NECESIDADES, PRIORIDADES, SERVICIO, ORIENTACIÓN, BRÚJULA
21 de febrero de 2022
En la convulsa y
confusa… y “generalizada” posición de la especie humanidad… se siente urgente
la necesidad de priorizar aquellos factores, aquellas actitudes,
aquellas posiciones que cada ser mantiene en su convivir.
La Llamada Orante nos
hace un llamado –valga la redundancia- a “el equilibrio”. Un equilibrio que se
genera por un movimiento. Un movimiento que se gesta por las prioridades, según
las necesidades.
Y que… obviamente,
repercute en todo el medio en el que nos encontramos.
Sin entrar en si
repercute mejor, peor, regular… lo prioritario es descubrirse en las
necesidades, y en base a ello priorizar.
Y con objeto de no
confundirse en necesidades y prioridades –puesto que las necesidades pueden ser
desproporcionadas en relación al medio, y las prioridades pueden ser exageradas-,
tenemos un termómetro que puede ser de utilidad para evaluarnos en nuestras
posiciones. Y ese termómetro es el servicio. ¡Um!
¿Mis necesidades y mis
prioridades sirven? ¿A quién sirven? ¿A qué sirven?
Somos seres de
servicio. Hemos sido encarnados para cumplir misiones, en base a los recursos
que se nos han proporcionado. En consecuencia, cuando descubrimos, a lo largo
del transcurrir, nuestras necesidades, y priorizamos para evitar confusiones, ¡para
evitar también que las prioridades y las necesidades sean desajustadas!,
aplicamos el termómetro del servicio.
¿A qué, a quién, por
qué…? ¿Esta necesidad y prioridad… a qué, a quién sirve? ¿Qué servicio presta y
qué servicio me presta?
Cada ser ha de
tomarse la temperatura de su servicio.
La vida evoluciona y
se desarrolla en base al servicio de unos seres hacia otros. Todos necesitan de
todos. Y para obtener ese equilibrio y esa armonía, las prioridades y las
necesidades deben equipararse, y cada ser debe preguntarse si está dando cauce
a su verdadera posición… o se está
dando cauce a una confusión.
En el tiempo de
individualismos exuberantes como los que se viven, no resulta… no resulta ser
una propuesta atractiva, esta Llamada Orante.
No, porque no tiende
a favorecer intereses personales. Tiende a clarificar posiciones personales y
grupales… haciéndonos ver nuestra posición en la comunidad de la vida.
Es fácil ver que la
comunidad humana ha llegado ahora a tiempos de exterminio, en los que se
incluye. Y es fácil ver que eso ha ocurrido por perder la referencia del
servicio, por priorizar tendencias, gustos, egoísmos y un largo etcétera
personal. Y por ir creando necesidades de consumir y consumirse, transformando
aventuras de amor, en dramas, tragedias…; transformando las alegrías, los
disfrutes, en posiciones masoquistas o sádicas.
Las referencias se ¡distorsionan!,
y cualquier justificación es suficiente –en la impunidad de la confusión- para “sacar
adelante”… –(sic)- sacar adelante cualquier tendencia.
La Creación nos
muestra, en el Universo en el que nos encontramos, eso que los seres humanos
llaman “Caos del Universo”, y que parece que es un territorio de destrucción, y
nosotros –claro- somos privilegiados elegidos de la bolita azul.
Resulta… resulta que
ese Caos está tan equilibrado, es tan diverso, es tan inmenso, es tan infinito,
que derrocha su Amor para que las criaturas experimenten el sabor de vivir. Y
lo experimenten con el cuidado con el que nos cuida el Universo Creador.
Y se va perdiendo y perdiendo
en reconocer los aportes, en “valorar”, en evaluar los recursos que se reciben
casual, circunstancial, ocasional… en realidad, “permanentemente”. Y pasan a
ser considerados patrimonios personales, posesiones de pertenencia. Y así los
seres se secuestran de tal forma y manera, que resulta difícil seguir a cualquiera….
y cualquier proyecto –salvo excepciones-, puesto que se ha secuestrado en su
posesión y en su intimidad.
Y al entorno no le
queda más remedio que especular y especular. Y la especie se convierte en una
especuladora. Y como tal, en una injusticia convivencial cada vez más
preocupante.
Y todo este
acontecer… se corresponde a todos los seres de esta especie humanidad.
Nos compete, a todos,
el cuidado de nuestros recursos y el servicio que debemos prestar; el librarnos
de los perjuicios y los prejuicios de normas, morales, leyes y derechos –¡qué
confusa profusión de medios!- que hacen que, unos con otros, se choquen.
Que las “normalidades”
se establezcan… ocurra lo que ocurra, sin haber analizado, sin haber evaluado.
Y lo vemos en
gobernantes, y lo vemos en ricos, y lo vemos en pobres, y lo vemos en hombres,
y lo vemos en mujeres, y lo vemos en niños, y lo vemos en ancianos… ¡No es algo
de éste, de aquél o del otro! Con lo cual, todo esto se hace más preocupante. Hace
de la vida una inquietud, una ansiedad y una angustia… ¡continua!
Y se establece que “es que la vida es así”. Se establece y
se dice: “Bueno, esto es normal”.
¿Esto es normal?
¿Quién, quién pone la referencia de “normal”? La va poniendo cada uno con su
egoísmo personal. Así, hasta 8000 millones, podemos imaginar la dimensión y la
implicación de todos.
La Llamada Orante nos
cimbrea, nos varea para que los frutos de lo que somos cada uno, realmente se
pulan, se aclaren, no se dejen a... “ya
veremos”.
A esta humanidad se
le ha dotado de recursos cognitivos, inteligentes, afectivos, espirituales… en
tal cantidad y variedad, que cada uno puede ser una estrella que brilla en el Universo.
Y no una convulsa e inquietante… vida, que se debate continuamente.
¡Claro! Como nos
enseñaron que lo normal es que la vida es lucha, es que la vida es… priorizar
nuestros intereses…
¡Ah!, ¿sí?
¿No era… no era –en
otro tiempo, en otro momento- priorizar los intereses de ¡todos!, y en esa
medida se desarrollaba y evolucionaba el interés de cada uno?
Las tornas cambian.
Se solapa el “todo”,
se oculta sutilmente, se justifica la tendencia personal… y cada cual, claro,
al imponerse con su posición, entra en conflicto.
No es ese el Caos que
reina en el Universo.
Cuando el humano, en
su consciencia inteligente, analiza el Universo bajo sus parámetros egoístas,
realmente ha perdido el rumbo.
Y sí: la Llamada
Orante nos llama para que restablezcamos… –cada ser, en el seno de la
universalidad- para que establezcamos la brújula que nos oriente: ¡la prioridad
hacia el Misterio Creador!; la consecuente y clara manifestación del reflejo de
ese Amor hacia lo que nos rodea; ¡la prestancia del ser en su servir!, con el
gozo de hacerlo y con el gozo que produce al que lo recibe.
De ser… una humanidad
gozosa, se fue gestando una humanidad ¡belicosa!, reservada, secuestrada…
Los navegantes
disponen de la brújula imantada que señala el norte. Y en las oscuridades de la
noche, la “Polaris” nos orienta al
norte. A partir de ahí, ya tenemos una referencia. Sin ella no podremos y no
podríamos habernos movido.
Y el ser ha de
preguntarse: “¿Cuál es mi brújula? ¿Qué señala? ¿Hacia dónde?”.
Necesidades, Prioridades, Servicio, Orientación, Brújula…
Instrumentos de
palabras. ¡Pero son palabras vivas! ¡Son palabras orantes que nos reclaman! ¡No nos regañan ni nos
castigan!, y ¡no nos reclaman!
Nos reclaman, como si
fuéramos niños despistados que no se han dado cuenta de llevar el bocadillo o
de coger el libro o de atarse los zapatos.
El Misterio Creador
no tiene como función castigarnos. Nos orienta, nos sugiere, nos da la suerte,
nos aprieta por un sitio, para que descubramos cuál es el verdadero afán, cuál
es… la mejor opción, ¡cuál es la opción en la que puedo ver reflejado ese afán de Amor del Misterio Creador!
¿En dónde?, ¿en quién?,
¿en quiénes? ¿¡En qué lugar veo reflejado este Amor!? Para que en sintonía actúe.
No habrá error.
¿Es que acaso no nos
cuidan cada día cuando amanece?
¿Es que acaso no nos
cuidan con el espectáculo estelar de cada noche, cuando anochece?
¿Es que acaso las
mareas no se cimbrean para mostrar su belleza?
Nos llaman a orar, y
nos llaman y nos llaman. Y se ha perdido darse cuenta de ese privilegio.
No se escucha la
llamada. ¡Se oye!, pero no se escucha.
Y cada ser se refugia
en sus gustos, en sus tendencias, que otros establecieron, y que perseveraron…
no para hacer precisamente “un mundo mejor”. Sus desesperos se plasmaron en
normas y costumbres y leyes y morales, para arrastrar a otros, como rencores de
incapacidad. Y fueron dejando senderos minados.
Y cada uno, en su
explosión, dejaba otra mina para que otros explotaran:
“Yo me he
equivocado, pero no lo reconoceré. Dejaré el legado en ley, moral, norma o
costumbre, para que tú también te equivoques. No te avisaré de mis errores, no.
No vaya a ser que… no vaya a ser que no aprecies lo que he hecho por ti”.
Y así se tiende y se
extiende el repetido conflicto.
Que los campos
minados del desamor no desautoricen los bosques y selvas de los amantes del
Misterio Creador.
Que el descubrir
cuidadoso de cada día nos haga seguir el rumbo. Ese que marca la fidelidad a lo
revelado…
Ese al que nos
orienta “el que nos llama a orar”, “lo que nos llama a orar”, “quien nos llama
a orar”… para escuchar.
Para escuchar y pedir
Piedad, cuando solo oímos.
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