sábado

Lema Orante Semanal

 

ORAR, HOY, ES MILAGRO

 

14 de febrero de 2022

 

Y la humanidad transcurre en tiempos prácticos, de valoraciones concretas, de llamadas “realidades... manejables”.

Los soñadores, los ensoñados... están ocultos, miedosos o... poco convencidos, aunque los hay tibios que parece que juegan con sentires, pero condicionados con materias, con prácticas obras.

 

La aventura es placer momentáneo, calculado y con rendimiento; buscando recursos y asentamientos.

Eso no es una aventura. La imagen antigua –y ya llamamos “antiguo” a 15, 20 años, 30- del aventurero que se lanzaba por un ideal a surcar las imaginaciones, las travesías, las llamadas “locuras”..., ya se han amainado. Ahora se hacen hipotecas, préstamos, ahorros e inversiones calculadas. No, no. No se trata de que sea malo o bueno, no. La Llamada Orante nos hace reflexionar en torno a cuál es la naturaleza del ser. Cuál es la naturaleza que se refleja. O en cuál naturaleza de la actuación del ser se refleja el Misterio Creador.

 

Hoy, el ser cuenta con... consigo mismo, cuenta con su ahorro, cuenta con sus recursos, con sus “materiales”... que puede más o menos apreciar, más o menos gustarle o atraerle, pero ¡dura tan poco!... que “termina” –entre comillas- por decir que la cruda realidad es la que impone sus...

¿Quién, quién fabrica la “cruda realidad”? No es un malévolo personaje. Es la propia humanidad la que la fabrica. ¡La que le ha dicho “adiós” al poeta! O lo escucha, a veces, cuando tiene tiempo. Porque se sigue cada vez más aquel recurso de: El tiempo es oro, y el que lo pierde, pierde un tesoro”. Ya, hasta le pasó al mismísimo Cristo, cuando un día, hablando con dos mujeres, una le reclamaba a la otra que no perdiera el tiempo en eso, que había cosas que hacer, que había que preparar las cosas para los invitados. El Cristo respondió que había cosas para otros invitados, de otras realidades, que eran las verdaderas...; que no se afanaran en los recursos prácticos.

Evidentemente no funcionó. Era una alusión, en este caso de este ejemplo.

 

La Llamada Orante nos advierte y nos aclara, a propósito de nuestra naturaleza, que es un producto del Amor de lo Eterno...; que ha sido, que es tan fantástico, que se ha rotulado y se ha rodeado de... ¡de vida! De vida cargada de belleza, de arte, de armonía, de un equilibrio desequilibrante. Que nos han situado en una posición –con la inteligencia- de descubrir las sorprendentes profundidades marinas o los inalcanzables bosques; o las criaturas de maravilla que nos sorprenden con el canto de algunos pájaros, con la belleza plástica de los seres de la selva, sin contar las increíbles confluencias de lluvias torrenciales, de sequedades, de desiertos, de abundancias de bosques…

¡Todo eso es… poesía! Sí, todo eso, configurado con verdes, amarillos, rojos, azules… verdes y verdes… y traslúcidas imágenes que cambian con el recorrer de la luz, todo eso es poesía. Además –además- con la característica de que se ha perfilado, se ha conglomerado esa energía y se ha hecho prieta. Y se ha hecho forma para nuestro deleite. Y se ha hecho fruto... para nuestro alimento.

¿No es acaso sorprendente contemplar la mágica belleza de una flor? Y que ésta, con su soplo vital, se convierta en manzana, en pera, en albaricoque, en sandía, en melón, en... cualquier fruto, ya más preciso.

¿Y no es poesía, que un bocado de ello se convierta luego en una fuerza, en un movimiento, en una idea…?

¿No es acaso mágico que lo que configura la vida, aparentemente sea práctico y concreto y material, pero es el soplo, que se ha mostrado en su divina diversidad…?

Se ha hecho pleomórfico. Hasta se ha convertido, un gusano reptante, en una mariposa sorprendente.

Sí: “No solo de pan vive el hombre”.

 

Y el saber y darse cuenta de la magnitud de la belleza, y de la inspiración que nos produce... es suficiente halago para la vida, para nuestras consciencias, como para despegarnos... de considerar dos mundos distintos: lo práctico, lo material; lo inmaterial –esa dualidad inútil-… cuando nuestro diseño está para integrar esa silueta, ese perfil, que ha tenido el gusto Creador de diseñar en una amapola, en un tigre o... en un río.

 

El equilibrio, y el ser capaz de admirar cada situación que nos atrae...; y recoger en un pétalo marchito, una intención amorosa...; y saber mirar en una letra, la intención... la intención sutil de un Amar Grandioso.

Y en estas situaciones no hay dualidades, hay integridades. Hay sintonías, en el vivir, que nos lanzan a la aventura de ser creativos permanentemente; de estar dispuestos en nuestras sinceridades; de ser claros en nuestras intenciones.

 

Es curioso: cuántos libros, cuántas páginas escritas, cuántas palabras se han quemado. Cuántos intentos permanentes se han hecho por destruir lo ensoñado. Y cada vez que un poderoso se asentaba, la letra, la palabra destruía. Y sus textos sagrados eran pasto de hogueras. ¡Sí! En la historia está la famosa Biblioteca de Alejandría, pero... hay muchas más egolatrías que recurren a la destrucción de la palabra.

Sí; la palabra ésa que nos hace ¡transportarnos! Porque cada una de ellas es como un velero que navega por el viento de lo increíble. “Una palabra tuya bastará para sanar”.

 

Y de ser un soplo de aliento vital, el ser de humanidad las ha ido convirtiendo –sus palabras- en recortes; en recortes para designar algo que se pueda poseer, que se pueda tener, que se pueda manejar, que pueda ser cómodo, que se pueda comprar o vender.

 

La facilidad de la prueba, el “probar a ver si”... sin antes haber sentido, haber inspirado la fragancia de lo desconocido, la intuición de lo sorprendente, de lo inesperado. Y en otras oportunidades, es... el ansia de prueba... el ir hacia los infiernos y salir victorioso. Victorioso ¿de qué?

 

La Fidelidad a lo Revelado no es, hoy, el fuerte de nuestra especie.

Es –más bien- la prueba, la dispersión, la huida de ideales...

“¿Para qué? –se pregunta el hombre moderno-. ¿Para qué un ideal? Déjame estar en mi sedentaria posición, déjame lograr mi seguridad, deja que alcance mi individualidad. No me sometas a ideales que... me ocupen. No. Quiero estar en el lugar de... mi pensar, mi sentir, mi lugar. Algo que me pertenezca. Quiero ser propietario de mi tierra, de mi idea. ¡No quiero ser peregrino, no! No, no… no me embauques con poesías, con flores o con señuelos de fantasías, ¡que eso hay que mantenerlo luego! Mejor tener mi seguro, mi prueba, y estar certero en lo que ocurre, ¡porque a otros también les ocurre! Porque otros, la mayoría, también viven esa... egolatría. ¡Y nos va bien!... ¡Bueno!”.

“¿Nos va bien?”.

 

¡Qué poco sabe el ser, de la Bondad!

¡Y cuánto insiste e insiste en su verdad!

 

Algunas excepciones se dan cuenta del abismo que supone... la egocentricidad.

Otros –la mayoría de la mayoría- se acoplan a ella e inician el camino decadente de la repetición comprobada y asegurada. Eso sí: que no falte un seguro de vida, de casa, de... ¡de lo que sea!

En definitiva, el arrojar la vida… –suena fuerte- arrojar la vida a la vulgaridad. Arrojar la vida al “nacer, crecer, reproducirse, poseer, deteriorase y morir”.

Y no es difícil preguntarse, en el momento orante: “Oigan ustedes... ¿Han evaluado alguna vez el esfuerzo –¡que no es esfuerzo para el Misterio Creador, pero así lo podemos entender!- que ha supuesto una Creación?, ¿que ha supuesto el transporte y elaboración de una existencia, a una vivencia?

¿Sabe usted y usted y usted y usted, lo que se ha invertido para que usted sea bondadoso, generoso, fiel, honesto, armonioso, enamorado, fantástico...?”.

Se puede seguir:

“¿Sabe usted todo lo que se ha invertido, todas las triquiñuelas, las casualidades, los imprevistos e inesperados que ha tenido que hacer la Creación para que usted sea importante, esté en vacío, sea consciente, reconozca sus talentos y sea un ser liberador…? Quizá… quizá no lo sabe. ¡Quizá no sabía que se había invertido tanto!

¿Saben ustedes todo lo que se tuvo que invertir para aislar este lugar del universo, una pelotita azul, para librarla de teóricos cataclismos…? Y que no está exento de ellos, ¡por supuesto! Pero la inversión, a poco que uno se dé cuenta, ha sido infinita.

¡Lo Infinito habita en nosotros! Lo Eterno permanece en nosotros. Habita; permanece. El Misterio nos guía, por el sentido del Amor, hacia la Inmortalidad.

¡Pero todo eso se aparta, todo eso se esconde! Además, no se puede comprobar. Tan solo podríamos hablar de la evolución: sí, ha hecho sus esfuerzos por llevarnos a lo que somos. Pero todavía no sabemos lo que somos. Y cuando intuimos lo que somos a través de otras perspectivas, de otro lenguaje, el ser se aferra a su sapiencia, se acoge a su derecho, enarbola sus libertades.

Todo eso lo ha inventado él, para favorecer su ansia de poder. ¡Cada uno en su faceta, por supuesto!

 

Sí. Son Palabras Orantes las que reclaman la naturaleza de nuestra presencia, y los dones y las oportunidades que se nos presentan.

Ciertamente, desde la óptica de “mi verdad”, nada de eso me interesa. Es más, lo puedo interpretar como... como un reclamo, como un aviso, como una amenaza.

 

Ciertamente, el ser de humanidad no abandona la idea de domesticar a Dios. No. Lo quiere para él, cada uno. Y quiere escuchar lo bueno que uno es, en vez de añorar lo bueno que debo ser.

Y así –claro- se hace duro vivir. Pero es el propio ser el que le ha puesto la dureza. Es el propio ser el que le ha puesto el impedimento. Es el propio ser el que ha traicionado sus palabras.

Y lo ha hecho áspero como el esparto. Y se ha apartado de la sutileza del vuelo de la mariposa.

 

La Llamada Orante siempre aspira a lo que el ser llama “milagros”. Sí, es consciente de que sus palabras permanecen un instante, se toman como ofensa o como agravio y… ¡bueno!, algunas son interesantes. Pero luego pasa... ¡Pasa! Y en pocas horas –pocas- sería difícil recordarlas.

Por eso la aspiración orante está ahora en el Milagro:

Que alguna chispa de sus sugerencias pueda prender en el ánima del ser y pueda dar la luz precisa para esa conversión, esa rebelión…

Esa conversión y esa rebelión hacia un enamorado afán en lo místico, en lo sutil…

Y un saber apreciar, a la vez, la textura del esfuerzo, la magia del descanso, el asombro del amanecer, la intimidad... la intimidad del reencuentro con nuestra naturaleza.

Sí: Orar hoy es... Milagro

 

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