claridad de un cambio para que éste no se produzca, la continuidad en el error, como formato de vida, establece una conflictiva convivencia.

 

En este estilo de vivir, cada ser se aferra a su confianza… y obviamente acrecienta la desconfianza hacia el entorno.

 

Y es así como se gesta un entorno hostil, degradante… que produce un insulto a la vida, por la actitud de ocultar… mentir… para preservar esa autoconfianza y desconfianza hacia el entorno.

 

El ser queda atrapado en una maraña en la que sólo ve el escape en las cloacas.

 

Apuesta, como posibilidad, por su desaparición.

 

Se aferra a lo conseguido, a lo logrado por su cultura, su apuesta a “el mejor”…

 

Y no se da cuenta de que la confluencia confiada es la que ha permitido la vida, como una asociada convivencia; como una asociada convivencia que comparte, que aclara, que busca.

 

Pero no es así. Se ampara en los logros de estructuras mentales uniformes. Y anhela lo práctico, lo rápido, lo inmediato, lo… posesivo.

 

¡Se olvida de que habita flotando en un Infinito! ¡Y puede mirar una y otra vez a las estrellas!..., que las considera “curiosidades que hay que investigar”.

 

Así, esa cultura se aferra a lo que maneja, a lo que retiene, a lo que conserva, a lo que guarda. Con lo que –o por lo cual- renuncia a lo invisible, a lo impredecible. Y cuando esto aparece, no se da cuenta de que… con esa actitud, es “más de lo mismo”: repetición tras repetición del error. Que hoy desconfía de éstos, mañana de otros…

 

Un camino de especie, que difícilmente se deja sorprender por el Misterio; por el Misterio Creador. Se aferra a lo que conoce, a lo que “dice” que sabe, y modula y estructura su pensar y su sentir… a patrones que han fracasado ¡una y otra vez!

 

Da –ciertamente- por bueno “lo malo conocido”. No apuesta por “lo bueno por conocer”.

 

Es así que la Llamada Orante nos anuncia la… necesidad –por nuestra presencia en este Universo-, la necesidad de restablecer la confianza en lo invisible…; en lo impredecible.

 

Asumir… que hay ALGO MÁS que uno mismo, que todos.

 

Y ese “algo más que todos”, no es una figura especulativa de nuestra mente; no es el ídolo de refugio de nuestros desesperos. Es la trama que permanentemente está y que gesta, mantiene, entretiene y orienta la vida.

 

Y ese “hay ALGUIEN más que yo”, “hay ALGUIEN más que nosotros”… nos da la Creencia. Y con ella, la confianza de dejarnos guiar. Dejarnos guiar por las referencias que nos van poniendo a lo largo de nuestro transcurrir.

 

Si empujamos, es porque nos empujan; si hablamos, es porque nos hablan; si dormimos, es porque nos duermen; si despertamos, es porque nos despiertan.

 

Somos el acontecer de un Misterio Creador que nos sitúa y nos transita en estos tiempos… por la depuración de nuestras posiciones. Que busca el brillo, no la opacidad. Que busca –como intención- las virtudes, no los despropósitos. Y cuando todos estos despropósitos ocurren, se suceden para que, de ellos, alguna virtud emane, algún ser resurja.

 

Porque en ese plan de Misterio, la vida no es una casualidad. Es una excepcionalidad infinita que tiene el recorrido… previsto, de alcanzar una brillantez que permita al ser, a los seres, contemplar su Origen. Y no se puede hacer de forma opaca, oscura, escondida.

 

El ser, como humanidad, trata de depurar sus logros y de perfeccionar sus posesiones. Es un reflejo burdo de la talla, el cuidado, el respeto y el mimo con que la Creación nos pule.

 

Y es así como se dijo que “muchos son –o todos son- los llamados, y pocos los elegidos”.

 

Y “elegido” no significa privilegio; no implica poder. Es la excepcionalidad que todo ser lleva dentro.

 

Todos los que están han sido elegidos para una misión. Y empleará una y otra vez, la Creación, a esos “misioneros”, para que, a través de los continuos errores y desesperos, el ser vaya descubriendo los resplandores de “alguien más”.

 

El concepto de vivir se ha establecido como una “tropa”; como una tropa que lucha, triunfa, se declina y desaparece. Es casi como decir que la vida es un ¡estorbo!

 

Y resulta que lo que llamamos “vida” es una excepcionalidad insondable, ilimitada, infinita.

 

Y por esas y con esas posibilidades, el ser evoluciona. Y en vez de ver la transcendencia que ello supone, se apodera de esas capacidades y especula sobre su egolatría.

 

La Llamada Orante nos advierte a propósito de la confianza en lo invisible, de la necesidad de descubrir que somos elegidos… Y que si ejercemos como tales, nuestra eternidad permanece. Pero que si nos apoderamos de esa “elección”, abrumamos al entorno, nos gestamos desconfiados… y nos involucionamos hacia la desaparición.

 

Implicarse en “lo bueno por conocer”, en “la bondad por conocer”, es abrirse a la confianza mutua. Es admitirse y admitir a… ¡a todo!, como elegido para la precisión del resplandor que propicie una contemplación de eternidades.

 

Sí; pueden resultar palabras demasiado grandiosas, como alejadas –sí, por la forma de vivir que se tiene-, como alejadas de… del “todos los días”.

 

Ese es un error frecuente. “Ese es un error frecuente”.

 

En la medida en que la confianza mutua se establece, podemos empezar a percibir la confianza que el Misterio Creador deposita en nosotros, como elegidos. Y empezamos a actuar como servidores, como cuidadores, como reparadores.

 

¿Qué es lo que realmente transforma y va convirtiendo tu ser, continuamente? ¿Tu capacidad, tus recursos, tus estudios, tus saberes? ¿Realmente eso se cree?

 

Sí. Se cree en eso, se cae en eso y se rompe en eso.

 

Más bien, si sabemos que detrás de ese remedio… –y el remedio está, y es palpable y es constatable-, detrás de ese remedio hay algo más, que hace que a unos les sane, y a otros no.

 

Si sabemos observar y reconocer la trascendencia de nuestras capacidades, nos damos cuenta de que se nos dan. Y con esas dádivas debemos actuar… con la confianza plena de que, a nuestro través –como remedio elegido-, vamos a sanar.

 

Vamos a salir de ese conflicto ególatra permanente.

 

Vamos a clarificar los sentires… y vamos a convertirnos en fieles reflejos del Amor que se nos tiene.

 

No dejarlo para más tarde.

 

Hoy siempre es “hoy”, y es la eterna oportunidad.

 

En ella –en esa eterna oportunidad- transcurre cada segundo.

 

“Luego” es muy tarde.

 

“Después” es imposible.

 

¡AHORA… ES!

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